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Cuando llegue la oscuridad...

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23 de Junio de 1999

Sr. Castilla, después de haber examinado con profundidad las pruebas aportadas tanto por la defensa como por la acusación y después de haber deliberado largamente sobre su caso, este jurado le encuentra a usted culpable de los delitos de violación de la Srta. Helena Martín y de la Sra. Carmen Prieto y del intento de violación de la Srta. Marta Domínguez por lo cual se le condena a un total de 125 años de prisión.

La letrada Sánchez miró por última vez al violador a los ojos. Estos le devolvieron la mirada. No parecía especialmente angustiado con la condena emitida por el jurado si no más bien divertido con la escena. Al lado de la letrada las tres jóvenes que habían acusado a Castilla se daban un abrazo entre llantos celebrando la victoria final y acabando así su pesadilla.

Un par de policías se acercaron hasta Castilla y lo sacaron de la sala. Al pasar junto a la letrada Sánchez Castilla se dirigió a ella con el mismo tono de voz pausado y tranquilo con el que había comparecido durante todo el juicio. Cuando llegue la oscuridad volveremos a vernos.

Vamos, camina, hacia la oscuridad es a donde te vamos a llevar a ti. –le dijo uno de los policías mientras le empujaba para que andara más deprisa.

 

17 de Julio de 2005

No resulta nada fácil ser un abogado con éxito en este país y menos cuando eres una mujer. Aún siendo la primera de mi promoción no tuve las mismas facilidades que mis compañeros masculinos y tuve que luchar muy duro y trabajar muchas más horas que los demás para llegar a ganarme su respeto y admiración. En pocos años gané varios juicios importantes y mi caché fue subiendo poco a poco como la espuma hasta ayer. Ayer gané el juicio más importante de toda mi vida y el gran seguimiento y la difusión que ha tenido el caso me han convertido sin duda en una de las mujeres más famosas del país, al menos por unos días. Decidí que ya era hora de tomarse un buen descanso. Era viernes y esa noche tenía una cita con Emilio Sastre, un apuesto abogado que formaba parte de mi equipo de trabajo y con el que había pasado muchas horas en este último caso. El pobre no había dejado de insinuarse una y otra vez y siempre había recibido mi indiferencia por respuesta. No es que no me gustase, la verdad no estaba mal sin llegar a ser una belleza, pero es que no me gusta mezclar el trabajo con el placer, por lo menos hasta que no he acabado el trabajo. Había decidido que esa noche le iba a dar una oportunidad y que a poco que se lo trabajase iba a tener una buena recompensa pues estaba dispuesta a hacerle disfrutar de el resto de mis encantos que todavía no conoce. Me levanté tarde, comí algo ligero para quitar el gusanillo del hambre y me fui a la peluquería. Quería estar guapa esa noche. Yo no soy ninguna modelo pero nunca me ha faltado un pretendiente. Digamos que sé sacarle partido a mi 1,65 y a mis curvas sensuales aunque sin llegar a parecer sintéticas. Cuando llegué a casa me di un baño largo y relajante con mucha espuma como a mi me gusta. Tumbada en la bañera recordé algunos de los momentos pasados con Emilio durante las semanas anteriores y sus palabras dulces y cariñosas proponiéndome ir a cenar o tomar una copa en su casa. Sólo con evocar sus palabras sentí como se me endurecían los pezones que sobresalían del agua tibia. Uf, hace semanas que no echo un buen polvo, me dije a mi misma lamentándome por haber sido tan profesional.

Esta noche, esta noche Emilio conocerá a la otra Silvia, pensé a la vez que mis manos recorrían lentamente mis caderas y mis muslos en dirección a mi entrepierna. Mis propias caricias me resultaban tan gratificantes como si fueran las manos de Emilio las que me tocasen. Acaricié mi bello púbico, siempre bien cuidado y depilado desde aquel día que me puse mala de repente y al tener que desnudarme para que el médico me reconociera observé aterrorizada que mis braguitas dejaban al descubierto buena parte de mis pelitos.

Estaba muy caliente. El exceso de trabajo me había hecho dejar a un lado el sexo durante unas semanas y ahora mi cuerpo estaba reaccionando de aquella manera en que lo hace un cuerpo que necesita liberar una gran cantidad de energía sexual.

Reseguí la abertura de mi sexo de arriba abajo varias veces antes de separar mis labios vaginales con un par de dedos de cada mano. Comencé a acariciarme la zona más cercana a mi clítoris, el cuál estaba ya hiniesto por mis caricias. Una de mis manos regresó hasta mis pechos mientras con la otra me tocaba ahora sí mi pequeño botoncito mágico. Imaginé a Emilio desnudo, con su polla enorme mostrando sus venas a punto de estallar e imaginé que lo tocaba, que lo tenía tan cerca de mi que me lo podía llevar a la boca y notar su sabor y su textura. Varias ráfagas de placer subieron por todo mi cuerpo desde mi coño y me mordí ligeramente el labio inferior para no aullar de placer. Dejé escapar un leve gemido y repetí la operación varias veces. Un orgasmo delicioso me hizo contraer todos los músculos de mi cuerpo para relajarlos al fin y permanecer allí estirada todavía por un buen rato.

