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Marisela, la chica del club: Clavado Seguro

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José es un gran amigo a quien conocí en la compañía donde yo trabajaba. En esa época el funcionaba como gerente de una sección de la planta y yo me desenvolvía como gerente regional de ventas. Cuando quedé viudo alrededor de mis 30 años, José como todo un buen amigo me dio el suficiente tiempo para luego intentar introducirme al ambiente social femenino. Recuerdo que ya había pasado un año de la muerte de mi esposa y para cuando mi amigo José me invita a la caza de las mujeres, ya Grace, una hermosa rubia mexicana me había dado la bienvenida al club de los solteros con una extraordinaria sesión sexual en su apartamento.

Mi amigo José me lo puso de esta manera: -Vamos al club Clavado Seguro, y le aseguro que ahí me le darán la bienvenida como usted se merece. Al principio pensé que trataba de algún club donde las chicas te bailan desnudo o algo así, pero en realidad cuando José me lo planteaba, era un restaurante con pista de baile y donde me habló que llegaban muchas chicas dispuestas a ligarse a toda costa. Realmente me hizo reír, pues nunca pensé que José anduviera en aquellas aventuras, pues parecía ser hombre de hogar e increíblemente tenía a una bella mujer como esposa.

Un día de tanto insistir nos vamos al club Clavado Seguro, el cual realmente no tiene ese nombre y más bien parecía ser un restaurante con ambiente familiar. Llegamos después del trabajo, alrededor de las 7 de la noche. No vi nada que me llamara la atención; familias disfrutando una cena y nada más. Todo cambió después de las 8 de la noche y pude observar la cantidad de jóvenes que de repente abarrotaron la pequeña pista de baile. No habían pasado ni 30 minutos cuando mi amigo José se había desaparecido, para luego en una visita al baño, me lo encuentro en el pasillo echándole mano a una bella chica. Imaginé que se trataba de alguien que el de antemano conocía, pero luego en una breve explicación, me dijo que esa misma noche la había conocido, y que se iría con ella al motel que convenientemente se encuentra frente al restaurante club.

Ahora me encuentro a solas tomándome un whiskey a las rocas, mientras observo a esta chica bailar y que con un pantalón bien ajustado y bien ceñido a su cuerpo, nos hace disfrutar con la sensualidad que mueve su cuerpo. No veo que haya un macho bailando con ella, es un grupo de mujeres que bailan entre sí, pero entre todo el grupo, esta chica resalta y obviamente es ella la que atrae las miradas. Pantalón amarillo canario, blusa celeste que nos deja ver su ombligo y donde brillan unas diminutas piedras. Con sus tacones parece ser alta y sus muslos muy desarrollados y atléticos dan realce y morbo al pantalón, pero sus glúteos tan pronunciados y como los mueve a los compas de la melodía, nos permiten soñar, imaginar cómo se miraría con solo la tanga que obviamente lleva puesta. Cabello lacio y negro que llega al paraíso de sus glúteos y que se extiende al ritmo de la música como si se tratase de un velo, cara alargada, angelical, como si se tratase del rostro de una virgen, en fin, toda ella era atracción: su fresca mirada, su dulce sonrisa y la manera que vivía y disfrutaba la música. Pienso que ha de ser algún grupo contratado por el mismo club, pero la idea se desvanece, pues no hay ninguna coordinación, cada quien baila diferente y viste diferente. Siento que la chica de los pantalones amarillos y bien ajustados intenta hacer contacto visual conmigo, pero por un momento creo que ha de ser mi imaginación, pues en mi misma dirección hay varias mesas y jóvenes que bien podría ser con ellos y no conmigo el asunto. De hecho, yo me siento como que no pertenezco al sitio, pues la mayoría vestía casual, solamente mi amigo José y yo éramos los que vestíamos traje.

