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Inmigrante (10)

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Cuando llegué, Ana y Marta estaban terminando de atender a los niños. Ayudé un poco y, entre los tres, quedo todo hecho en pocos minutos. Al acabar, mandé a Marta a su casa.

Ana me preguntó cómo me había ido el día, le conté que me había reunido y comido con el director de un laboratorio para conseguir un trabajo de jefe de equipo. Y que las conversaciones se habían alargado un poco. No era mentira del todo, pues el contacto existía y tenía grandes esperanzas en él.

Al día siguiente, Marga llamó cuando estábamos con los niños para decir que no se encontraba nada bien, que tenía las tripas muy sueltas y dolor en el culo. Ana le dijo que seguramente le habría sentado algo mal y de ahí lo de las tripas y que si iba mucho al baño, también se le irritaría mucho el ano.

Yo me di la vuelta sonriendo y continué con los niños. Luego, después de consensuarlo con Ana, que dudaba que aceptase, le ordené a Marta que viniera para hacer las cosas de casa y ayudarnos. Aceptó y al poco tiempo estaba con nosotros, ante el asombro de Ana.

Como un mes después, algo ocurrió con el marido de Marta. Por lo visto, encontró otro empleo y dejó de darle dinero, echándola de casa. Parece ser que la sentencia estaba mal redactada y decía que debía pasarle el salario que cobraba del banco. Al marcharse, quedaba exento de su cumplimiento.

Resultado, Marta se quedó en la calle y tuve que alojarla en el piso del trabajo. Hablé con Ana para que la convenciese de que se quedase conmigo hasta que encontrase algún lugar donde vivir, ya que el sueldo que cobraba no le daba para grandes gastos, cosa que previamente había acordado con ella.

No voy a explicar la cara de Ana y el mal genio disimulado que se le puso, pero no podía negarse. Por un lado era una de sus amigas, por otro, no podía oponerse a que pudiese acostarme con ella, que era lo que la enfadaba, así que consintió de mala gana.

Al mismo tiempo, unos días antes para ser exactos, mis reuniones y negociaciones con el importante laboratorio donde habían comenzado mis contactos, llegaron a buen puerto y cambié de empresa, entrando como adjunto a uno de los jefes de equipo que estaba próximo a jubilarse, por supuesto que con el rechazo de algunos de los componentes de ese equipo que se creían con derechos al puesto. Así que pasé de trabajar de 20 a 4 de la madrugada a estar de 6 a 14 de la mañana.

Algunas tardes tenía que trabajar, pues la secretaria estaba muy satisfecha conmigo y me proporcionaba cosas que hacer en su cama.

Por lo que respecta a Ana, a estas alturas, sus otras amigas ya habían organizado su vida y Ana ya no salía con ellas, atareada con los niños. Yo tampoco las veía mucho por la sala y nada desde mi cambio de trabajo, además de que prácticamente solo me follaba a Marta en mi casa, por ello, dejé el piso con intención de buscarme otro cuando me divorciara.

Marta vino a casa una tarde a última hora y se alojó en el dormitorio que quedaba libre. La recibimos Ana y yo, ayudando a colocar las cosas de sus maletas. Tuve que ser el primero en salir de la habitación, porque Ana no se iba, supongo que para no dejarme sólo con ella.

Para tranquilizarla, me fui a dar vuelta por los niños, que estaban despiertos. Los llevé a la cama de su madre y estuve mucho rato haciéndoles carantoñas, bajo la atenta mirada de su madre, mezcla de cariño y enfado.

Deduje que eso era un inicio de posibles problemas y aunque era algo que no me importaba porque nuestra relación iba a finalizar en unos meses, tomé nota de actuar con precaución para evitar malos rollos en el los últimos días.

Poco antes de la cena, Ana me quitó a la niña, se sacó uno de los pechos y se puso a darle de mamar. Yo me quedé embobado viendo la escena. Mi hija mamando y la madre colocándole bien el pecho para que lo hiciese. Parece increíble, pero a pesar de la escena tan tierna, a mí me resultó erótica y me empalmé.