Para la ocasión elegí un conjunto de ropa interior de color negro que todavía no había podido estrenar pues pienso que este tipo de ropa sólo se debe estrenar en ocasiones especiales. Me miré en el espejo de mi habitación. Así, en ropa interior me encontraba realmente sexy. Luego abrí el armario de la ropa y encontré un magnífico vestido largo también de color negro que dejaba al descubierto buena parte de mi espalda. Hubiese preferido un escote algo más pronunciado para dejarle mis intenciones bien claras a Emilio pero pensé que llegado el momento no sería necesario utilizar este tipo de señales pues estaba ya decidida a ser bastante explícita en cuanto a mis intenciones para esa noche. Me maquillé ligeramente para quitar el color blanquecino a mi piel y me puse unas gotitas de mi perfume preferido. Estaba lista y sólo llevaba un retraso de diez minutos sobre el horario previsto.

Emilio también se había esmerado para la ocasión. Estoy acostumbrada a verlo con traje debido a nuestro trabajo pero he de reconocer que esa noche tenía el atractivo subido. Le di un par de besos en la mejilla y me embriagó con su perfume.

¿y dónde vamos a ir a cenar? –le pregunté yo.

Conoces el mesón de Don Fito?

Sí, pero nunca he estado allí. Dicen que es muy caro.

No lo creo, yo he ido varias veces y encuentro que está muy bien.

Así que siempre llevas al mismo sitio a tus ligues ¿no? –dije yo picarona.

Pues sí, resulta un método infalible. –dijo él con una sonrisa.

Y seguro que lo va a seguir siendo, pensé yo avanzando cuál iba a ser el final que yo imaginaba para esa noche. Ya en el restaurante disfrutamos de una cena abundante y lenta que era amenizada por una excelente música de ambiente. Emilio estuvo especialmente exquisito durante toda la cena y se ocupó de rellenar una y otra vez mi copa de vino a medida que ésta iba quedando vacía.

¿intentas emborracharme para aprovecharte de mi. –le dije yo una de las veces que llenó mi copa.

Vaya, has adivinado mis intenciones. Brindemos por ello.

Para cuando terminé con los postres comenzaba a sentirme desinhibida y excitada al mismo tiempo. Sabía que el momento de la verdad se acercaba y que debía de comenzar a quemar las naves si quería que esa noche hubiese algo de acción. Pese a todo, Emilio no acababa de decidirse a tomar la iniciativa y estaba segura de que no lo haría a no ser que le dejara las cosas muy claras.

Voy un momento al servicio. –le dije pues necesitaba unos minutos a solas para decidir cuál iba a ser la estrategia a seguir: sutil y provocadora como hasta el momento o quizás sensual y directa para no dejar lugar a la duda. Inmersa en mis pensamientos caminé hacia los lavabos pero al pasar cerca de la entrada principal me llamó la atención las imágenes que se emitían por televisión en esos momentos. Creo que me quedé pálida de golpe al reconocer a uno de los dos individuos que salían en un primer plano. Era Castilla, el violador amable como se le conocía desde que ella misma se encargó de que lo metieran en prisión durante una buena temporada después de violar a dos mujeres y ser atrapado mientras lo intentaba con una tercera. Me acerqué un poco más al televisor para escuchar lo que decía la periodista que hablaba en esos momentos.

Como les decimos, se trata de dos individuos muy peligrosos que se han escapado de prisión esta mañana aprovechando una visita programada al centro de salud mental. Se sospecha que pueden estar armados y la policía solicita que cualquiera que pueda dar información sobre su paradero llame al…

Entré en el lavabo y me eché un poco de agua en la cara. La imagen de Castilla en el televisor me había hecho recordar antiguas amenazas que ya parecían olvidadas. Cuando regresé a la mesa Emilio notó enseguida que me pasaba algo.

¿estás bien? –me preguntó.

No, me siento algo mareada, tengo mal cuerpo. ¿te importa acompañarme a casa?

¿prefieres que te lleve a ver un médico?

No, no, no es nada, se me pasará solo, pero necesito descansar.

Está bien, no te preocupes, ahora vamos.

Emilio pagó la cuenta y me llevó de regreso a mi piso.

¿quieres que te acompañe hasta arriba?

No, gracias, has sido muy amable.

¿de verdad? No me cuesta nada subir contigo.

No, de verdad, otro día ¿vale?, lo siento, no pensaba terminar la noche así. El próximo día te recompensaré por la cena.

No hay por qué, lo he pasado muy bien contigo, Silvia.

Yo también. Te llamo mañana ¿vale?

Está bien.

Me despedí de Emilio con un beso en los labios, un pequeño anticipo de lo que le esperaba si tenía la paciencia necesaria. Bajé del coche y entré en mi bloque.

