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En el Coto

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Hola a todos. En esta ocasión os voy a contar una de mis primeras experiencias y que dejó en mí una honda huella. A menudo por correo algunos me preguntáis por mi vena exhibicionista, de la que tanto disfruto y que he mostrado en algunos de mis otros relatos. Pues esta ocasión que os voy a contar fue la que me mostró lo mucho que me excitaba tener sexo con gente mirando.

Era yo bastante jovencito, pero ya había tenido varias relaciones sexuales con varios chicos y chicas. Hacía casi un año que Paco me había iniciado en el sexo gay, y gracias a él ya había hecho tríos e incluso un cuarteto, y otras muchas cosas que recuerdo muy gratamente.

Fue precisamente a raíz de ese cuarteto que empezó todo. A Paco le gustaba llevarme a conocer a amigos suyos. Él estaría rondando los treinta y le encantaba llevar a su “putito” a encuentros sexuales en los que yo aprendía de todo y nos lo pasábamos de puta madre. Él siempre me decía que sus amigos flipaban con lo vicioso que yo era (y soy, claro), y la verdad, yo disfrutaba muchísimo siendo el centro de atención de dos tipos mayores que me daban caña y me hacían de todo lo que se les ocurriese. Yo decía a todo que sí y siempre quería más.

En esa ocasión, Paco me habló de un amigo suyo que se follaba a otro chaval de mi edad que también era bastante vicioso, y me propuso que quedáramos los cuatro para montarnos una buena. Inmediatamente le dije que sí, y al día siguiente llegué al piso que ya conocía de otros encuentros con Paco y allí estaban él, su amigo Joaquín y el chaval, de mi quinta más o menos, y que creo recordar que se llamaba Juan.

Yo iba ya cachondo perdido, era mi primer cuarteto, y a Juan se le notaba lo mismo. Hubo un minuto de conversación irrelevante hasta que Paco me preguntó discretamente que qué tal. Yo le dije que adelante, así que él se volvió a los otros dos y les dijo:

- ¿Qué os parece si vamos adentro a ponernos cómodos?

Joaquín respondió que claro, y cogiendo a Juan de la mano, se lo llevó para una habitación con una cama bastante grande. Al llegar allí los cuatro, tiró a Juan en la cama y se abalanzó sobre él, mientras se besaban y se desnudaban mutuamente. Paco se arrodilló a mis pies y sacando mi polla ya durísima, empezó a mamármela.

Pronto los cuatro estuvimos desnudos y durante un buen rato estuvimos follando en todas las posturas y combinaciones que cuatro viciosos como nosotros pudimos imaginar. Este relato no trata sobre esa orgía, solo os diré que tener tres pollas para mí, o follarme ese culo de Juanito mientras nos follaban la boca a los dos fue genial, y yo acabé reventado y muy satisfecho.

Os hablo de ese día porque, unos meses después, en verano, me llamó al móvil un número que no conocía, y al descolgar me dijo que era Joaquín, el amigo de Paco. Me extrañó su llamada, pero no me molestó. Me dijo que le había cogido el número a Paco, y que por favor no se lo dijera, que se podía enfadar.

Yo le respondí que vale, pero que qué quería, aunque algo me imaginaba. Me comentó que recordaba mucho el día que nos conocimos y que le había caído muy bien. Yo estaba solo en la casa de la playa, y me estaba poniendo cachondo su voz y el recuerdo, así que le corté:

- ¿Quieres decir el día que me follaste y te corriste en mi cara dos veces?

Silencio en la línea. Sabía que estaba allí porque podía oír su respiración cada vez más jadeante. Lo había excitado y eso me gustaba.

- Tan joven y tan vicioso -me contestó al rato, mientras yo me reí. Su voz sonaba ronca por la excitación al continuar-. Te llamaba porque ayer te vi paseando por la playa con tus padres, y era por si querías quedar esta tarde para ir a bañarnos o tomar algo, porque yo veraneo muy cerca.

