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Me tiré a mi amiga culona

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Desde siempre me han gustado las mujeres 90-60-90. Si bien es cierto que también me atraen las mujeres con curvas y un culete un poco mas grande, nunca me había sentido atraído por un culo demasiado gordo, ni tampoco piernas grandes. Solo que sin saberlo, eso estaba a punto de cambiar.

A mi trabajo llegaron varias personas nuevas. Una de ellas era Liliana, una chica muy guapa, pero que tenía un cierto problema de peso. Caderas anchas y un culo y piernas muy grandes para mi gusto. Aun así es una chica muy simpática y pronto hicimos buenas migas.

Los días pasaron y seguimos hablando. Yo la enseñaba todo lo que iba a ser su trabajo y ella ponía mucha atención. Alguna vez miraba su cara y es cierto, que es guapa como os dije, pero no me atraía físicamente.

Solía vestir con vaqueros. Vaqueros anchos eso si, para cubrir sus piernas y culo. Nunca la miré en plan sexual, ya que como os dije, no me atraen este tipo de mujeres.

Un día estaba en la cafetería tomando algo, y se encontraba con el culo puesto en pompa en la barra. Me quedé parado un momento, mirando a su culo y pensando como debería ser sin esos vaqueros y sin bragas.

Dio un giro de sus caderas y se cambió de postura. En ese momento noté algo en la punta de mi pene. Pero ¿qué me pasa? Si no me gusta físicamente. Es verdad que Liliana es guapa y eso. Está bien de cintura para arriba, pero de cintura para abajo, no sé, no me atrae.

Pobrecilla, en el fondo me daba pena de que los hombres pudieran pasar de ella por su culo y sus piernas grandes. Una mujer es algo más que eso.

Pero que digo, si yo paso de ella igual. Es guapa y simpática, pero físicamente de cintura para abajo...

Mi pene me volvió a dar un calambre. ¿Qué estaba pasando? Mi mente pensaba una cosa y mi pene otra.

Decidí acercarme y darle conversación.

-Hola Liliana ¿qué tal?

-Bien, gracias. Aquí, reponiendo fuerzas.

-Me alegro. Yo también comeré algo.

Su sonrisa es muy bonita. Lleva el pelo recogido, pero aun así, es muy guapa.

Me pedí un bocadillo de atún y lechuga y comimos juntos.

Volvíamos al trabajo y al dejar la bandeja, me tropecé y acabe chocando con su culo. Vaya por dios. Le pedí perdón, pero ella no se molestó. Durante un segundo, mi pene lo había tocado, y la verdad, no estaba tan mal.

Pasó el resto de la tarde y no me volví a acordar de lo ocurrido. Salimos del trabajo y nos despedimos. Sin saberlo, ella vivía cerca de mi.

Estaba todo sudado, pese al aire acondicionado y decidí darme una buena ducha. Debajo del agua, no sé porqué me vino a la cabeza, imaginar que estaba desnuda en la ducha, no conmigo, en su casa, en su propia ducha.

De cintura para arriba si la veía. Su cuerpo era delgado y sus tetas bonitas. Pero en cambio de cintura para abajo, no podía verla. Solo veía un borrón en mi cabeza, donde estarían su culo y sus piernas.

Para entonces mi polla estaba erecta. El agua caía sobre ella y me excitaba aun mas. Unas gotas de semen salían de mi glande, y tan rápido como salían, el agua se las llevaba. Entonces decidí masturbarme. ¿Qué había de malo en ello? Al final me había excitado con su visión, aunque no era mi tipo de mujer, y debía aliviarme.

Empecé a masturbarme como solía hacer. Despacio, lento al principio, saboreando cada movimiento y luego acelerando sin parar, hasta llegar al orgasmo. Veía la cara de Liliana mientras lo hacía, con su sonrisa que iluminaba su cara.

Casi al final, empecé a gemir su nombre bajito. Liliana, Liliana, Lili... a... a... naaa. Un gran chorro de semen salió de mi pene, y fue acompañado de dos mas, hasta que terminé de echarlo todo. Me limpié bien con el agua y cerré el grifo.

Estaba agotado, la verdad. Salí de la ducha y me puse mi bata. En eso sonó el teléfono. Era Liliana. Me pidió perdón por si me molestaba, pero necesitaba preguntarme algo del trabajo.