Buenas noches, le dije al portero pero ni siquiera me contestó. Me pareció que se había quedado dormido mientras ojeaba una revista. Entré en el ascensor y marqué el 4. Cuando las puertas se cerraron sentí una nueva inquietud y pronto tuve la sensación de que me faltaba el aire. Era absurdo, me dije a mi misma, ¿de qué tengo miedo?. Poco a poco me fui relajando y cuando llegué a mi piso mi respiración era ya casi normal. Abrí la puerta y entré dentro. Mientras empujaba la puerta para cerrarla buscaba con la otra mano la llave de la luz. Le di al interruptor justo en el momento en que se cerró la puerta. La luz no vino. ¿qué extraño, pensé, pues en el resto del bloque sí que había luz. Debe haber saltado el automático. Avancé por el pasillo a ciegas para averiguar si era eso lo que sucedía cuando al pasar cerca de la cocina tuve una sensación muy rara, como si hubiese alguien más allí, pero ya fue demasiado tarde. En ese preciso momento una mano fuerte y ancha me tapaba la boca mientras con la otra me inmovilizaban los brazos detrás de la espalda.

Ni siquiera pude gritar. Alguien mucho más corpulento y fuerte que yo me había cogido por sorpresa y el terror que sentí en ese momento me paralizó el resto del cuerpo. Entonces en la oscuridad hubo un fogonazo de luz, un pequeño resplandor de luz amarillenta apareció a pocos centímetros de mi cara. Allí, justo en frente de mí, con una cerilla entre los dedos estaba Castilla, con la misma mirada turbadora y la misma expresión en la cara que cuando lo vi por última vez en los juzgados.

Buenas noches letrada Sánchez, me alegro de verla, está usted cada día más guapa. Entonces repitió aquellas palabras que durante años habían quedado grabadas en mi inconsciente.

Cuando llegue la oscuridad volveremos a vernos… ¿se acuerda? Como ve yo soy un hombre de palabra. Por cierto, el hombre que la tiene sujeta es mi amigo Toni, alias el dedos largos. Ya se imaginará a qué se debe su apodo, al parecer a Toni le gustaba tocar el coñito a las jovencitas. Pero es un buen chico, espero que no le importe que le haya invitado a acompañarme.

La cerilla estaba ya a punto de consumirse cuando la apagó y regresó la completa oscuridad. Noté como unos dedos presionaban mi entrepierna por encima del vestido. Intenté cerrar las piernas al máximo en un acto reflejo pero resultaba un esfuerzo vano pues los dedos eran fuertes y yo no podía evitar sentirlos contra mí.

Una nueva cerilla volvió a producir algo de luz justo después de que dejara de sentir aquellos dedos en mi sexo. Imagino que mis ojos delataban el pánico que sentía en aquellos momentos. En mi cerebro se repetían una y otra vez las declaraciones que yo misma tuve que aprender de memoria de mis testigos. Sabía todos los detalles de aquellas violaciones pues yo misma había animado a las víctimas a que me contaran todo lo ocurrido para intentar conseguir alguna cosa que utilizar en el juicio. Lo único que me tranquilizaba de todo aquello era que nunca había empleado la violencia, al menos hasta ahora. El violador amable, lo llamó una periodista sensacionalista, pues al parecer nunca empleaba la violencia en sus actos pero yo no veía dónde podía encajar la amabilidad en una violación. Del amigo no conocía nada, nunca había oído hablar de él.

Perdóneme letrada Sánchez por no haberla avisado con tiempo de mi visita –prosiguió Castilla. ¿perdone, le importa que le llame Silvia? Castilla le hizo una señal al otro hombre y éste me quitó la mano de la boca. Si grita dejaremos de ser tan amables con usted –dijo Toni.

¿cómo han llegado hasta aquí? ¿cómo han entrado en mi piso? –fue lo único que acerté a decir.

Bueno, tuvimos que pedirle las llaves al portero. Lamentablemente ese pobre hombre tenía el corazón muy delicado…

Entonces me di cuenta de que no había visto dormir al portero, en realidad lo había visto muerto. Quizás, el nerviosismo que sentí al entrar en el ascensor fue un aviso de mi inconsciente para que me fuera de allí. Aquello cambiaba considerablemente las cosas pues una muerte sí que era un acto violento, al menos para mí.

Querida Silvia, dijo Castilla, hace ya seis años desde que nos vimos por última vez. Seis años. ¿sabe en estos años cuántos días he pensado en usted y en lo que le haría cuando llegara este momento?

Acercó la cerilla a mi rostro hasta tenerla tan cerca que podía sentir su calor. Instintivamente soplé para que no me quemara. En cuánto llegó la oscuridad sus dedos volvieron a restregarse por mi coño.

No me toques, desgraciado. –grité yo pero entonces Toni me retorció los brazos aún más causándome un fuerte dolor que me hizo agachar el cuerpo y adelantar mis caderas hacia Castilla.

No seas bruto –dijo Castilla- creo que ha entendido lo que le dijiste antes ¿verdad?

¿verdad?

Sí. –dije y noté como cedía la fuerza que me mataba de dolor.

Buena chica.

