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(3) Cuestión de bragas

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1

Más que una fiesta universitaria era un desfase de primera categoría. Ellos emborrachados de cerveza y ellas hasta el culo de ácido. Eran como zombies llevados por la música enloquecedora del DJ pinchando en el salón. El olor a sudor rancio y a vómito fresco impregnaba el aire.

Mientras bailaba, Ana intercambia sorbos a su copa con la lengua de su amiga. Ambas desnudas y ambas más calientes que un horno de panadería. Dos chicas esperaban su turno goteando flujo en el suelo y solo deseosas de estar con Ana.

En un momento dado, Ana se disculpó con la chica y salió un momento de la pista de baile. Se fue flechada hasta una chica en bragas y borracha hasta los huesos.

-Hola, guapa. ¿Cómo te llamas? –fue Ana directa.

-¿Yo? Amanda Álvarez.

-¿Y qué coño me miras?

-¿Perdón?

-Llevas cinco minutos mirándome fijamente y eso me toca el coño.

-No soy la única.

-Yo digo quien me mira y quien no, y a ti no te he dado permiso.

-Lo siento, yo solo quería…

-¿Querías qué? ¿Follar conmigo?

-No… bueno, sí…

-Vete a cagar a otro lado. Como me vuelvas a mirar así te parto la cara de una hostia, ¿queda claro?

-No te pongas así, Ana.

-Ah, encima me conoces, ¿no? Has visto mis videos en pornotube y el clítoris te ha hecho tilín, ¿a que sí?

-Es que…

-¿Es que qué?

-Eres una preciosidad. La más hermosa de la fiesta.

-Vas muy mal. A mí no se me conquista con eso de “preciosidad”, es de pijas, a mí se me dice puta o guarrona, y así ya hablaríamos.

-Entonces eres una preciosidad de puta.

-Mal intento. Además, vas en bragas. Aquí ninguna zorra va así. Todas estamos desnudas y con el higo mojado. ¿Eres nueva en el campus o qué?

-No, llevo ya un par de años.

-Hay dos cosas prohibidas en el campus: los maricones y las bragas, y tú estás en la lista negra. Así que quítate de mi vista ya. Venga, hopo, a molestar a otro lado.

-No me puedes echar de la fiesta. Tengo derecho a estar aquí.

-Mira, querida, para empezar que sepas que esta fiesta la organizo yo junto a otras dos chicas y a las dos me las follé anoche, ¿te queda claro? ¿Quieres que te eche a patadas o te vas tu solita?

Amanda aceptó su derrota y se marchó.

-Y ponte otras bragas. Esas de lunares dan risa –rió Ana con saña burlona. Volvió a la pista de baile donde la esperaban tres chicas desnudas y con la mano en el clítoris. Ana sonrió complacida y se metió en medio. Empezaron las lenguas y el intercambio de salivas.

2

-¡Ani! ¡Ani! –llegó corriendo por el pasillo Gabriela Olmedo.

-Tranquila, que se te sale el tampón –le hizo gracia a Ana.

-¿Conoces a Amanda Álvarez?

-Por desgracia sí. Anoche me la crucé en una fiesta y me dio la tabarra.

-Ya lo sabía. Claudia me lo contó.

-Todo lo que me cuentes de esa perra me interesa cero.

-Pero esto te va a gustar. Esta mañana me la follé en su cama. No fue difícil. Me insinué, me bajé las bragas y ya la tenía comiendo de mi mano, bueno, o de mi coño jajajaja

-¿Y te has enterado de algo?

-Mañana a primera hora se va a hacer el Camino de Santiago con una amiga que tiene desde la guardería. Adivina quién es.

-Dispara.

-Lucía Manzanares.

-¿Lucy? Si me la follé hará dos o tres días.

-Seguro que hay algo entre las dos, pero Amanda no se decide. ¿Quieres joderla? Imagínate cómo.

-Estamos en la misma onda, Gabriela. ¡Choca!

-¡Yeahhh!

3

Aprovechó que los baños estaban vacíos para mirarse las tetas ajustadas en el escote. No sabía si ponerse tetas o no. Se las veía muy pequeñas. Y el pelo lo tenía excesivamente largo, y con estas calores venía mal.

-Estás de puta madre, Lucy. No hace falta que te mires tanto –entró Ana en los baños con una sonrisa dibujada en sus labios.