De esta manera me quedo un rato, disfrutando como aquella chica me hacía imaginar de cómo le haría el amor. La vi bailar con chicos diferentes, mientras yo disfrutaba ya mi tercer whiskey. Por un momento pensé en invitarla a bailar, pero esto de los clubs nunca fue mi estilo y realmente parecía que no pertenecía a este mundo. Debatiendo esto estaba, cuando la veo levantarse y camina en dirección de mi mesa. Pienso que cambiará de rumbo en el camino, pero continúa en mi dirección. No lo creo y esta chica para frente de mi, y siento ahora por la sorpresa que me ha provocado, que todos los movimientos son retardados. Me da una sonrisa extendiéndome su mano y me dice:

- ¡Hola! Mi nombre es Marisela, ¿Puedo hacerte compañía?

- ¡Hola! Mi nombre es Antonio… y me encantaría que me acompañaras.

Honestamente no estaba preparado para estos trotes de la conquista, ni podía imaginar que decir, y mucho menos estaba preparado para la plática tan directa y lujuriosa de esta chica que realmente a cualquiera hace acabar con su plática.

- ¿Casado?

- No, estoy soltero.

- No me mientas, un hombre tan guapo y elegante como tú que no lo haya atrapado una mujer, es muy difícil de creer… ¿No crees?

- ¡Es la verdad! Soy soltero.

- Bueno, déjemelo ahí… ¿tienes novia?

- No… tampoco tengo novia.

- Buscas una… ¿o no te interesan las mujeres?

- Me gustan las mujeres, especialmente chicas tan lindas como tú, pero no tengo novia.

- ¿De verdad te gusto?

- ¡Si! Eres una chica muy bella.

- ¿Qué es lo que más te gusta de mí?

- ¡Tus ojos, tu rostro, toda: eres muy bella! - Ella se echa a reír.

- ¡Vamos Tony, vamos al grano! ¿Qué es lo que más te gusta de mí? Mira, te voy a ser honesta, tú me gustas y si me contestas con honestidad, yo te doy eso que más te gusta de mí. Dime, ¿qué es lo que más te gusta de mí?

- Me gusta mucho tu hermoso trasero… -Ella sonríe cuando le contesto.

- Dime, ¿qué le harías si lo tuvieras a tu disposición?

- Mejor pregúntame: ¿Qué no le haría?

Ella sonríe con una mirada deliciosa y mágicamente disfrazada de una timidez. Realmente tiene ese tipo de rostro sutil y que ahora teniéndola cerca de mí, le adorna un pequeño lunar negro sobre el filo del labio superior. Mientras hacíamos la plática, la cual fue más extensa que mi relato, Marisela se había acercado y con cierta confianza que habíamos abierto, ella se me había acercado y ponía su mano sobre mis piernas y llegó el momento donde también comencé a sentir como me daba un sensual masaje con las yemas de sus dedos. Aquello era un recorrer inadvertido desde el doblez de mi rodilla hasta insinuar llegar a la entrepierna. Obviamente aquella chica me estaba calentando y parecía que ella también se calentaba, pero todo aquello me parecía tan inusual que por un momento pensé que me daría dar a conocer el monto de su tarifa para que me diera su rico culo. Si esto pasaba, estaba dispuesto a pagar, pues Marisela era una chica espectacular y con un trasero delicioso bien pronunciado. Ella continúo con su plática sugestiva:

- ¿Qué usas, bóxers o bikinis?

- Bóxers. –le contesté.

- ¿Qué color son?

- Estampados azules a cuadros.

- ¿Estas excitado?

- Obvio… me estas excitando.

- ¿Me permites sentir tu paquete?

- ¿Cómo?

- Si… quiero ver si realmente estas excitado.

Ya ella me masajeaba mi pierna por debajo de la mesa y solo me dio una sonrisa pícara y sentí como comenzó con sus delgados dedos, masajear sobre donde ella sintió el bulto de mi verga. La sensación era excitante, pues estaba envuelta la emoción de la sorpresa y lo prohibido de estar en estos menesteres con mucha gente alrededor. De esa manera pasamos platicando por unos cuantos minutos; hablando mientras ella me masajeaba la verga sobre el pantalón. De repente me propuso a que bailáramos y fue como un receso a la tensión que se acumulaba en mis huevos. Bailamos música salsa, donde Marisela me dejaba sentir sus pechos y nalgas rozándome mi cuerpo. Era excitante, pero una excitación más relajada.