Escuché alejarse a Castilla y poco después volvía la luz a mi piso. Al principio casi me molestó pues mis ojos comenzaban a acostumbrarse a la oscuridad pero luego agradecí poder ver con claridad a mis dos agresores. A Castilla lo conocía suficientemente bien como para reconocerlo en cualquier momento pero al otro era la primera vez que lo veía. Solo pude verle un poco la cara pues estaba detrás de mí. Era algo mayor que Castilla, de unos cuarenta y tantos, y de rasgos más rudos, más violentos. En sus ojos se podía ver la lascivia de quien se sabe dominador de la situación. Castilla volvía a acercarse hasta mí.

Estás muy guapa, ¿vienes de una fiesta?

Yo no contesté pero en seguida Toni me sugirió que lo hiciera si no quería pasarlo mal.

No, vengo de cenar.

¿una cena? Vaya, debe ser una cena romántica porque te has arreglado mucho para la ocasión. En prisión muchos dirían de ti que pareces una zorra vestida así.

En prisión hay muchos gilipollas.

No seas así de dura, Silvia. Piensa que tú nos has enviado a muchos de nosotros allí. Tendrás esperanzas de que nos reintegremos en la sociedad ¿no?

Tú eres basura y la basura nunca deja de serlo.

Entonces Castilla se acercó aún más a mí y con una brutalidad asombrosa rasgó mi vestido rompiéndolo por varios sitios a la vez.

Y tú eres una zorra y como tal mereces que te traten así.

Yo intenté impedir que acabara de arrancarme el vestido con algunas patadas lanzadas al aire pero ninguna dio en su objetivo y en cambio Toni me estiró del pelo hacia atrás haciéndome mirar al techo y sacar pecho hacia fuera mientras Castilla se dedicaba a acabar de destrozar mi vestido rompiéndolo a trozos y tirándolos al suelo.

Será mejor que te portes bien –me advirtió Castilla- no me gustaría tener que estropear esa cara tan bonita.

Entonces entendí por primera vez que estaba atrapada y sin salida. En ropa interior, a medio camino entre el comedor y mi dormitorio y con dos hombres que iban a hacer lo que quisieran conmigo ¿pero qué iban a hacer? ¿se iban a conformar con violarme? Si sólo era eso podría soportarlo. Al fin y al cabo sólo era sexo, no deseado pero sexo solamente. Pero estaba equivocada. No era sólo sexo, era también humillación, dominación, impotencia, y la terrible sensación de no tener tú el control de la situación. Decidí que de momento debía cooperar. En la situación en la que me encontraba no podía hacer otra cosa. Sí, podía negarme, intentar oponerme pero ¿qué conseguiría? Tan sólo una paliza pues acabarían violándome igual. Decidí ahorrarme sufrimiento.

Castilla cogió un trozo de vestido que había tirado al suelo y rasgó de él una larga tira de tela.

Es una lástima porque te quedaba muy bien ese vestido pero voy a vendarte los ojos y no se me ocurre qué otra cosa utilizar.

Castilla me estaba mostrando en qué consistía su juego. No era sólo una posesión sexual, se trataba de hacerme saber que yo estaba indefensa y a sus órdenes. Y con la tela de mi vestido en mis ojos llegó de nuevo la oscuridad y volvieron también a mi coño sus dedos, ahora tan sólo cubierto por unas minúsculas braguitas.

Volvamos a la cena. –dijo Castilla- ¿con quién estabas en esa cena? ¿era tu novio?

No, era un compañero de trabajo.

Vaya, así que la zorrita le estaba poniendo los cuernos al novio. –dijo mientras sus dedos subían por mi estómago hasta mis pechos. Toni había comenzado a excitarse más desde el momento en que Castilla me había arrancado el vestido pero de momento no me tocaba, seguía agarrándome fuerte las manos y se conformaba con ponerme su miembro ya duro contra mis riñones como si con ello se estuviese presentando ante mí.

No tengo novio. –dije en voz baja.

¿no tienes novio? Vaya, pues es una pena porque me gustaría ver la cara de tu novio cuando le entregáramos la grabación que estamos haciendo.

Nuevamente se trataba de un acto de dominación. Tenía los ojos vendados y evidentemente no podía saber si lo que decía Castilla era cierto o no. Si lo era la cosa se ponía más fea porque una cosa era dejar que me violaran sin más, sin testigos, sin gente que me reprochase el que no intentara defenderme, y otra cosa era que esa película pudiera ser emitida en cualquier momento en internet o en algún medio de comunicación. No había duda que Castilla era muy bueno jugando.. Tenía que hacer algo, tenía que pensar algo antes de que estuviese tan aterrada que se paralizase mi pensamiento.

¿te ha tocado? –preguntó de nuevo Castilla.

¿qué?

¿qué si te ha tocado, que si te ha metido mano mientras cenábais?

No, él es un caballero, no un cerdo animal como tú.

Castilla me quitó el sujetador de un tirón y se apoderó de mis pechos cada uno con una mano.

Tienes un buen par de tetas. Ese tío con el que has cenado debía ser un marica.

Aquí los únicos maricas sois tú y tu novia Antonia. ¿o es que crees que no sé lo que os hacen en la cárcel a los que violáis a la gente?