-¿Tu crees? –siguió Lucía Manzanares mirándose. Con Ana había mucha confianza y libertades.

-Te lo digo yo que entiendo de chochitos, créeme.

-¿Me ves bien?

-Te veo bien y muy puta, que es lo que importa –se sentó Ana en un váter para echar una meada.

-Veo que sigues con la costumbre de no llevar bragas –rió Lucía.

-Nunca sabes cuándo te meten la lengua. El tiempo en el sexo es vital.

-Cómo eres… -rió más aún Lucía.

-Buffff… -expulsó Ana la meada con vehemencia-. Qué gustito. Un poco más y me lo hago en el pasillo.

-Te creo. Tú eres capaz.

-Y tanto. Me meo en las macetas del patio desde hace meses.

-Ahora entiendo porqué están todas las flores marchitas.

Ambas rieron a carcajada batiente.

-Estás muy sexi meando –se recreó Lucía en mirarla.

-Imagínate lo sexi que estaría cagando. Hecho zurullos que atoran el váter. -Lucía rió desternillada-. Te hablo en serio. Ya los he atorado tres veces en mi baño. El fontanero está harto de venir siempre a lo mismo. Sobre todo por el tufo.

-Eres increíble, Ani.

-Oye, ¿tienes los apuntes de la clase de hoy?

-¿De anatomía? Sí. No te vi.

-Lo sé. Falté.

-Estabas follando supongo.

-Con dos chochitos de equipo de cheerleaders. Las pillé en las duchas del vestuario femenino e hice mi propia clase de anatomía. No veas qué hora pasé.

-¿Cómo lo haces? Siempre lo tienes todo. Sexo. Fama. Dinero. Y encima la suerte te favorece en lo que sea.

-Se llama magnetismo. Carisma. Ser diferente a todo lo establecido.

-Joder… estás echando la meada de una vaca –rió Lucía.

-¿Tienes los apuntes o no?

-Sí, los tengo en mi habitación.

-¿Pasamos y me los das? Mañana te los devuelvo.

-Vale, si acabas de mear podemos irnos.

-Ya –se levantó Ana del váter y se bajó la falda.

-Guarra, ¿no te limpias?

-Me gusta oler a feromonas.

Más risas.

Y salieron del baño.

-¿Y cómo te va, Lucy?

-Bien. Mañana me voy para hacer el Camino de Santiago. En cinco o seis días vuelvo.

-Anda qué bien. ¿Y vas acompañada?

-Sí, con una amiga.

-¿Amiga o follamiga?

-Solo amiga.

-¿No da el paso final?

-Es como mi hermana. La conozco desde chiquitita. Sería incesto si me follase.

-No exageres –rió Ana.

-En serio, a ella le hago boom boom en el corazón, lo sé porque esas cosas se notan, pero ya te digo, es como de mi familia y me da mal rollo tirármela.

Llegaron a la residencia universitaria por los cruces de pasillos.

Una universitaria pasó desnuda y hermosa.

-Eso es carne y no el chorizo de barbacoa de los sábados –la piropeó Ana.

Pero la universitaria respondió con una peineta con el dedo, lo que hizo reír a Ana.

-Vaya, se ha enfadado –se fijó Lucía.

-Que va. Se llama Jessica Hernández. Follamos tres veces a la semana.

-¿En serio? Wow…

Llegaron a una puerta en concreto y entraron.

-Espera que lo busque. No sé exactamente dónde lo puse –hurgó Lucía entre sus cosas.

-Qué calor hace aquí. Es un horno.

-¿Sí? Yo no tengo calor.

-Debe ser la regla que me está llegando.

-Igual que a todas. Puta vida –rió Lucía.

-Tengo sofoco –se quitó Ana la blusa y quedándose en top-less.

-¿Tanto calor tienes?

-Bufff… ya lo creo… -y finalmente se bajó la falda, quedándose del todo desnuda. Su imponente físico dejó boquiabierta a Lucía, que se hizo la loca-. ¿Cuál es tu cama?

-La de la derecha.

Y Ana se tumbó con pose sexi.

-Hey, las sábanas están fresquitas. Qué gozada…

-Sí. Supongo.

Ana retozó en la cama dando vueltas.

-¿Qué haces, Ani?