Estuvimos un rato hablando de cosas del trabajo, y entonces me sentí mal de pensar que acababa de meneármela pensando en ella.

Colgué el teléfono tras despedirnos hasta el día siguiente.

Pasaron unas semanas y nos hicimos buenos amigos. Yo seguía sin que me atrajera físicamente, aunque aquella vez me masturbara pensando en ella. Escuchaba lo que me contaba y tengo que reconocer que alguna vez me quedaba absorto. Pero si no me atrae, ¿porque me pasa esto?

Después de un mes más, me di cuenta de que me gustaba Liliana. Su cara era preciosa, pese a que como os dije, casi siempre llevaba el pelo recogido. El problema era que cuando miraba hacia sus caderas, ya no me gustaba tanto. Pero bueno, ¿soy idiota o qué? No podía gustarme solo su cara y el resto de su cuerpo, de cintura para abajo, no.

La solución llegaría una semana más tarde.

Tan amigos como éramos, ella no veía en mi nada sexual, bueno eso pensé entonces, me había confesado en una ocasión que no había tenido suerte con los hombres. Debido a su peso y su constitución, solo había hecho el amor con dos hombres en su vida, y con el segundo fue desastroso.

-A ti puedo contártelo. Me dijo apoyando su mano en la mía.

En ese momento pensé que solo me veía como su amigo gay. Por un lado lo agradecía, porque no le atraía. Pero por otro, la pequeña parte que me gustaba de ella, me sentía mal. Vamos que estaba hecho un lío.

-Ese tío, me llevó a la cama, siguió contando, pero cuando estaba desnuda y él se disponía a desnudarse, me dijo que le daba asco mi cuerpo. Que como podía ir por la vida con ese culazo y esas piernas. Que adelgazara, que estaba gorda, y que ni siquiera merecía que se hiciera una mísera paja pensando en ella.

Al oír esto no pude aguantar unas pequeñas lágrimas que brotaron de mis ojos.

-¿Cómo puede haber personas así, Liliana?

-No lo sé. Hay personas que solo ven el físico.

Y tú, en parte, eres una de ellas. Pensé.

Un día, al salir de trabajar, Liliana me invitó a acompañarla a comprarse ropa. Ya sabéis lo poco que nos gusta a los hombres acompañar a una mujer a comprarse ropa, con lo que tardan en elegir. Pero acepté porque es ella y por lo bien que nos llevamos.

Quería comprarse unos vaqueros y estuvo mirando un rato. Tras escoger tres, se fue a los probadores. Cuál no sería mi sorpresa, cuando me dijo que la acompañara dentro.

-Oye no puedo, le dije, eso es muy íntimo. Te quitarás los pantalones y eso.

-Sí, pero contigo me siento bien. Eres buena persona.

Entramos los dos y ella echó el pestillo. Se quitó el pantalón y se quedó en bragas, claro. Yo evitaba mirarla.

-Mírame, por favor. Lo he pasado mal con los hombres y ahora quiero recuperar la confianza en ellos. Te he escogido a ti. Eres el mejor hombre que he conocido.

Me sentí mal de nuevo porque aquella vez en la ducha...

-No seas tímido. Mírame por favor. Se giró y se puso de espaldas a mi, con lo que tenía su culo a la vista.

La verdad, viéndolo así, no me parecía tan mal. Evidentemente tenía celulitis y era muy grande, pero a fin de cuentas era un culo de mujer. Y las mujeres son lo que más me gustan.

-¿Qué te parece? Me preguntó.

-Me parece estupendo, contesté.

-Gracias. Era muy importante para mi.

Tras elegir un par de vaqueros, salimos de la tienda y fuimos a tomar algo a una cafetería del centro comercial. No sabía que ya lo tenía preparado.

Al salir de la cafetería me invitó a su casa. Me dijo:

-Te voy a ser clara. Me gustas y eres el primer hombre que me ha tratado bien en mucho tiempo. Así que quiero agradecértelo y quiero hacer el amor contigo.

-Pero...

-No digas nada. Solo vamos a casa.

-No tengo... me corté. Condones.

-Es verdad, yo tampoco. Compremos entonces.

Entramos en una farmacia y pedimos condones. Me sentí un poco cortado cuando la dependienta nos preguntó de qué tipo los queríamos.

-Los más finos que tenga. Le dijo Liliana.

-¿De seis o de doce unidades?

-De seis, por favor.