Toni se mosqueó bastante con mi último comentario y me castigó con uno de sus habituales doblados de mis brazos que me producían tanto dolor y me obligaban a echar la cabeza hacia atrás y el cuerpo hacia delante. Castilla, en cambio, no se dio por aludido. Seguía amasando mis tetas y al parecer estaba disfrutando con ello.

¿hace seis años que no agarro unas como estas. ¿sabes? Hay muchas mujeres que estarían encantadas de estar en tu lugar. Muchas mujeres casadas que no reciben ningún tipo de atención ni de cuidado de sus maridos, muchas mujeres insatisfechas que desearían tener entre sus piernas a dos hombres ansiosos de sexo, dos hombres que no han visto, ni tocado, ni olido, ni lamido, ni saboreado el coño de una mujer desde hace seis años.

Me das asco. –dije yo.

Pues yo creo que no. La mancha de tus braguitas te delata.

Era cierto. Increíble pero cierto. Quizás los largos días sin sexo que había vivido en las últimas semanas, quizás ese lenguaje soez, quizás mi total indefensión, quizás un poco de todo, el caso es que mientras mi mente seguía buscando un camino, una forma de escapar a la inevitable situación a la que me conducían aquellos hombres, mi cuerpo comenzaba reaccionar de forma alarmante a las caricias y al deseo que dejaban entrever aquellos dedos extraños No podía consentirlo, no debía permitir que mi cuerpo dominase a mi cerebro, no podía ser y sin embargo cuando aquellos dedos volvieron a bajar por mi estómago, y tras salvar la pequeña barrera de la fina tela de mis braguitas llegaron hasta mi coño supe que la guerra comenzaba a estar perdida.

Esta zorra se está mojando viva. –dijo Castilla que llevaba pruebas de ello en sus dedos. Toni se rió divertido con el comentario de Castilla y apretaba más aún su berga contra mi espalda. Entonces Castilla me puso sus dedos junto a mi nariz para que oliese mis propios jugos y después bajó hasta mi boca para que lamiera sus dedos.

Chúpalos. –me ordenó. Y si te portas bien quizás te dejaré que me chupes la polla.

Era indignante la forma como me trataba Castilla y sin embargo, cuánto más vulgar era en su lenguaje, cuánto más dominada y expuesta me tenía más me excitaba. Me estaba calentando a base de bien y él lo sabía. Mi voluntad era ya una fina lluvia en el desierto.

Castilla volvió a mis pechos. Los cogía por la base y me los levantaba para dejarlos caer luego. Creo que le excitaba verlos botar. Imaginé que para entonces ya debía tener una buena erección y lamentaba el no poder verla. Sí, lo confieso, para entonces yo ya había perdido el juego, había perdido la noción del bien y del mal, ya no era objetiva, ahora sólo quería poder ver su polla hinchada apuntando al cielo por mí. Castilla repitió la operación varias veces antes de comenzar a lamerme las tetas. Las chupaba en círculos decrecientes acabando siempre en mis pezones duros como piedras. Al mismo tiempo creo que era la mano de Toni la que se perdía por primera vez dentro de mis braguitas y comenzaba a juguetear con mis pelitos.

El placer que iba sintiendo por las caricias en todo mi cuerpo fue aumentando poco a poco y por primera vez tuve miedo a morir, miedo a morirme de gusto allí mismo, a correrme como nunca lo había hecho dándole la razón a Castilla y demostrando que en verdad no era más que una zorra hambrienta de sexo. Entonces un dolor agudo en mis pezones me sacó de mi ensoñación. Me había mordido los pezones con toda la intención del mundo pues era consciente del placer que estaba sintiendo. Era su forma de decirme que sólo me correría cuando él quisiera, que él era el amo, que el dolor y el placer convivían cerca, muy cerca. Grité, por el dolor pero no era un grito de auxilio. Toni abandonó mi sexo y me recordó con su habitual forma de hacerme daño que no debía gritar.

Castilla volvió a lamerme los pechos, nuevamente con cuidado y de la forma deliciosa que lo había hecho hasta entonces.

Creo que ya es hora de que te quitemos esto. –dijo Toni en referencia a mis braguitas. Tiró de ellas desde atrás y la tela de la parte delantera se incrustó en mi sexo. Toni tiró algo más fuerte y el roce de mis braguitas con mi clítoris dejó de ser placentero para convertirse en molesto. Finalmente dio un tirón brusco de las braguitas y éstas se rasgaron y acabaron de escurrirse entre mis piernas.

Así está mucho mejor –dijo Toni- y volvió a llevar su mano a mi sexo. Esta vez lo recorría de arriba abajo, llegando incluso hasta mi ano y luego de nuevo arriba. Recogía en sus dedos algo de flujo y lo esparcía por toda mi vagina. Después de juguetear un poco más con el bello de mi rajita me introdujo varios dedos en el coño. Ahora entiendo tu apodo, pensé yo, que repartía mi atención a los dos focos de placer que tenía en ese momento con Castilla saboreando mis pechos y Toni penetrando mi entrepierna. No pude evitar que se me escapase un suspiro cuando Toni soltó ligeramente la presión de mis manos, las cuáles comenzaban a quedarse dormidas, y las llevó a su paquete. La polla de Toni era enorme.