- Podemos ir alguna playa de Mar Mediterráneo, si quieres -le contesté yo. No quería quedarme en el Mar Menor que es donde yo veraneo, sino que prefería algo más anónimo.

- Claro, a la Llana o por ahí.

Finalmente quedamos en que me recogiera a las 7 en su coche y puntualmente me monté en él. Me saludó dándome la mano y fuimos hacia la Llana. Poco antes de llegar a la playa, hay un espacio natural llamado el Coto, con una pinada que llegaba a otra playa, una zona alejada de los turistas y con poca afluencia, y allí paró el coche.

- ¿Te parece que sigamos desde aquí caminando?

Yo le dije que sí y cargando con la mochila llegamos hasta la playa en 15 ó 20 minutos de paseo. No había casi nadie allí, un grupo de tíos, algo mayores, y una pareja que estaba bañando en pelotas. Dejamos las cosas en la arena y nos metimos al agua. Yo llevaba un bañador que había escogido por ser muy ajustado, con la mitad de las nalgas al aire. Sabía que le ponía mi culo, así que lo saqué a lucir. Él llevaba otro no tan de natación, pero lo suficiente como para que le marcara el enorme rabo que tenía, y que lentamente, aprovechando que yo lo estaba mirando, se acomodó hacia un lado, para que se viera mejor. Tenía un buen cuerpo, pero reconozco que su pollón es lo que más me gustaba de él.

Estuvimos así todo el tiempo en el agua, nadando y charlando. Algunos pocos llegaron a la playa y otros se fueron, pero éramos tan pocos que la distancia nos daba intimidad. Joaquín y yo empezamos a jugar con el agua y poco a poco empezamos a rozarnos. Yo sentía su polla a veces contra mi espalda y la notaba dura enorme, y procuraba mantenerme así un instante para disfrutarla. Eso pasó varias veces, hasta que yo ya estaba demasiado cachondo, así que en una de esas me quité el bañador, se lo tiré a la cara jugando y le dije:

No hay casi nadie y seguro que así disfrutamos más, ¿no?

Él asintió, y se agachó quitándose el suyo. Yo entonces me acerqué a él y lo besé a la vez que cogía con mis dos manos su polla y empezaba a masturbarlo. Él echó mano a mi culo y me acarició fuertemente mientras murmuraba lo mucho que le gustaba mientras comenzaba a morderme el cuello.

- ¿Te gusta mi culo?

- Me encanta -me respondió.

Su polla palpita a entre mis manos así que comprobé que nadie estaba cerca ni parecía mirarnos y girándome la dirigí hacia mi culo. Él gimió cuando entró rápidamente y cogiéndome de las caderas empezó a follarme fuertemente, llegando hasta las entrañas. Una mano subió a mi hombro para apretarme más y yo me pajeaba mientras jadeaba.

Nunca había follado en el agua, pero la ingravidez que proporciona, hizo que esa follada fuera bastante fácil, sin tener que preocuparnos por caernos al suelo, sintiendo su polla que llegaba hasta el fondo, dándome un placer que necesitaba después de tanto tiempo de tonteo y calentamiento.

De vez en cuando me acariciaba el pecho o tomaba mi polla para darme él la paja, pero los momentos en que más jadeaba yo era cuando me mordía el cuello y arreciaba sus embestidas. Yo solo podía gemir y pedirle más, que no parara que me estaba matando de gusto. Qué pollaza tenía. Demasiado placer, no tardé en empezar a sentir el orgasmo, se lo dije y él me dio con más fuerza mientras me animaba:

- Sí, córrete, vamos, con mi polla en tu culo, siéntela y córrete, vamos…

Y me follaba con más velocidad y me chupaba el cuello. Yo no pude aguantar más así, por lo que me vine entre jadeos y gemidos, que reconozco fueron poco discretos, llenado el agua de los grumos de mi corrida.