Enseguida entró Marga con dos biberones preparados. Cuando la pequeña ya no consiguió sacar nada del pecho, me la pasó a mí y continué con biberón, mientras Ana se ponía al niño en el otro pecho.

Cuando terminaron, los limpiamos y acostamos, quedándose dormidos enseguida. Yo estaba feliz con estas escenas. Disfrutaba con mis hijos, lo que me alegraba y daba placer en mi interior y eso se notaba en mi vida diaria.

Cuando terminamos, nos pusimos a cenar los tres, Ana, Marta y yo, con un único tema de conversación: Marta, su ex y el abogado.

Ya se hacía tarde para mí, que me levantaba temprano, cuando dimos por terminada la cena. Marta y yo nos dispusimos a marchar a nuestras habitaciones en la otra vivienda cuando Ana me dijo:

-Jomo, ¿Puedes esperar un momento?

-Por supuesto, Ana. Hasta mañana, Marta.

Marta se fue y Ana se puso a ayudar a Marga a recoger la mesa. Como no sabía qué hacer, yo les ayudé. Estaba recogiendo los vasos, estando Ana en la cocina, cuando Marga interceptó mi paso para frotar su culo contra mi polla. Me incliné para morder suavemente el lóbulo de su oreja y me separé con una sonrisa.

Cuando nos quedamos solos Ana y yo, después de un momento de silencio, que me hizo pensar que íbamos a tener algún tipo de discusión, con algo de nerviosismo, me dijo:

-¿Llevas idea de hacer algo esta noche?

-Sí, dormir. Tengo que levantarme a las 5.

-¡Ah! Pensaba preguntarte si querías quedarte conmigo.

Me acerqué a ella, la abracé y nos dimos un profundo beso. Llevaba una camiseta de tirantes y unos pantalones ligeros, tipo pijama. Debajo, el sujetador que permitía sacar el pecho para amamantar y braguitas.

Metí mis manos por su espalda, bajo la camiseta, hasta llegar a su cuello y por la cinturilla hasta acariciar su culo y presionando contra mí ya más que evidente erección que iba en aumento.

Cuando dejé sus labios, bajé a su cuello, al tiempo que subía su camiseta y desabrochaba el sujetador. Nos separamos lo justo para retirárselos, volviendo a besar su cuello y lamer el lóbulo de su oreja, mientras ella desabrochaba mi camisa y casi me la arrancaba.

El resto de las prendas siguieron el mismo camino con rapidez. Noté en Ana una pasión desmedida. Primero pensé que no podía ser por llevar mucho tiempo de abstinencia, pero no era el caso, así que la siguiente cosa que pensé era que actuaba así por celos o por demostrarse a sí misma, que tenía más influencia sobre mí que su amiga.

El caso es que me aproveché de las circunstancias, la senté en el borde de la mesa y me puse a lamer sus pezones. Tenían sabor a la leche y no pude resistir la tentación de darles una chupada, sacarles unas gotitas y saborearlas.

- Pst. Pst. Pst. Eso no. Eso es el pan de tus hijos.

Sonriendo, baje hasta su coño y me puse a comérselo. Le hice un recorrido por la vulva, de abajo arriba con dos lametadas sobre su clítoris, lo que le hizo emitir un gemido de placer. Hice un inciso para decirle:

-Y este el pan de su padre.

Y seguí recorriendo su coño con la lengua. No tardó mucho en estar muy excitada y pedir que la follara, que quería sentirme dentro. No le hice caso y seguí chupando su clítoris y darle lametadas.

Metí dos dedos en su coño, follándola con ellos y, sin dejar de atender a su clítoris, la llevé a su primer orgasmo de la noche. Cuando le llegó, presionó mi cabeza contra su vulva y la movió arriba y abajo, mientras emitía un largo gemido.

-Ah, ah, ah, ah, ah, aaaaaahhhhh.