-Dejando mi olor en tus sábanas. Para marcar mi territorio.

-Ya veo –sudaba gotas frías Lucía.

-Deja los apuntes y vente conmigo.

-Ani, tengo clases en cinco minutos.

-Pues vente conmigo cinco minutos. ¿Me vas a dejar solita? ¿A tu Ani?

-Vale.

-¡Mec! Respuesta incorrecta.

-¿Qué pasa?

-Conmigo pero desnuda.

-Mira, Ani, no puedo…

Pero Ani la convenció con un pucherito y postura de revista de Playboy.

Lucía se desnudó con dos movimientos y se subió a la cama con Ani.

-Joder, estás ardiendo… -lo notó Lucía.

-Estoy malita. Tengo una calentura. Ya sabes lo que hacer.

-Estás loca. Mi compañera de habitación nos puede pillar.

-Que se una y hacemos un trío.

-Joder, es que eres bellísima con narices.

-Y con coño –rió Ana como un jilguerillo. Separó los muslos indicando lo que deseaba-. ¿Te atreves o tienes que cambiarte los pañales?

-Eres una zorra adorable.

-Tomaré eso como un sí, venga, coño, compórtate como una hembra.

Directamente, Lucía bajó hasta el entremuslo de Ana y asaltó la cavidad del amor con la lengua.

-Mmmmmm… -se relamió Ana-. No saques la lengua para nada. A cenar, nena.

Mientras Lucía devoraba sus bajos ensimismada, Ana cogió el móvil y envió un WhatsApp a Gabriela. Que viniera con una botella de JB y pastillas MDA para enriquecer el sexo. Todo esto entre gemidos y un chorro de placer que subía desde debajo del ombligo. Medio minuto más y Ana alcanzó un orgasmo esplendoroso. Sus gritos y convulsiones lo dejaron patente.

-¿Te ha gustado? –la besó Lucía admirando su cara placentera.

-Me has dejado corrida de pies a cabeza… bufff…

-¿Me esperas? Voy a echar un pipí.

-Por supuesto. Mi potorro te espera caliente.

-Eres la hostia –volvió a besarla Lucía y se bajó de la cama para encerrarse en el baño. Al cabo de un rato volvió a salir, pero vio que ella y Ana tenían compañía. Allí estaba Gabriela desnuda, hermosa y repartiendo el JB en varios vasos.

-Hola, ¿qué tal? Soy la mejor amiga de Ani –sonrió Gabriela con guiño de ojo. Habían bajado las persianas y las lamparitas de las mesitas iluminaban tenuemente la habitación.

-No te importa, ¿no, Lucy? –se bebía Ana su vaso de alcohol.

-¿Qué es eso? ¿Whisky?

-Y del bueno. Whisky escocés de reserva. Pruébalo –le pasó Gabriela su vaso-. Te vas a beber un pastón.

-¿Y qué celebramos?

-No hay que celebrar nada para montarnos nuestra pequeña fiesta –aulló Ana-. Tómate un sorbo. Eso entra como agua bendita.

-Venga, Lucy, bebe. ¿O es que prefieres leche y cola-cao? –se burló Gabriela.

-No digas eso, Gabri. Ella no nos decepcionará, ¿verdad?

Y Lucía se bebió el vaso de una sentada.

-¡Coño! –sintió Lucía ardor hasta su estómago.

-¡Uuuuuuh! –vitoreó Gabriela.

-Otro vaso para Lucy.

Gabriela le volvió a llenar el vaso, esta vez más al borde.

-No, espera. Esto hay que hacerlo bien –cogió Ana una pastilla y se la colocó en su lengua. Lucía entendió sus intenciones y la besó mientras ingería la pastilla-. Ahora bebe.

Lucía volvió a beber, esta vez con un cosquilleo en la nariz.

-Uuuuuff…

Gabriela y Ana rieron con aplausos.

-¿Otra pastilla? –se aproximó Ana-. Abre la boca, borracha.

-Ani, me toca –intervino Gabriela y le pasó a Lucía la pastilla con un beso salivoso-. Bebe, zorra.

Otra vez volvió a engullir whisky.

-Ha dejado el vaso seco –rió Ana.

-Eso tiene arreglo –lo llenó Gabriela por tercera vez-. Bebe, zorrón. Sabemos que te gusta a rabiar.