A él le debieron encantar los espasmos de mi culo en su polla durante mi orgasmo, porque no paró la follada, que yo animaba moviendo el culo adelante y atrás con fuerza, y a los pocos minutos empezó a morderme el cuello con ganas mientras yo sentía sus lechazos en mi interior, lo que me hacía jadear nuevamente de gusto, como un eco a los gemidos guturales de Joaquín al correrse.

Cuando cesó de moverse, me dejé caer sobre él, con su polla aún dentro, y apoyado en su regazo me quedé quieto. Estuvimos así bastante rato, en algún momento su polla se salió de mí, pero yo estaba en la gloria mientras él me acariciaba suavemente y las olas nos balanceaban. El sol empezaba a meterse, por lo que era momento de salirnos, aunque yo estaba de nuevo excitado y hubiera preferido un nuevo polvo, pero entonces me di cuenta de que mi bañador había desaparecido. Joaquín aún tenía el suyo alrededor de una de sus piernas, pero no pude encontrar el mío por ningún lado. ¡Menuda putada!

Vas a tener que salir así -me dijo él.

- ¿Cómo voy a hacer eso? ¿Y cómo llego a mi casa?

- Buscaremos la manera, ya verás…

- Esperemos al menos que se me baje el empalme, no quiero salir con la polla así -pedí yo.

- A mí me gusta así, no tienes nada que esconder -me dijo él, con cara de vicio-. Deja que te vean, que lo disfruten. No te dirán nada conmigo al lado.

Me dirán menos cosas si tú también vas sin bañador -le solté yo.

Él se quedó pensativo.

- Venga, por favor. Así salgo contigo ya, aunque la tenga dura -le rogué yo, mientras le bajaba el bañador que ya se había puesto.

No costó mucho convencerlo, pero me advirtió que tenía que hacerle caso si quería que me ayudará. Yo seguía muy cachondo y quería salir ya, así que le dije que sí. No quedaba mucha gente en la arena, el grupito de hombres mayores y una pareja de chicas haciendo topless un poquito más allá.

Cuando el agua ya no tapaba mi desnudez ni mi evidente erección, intenté apretar el paso para llegar a la toalla, pero Joaquín me puso la mano en el hombro y me dijo que andará tranquilo, que era mejor. Yo le hice caso, pero mi polla estaba visiblemente dura y la poca gente que había alrededor no dejó de darse cuenta.

Las dos chicas que estaban más alejadas se rieron suavemente entre sí, pero siguieron a lo suyo. El grupo de hombres, en cambio, se dieron codazos unos a otros para no perderse detalle. Yo intenté de nuevo acelerar el paso para llegar a la toalla, pero Joaquín me frenó otra vez con la mano en el hombro, así que parecía que desfilábamos más que andar. Yo podía sentir las miradas de esos hombres en mí y aquello me daba una vergüenza enorme que me hacía arder la cara.

- Cuando te pones colorado me pongo más cachondo -me murmuró al oído Joaquín-. Siente como te miran esos… Darían lo que fuera por tenerte con ellos.

A mí aquello es lo que me faltaba. El rubor casi hace que me dé media vuelta y me meta de nuevo al agua, pero entonces me fijé en que efectivamente sus miradas eran hambrientas, de que esos tíos querían sobarme, follarme, y aunque la vergüenza seguía ahí, reconozco que aquella situación me estaba poniendo cachondo, como demostraba mi polla que seguía a tope.

Me encanta el sexo en grupo, he disfrutado de ser el centro de atención de varios hombres, de tener varias pollas para mí y despertar su lascivia, pero siempre había sido en la intimidad, ya metidos en faena. Nunca me había exhibido así ante desconocidos y me estaba excitando mucho. Tanto que Joaquín pudo soltarme del hombro y los últimos metros hasta la toalla los recorrí muy despacio, dejando que esos hombres disfrutarán de mi desnudez, de mi piel goteando agua, y de nuestras pollas, porque la de Joaquín ya tenía un tamaño considerable.

Cuando fui a coger la toalla, él me dijo que no hacía frío, que por qué no me quedaba de pie y me secaba con el aire. Tenía una sonrisa tan obscena mientras decía eso, que yo solo pude hacerle caso y me quedé allí plantado, de pie con los brazos en jarras y mi polla como un mástil.