Pagamos y salimos. Llegamos a su casa y tras dejar la bolsa con los vaqueros en el sofá, ella me llevó directamente al dormitorio.

-Supongo que tú tienes más experiencia que yo en el sexo. Así que, por favor. ¿Podrías llevar tú la iniciativa?

-Claro, le dije. Pese a que me sentía nervioso, no me importaba.

Nos besamos suavemente y luego le pedí permiso para meterle la lengua en la boca. Ella aceptó.

Luego la desnudé y yo me desnudé también. Para entonces ella estaba ya muy excitada.

Sus pezones estaban duros como rocas y yo se los chupé. Mi pene estaba duro también y ella lo acarició. Yo no quería que me la chupase esa primera vez. Solo quería que todo fuera muy romántico.

La masturbé un poco y enseguida noté su humedad. Me cogió entonces de la mano y me llevó a la cama. Ella se tumbó boca arriba y me pidió que le hiciera el amor.

Yo estaba muy excitado y no podía detenerme. Cogí un preservativo y me lo puse. Entonces me dispuse a penetrarla.

Me di cuenta que, debido a sus muslos grandes, tendría que separarlos mucho, y no sabía si podría penetrarla fácilmente.

Tras separarlos, procedía a penetrarla. La introduje, pero solo entraba mi glande. Ella miró a mi pene y ayudó separando sus labios y abriendo sus muslos un poco más. Entonces entró del todo.

-Uf, gimió. Házmelo suavemente. Me pidió.

Obedecí, por supuesto. Di un primer empujón y me quedé quieto dentro de ella, para que sintiera mi pene, pese al preservativo. Luego empecé con el vaivén. Iba despacio, suavemente, como me había pedido. Mi pene entraba y salía y ella me apretó más con sus piernas. Me abrazó con sus brazos y yo seguía bombeando.

Yo notaba como ella iba disfrutando más y más. Su cara era maravillosa entonces. Se mordía el labio inferior y al poco, tuvo su primer orgasmo.

Me apretó más fuerte con sus piernas al correrse y me pidió perdón, por si me había hecho daño. Le dije que no se preocupara y seguí entrando y saliendo de ella.

Después de un rato me corrí dentro de ella y Liliana tuvo su segundo orgasmo. Saqué mi pene y me tumbé junto a ella, recuperando la respiración.

-Ha sido fantástico. Me dijo. Casi nunca había disfrutado tanto.

-Para mi también ha sido fantástico Liliana. Pero quería pedirte algo y no sé si querrías.

-Cuéntame. ¿Qué has pensado?

-Me da corte decírtelo...

-Anda dilo.

-Pues... para que veas que te aprecio y no me fijo solo en tu cuerpo... quiero que lo hagamos en la postura del perrito. Quiero ver tu culo frente a mi. Me gusta tu culo y...

-No digas más. Hagámoslo así.

Pensaba que se enfadaría, que me diría que era un guarro o así, pero aceptó sin pensarlo. Estaba contento.

Fui al baño y me quité el condón usado, que tiré en una pequeña papelera que tenía en el baño. Volví y la coloqué a cuatro patas. No tenía cabecero en su cama, así que se apoyó en la almohada. Me puse otro condón y me dispuse a penetrarla.

Abrí sus muslos y separé sus labios. Empujé primero mi glande dentro de ella y luego empuje más, hasta penetrarla del todo.

-Vamos a ello. Le dije.

Empecé a moverme con ese movimiento de bombeo, que lleva dándonos tantas satisfacciones durante tantos miles de años.

Liliana ya gemía como loca desde el principio. Estaba estimulando su punto G al máximo y ella se moría de gusto. Al oírla gemir así, yo me excite más aun, y no pude tampoco reprimir mis gemidos.

Su nalgas grandes botaban contra mi. Me perdía en su culo grande y hermoso. Sus mulos también temblaban con cada embestida y al poco rato, nos corrimos los dos como locos, haciendo que el vecino o vecina de al lado golpeara la pared para que nos calláramos.

Ya repuestos los dos del placer, nos tumbamos juntos como antes.

-Gracias por todo. Me dijo. Me has hecho recuperar la confianza en los hombres.

-De nada. Por cierto, me quedaré a dormir contigo sino te importa.

Ella se alegró mucho. Y nos dormidos abrazados uno junto al otro y ella con su cabeza apoyada en mi pecho.

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