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En manos de dos perversos (8)

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-Acá lo tiene al nene, Silvio… -le dijo al visitante luego de los saludos sin soltar la cadena de mi collar…

-Es lindo el perrito… ¿Ya le hicieron probar su alimento?... –preguntó el veterinario…

La “señorita” se dio una palmada en la frente y dijo: -¡Ay, no! ¿Cómo se nos pudo haber pasado, Ángel?

-Sí, María, es inadmisible… Silvio, ¿usted puede esperar a que lo alimentemos o está muy necesitado de cogérselo?...

-Me va a gustar mucho verlo comer al perrito…

-¿Dónde tiene la comida, María? -preguntó don Ángel…

-En la heladera, en la cocina, en el fondo, ¿la va a buscar usted?

-Sí, ya la traigo…

Yo los escuchaba temblando… “¿Comer alimento para perros?... ¿hasta dónde llegarían a degradarme?”…

Don Ángel volvió muy rápido y la “señorita” sacó de la cómoda uno de los cuencos y puso allí varias albondiguitas…

“¡Ay! ¿Qué gusto tendrán?”, pensé un poco inquieto…

-Bueno, perrito, a comer… -me ordenó don Ángel y entonces me puse en cuatro patas, hundí mi cara en el recipiente y tomé con los dientes el primer bocado…

Para mi alivio tenía el gusto de la carne común y escuché que el veterinario les explicaba sobre el alimento que me estaban haciendo comer:

-Es carne común, sólo que tiene compuestos vitamínicos y minerales especiales para perros…

-¿Y no le harán mal al nene?... –quiso saber don Ángel…

-No si le hacen comer esto una sola vez a la semana… -lo tranquilizó el veterinario y agregó:

-Me calienta mucho verlo comer… -entonces sacó su verga afuera del pantalón y dijo: -Miren cómo la tengo…

-¡Bien parada!... –se admiró la “señorita”…

-Sí, lista para entrarle…

-Al escuchar semejante diálogo me apuré para terminar de comer las albondiguitas y empezar a comer la verga del señor veterinario que, cuando vio que ya había comido mi alimento de perro, me agarró del pelo, me puso la cara a la altura de su pija:

-Muy bien, Jorgito, comiste muy bien como el perro que sos y hora vas a tomar lechita… Abrí el hocico… -y lo abrí excitadísimo, por haber comido en cuatro patas comida de perro y por esa pija bien erecta a centímetros de mi cara…

Empecé a chuparla con las mejillas ardiéndome de calentura, disfrutando del muy rico sabor que tiene esa verga… Mientras tanto la “señorita” se había puesto a acariciarme las nalgas, cosa que aumentaba mi goce…

-Qué perro tan putito sos, Jorgito… -comentó don Ángel en el preciso momento en que “la señorita” me violaba con un dedo…

“¡Ay, me vuelven loco!” pensé y fue entonces que el veterinario acabó entre fuertes jadeos y me soltó en la boca varios chorros de su deliciosa leche…

La “señorita” me sacó el dedo del culo, me agarró del pelo y me tiró al piso:

-Tragá todo, perro… -me ordenó pero no hacía falta, porque yo ya estaba bebiendo ese delicioso licor…

-Ahora descanso un rato y después le doy por el culo… -prometió el veterinario y yo dije, sin poder contenerme:

-Ay, sí, señor Silvio… por favor…

Los tres rieron y don Ángel dijo:

-Yo también te voy a coger, Jorgito, vas a comerte dos vergas…

-¡Síiiiii, sí, don Ángel! ¡Sí!...

-Este nene está cada vez más putito… -opinó la “señorita” y me ordenó que lo dijera:

-Sí, “señorita”, estoy… estoy cada vez más pu… más putito…

-Silvio, mañana vienen mis amigos, ¿usted se prende? –comentó don Ángel…

-¡Claro!...

-Bueno, Jorgito, andá preparándote porque mañana vas a comerte cinco vergas…

-¡Todas las que ustedes quieran!... –exclamé asombrándome de mi propia expresión…

Nuevas risas mientras el veterinario, ya con las fuerzas recuperadas, se untaba la pija con vaselina para enterrármela en el culo…

Me la metió de un solo envión y don Ángel no quiso permanecer inactivo… Se paró delante de mí, me refregó la pija por mi cara y yo, sabiendo qué quería, abrí la boca ansioso por chupársela y volver a tomar más leche…

Estos perversos me tienen en un paraíso sexual… ¡Es indescriptible lo que me hacen gozar!

(continuará)

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