Gírate, así te secarás mejor -me propuso Joaquín.

Yo ya imaginaba lo que quería, así que le hice caso, dándome la vuelta quedaron mi polla y mis ojos hacia el grupo de hombres que nos estaba mirando. Joaquín se sentó en su toalla, con las piernas abiertas y su polla creciendo a la vez que me decía lo buen cuerpo que tenía y que estaba poniendo a esos tíos muy cachondos. Nunca me había sentido así, tan expuesto, con miedo a ser sorprendido por algún conocido pero sintiendo la mirada llena de deseo de todos los tíos que me estaban mirando.

Al poco tiempo, quizás por nuestra culpa, las chicas recogieron y se marcharon, dejándonos toda la playa a nosotros y al grupo que nos miraba. Joaquín decidió meter la directa:

- Date la vuelta y agáchate. Lentamente, despacio.

Obedecí y de espaldas al grupo de mirones me agaché hasta tocarme la punta de los pies.

- Quédate así un poco -me soltó mi acompañante, a lo que yo hice inmediato caso.

Giré la cabeza y vi cómo él empezaba a masturbarse esa enorme polla que tanto me ponía, y entre mis piernas vi que algunos del grupo de mirones se quitaron los bañadores y empezaron a masturbarse sin atisbo de pudor mientras me miraban. En esa situación empecé a jadear por la excitación, mi polla me daba latidos que eran casi dolorosos, y de pensar en lo expuesto que estaba yo así, con el culo en pompa, me estaba volviendo loco. Los tíos se acercaron un poco y yo temblaba de lo cachondo que estaba.

- Ponte a cuatro patas -me ordenó esta vez Joaquín.

Rápidamente me agaché y comencé a sentir sus manos por mi espalda que pronto fue mi culo. Lo masajeaba y abría los cachetes para que se viera bien mi agujero. De repente me pone un dedo en la boca y me ordena que se lo chupe. Así lo hice y lógicamente en seguida noté su dedo entrando en mi culo, un suave metesaca que acompañaba con giros en círculo que me daban un placer indescriptible. Entre mis jadeos murmuré los últimos conatos de mi resistencia:

- Tío, que nos está viendo todo el mundo…

- A ellos no parece importarle -me contestó-. ¿Quieres que pare?

Ese momento fue un punto de inflexión para mí, podía haberlo detenido todo y habernos ido, olvidando el momento y la vergüenza, pero el sentir las miradas de esos desconocidos mientras otro tío me follaba el culo con su dedo, allí, al aire libre y a la vista de cualquiera que pasara, me tenía en un nivel de excitación que no me dejaba pensar en nada más que dejar que hicieran conmigo lo que quisieran, solo quería que me follaran y que esos tíos vieran lo vicioso que era, lo muy puta que podía llegar a ser. Con la voz enroquecida solo puede agachar la cabeza y farfullar:

- No, sigue, sigue…

A Joaquín aquello lo puso a mil, así que arreció su dedo en mi culo y me dijo que se la cogiera, que quería ver si estaba dispuesto a seguir. No tardé ni un segundo en hacerlo, en mi mente solo quedaba hueco para el morbo que me estaba dando dar ese espectáculo y las ganas de sexo. Tumbado, con el culo en pompa, la cabeza en el suelo y masturbando a un tío mayor que yo que me follaba el culo ya con dos dedos, ofrecía un espectáculo que me embriagaba. Ignoro cuatro estuvimos así, varios minutos probablemente, porque Joaquín me dijo en un momento que parara, que no quería correrse.

Al volverme me di cuenta de que el grupo de tíos estaba sentado mucho más cerca, a apenas 3 o 4 metros, y todos en pelotas. Yo miré sus pollas entre jadeos, notando mi culo aun ardiendo y mi polla que me dolía. Joaquín me dijo:

Ponte en pie, que te vean de cerca.