Creo que esta ya no necesita que la sujetemos –dijo Toni a Castilla.

Sí, ya me he dado cuenta yo también.

Entonces por primera vez desde hacía un buen rato pude sentir mis manos libres de nuevo. En cierta manera había conseguido algo, me había ganado su confianza y ahora disponía de un pequeño margen de maniobra. Mientras reconocía la enorme herramienta de Toni el teléfono del comedor comenzó a sonar…

Será mejor que lo cojas –dijo Castilla- pero espero que no intentes jugarnos una mala pasada.

Yo misma me deshice de la venda que me tapaba los ojos y me dirigí al comedor. Parecía que lo de la grabación en una cámara había sido sólo un adorno de Castilla a su estrategia de anulación mental, sin duda se trataba de una buena noticia. Castilla y Toni me seguían muy cerca. Descolgué el auricular.

¿sí?

Hola Silvia, soy Emilio, ¿qué tal estás? ¿te encuentras mejor?

Justo en el momento en que iba a responderle Castilla se arrodilló frente a mí y llevó su lengua hasta mi coño. Yo no quería permitírselo, todavía debía quedar por mi cerebro un resquicio de dignidad pero un ligero mordisco en uno de mis labios vaginales fue suficiente para que abriera las piernas.

¿Silvia? –repitió Emilio desde el otro lado del teléfono.

Sí, perdona, es que… estaba distraída.

Ya veo, en fin, será mejor que te deje descansar.

Sí, será mejor. De todas formas ya me encuentro mejor, gracias. Mañana ya se me habrá pasado.

Toni avanzaba hacia nosotros con la polla cogida en sus manos. Mostraba y escondía su amoratado glande mediante movimientos lentos y tranquilos. Realmente, ahora que podía verla en toda su dimensión debo decir que la tenía bastante grande, nada que ver con lo que me había ido encontrando por ahí a lo largo de mi vida.

Bueno, entonces nos vemos el lunes ¿no? –dijo Emilio.

Sí, sí, el lunes. –alcancé a decir sólo esas palabras porque Castilla estaba dándole unos lengüetazos a mi clítoris que hacía que me estremeciera de placer.

Colgué el auricular como pude y comencé a gemir de gusto, ahora ya sin tapujos, mientras que Toni se situaba a mi espalda y agarrándome de los pechos se dedicó a restregarme su polla por mis nalgas.

Te vas a correr Silvia, te vas a correr con tus violadores como una ramera, me reprochaba a mi misma mientras un gigantesco orgasmo se iba fraguando en mi entrepierna. Sí, me voy a correr, decidí al fin, y dejé olvidados para otro momentos mis reproches. Los pellizcos de Toni en mis pezoncitos no hacían más que estimular aún más mi excitación y cuando llegué al clímax no pude evitar soltar un gemido tan desgarrador que hubiese puesto cachondo al cura más devoto. Al mismo tiempo todos mis músculos perdieron la tensión habitual y hubiese caído al suelo de espaldas de no haber sido porque Toni me sujetaba fuertemente.

Esta zorra se corre que da gusto. –dijo Castilla con la cara llena de mis flujos-.

Sí, es una buena perra. –añadió Toni- Se nota que hace días que no le echan un buen polvo.

Ojalá fuesen unos días, pensé yo que comenzaba a recobrarme.

Pues hoy le van a echar unos cuantos. Nada más decir eso Castilla, me ordenó que me arrodillara junto a él.

Chúpamela, quiero ver como se traga mi polla una abogada.

Por primera vez dirigí mi atención a su pene. Y digo pene porque para mí una polla debe tener unas buenas dimensiones para considerarse una buena polla. Se trataba pues de un pene, digamos que normalito, que si la comparaba con la de su amigo podría llegar a humillarle. Decidí no hacerlo, pues el ego de los hombres suele estar muy regido por el tamaño de su miembro, y un hombre con el ego herido puede llegar a ser muy peligroso, incluso un violador amable. Así pues me llevé su pene a la boca y comencé a lamerlo sin demasiada afición. Al introducírmelo en la boca ganó algo de tamaño pero seguía siendo un pene. Le acaricié las pelotas mientras chupaba su glande de manera automática. Después de unos minutos así me pidió que me pusiera a cuatro patas.

Ahora te vamos a follar. –dijo Castilla- como si eso fuese una amenaza real a esas alturas.

Toni estaba aún de pie y frente a nosotros. Él sí que lucía una erección maravillosa. Esa polla comenzaba a calentarme de nuevo.