Cegada de alcohol, Lucía continuó bebiendo.

-¡Más! ¡Más! ¡Más! –vitoreaban Gabriela y Ana mientras Lucía se bebía su cuarto vaso de whisky. En un momento dado, Lucía soltó una vomitona sobre la alfombra del suelo.

-¡Uuuuuh! –se descojonó Gabriela de risa.

-Qué vómito más bonito –lo examinó Ana de rodillas-. Gabri, dame un vaso. Voy a recoger unas muestras.

-Chicas, me siento mal –se sentía Lucía mareada.

-Eso se soluciona con otro vaso del mejor whisky –se lo llenó Gabriela-. Anda, bebe. Esto quita todos los males.

-No quiero… beber más…

-Ah, ya entiendo. Sé lo que quieres –la cogió Gabriela de la mano y se la llevó a la cama.

-¿Qué haces?... No…

-Túmbate…

-Que no… quiero…

-¡Que te tumbes, coño! –la empujó Gabriela y obligándola a separar los muslos-. ¡Estate quieta, zorra! –la abofeteó con dureza-. ¿Quieres que te de otra hostia? ¡Pues abre el coño! –Otro bofetón. Y otro más. Una vez aturdida, Gabriela la violó entre súplicas y lloros de Lucía.

-¡Ani, ayúdame, por favor! –sollozaba Lucía, pero Gabriela la calló con un terrible guantazo.

-¡Que te calles, zorra! ¡O coño o puño! ¡Tú eliges!

Entre lágrimas, Lucía eligió coño y Gabriela la sometió a su gusto y deleite.

Mientras tanto, Ana encontró un vaso centrada en el vómito transparente de Lucía. Cogió unos jugos en el vaso, mirándolo al trasluz y comprobando su olor gástrico.

-De puta madre –se sintió Ana feliz, pero Lucía seguía suplicando entre gritos-. Joder, Gabri, haz callar a esa zorra de una puta vez.

Y Gabriela la guanteó otra vez con crudeza. Una vez que encaminó el trayecto al clímax, el placer sustituyó al sufrimiento, y la violación fue consumada.

4

A cada minuto, Amanda se impacientaba más. ¿Dónde se metió Lucía? No contestaba ni a las llamadas ni a los WhastApps, y ya llegaban tarde para coger el AVE. Lucía no tuvo otro remedio que pasarse por su habitación, a ver si le ocurría algo grave. Llamó a la puerta pero nadie respondió. Pese a todo, entró.

-¿Lucy? Soy yo.

-Sssssh, silencio –siseó Ana acostada junto a Lucía. Amanda se quedó petrificada-. Está dormidita y necesita descanso.

-¿Ana? ¿Qué haces ahí?

-Te lo dejaré claro. Ahhhh, sí, mami… Mmmmm, hasta el fondo… Qué bien, zorrón… ¿Lo pillas?

-No te creo.

-Me importa una mierda lo que creas. Lo que sé es que Lucía tiene un coño de lujo y lo comprobé anoche cuatro veces, y tres seguidas. Oh, ¿a qué viene esa carita de pena? Ah, ya lo sabía. Estás hasta las bragas por Lucía, ¿no es así? Te lo dije. Nadie me cabrea el potorro y sale impune.

-Puta de mierda…

-Yo que tú deshacía la mochila. Lucía está agotada y no creo que vaya a ningún camino de mierda de Compostela. Mira mi dedo corazón –lo puso Ana tieso.

-Puta, puta, puta…

-Sí, sí, sí… Soy la puta de Lucía. Por la forma de correrse yo creo que se ha enamorado de mí. Mírala, no puede ni moverse. La he dejado bien follada.

-Hija de…

-¿Puta? Mi madre no sé, yo sí. Las putas ganan y las mojigatas como tú pierden. Espabila ya y sal del armario, que pareces gilipollas.

Y rompiendo a llorar, Amanda se marchó casi a la carrera.

Ana sonrió con una satisfacción completa.

Lucía ronroneó con los ojos entrecerrados.

-Sssssh, tranquila, sigue durmiendo, zorrón –la acarició Ana y logró que siguiese durmiendo. Luego se bajó de la cama para enviar un WhastApp a Gabriela.

JAQUE MATE Y REMATE JAJAJAJAJA…

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