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Luisa y Joaquín la lían en la residencia de ancianos

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-¡Cuidado que voy! Avisé a los viejitos que andaban en medio del pasillo, mientras llevaba casi corriendo a Joaquín, el anciano al que cuido ahora, en la silla de ruedas hasta el baño. El pobre hombre estaba a punto de hacerse pis encima.

Trabajo como auxiliar desde hace poco en una residencia y ahora me ha tocado limpiar sus cosas a Joaquín y a unos cuantos ancianos más. Más adelante, espero que me asignen alguna otra tarea, que no sea limpiar sus cosas, pero que le vamos a hacer.

Mientras estoy levantando de la silla a Joaquín, este se me queda mirando con cara de tonto.

-Anda vamos Joaquín, le digo. Ayúdame a sentarte en el baño.

Este se baja los pantalones y los calzoncillos y se dispone a sentarse en el baño.

No pude evitar echar un vistazo a su pene. La tenia grande todavía para sus años. ¿Cuantos debería tener? ¿70 y muchos? ¿80 y pocos?

Después de acabar de vestirle, le llevé a su habitación y le dejé junto a la mesa. Iba a traerle la comida, cuando me dio un cachete en el culo.

-Oye, ¿qué haces?

-Nada Luisa, solo te doy las gracias.

Pobre hombre, pensé, ahora solo le queda alegrarse la vista.

Al poco rato, volví con la bandeja de la comida. Él podía comer solo todavía.

-Gracias de nuevo Luisa, eres muy amable.

-De nada, Joaquín. Que aproveche.

Antes de irme, me quedé pensando. Podría alegrarle la comida. Me subí la bata y le enseñé las bragas y el culo.

-Gracias Luisa. Me contestó.

Me fui y a las dos horas volví a por la bandeja. Cuando entré, me lo encontré en su cama, haciéndose una paja.

-¡Pero Joaquín! Le grité ¿Qué hace?

-Nada, hija, nada.

Dejó de tocarse y pude ver de nuevo su pene. La verdad es que me excitó un poco verlo. Salí de su habitación y traté de olvidarme de su visión. ¿Cómo podía haberme excitado ver el pene de ese anciano? Tenía novio y estaba más que satisfecha con su miembro. Y yo tendría menos de la mitad de sus años.

Transcurrió el resto del día, y salí de trabajar. Al llegar mí novio me había preparado la cena.

-¿Qué tal el trabajo? Me preguntó el.

-Pues ya sabes. Con los abueletes arriba y abajo todo el día. Poco que contar.

-Y supongo que tendrás alguno que no te quite ojo de encima ¿no?

Vaya hombre, parecía adivino.

-Un tal Joaquín, pero vamos, que no pasa nada. También tiene derecho a alegrarse la vista. Total, poco puede hacer ya.

Tras cenar, a mi chico le apeteció hacer el amor. Nos metimos en la cama, y después de desnudarnos, nos besamos apasionadamente. Llegó el calentamiento y yo ya estaba muy húmeda.

-Métemela ya, le dije.

-No tengas prisa. Ya voy.

Me la metió despacito, con cuidado, como si fuera a rompérseme el chocho. Comenzó a bombearme, lento, como me gustaba que lo hiciera al principio.

En ese momento me vino a la cabeza la cara de Joaquín. No podía creerlo, mi chico es guapo y bien dotado y sin embargo, no podía quitarme de la cabeza su cara. Me imaginaba que era el viejo el que estaba encima de mí empujando y no mi novio.

Me giré y le dije a mi chico que me follara a cuatro patas. No podía seguir viendo su cara. Él se extrañó un poco al principio, pero como esa postura le gusta mucho a todos los tíos, no se quejó.

Acabamos haciéndolo así, a cuatro patas, hasta que mi chico se corrió. Yo la verdad, disfruté poco por el recuerdo de Joaquín.

Nos dormimos y al día siguiente me levanté pronto para ir a trabajar.

Cuando llegué, ya tenía a Joaquín preparado para que lo llevara al baño. Lo puse en la taza y empezó a hacer pis.

-Anda Luisa, el otro día me quedé con ganas. Enséñame el culo.