Castilla se colocó tras de mí y con cierta facilidad, pues seguía bastante lubricada, me penetró por el coño y comenzó a bombear con ansiedad. Era como si tuviera prisa por correrse, como si estuviese tan excitado que no pudiese aguantar ni un segundo más sin eyacular. Toni, en cambio, seguía a nuestro lado impasible. Desde el suelo le eché una mirada lasciva y le saqué la lengua entre provocativa y burlona. Entonces se acercó aún más a mí y me introdujo su polla en la boca mientras con las manos me sujetaba la cabeza e iniciaba los movimientos de penetración. Ese cabrón me estaba follando la boca. Era la primera vez que me hacían algo así. Lo de mamar pollas de rodillas ya podía llegar a ser humillante para una mujer pero el que me follaran la boca de esa manera me parecía aún más humillante y al mismo tiempo tremendamente morboso. Volvía a estar fuera de mí, volvía a estar como una perrita en celo a la que le están dando la mejor follada de su vida.

Yo siempre he querido tener una abogada como ésta. –dijo Toni-

Te dije que se trataba de una buena zorra. Ya te lo dije, yo no me suelo equivocar.

Pues hoy se va a hartar de rabo.

Castilla no tardó en correrse debido a la energía con que me estaba follando y tal como esperaba su corrida fue escandalosamente abundante y enseguida su semen se derramó de mi coño y comenzó a chorrearme por los muslos. Toni en cambio aún siguió durante unos minutos más perforando mi boca con un ritmo lento y suave.

Vamos, córrete en su cara. –le animaba Castilla a su amigo-

Estaba claro que Toni lo iba a complacer y cuando supe que su orgasmo llegaba y que Toni derramaba las primeras gotas de semen en mi boca me preparé para recibir sus descargas en mi cara. Cerré los ojos y esperé el impacto. Rápidamente un chorro de semen cayó entre mis ojos y mi nariz y otro quedaba pegado en mi barbilla mientras que el resto se escurrían entre mi cuello y mis pechos.

¡Oh Dios, ha sido bárbaro! –exclamó Toni mientras sacudía las últimas gotas sobre mi cuerpo.

La has bañado de leche, ¡qué corrida! Nunca había visto nada igual.

A Castilla le había gustado tanto el espectáculo que volvía a estar duro y ansioso por penetrarme. Yo, con semen de dos hombres resbalando por todo mi cuerpo no entendía ya de objeciones. Así, cuando Castilla se tumbó en el suelo y me pidió que lo cabalgara yo lo hice sin pensármelo y me introduje su pene de un solo golpe.

Si hubiese sabido que eras tan puta me hubiese escapado mucho antes de prisión.

Y si yo hubiese sabido lo que me esperaba esta noche quizás no me hubiese ido a cenar con Emilio, pensé yo, pero no dije nada para no alimentar el ego de los hombres Me limité a moverme encima de él, saltando sobre su pene como una auténtica viciosa mientras mis tetas botaban y rebotaban volviendo loco de lujuria a Castilla.

Toni recuperó de nuevo su erección al vernos follar de esa manera y cuando la tuvo de nuevo dura me indicó que me recostase sobre Castilla. Al hacerlo mis pechos quedaron al alcance de Castilla que los tomó entre sus dedos para pellizcarlos y amasarlos como había hecho ya hacía unos minutos. Pero ahora mi foco de atención había pasado a Toni, pues era consciente de cuáles eran sus intenciones y sabía que eso me iba a doler.

Justo detrás de nosotros Toni se embadurnaba la polla con saliva y lubricaba mi ano con sus dedos. Pese a la enorme excitación que sentía por lo morboso de la situación y pese a que Castilla me follaba ahora con embestidas lentas y profundas que me producían un enorme placer, mi ano estaba tan cerrado que me resultaba complicado imaginar cómo una polla de esas dimensiones iba a caber ahí dentro. Nunca ninguno de mis amantes había querido sodomizarme y yo tampoco lo había encontrado nunca excitante por lo que mi culito era virgen y Toni comenzaba a darse cuenta de ello.

Creo que a esta zorra no se la han metido nunca por aquí.

Entonces ya es hora de que lo haga alguien –le animó Castilla-.

Toni comenzó presionando mi ano con un dedo. No fue sencillo pero a base de intentarlo consiguió meterlo por completo. Cuando lo sacó mi culo ya estaba algo más dilatado pero muy cerrado aún. Entonces repitió la operación con dos dedos y finalmente con tres. A medida que añadía un nuevo dedo el dolor aumentaba y ganaba terreno al placer. Entonces, cuando yo imaginaba que llegaría un cuarto dedo noté su polla en las puertas de mi ano. Su glande presionaba sobre mi abujerito como lo habían hecho anteriormente sus dedos pero éste era incapaz de forzar la entrada. Toni comenzaba a perder la paciencia conmigo y eso me preocupaba pues no me apetecía ver enfadado a ese grandullón. Entonces, en un nuevo intento Toni consiguió introducir la puntita. Yo misma noté como las paredes de mi ano al fin cedían ante el empujón de Toni. A partir de ahí todo fue mucho más fácil para él y mucho más doloroso para mí. Con tres embestidas más pudo meterme la mayor parte de su polla en mi culo. Ahora el dolor era ya muy intenso y diluía el placer que por otra parte me proporcionaba Castilla con su follada.

Ya no puedes caer más bajo Silvia, me dije a mi misma cuando tuve a los dos violadores dentro de mi cuerpo. Pero pronto el dolor fue dejando paso a una intensa sensación de placer. Toni también lo estaba disfrutando pues mi culo agarraba su polla con una fuerza brutal y pensé que aquello era casi como si le estuviese ordeñando la polla.

