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Mi mujer por un sofá

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Acabábamos de conseguir un poco de dinero, y como nos estábamos montando el piso decidimos comprar un sofá, era sábado, llevábamos toda la tarde visitando casas de inmuebles, a Laura le gustó un sofá que hacía rinconera, cuando entramos a preguntar por el, él hombre nos dijo que era de calidad, patas de acero lacado, fácil de lavar, con multitud de colores a elegir y como era de módulos, podíamos pedir la variante que más nos gustara. Sin decir precios, mi mujer se decidió por hacer la rinconera de dos por dos metros y en color azul, el hombre que tendría unos trentaytantos fue a cerrar la puerta antes de hacer las cuentas para que nadie entrara, ya que se había hecho tarde y se le pasaba la hora de cerrar, antes de sentarse pasó una rápida mirada a las piernas de mi mujer, luego comenzó a sacar algunos papeles para calcular el precio. Laura era una mujer de piernas atractivas, su cuerpo estaba perfectamente moldeado y sus pechos no eran ni grandes ni pequeños, estaban muy bien puestos y el canalillo que le hacían con el sujetador te daba ganas de meterle los dedos y algo más. Hoy llevaba un vestido corto de tirantes azul claro.

-Mil doscientos cuarenta y dos euros –dijo el hombre volviendo a mirar las bien contorneadas piernas de mi mujer.

Laura se dio cuenta de lo que al hombre le llamaba la atención, y sin que se diera cuenta se subió un poco más el vestido mostrando más piel bronceada por el reciente viaje de luna de miel.

-Podría rebajarme algo –le dije.

-Te puedo quitar los cuarenta y dos –dijo. Casi se le salieron los ojos al ver la carne de aquella chica de veintiséis años, un poco más y las bragas estarían a la vista.

-¿De verdad que no puede quitarme nada más?

-Pero, ¿tu has probado el sofá?, anda venid, sentaos –nos dijo dirigiéndose al sofá y sentándose en él –venid.

Yo me senté en un lado y Laura entre los dos.

-No me digas que esto no vale su precio.

-Si, es comodísimo, pero cuarenta y dos euros es poca rebaja.

-Es que si bajo más me quedo sin comisión, ¿y que me voy a ganar entonces?

-¿Te podemos dar algo para que nos quites la comisión?

El hombre no dijo nada intentando comprender el sentido de la pregunta, mientras mi mujer me susurró al oído una idea que había tenido.

-¿Te gusta la lencería? –le pregunté, sin esperar respuesta metí mis manos por debajo del vestido de Laura y le quité las bragas, -¿te gustan? –le dije mostrándoselas, el hombre carraspeó y dijo:

-Son muy bonitas, pero la verdad, no valen mi comisión.

-Cariño déjame a mí –me dijo Laura.

Tiró las bragas a la entrepierna del hombre y sin bajarse el vestido se quitó el sujetador -¿y si añadimos otra prenda? –ahora lanzó el sujetador junto a las bragas -¿nos arreglaras el precio?

-Mi comisión sigue siendo más alta –dijo testarudo.

-¿y por estas? –Preguntó bajándose el vestido para enseñar sus preciosidades –puedes tocar.

El hombre me miró esperando mi aprobación y cuando vio que todo lo que dijera mi mujer lo daba por hecho se lanzó a sus tetas con las dos manos, apretándolas y restregándolas.

-Por esto veinte euros.

-Haber si consigo que aumente la rebaja –añadió mi mujer antes de darle un morreo con sus irresistibles labios.

Cuando el hombre dejó de pegarse el lote con mi mujer, dijo que la rebaja había subido a cuarenta –creo que aun puedo hacer que suba –pensó Laura en voz alta, sus manos desabrocharon el pantalón y sacaron la polla del hombre con gran agilidad, agachándose se introduje el miembro en la boca para succionarlo y lamerlo, el hombre que se había echado hacia atrás, miró hacia la cristalera que daba a la calle, la gente pasaba de vez en cuando, pero como el sofá estaba orientado de espaldas a la entrada nadie podía ver como mi mujer le hacía una mamada descomunal, nunca se la habían chupado de tal manera. Al cabo de un rato Laura se incorporó preguntando:

-¿Cuánto he conseguido?

-Todavía no me he corrido, has llegado a ochenta pero si terminas llegaras a cien.

-¿Ochenta es bastante?

El hombre al ver que me pedía opinión se asustó, temía que yo dijera que si, no quería quedarse a medias y encima perder ochenta euros, así que antes de que yo contestara él propuso:

-¡Espera, espera!, podemos llegar a un trato.

-¿Cuál?

-Tu mujer por mi comisión.

-¿Quieres que estrenemos el sofá tu y yo? –preguntó Laura sonriendo.

-¿Qué os parece?

-Es buena idea –dicho esto Laura se quitó el vestido sin levantarse para que nadie la viera, quedando totalmente desnuda a excepción de sus sensuales zapatos de tacón. El hombre se levantó para que ella pudiera acostarse, tumbándose entre sus piernas y con la polla en la mano apunto a la entrada de su máquina de placer, de un empujón se la metió soltando un alarido, Laura lo rodeo con sus brazos y lo atrajo hacia ella para que la besara, las manos de aquel tipo tampoco se estuvieron quietas tocando aquellos maravillosos pechos, el sofá se movía por las arremetidas, pero él estaba en la gloria follándose a aquella diosa.

-¡Me corro, me corro!

-Hazlo dentro de mí, como a mí me gusta, lléname con tu leche por dentro.

-¡Toma puta, toma mi leche!

-OH si, ya la noto.

Al cabo de un momento, Laura le preguntó con cariño si había terminado, él le suplicó un segundo polvo, -levántate –le dijo ella, poniéndose a cuatro patas sobre el sofá, Laura se acercó a mí, me sacó la polla y antes de metérsela en la boca le dijo al hombre, -Haz lo que quieras –este se puso detrás de ella acariciando la suave piel de su culo mientras se masajeaba para ponerse apunto, el hecho de ver a mi mujer mamando mi polla lo preparó en un momento, y con facilidad volvió a penetrar a mi mujer. Yo cerré los ojos para concentrarme en lo que sentía, pero me venía la imagen del hombre metiéndosela a Laura al oír el chocar de las caderas con las posaderas de mi mujer. Me corrí bastante, ella se lo tragó todo y siguió un poco más para limpiarme, cuando acabó levantó la cabeza agitándola para quitarse el pelo de la cara, luego miró al hombre que todavía seguía penetrándola.

-Acaba macho mío que yo he acabado cuatro veces con esta última.

-¡Si, ya, ya, aquí tienes lo que esperas, toma mi leche otra vez.

Laura agachó la cabeza pegándola al sofá para poner el culo más en pompa mientras decía:

-Que calentita, córrete más, así, lléname todo lo que puedas, así.

Y de esta manera conseguimos una buena rebaja, pero aun quedan muchos muebles que comprar y muchos inmuebles que visitar.

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