-Ya te lo enseñé ayer.

-Pero con las bragas puestas. Anda, quítatelas.

Joder con el abuelo, pensé. ¿Y ahora qué hago?

-No digas nada a nadie. ¿Eh? Me costaría el trabajo.

-Mi boca esta sellada.

Me abrí la bata y me bajé las bragas. Solo le enseñé el culo.

-¿Que? ¿Contento?

-No. Quiero verte el potorro también.

-¿Estás loco? De eso nada. Confórmate con el culo.

-Yo te enseño la polla.

-Pero si te la veo todos los días.

-Pero como está hoy, nunca la has visto.

Se levantó de la taza y la tenía tiesa como un palo. No podía creérmelo, pese a sus años, la tenía más grande que mi chico.

-Mira. Anda, enséñame el chocho.

¿Qué hacía, se lo enseñaba o no? Cuanto antes lo viera, antes se le pasaría y se olvidaría, pensé. Así me dejará en paz.

Me volví a bajar las bragas y se lo enseñé.

-Es muy bonito. Anda, ten tu recompensa.

Me arrimó la polla a la cara para que se la chupara. Me quedé pensativa y en ese instante, con las bragas por los tobillos, no sé qué me dio y se la chupé un poco. Casi no me entró en la boca.

Unos golpes tocaron la puerta del baño.

-Luisa, ¿terminas ya? tengo a Miguel que se hace pis.

-Sí, perdona, ya termino. Es que Joaquín tenía también caca. Ya salimos.

Estaba a cien. Me ha había puesto cachonda un jodido viejo y ahora no podía aguantarme. ¿Qué me estaba pasando?

-Tengo que subir a Joaquín un momento a su habitación, le dije. Algo de su inhalador. Anda, cúbreme.

-Claro, sin problema.

Ya decía “anda” hasta como él.

Cogimos el ascensor rápidamente y corriendo por el pasillo, llegamos a su habitación. Entramos y eché el pestillo.

-Vamos a acabar esto. No puedo aguantar más. Le dije.

El seguía empalmado y agachada, le chupé su verga.

Me abrí la bata y me medio bajé el sujetador. El agarraba mi teta izquierda mientras seguía chupándosela.

Yo estaba como poseída, como loca con la polla del viejo y muy excitada porque me estaba tocando la teta y acariciando el pezón.

-Avísame cuando vayas a correrte, le dije. No me gustaba que se corrieran en mi cara y menos aún un viejo.

Después de un buen rato me avisó.

-Voy a correrme Luisa.

Terminé de hacérselo con la mano y se corrió. Todavía le salía a presión.

Le limpié bien y noté que estaba toda húmeda.

-¿Que? ¿Te has quedado a gusto?

-Sí, mucho hija.

-Si preguntan algo, ¿que hemos estado haciendo?

-Cambiándome el inhalador.

-Así me gusta. Anda vamos abajo.

No pude quitarme de la cabeza en toda la tarde, lo que acaba de hacer. Pero un pensamiento peor acababa de asaltarme. Quería probar la polla de Joaquín. Quería tenerla dentro de mí.

Estuve dando vueltas un rato por el salón de la residencia. Quería follarme al viejo, pero no encontraba la forma de que no nos pillaran. No se me ocurría nada.

¿Qué hacía? ¿Qué excusa pondría? ¿De verdad quería hacerlo? Nunca le fui infiel a mi novio, bueno, solo con algún tío bueno de alguna revista masturbándome, y ahora ¿quería follarme a un viejo?

Me di cuenta de que me miraba sonriendo desde su silla de ruedas, y noté una humedad en mis bragas.

Se acabó, pensé, cuanto antes acabemos mejor.

Llamé a Sara mi jefa, y le dije que tenía que llevar a Joaquín al gimnasio, que le molestaba un poco la rodilla y tenía que hacer unos estiramientos.

-Pero de eso ya se encarga el fisioterapeuta. Me dijo Sara.

-Sí, pero llamó esta mañana y dijo que no podía venir.

-Ah, pues no sabía nada.

-Pues sí, así fue.

-Anda, llévatelo. Tienes una hora hasta que acabe tu turno.

