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Caricias sobre su sexo

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Su cuerpo se asemeja al de una mujer, menudo y delgado como es. Sus senos diminutos, coronado cada uno con un dulce terrón de azúcar, no le restan el menor atractivo. Su cabellera azabache acaricia su espalda en caída libre, dándole de este modo un toque salvaje.
Pero es su sexo masculino, pequeño y delicado, de piel suave y cuidadosamente depilado, lo que llama tu atención. Con tan solo dos dedos hace que este se agite, moviéndose con la delicadeza de una bailarina. ¿Cómo puede ser un órgano masculino tan sensual, tan apropiado a un cuerpo de mujer, tan poco amenazante?
Sus dedos plantan una tras otra caricia a su sexo, y poco a poco van logrando que broten pequeñas perlas que contienen su esencia. Con un dedo las captura y, con impúdico atrevimiento, las introduce entre tus labios. Su sabor no es el esperado, pero no es su toque casi salado lo que realmente te fascina, sino su textura; no es líquido, pero tampoco tiene el toque pegajoso que habías imaginado.
La abrazas y sientes su cuerpo estremecerse. Es un edificio al borde del colapso, una bomba a punto de explotar, una mujer a punto de liberar su esencia.
Diriges tu boca hacia su sexo y sientes cómo se descarga en tu interior. Su sabor te impregna. Su textura se adhiere a tu garganta. Tu deseo de hacerla tuya es tremendo.
Pero descargada de toda la presión que la atenazaba, la joven cae rendida sobre las sábanas y pronto se ha quedado dormida. La arropas con un beso de buenas noches y te acuestas a su lado. Mañana será otro día. Mañana será tu esencia la que se derramará sobre su piel blanca y perfecta.

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