Permanecí en pie un rato, mirando a los tíos que se pajeaban abiertamente para que yo los mirara, diciéndome obscenidades y guardadas que me ponían a mil. Notaba mi cara como la grana y mis jadeos eran cada vez mayores, estaba en el séptimo cielo del vicio. De repente, Joaquín se puso en pie, con su polla mirando al cielo, y cogiendo la mía con una de sus manos, tiró de mí hacia la arboleda de la entrada de la playa.

Yo, obediente, lo seguí, y allá que fuimos, los dos desnudos y él tirando de mí por la polla. El grupo de mirones se quedó quieto y yo los miraba con vicio mientras nos alejábamos. Una vez en la arboleda, mi acompañante soltó mi polla y me empujó suave pero firmemente contra un árbol para, a continuación, abalanzarse sobre mí y empezar a besarme y a meterme mano como una furia.

Yo, silencioso, le respondí con igual pasión notando nuestras pollas apretadas entre nuestros cuerpos. Tras un rato así, paró para tomar aire y mirándome a los ojos con esa mirada tan sucia me dijo:

- Te ha gustado, ¿eh? Te ha puesto cachondo como te miraban esos, ¿verdad? Te comían con los ojos y tú gimiendo de gusto por sentir sus ganas como una perra, por exhibirte como si estuvieras en celo -yo asentía con la cabeza mientras acariciaba su polla-. Si no llego a estar yo allí, dejas que te follen entre todos.

- Si - musité yo entre suspiros. Y lo decía con completa sinceridad, estaba desatado e infinitamente cachondo.

Él bruscamente me giró y me puso de cara al árbol. Noté sus manos en mi culo y de golpe empezó a comérmelo. Podía sentir como su lengua se habría camino y me daba el mayor de los placeres. Ese es mi punto débil, que me coman el culo me pone loco.

Me incliné aún más sobre el árbol, poniéndome de puntillas y alzando el culo para que profundizará aún más. No pude contener varios gritos de gusto y placer, en los que lo insultaba y le animaba a seguir, a darme más, le decía que me estaba matando pero que no parara. Realmente perdí el control, porque en la silenciosa arboleda mis gritos se debieron oír a mucha distancia, pero no podía pensar en nada más que en su lengua en mi culo. Con una mano apretaba su cabeza contra mí para que llegara aún más al fondo. Yo con los ojos cerrados, gritaba extasiado mientras él seguía, dándome de vez en cuando algún azote.

- Abre los ojos -oigo que me dijo en un momento.

Al hacerlo me encuentro con que el grupo de la playa estaba rodeándonos, pajeándose a escasamente un metro de nosotros, los cinco en pelotas. Todos estarían entre los 40 y los 50, con cuerpos normales, pero había un par que tenían unas pollas enormes y que de inmediato atrajeron mi atención.

Joaquín siguió comiéndome el culo a la vez que con su mano empezaba a masturbarme. Sintiendo lo que estaba sintiendo, de verme en la situación de esos hombres maduros en cuyas miradas veía tanto deseo, con sus pollas tan cerca de mí, ebrio de excitación, no duré mucho y entre más gritos, me corrí como una fuente sobre la arena mientras me comían el culo y esos cabrones me miraban.

De lo intenso que fue, casi me desplomo en el suelo, pero Joaquín me sujetó y abrazándome, me susurró al oído.

- Ahora me toca a mí.

Yo asentí porque en ese momento estaba extasiado, y enseguida noté su enorme polla intentando entrar en mi culo, ya muy dilatado por la comida. Levanté un poco más el culo y con mi mano se la dirigí y pude sentir como ese pollón me taladraba. Estaba algo cansado, pero la corrida no había disminuido apenas mi excitación, de hecho mi erección seguía prácticamente igual, así que ante la mirada atónita de nuestro público, pronto empecé a jadear acompasando las embestidas de Joaquín, que me daba fuerte y rápido mientras me ponía de rodillas en el suelo.