Cuando se calmó, tiró de mi pelo hacia arriba para ponerme a su altura e insistió:

-Clávamela ya.

Se la metí de golpe y entró con total suavidad, de lo mojada que estaba. Ella me abrazó con sus piernas y yo me agarré a su culo, mientras empezaba a moverme despacio.

Por encima del hombro de Ana, pude observar a Marga que nos miraba desde la puerta, al tiempo que se masturbaba con la mano bajo su falda. Le hice un gesto negativo con la cabeza y retiró su mano. Como no hice nada más, se quedó mirando y moviendo sus piernas y cuerpo.

Yo seguía follando a Ana despacio, pero comencé a acelerar mis movimientos de entrada y salida.

-Mmmmmm. Siiii. Sigue moviéndote. Me gusta cómo te mueves.

-¿Te gusta así, despacio?

-Me gusta cómo lo haces. Me gusta tanto si te mueves despacio como si lo haces rápido.

-Contigo da gusto follar…

-¿Lo haces mejor conmigo o con Marta?

¡GONGGGG! Pregunta envenenada. Creo que era el motivo de tanta calentura.

Busqué la salida comiéndole la boca para evitar mi respuesta y más preguntas suyas. Retorcí suavemente uno de sus pezones entre mis dedos y le hice soltar un gemido apagado por mi boca.

-Mmmmmmm.

Aceleré mis movimientos en su coño, añadiendo nuevos besos y suaves mordiscos en sus lóbulos, hasta que le llegó un fuerte orgasmo en medio de un beso.

-mmmmm mmmMMM MMMMMM

Incrementó su presión sobre mi cintura con sus piernas y sobre mi cuello con sus manos.

Cuando se relajó, la cargué sin sacársela y me dirigí al dormitorio, haciendo desaparecer a Marga a toda velocidad. Al entrar en la habitación llamé a Marga.

-Marga, por favor, ¿Puede venir al dormitorio?

-¿Pero qué haces? ¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre llamar a la criada? Tenemos que ponernos algo encima.

No la dejé moverse ni bajarse, no obstante, sus movimientos con mi polla dentro de ella, me estaban dando placer y mucho morbo. Enseguida apareció la criada, que se quedó cortada un instante, pero que enseguida preguntó, mientras su señora escondía la cara en mi hombro.

-¿QQQué desea, señor?

-Por favor, Marga, puede abrirnos la cama para continuar.

-Sssí, señor.

Todavía estaba abriéndola, cuando caímos los dos en ella y me puse a besarla y follarla con pasión.

-MMMmmm MMMmmmm Ooooohh

Le costó muy poco volver a tener un fuerte orgasmo. Me detuve y observé que había quedado con los ojos cerrados. Me separé un poco, dejándome caer a su lado y sacando mi polla, que quedó a la vista con todo su esplendor, y vi que Marga nos observaba de pie junto a la cama y que sobre todo, su mirada recaía en ella. Cuando vio que la miraba, preguntó:

-¿Ddddesea algo más?

-Por ahora no, Marga, ya te llamaremos.

Ana abrió los ojos y se abrazó a mí, riéndose. Luego se bajó a mi polla y se puso a hacerme una mamada, hasta que me corrí en su boca, tragando todo. Después, nos quedamos dormidos.

Hasta que los niños cumplieron los siete meses y ya tomaban más alimento que leche y las tomas se distanciaron a la mañana y la noche, vivimos una rutina sin variaciones.

Todas las noches follaba con Ana, cuando salía de trabajar, comía con Marta en un restaurante cercano, y nos íbamos a la oficina, donde teníamos un largo sofá para visitas que nunca venían, y donde, a puerta cerrada, unos días me hacía una mamada (la mayoría), mientras ponía su culo a mi alcance para que yo disfrutase acariciándoselo, dándole fuertes palmadas y metiéndole los dedos en el coño, hasta que conseguía que me corriera, generalmente, después de dos o tres orgasmos suyos.