Me dio cumplidos por lo de mi baile, el cual le di gracias no solo a ella, pero también a la Dra. Desiré, quien era mi vecina y me involucró a clases de salsa por un buen tiempo. Pude ver en las miradas en todas las mesas, que sus ojos se abalanzaban contra nosotros, pues éramos solamente dos parejas las que bailábamos salsa, pues este lugar es de cumbia, merengue y bachata, y cuando terminamos, el público nos brindó un aplauso.

Le brinde mi pañuelo para que Marisela se limpiara el sudor de su rostro, el cual agitado tenía un color rojizo y divino. Las amigas de Marisela nos llegaron a felicitar y le dieron esa sonrisita de complicidad a su amiga. Ya para este tiempo, Marisela me abordaba con tanta confianza que su mano no se desprendía de la mía. Se relaja unos minutos y después de ordenar su margarita y yo otro whiskey me dice:

- ¡Aguarda! Le voy a decir a mis amigas que no regresaré con ellas, que me iré contigo esta noche. No sabes la envidia que les provocaré.

- ¿Envidia?

- ¡Si! ¿Mira que muñecote me encontré?

Después de un par de minutos regresa y me dice:

- Llévame donde tú quieras, ya no quiero estar aquí… quiero aprovechar la noche contigo. –y sonreía.

- Marisela, yo no puedo conducir… no estoy muy tomado, pero he bebido lo suficiente para crearme problemas si me para la policía.

- Caminemos entonces o pidamos un taxi. Al otro lado de la calle hay un motel, podemos pasar ahí la noche.

Nunca imaginé que la liberación femenina estuviera en esos niveles. Ella estaba tomando la batuta para lógicamente llegar a un encuentro sexual. Nos atravesamos la calle, llegamos al lobby del hotel agitados por la carrera y pedí una habitación que en aquella época me costaba $70.00 dólares. No era un hotel de lujo, pero tampoco de mala muerte. Se miraba los pasillos decorados y limpios. Marisela siempre de mi brazo, hemos subido por el ascensor y localizamos el cuarto donde estaremos fornicando toda la noche hasta que aguantemos.

Entramos y me dice que nos demos un baño. Me pide a que le ayude a desvestirla, y la asisto con mucho gusto. Le remuevo su blusa celeste y veo dos deliciosos melones sostenidos por un brassier de una copa de una talla 36C. Su cintura es muy definida, y sus caderas espectaculares hacen simetría con el tremendo culo que verdaderamente es un poema. La tanga desaparece entre esas dos deliciosas nalgas que me imagino ya abrir a placer. Ella hace lo propio removiéndome la camisa y el pantalón. Mira sin quitarme el bóxer lo erecta que esta mi verga y solo exclama en el idioma ingles: ¡Oh my God! ¡That is huge! (Dios mío, esta enorme)

Durante el baño nos dimos placer oral mutuamente. Ella me mamó a placer la verga y los testículos, mientras yo hice lo mío metiéndole mi lengua en sus dos agujeros. Tenía una panocha bien afeitada y con labios gruesos bien expuestos. En la zona del monte Venus tenía un tatuaje de una mariposa y por sobre la espalda baja, otro que no logré o no tengo recuerdo de qué se trataba, pero que simétricamente iba con lo bello de su cuerpo. Esta chica me hablaba que le gustaba mi cuerpo y sobre todo mis nalgas, lo cual provocó que me llenara de besos negros también. Creo que es la chica que más me lamio el culo. Nos tomamos por lo menos unos 20 minutos de caricias de preámbulo, haciendo el 69, me comía su ricos melones, ella mientras me lamia las tetillas me pajeaba la verga… en fin, todos mis sentidos estaban ocupados dándome y dando placer a Marisela. En esa primera etapa, ella me cabalgó frente a frente y luego a la inversa. Era delicioso ver como mi verga desaparecía en su rica panocha y a la vez ver como ese enorme culo se movía frente a mí. Por momentos le sacudía el ano con unos de mis dedos y creo que aquello le provocó enorme placer y es cuando escucho a la bella Marisela explotar en un potente orgasmo y el cual me lleva a dejarle ir tremenda eyaculación.