Uno de nuestros mirones, a los que yo miraba fijamente, hizo amago de acercarse a nosotros, envalentonado por mis miradas anhelantes, pero Joaquín levantó la mano y lo detuvo sin parar de follarme.

Podéis mirar, a él le gusta, pero ahora es mío.

Yo en silencio a excepción de mis jadeos y gemidos, los miré y seguí recibiendo las embestidas de Joaquín que me daba cada vez más profundo. En un momento en que el morbo de la situación me tenía de nuevo a punto de volverme loco, me giré a Joaquín y entrecortadamente por su folladas y con la voz ronca, le dije con tono suplicante:

- Necesito… comerme… una polla… por favor…

Él me miró algo sorprendido pero creo que lo excitó aún más mi vicio. Señaló a uno de ellos, al que la tenía más grande afortunadamente, y le dijo sin parar de darme caña.

- Tú, fóllale la boca. Dale fuerte, que le gusta.

Creo que aún no había terminado de hablar y yo ya tenía su polla en mi boca, entrando y saliendo con un punto de bestialidad que en ese momento de morbo infinito me encantó. Me cogió de la cabeza y literalmente me folló la boca. Me llegaba hasta la garganta y aún le sobraba. Me hizo atragantarme y las arcadas se sucedían mientras me caían las lágrimas sobre su polla, mezclándose con la saliva que manaba de mi boca.

Más fuerte, que es una puta viciosa -oí en ese momento que Joaquín le decía, lo que me puso frenético.

El tío apretó el ritmo, me ahogaba y solo me dejaba respirar un instante para darme un fuerte pollazo en la cara y seguir inmediatamente, y a su vez Joaquín también empezó a reventarme, tanto que empezó a correrse dentro de mí a la vez que me llamaba puta y me mordía el cuello.

Yo a cuatro patas como estaba no podía masturbarme, así que esperé a que Joaquín dejara de follarme, agotando sus espasmos, y cuando se salió de mi, me puse de rodillas para seguir chupándosela al tío y pajearme.

Con el espectáculo que estaban recibiendo, los mirones estaban a mil, y uno de ellos se acercó y empezó a correrse en mi pecho. Yo no me detuve y seguí pajeándome mientras me follaban la boca y la corrida se mezclaba con la saliva que caía por mi barbilla. El que me daba polla no aguantó más y empezó también a echarme su corrida en mi cara. Yo cerré los ojos sintiendo el calor de su leche. Al abrirlos pude ver cómo me goteaba la leche por la cara, el pecho y entre mis piernas, así que con un “¡Diosss!” a voz de grito me corrí entre auténticas convulsiones de placer.

Caí en el suelo, totalmente agotado. Los mirones debieron entender que ya no podía más y se fueron hacia la playa, y yo, henchido de felicidad, me quedé allí tumbado, junto a Joaquín que se puso a mi lado. Estuvimos un buen rato descansando, sin hablar, hasta que Joaquín me comentó:

-No sabía que tenías esa vena exhibicionista.

-Yo tampoco -le contesté entre risas.

-¿Te ha gustado entonces?

- Ya lo creo, ha sido una pasada. Me ha extrañado que nadie más nos viera.

Esta zona y esa playa son sitios donde viene la gente a estar tranquila, no creas que es la primera vez que pasa algo así aquí.

Y así aprendí que me excita sobremanera tener público cuando follo y lo que es el cruising, dos cosas a las que les he sacado mucho partido en la vida.

Después de la charla, nos bañamos para asearnos un poco y Joaquín me llevó a casa. Para entrar me dejó su bañador, que aún conservo como trofeo de esa noche, y él se tuvo que ir con una toalla envuelta a la cintura. Por supuesto, tan generoso gesto se vio premiado con una buena mamada en el asiento del coche en la puerta de mi casa que me dio un morbazo enorme y me permitió disfrutar de su leche también en mi cara.

Espero que os haya gustado esta historia de cómo descubrí el placer de exhibirme y excitar a otra gente. Para cualquier sugerencia, propuesta o fantasía, [email protected]

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