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En manos de dos perversos (5)

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Después de abusarme, don Ángel siempre se recostaba un rato en la cama para reponerse, pero esa vez se le impuso la curiosidad…

-Escuche, María… -dijo mientras empezaba a vestirse… -Cuénteme que se le ocurrió…

-¿Qué dijo Jorgito? Que es nuestro perro, ¿cierto?...

-Sí, dijo que se siente un perro…

-Bueno, entonces vamos a tratarlo como a un perro, nuestro perro, Ángel… Mañana lo llevamos a una veterinaria que no quede muy cerca, para que no nos conozcan, y le compramos los accesorios de un perro… Collar y correa, recipientes de comida y bebida y una bolsa de alimento para perros y además ante nosotros deberá andar siempre en cuatro patas ¿qué le parece?...

-¡Es genial lo que se le ocurrió, María!... Se me está por parar la pija de imaginarlo a Jorgito con collar, comiendo en cuatro patas y agarrando cada bocado con los dientes…

-¿Entendiste, nene?... –me preguntó la vieja…

-Sí, “señorita”… Hagan… hagan conmigo lo que… lo que quieran… -dije estremecido de la cabeza a los pies ante lo que me esperaba…

Al día siguiente don Ángel contó cómo le había ido con sus amigos del bar respecto de mí…

-Tuve que ser prudente cuando les conté sobre Jorgito y asegurarles que no es menor de edad, que acaba de cumplir tiernos dieciocho añitos…

-¿Y qué dijeron ellos?... –preguntó con tono ansioso la “señorita”…

-Bueno, hubo de todo, bromas, risas cómplices, pero se entusiasmaron y quieren conocer al nene…

-¡Qué bien, Ángel! Cítelos para mañana acá…

-Ya lo hice, María, jejeje…

-¿Oíste, Jorgito?... me dijo la “señorita”… -Si todo anda bien mañana te vas a comer cuatro vergas…

Yo estaba tan impresionado que no pude decir ni una palabra…

-¿A qué hora citó a sus amigos, Ángel? –preguntó la “señorita”…

-Les dije que a las tres estuvieran acá…

-Perfecto, a Jorgito lo tenemos a las doce y media, así que tendremos tiempo para llevarlo a comprar sus cosas de perro…

“¡Van a llevarme a una veterinaria!” pensé entre excitado y temeroso…

-Oíme, nene, mañana presentate acá vestido en cuanto vuelvas del colegio, sin demora, ¿oíste?, así salimos para la veterinaria…

-Sí, “señorita”…

-Yo voy a ver en la web a qué veterinaria podremos ir… -dijo la vieja y al día siguiente todo pasó como habían planeado…

Me presente ante ellos con mi uniforme de colegial: blazer azul, pantalón gris, camisa blanca, corbata azul y mocasines negros y salimos inmediatamente en un taxi hacia la veterinaria, que quedaba en un barrio vecino…

Entré avergonzadísimo, mirando al piso, aunque pude advertir que el vendedor era un hombre entrado en años…

-Buenas tardes, ¿en qué puedo servirles?... –preguntó mientras rodeaba el mostrador al fondo del local y caminaba hacia nosotros…

La “señorita” tomó la voz cantante:

-Necesitamos algunas cosas para nuestro perro…

-Bien, ¿en qué están pensando?...

-Collar y correa, cuencos de comida y bebida y algún alimento…

Y el hombre empezó a mostrarles la variedad de elementos en cada rubro mientras no dejaba de mirarme disimuladamente…

-Lindo el nieto, los felicito… -dijo en un momento…

La “señorita” y don Ángel lanzaron una carcajada:

-¡¿Nieto?!... No, amigo, es otra cosa… ¿Le decimos qué es, Angel? –tanteó la vieja…

-Mmmhhhhh, no sé, María, el señor se puede molestar…

-¡No! ¡díganme! ¡díganme!... Vean, soy un hombre muy mayor, a esta altura de mi vida no me molesta nada…

-Bueno… -se decidió la “señorita”… Es… es nuestro perro, nuestra mascota… una mascota muy putita… dijo mientras yo sentía que me moría de vergüenza, pero a le vez me calentaba mucho esa humillación a la que me sometía la vieja…

El hombre me miraba con ojos tan agrandados que parecían querer salirse de las órbitas…

-¿Estoy entendiendo bien, señora?... ¿Usted me dice que…?

-Sí, señor, está entendiendo bien… ¿Cuál es su nombre?

-Silvio, señora…

-Bueno, Silvio, es simple… Este lindo cachorro de dieciocho añitos se siente un perro de tan sumiso que es, y no se imagina cómo se calienta cuando lo dominamos…

-No se puede creer… -balbuceó el vendedor…

Don Ángel emitió una risita y dijo:

Créalo, Silvio… Y ahora le hago una pregunta: si le damos este alimento para perros cada tanto, ¿le hará mal?...

-Soy veterinario, señor, si se lo hacen comer una vez a la semana no le va a provocar ningún daño… Le recomiendo éste producto… -y tomó una bolsa en cuya cubierta se veían como pequeñas albóndigas…

-Dénselas crudas, tienen rico sabor, le van a gustar al perrito…

Yo a esa altura ya no era un ser humano, un adolescente, era un perro, totalmente un perro… ¡Un perro muy putito!...

-Y a propósito de gustos, ¿a usted le gusta este perrito? –preguntó la “señorita”…

-La verdad que sí, es… es un muy lindo ejemplar…

-O sea que le gustaría cogérselo…

-Bu… bueno si, si a ustedes no les molesta…

-¿Se lo quiere montar ahora o se viene a casa uno de estos días?...

-¡No, señora, no!... ¡Ahora!… Cierro el negocio y pasamos a la trastienda…

Cuando el veterinario empezaba a bajar la persiana del local, don Ángel me ordenó:

-Desnudate, nene… -me desnudé y así desnudo entré en la trastienda empujado por el veterinario, al que seguían la “señorita” y don Ángel…

El lugar era un cuarto no muy grande donde el dueño del negocio guardaba distintas mercaderías, pero quedaba espacio…

-Silvio, no sabe lo bueno que es chupando la pija… -dijo la “señorita”…

-Entonces eso es lo primero que va a hacer… -decidió el veterinario y me ordenó que me pusiera de rodillas ante él…

-¿Cómo se llama el perro? –preguntó…

-Jorgito… -informó don Ángel mientras el veterinario se bajaba el pantalón y el calzoncillo y exhibía ante mis ojos fascinados su gran verga semierecta…

-Bueno, a chupar, perrito, abrí el hocico… -me ordenó y yo lo abrí mientras sin pedirle permiso, sin poder contenerme, agarraba su hermoso ariete con mis dos manos dispuesto a ponérselo bien parado y duro…

-Silvio, ¿se da cuenta lo putito que es el nene?... –comentó la “señorita”…

-Casi nena de tan lindo… -dijo el viejo y exhaló un gemido…

(continuará)

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