Castilla comenzó a acelerar sus movimientos y su corrida era inminente. Yo hacía ya unos minutos que me había corrido por segunda vez y Toni gemía por lo bajini con cada embestida que me daba. De pronto un líquido tibio comenzó a inundar mi coño y casi de inmediato Toni hacía lo propio en mi culito.

Me corro, les grité para excitarlos aún más, me corro, me corro…

Acabamos los tres al mismo tiempo. Luego permanecimos en el suelo recobrando el aliento unos minutos. A mí me dolía el culo y los pezones por los mordiscos repetidos de Castilla y sin embargo me encontraba genial. Mi cuerpo estaba lleno de sudor y semen pero a mí no me importaba lo más mínimo.

Pasados unos minutos Castilla me dijo que sería mejor que me duchara porque tenía un aspecto lamentable. No sé por qué pero sus palabras no me sonaron sinceras y sabía que debía haber alguna otra idea retorcida tras ellas. Yo asentí y me levanté para ir al baño. Castilla y Toni hablaron un momento en voz baja y luego me siguieron.

Túmbate en la bañera. –dijo Castilla-.

¿tumbarme? ¿para qué?

Como dije yo estaba algo recelosa.

Hazlo, o me harás enfadar.

Yo me tumbé con las piernas juntas y la cabeza apoyada en el mármol.

Abre las piernas. –dijo toni.

Yo las abrí un poco. Ellos me miraban desde fuera y se tocaban los miembros que seguían en reposo. Entonces vi cual iba a ser su juego. Los dos hombres comenzaron a mearme apuntando sus chorros a mis tetas y mi coño.

Cabrones hijos de puta –les decía yo al sentir el contacto de la orina en mi piel. Merecéis que os corten los huevos por esto.

Pero mi indignación les resultaba sugerente más que otra cosa y pronto los dos tuvieron de nuevo sus miembros erectos.

Toni abrió el grifo del agua y los dos hombres entraron en la bañera conmigo.

El agua había comenzado a retirar de mi cuerpo los restos de sudor, semen y orina cuando Toni me tomó entre sus brazos y levantándome a pulso me penetró con facilidad. Tenía la espalda apoyada contra la pared y me sujetaba fuertemente de las nalgas mientras su polla entraba y salía con enorme vigorosidad de mi sexo hinchado.

No vas a olvidar esta noche en tu vida, oí decir a Castilla, y sabía que era cierto pues nunca más iba a volver a disfrutar de un sexo tan salvaje y morboso al mismo tiempo

Toni, que parecía imposible tuviera tanta fuerza, había comenzado a devorar mis pechos mientras seguía el mete y saca brutal con el que me estaba volviendo loca de placer.

Si Emilio me viese ahora, me dije a mi misma, e imaginé a Emilio observando la escena desde la puerta del baño. Sólo con hacerlo me vine en un orgasmo intenso y delicioso y enseguida Toni acabó también. Por fin mis pies tocaron tierra firme de nuevo pero ahora era Castilla quien requería de mis servicios.

Quieta, me dijo, y antes de que pudiera volverme noté su pene entre mis nalgas. A diferencia de la otra vez, el pene de Castilla entró en mi ano que ya estaba algo más dilatado sin demasiados problemas y esta vez la sensación fue de placer desde el principio. Además, para acabar de disfrutarlo, Toni, que después de correrse se había dejado caer al suelo de la bañera, estaba ahora con su cabeza entre mis piernas buscando mi clítoris con la lengua.

Malditos hijos de puta, ¿qué voy a hacer yo sin vosotros cuando os detenga la policía? –les dije en un momento de puro éxtasis.

Puedes venir a visitarnos –dijo Castilla- serás bienvenida.

Esa fue la última vez que escuché hablar a Castilla. Después de eso siguió follándome el culo y Toni chupando mi coñito hasta que me corrí de una forma tan brutal que todos los músculos de mi cuerpo fallaron por un momento y tuve que dejarme caer en la bañera mientras el agua seguía escurriéndose por todo mi cuerpo.

No sé cuánto rato estuve así, en el suelo de la bañera recibiendo el tibio golpeteo del agua sobre mi piel. El caso es que cuando tomé conciencia de que había pasado mucho rato Toni y Castilla ya no estaban allí.

Cerré el grifo de la ducha y me envolví con una toalla sin saber bien por qué lo hacía pues no tenía nada que esconder a nadie a esas alturas. Miré en el comedor y allí no había ni rastro de ellos ni de sus ropas. Si estaba en cambio mi vestido destrozado en mil pedazos y mi ropa interior rota. Miré en el resto de habitaciones del piso pero no había ni rastro de ellos. Habían desaparecido de la misma forma silenciosa como habían llegado.

Me acabé de secar y fui a mi habitación para ponerme unas braguitas. Entonces, sobre mi cama advertí algo. Era una nota escrita a mano. Cuando llegue la oscuridad volveremos a vernos…

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