Tiempo de sobra, pensé.

Cogí la silla y me llevé a Joaquín al gimnasio. No era muy grande pero estaba bien.

Le di una viagra que había cogido antes, aunque con esa polla no creí que la necesitara.

Me quité la bata y me quedé en sujetador y bragas delante de él.

-¿Que Joaquín? ¿Que hemos estado haciendo si preguntan?

-Follar como dos descosidos.

-No, tonto.

-Ah sí, mi rodilla.

Al poco estaba empalmado como un toro. Me agaché de nuevo y le chupé el pedazo de rabo que me estaba volviendo loca desde que lo vi tieso.

Joaquín se levantó de la silla y me quitó el sujetador y empezó a comerme las tetas. Luego me quitó las bragas y bajó a mi chocho. Me estaba dejando comer el chocho por un viejo, pero me daba igual, estaba como una perra en celo y quería que me follase ya.

-Fóllame ya, Joaquín. Le decía.

-No tengas prisa. Dame mi tiempo. ¿Sabes cuantos años hace que no pruebo carne joven? Una hembra como tú ya no está disponible para mí. Tengo que saborearte bien.

Yo solo quería su rabo y nada de que me saboreara, pero bueno, tendría que aguantarme.

Unos diez minutos después, él ya estaba a punto para follarme. En eso caí que no llevaba ningún condón encima. ¿Pero cómo va a haber condones en una residencia de ancianos? Va, ya me daba igual. En ese momento estaba segura de que no podría dejarme embarazada. Además sus espermatozoides seguro que estaban muertos o algo así.

Joaquín me la metió despacio, lento, como un caballero. Sentí su polla dura para su edad dentro de mí, que estaba húmeda a tope y fue lo más.

-Uf, uf, uf, gemía él. Luisa, que buenas estas, coño.

-Ah, ah, ah, gemía yo. La verdad es que no había perdido práctica. Seguro que lo había hecho antes con alguna otra enfermera o algo. Me había mentido en lo de que hacía años que no probaba carne joven.

Después de follar un rato con el encima de mí, decidimos cambiar de postura. Ahora yo me puse de espaldas, de pie y el me la metió desde detrás.

-Luisa, Luisa, Luisa, decía.

Yo no podía decir nada, solo gemía, pero joder, que bien me lo estaba haciendo Joaquín. El tío tenía mucho aguante y por lo menos estuvimos haciéndolo media hora más.

-Ah, ah, ah, Joaquín, dime la verdad. Le dije. ¿Cuándo fue la última vez que follaste?

-Agh, agh, gemía él. Hace, agh, hace, agh, dos meses, con una enfermera que me pusieron mis hijos en casa.

Como dije, me había mentido antes. Pero decidí no decírselo. Parecía que se le acababa de olvidar.

-¿Estaba tan buena como yo? le dije riendo.

-No, agh, agh, tu estas más... agh, me corro...

-Ah, ah, ah, seguía yo. Dime, yo estoy mas...

-Buenaaa... aaaaah, joder, me corroooooo...

En ese momento sentí mi coño explotar. Una tremenda corrida inundó mi coño. Joaquín se salió de mí y yo no pude evitar chuparle la polla y tragarme lo que quedó de su semen.

Me había vuelto una cerda. Si mi chico se enteraba...

-¿Que, te ha gustado Luisa?

-Joder, Joaquín, esto ha sido increíble. Pero, no puede volver a pasar. Tengo novio y soy feliz con él. Le estoy poniendo los cuernos.

-Ojos que no ven...

-Sí, pero no está bien. Le dije mientras terminaba de vestirle y vestirme yo.

Salimos del gimnasio, yo con el coño bien a gusto y el con la polla también y nos reunimos con el resto.

Una semana después, Joaquín me dijo que quería presentarme a sus amigos. Al entrar, vi que los tenía a todos en su habitación, sentados en la silla de ruedas, con la polla al aire, y estaban muy bien dotados.

Me relamí de gusto y pensé: ¿Con quién lo haré primero?

Si mi novio se entera, me mata. Ahora soy una pervertidora de ancianos. Pero, alguna alegría hay que darles ¿no?

(9,10)