Otras veces, la enculaba y/o follaba por el coño.

También, cuando Marga tenía su día libre, que generalmente era sábado o domingo, yo ponía como excusa el ir a la oficina a repasar papeles para ir a su casa y disfrutar de ella.

El resto del tiempo libre lo dedicaba íntegramente a mis hijos. Cuando Ana volvió a trabajar, me iba a casa, donde alternaba con Marta y Marga, o con ambas a la vez.

Yo no sé si Ana se acostaba con alguien fuera de casa, pero en todo momento evitó que durmiese con Marta, haciendo que la follase todas las noches, cosa que yo hacía con mucho agrado.

Casi sin darme cuenta, los niños cumplieron el año, ya daban sus primeros pasos y nos obligaban a estar más pendientes de ellos, cuando recibimos la citación del notario para hacerles una prueba de paternidad y pasar toda la herencia a Ana si todo era correcto.

El día que tomaron las muestras para comprobar los adn’s, estábamos cenando los tres, Marta, Ana y yo, cuando al terminar, me dijo Ana.

-Bueno, Jomo, ya no queda nada para que todo esto termine. El contrato está cumplido y quedarás en libertad para hacer lo que quieras. ¿Has pensado qué vas a hacer?

-Sí, lo tengo muy claro: Mi trabajo me satisface y proporciona un buen salario. El negocio va muy bien. Sonia ha formado un equipo de ventas muy efectivo y Marta lleva perfectamente la administración. Así que no tengo que cambiar mi vida para nada.

Y dirigiéndome a Marta, le dije:

-Por cierto, tendrás que buscar un piso grande, con cuatro dormitorios como mínimo, un par de baños, etc. etc.

-¿Para qué tantas habitaciones? –Dijo Ana

-Eso es un tema que también tengo que hablar contigo. Está claro que una de las habitaciones es la mía, otra para Marta y las otras…. Ya sé que por contrato he renunciado a la patria potestad de los niños, no obstante, me gustaría que alguna vez los dejases estar conmigo.

-¿Vais a casaros?

-¿Marta y yo? No, no llevo idea de casarme. Ella no lo sé.

-NNo. Yo tampoco. -Dijo Marta.

Ana volvió a hablar.

-¿Quieres divorciarte pronto?

Eran preguntas en las que se notaba ansiedad. No se atrevía a decir lo que quería.

-No tengo ninguna prisa. Puesto que no llevo idea de casarme, al menos por el momento, me da igual cuando divorciarme. ¿Y tú?

-No, yo tampoco –Lo dijo muy deprisa- Quiero hacerte una oferta.

-Tú dirás.

-No tienes que irte de casa, si no quieres. Quédate conmigo y los niños hasta que quieras, así los verás crecer y ellos tendrán la figura de un padre. Por otra parte, te quieren y están deseando que te pongas a jugar con ellos. Si Marta se quiere marchar…

-Verás, Ana. Como ya habrás descubierto, Marta tiene tendencia a una actitud sumisa y quiero tenerla siempre a mi lado. Disfruto de ella y ella conmigo y quiero que eso siga así…

-¿Y conmigo no disfrutas?

-Por supuesto que disfruto, y mucho, pero no quiero que sea un motivo de pelea mi relación con ambas. Lo nuestro ha sido una relación de compromiso y no te voy a negar que, por lo menos por mi parte, te he cogido mucho cariño, pero también se lo tengo a Marta.

Y continué:

-No tengo inconveniente en quedarme, pero tendré que pensar, mejor dicho, tendremos que pensar cómo vamos a organizar la situación. Nuestro contrato actual me satisface y podría ser la norma de funcionamiento futura. Las preguntas que te hago son: ¿Quieres también mantener una relación conmigo o solamente quieres que sea el padre de nuestros hijos? Y, en el caso de que quieras una relación, ¿estás dispuesta a compartirla con Marta?

-Tengo que pensarlo.

Y tras decir esto, se levantó y se fue al dormitorio.

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