Nuevamente no fuimos a bañar y recobrar energías, pues en el baño Marisela me incentiva y me la vuelve a parar, pues se enjabona sus dos ricos pechos y me toma la verga poniéndola en medio. Como que no me iba a excitar, y esta vez salimos del baño y la pongo de perrito, en cuatro patas y la taladro con embestidas violentas que le hacen llegar a un orgasmo y de donde veo aparecer un líquido blancuzco que ahora hace un ruido excitante cuando yo sigo taladrando la panocha exquisita de Marisela.

Marisela es de esas que dice papito, mi amor y así con aquellas palabras me anunciaba cuando vivía sus orgasmos: Papito me vengo, que rico mi amor… dame, dame, dame…

Tan pronto tuvo su segundo orgasmo, no se lo tuve que pedir, ella instintivamente supo que le cogería el culo. El culo se lo tengo bien trabajado. Lo he lamido, mis dedos han entrado a placer y en este momento solo se lo escupo y veo como mi verga desaparece en el rico culo de Marisela. Gime, pero no se retracta. Aguanta, yo me subo a la cama y le elevo las nalgas y tener una penetración total de mi verga en ese rico culo. Sin misericordia se lo taladro y yo estoy a punto de venirme, cuando Marisela explota con un orgasmo fantástico y solo dice como si se estuviera riendo: Me hiciste acabar por el culo. Aquello me excito y le dejo ir mi segunda descarga.

Marisela me confesó en aquella ocasión que era la primera vez que experimentaba sexo anal y que nunca imaginó tener un orgasmo tan potente. Mi semen salió con evidencia de su sangre, mi verga le había hecho daño a su rico culo, pero también le daba placer. Aquel día solo tuvimos sexo anal en una ocasión, pero posteriormente lo volvimos hacer una docena de veces.

El sexo con Marisela era sabrosísimo. Una chica sin inhibiciones, dispuesta a todo y con un cuerpo divino. Quizá lo único que noté en sus nalgas cuando ella me cabalgaba a la inversa, fueron zonas con algo de celulitis, normal para una mujer con semejante trasero. Lo que no logré entender y todavía me cuestiono, era ese abdomen firme y sin marcas algunas: quizá producto del cirujano plástico… y digo esto, pues al mes descubrí, que Marisela era casada, que tenía 24 años y 4 hijos. Para el día que yo me la cogía, 5 meses atrás ella había dado a luz, y su primer hijo lo tuvo cuando ella tenía tan solo 14 años.

No soy religioso, pero un día me invitaron a un evento social en una iglesia, ahí estaba Marisela, con su esposo, sus cuatro hijos con un vestido muy conservador que ocultaban en algo aquellas sabrosas y exquisitas nalgas que me había cogido. En un pequeño descuido donde su esposo desapareció, me le acerqué preguntando:

- ¿Qué color es tu tanga que llevas puesta?

- No es tanga, es un bikini blanco… ¿lo quieres?

- Si, dámelo.

Al final, también en un descuido me lo dio con una pequeña nota escrita:

- Tony, espero tu discreción y creo que eres un caballero. Nos encontramos esta semana en el mismo hotel. Me llamas Ok.

Seguimos con aquellos encuentros clandestinos por unos meses… hasta que la emoción de lo prohibido perduró. Fue difícil creer que Marisela estuviera casada y madre de cuatro hijos con aquel divino y angelical cuerpo.

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