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Humillando a un ladrón impertinente

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Óskar L era un experto ladrón. No había pared que se le resistiera, podía trepar cinco, seis, siete pisos sin ningún problema. Forzando ventanas era insuperable. Y sus trabajos eran limpios, sigilosos, perfectos. Siempre jugaba sobre seguro. Nunca arriesgaba innecesariamente, porque en su oficio ese era el secreto del éxito. Aún así, como llevaba unos cuantos años de experiencia, no podía evitar ser un viejo conocido en dependencias policiales. Había pasado también un par de temporadas a la sombra. Pero dar palos en las casas le gustaba. Tenía su aquel adrenalínico. Este golpe iba a ser perfecto, porque había hecho un seguimiento exhaustivo de su víctima, Cristina S. Una ejecutiva de una importante multinacional, que vivía en una zona residencial de la ciudad. Ese dia, aquella mujer de no mucho más de treinta años de edad, soltera y, por cierto, muy buenorra ella, estaría ausente, en viaje de negocios. Nada podía fallar, pero una variable no prevista entró en juego.

El viaje de negocios que iba a hacer Cristina, se suspendió. Justo cuando Cristina se encontraba en Barajas para retirar su billete a Londres, una llamada de móvil le anunciaba que la entrevista con el presidente de Lindon INC se cancelaba por inprevistos familiares del directivo inglés. Cristina cogió un buen cabreo y se volvió a su casa, en Vigo. Pensó que, de vuelta en Vigo, podría parar a tomar un par de cubatas en el pub de su primo, un local de moda de la zona de Churruca, pero en cuanto se vió entrando en la ciudad, desistió de tal humorada, porque el cansancio empezaba a hacer mella, después de un día de prisas y de nervios, y encima conduciendo tantos kilómetros en tan pocas horas. Así que se dijo a sí misma: no, nada de cubatas; una ducha relajante, una cena sencilla, talvez media hora de tele, y a dormir. Y así lo hizo, contra los cálculos de Óskar.

Cristina se miró de cuerpo entero ante el espejo empotrado en su armario ropero. "Qué imponente estoy"- se dijo – "no hay hombre que me doblegue, y todos me desean"-pensaba satisfecha para sí. Efectivamente, no había compañero de trabajo que no fantaseara con ella, pero todos le temían, al mismo tiempo. Era una mujer enérgica y, cuando quería, agresiva. Y no le convencía lo de tener pareja. Ni compañero formal, ni novietes. Los hombres eran para ella un coñazo insufrible. Eran para usar y tirar. No había ni uno sólo con el que mereciera la pena perder un minuto más de tiempo del preciso. Menos aún había motivos para perder la cabeza por ellos. Se quitó la bata y, en ropa interior, tal y como solía dormir en los meses estivales, se metió en la cama.

Las tres de la mañana, hora prudencial. Nadie en la calle. Ni un alma se mueve por los alrededores. Todo el edificio con las luces apagadas. Bien. Era el momento. Óskar L comenzó a trepar. No era complicado llegar al objetivo, porque se trataba de un tercer piso. Forzó la ventana con maestría. Se introdujo en el piso, sin hacer el menor ruido. Encendió su linterna...pero en un ángulo que no controlaba...mierda! una figura de porcelana o similar cae al suelo, armando un pequeño escándalo. En el piso no había nadie (o eso creía él) pero en los pisos próximos este ruido se podría oir. Se estuvo quieto unos segundos, quizá minutos. Cuando pensó que todo estaba en calma, continuó controlando la estancia, echando un vistazo alrededor, acompañado de la linterna...era la sala de estar. Habría que buscar el dormitorio, las joyas y otros objetos de valor suelen estar allí.

Cristina creyó escuchar un ruido en alguna parte de la casa...la habitación de invitados, quizá? Se despertó sobresaltada, justo en el momento en que estaba a punto de abandonarse a la fase más profunda del sueño. Se puso la bata, sin encender la luz. Andará alguien ahí? Pero quién? Pensó en un ratón, pero...casi imposible, la casa estaba bien aislada y jamás se supo de nadie en el edificio al que se le hubiera colado un ratón en casa. Qué tipo de intruso podría haber en el piso? Un ladrón...más difícil aún de creer, aquel era un barrio tranquilo, jamás había habido problemas de robos, atracos o cosas por el estilo. Llegó a la habitación de invitados, esperó a escuchar algo. Nada...encendió la luz y, efectivamente, allí no había ni ratón, ni ladrón, ni nada que pudiera hacer ruido alguno. El ruido habría sido en algún piso cercano, sin duda. Volvió a apagar la luz, y esperó unos segundos...seguía sin haber ningún ruido, ni nada extraño. Se sintió más tranquila y volvió a su habitación.

Óskar había oído el ruido del trajín de Cristina...joder!...la habitante de la vivienda estaba allí....mierda, mierda, mierda...apagó la linterna. Y rezó para que la dueña de la casa se fuera a dormir para emprender la retirada. En unos minutos, cuando se quedara dormida. Pero algo falló de nuevo en los cálculos de Óskar. Oh, no! Estaban abriendo la puerta de la sala de estar.

De camino a su habitación, Cristina pensó que, para quedarse tranquila de todo, mejor mirar también en el resto de dependencias de la casa. Se dispuso a comprobar que todo estaba bien en la sala de estar. Abrió la puerta y encendió la luz. Y no pudo evitar soltar un alarido que fue acompañado casi simultaneamente de otro, el que soltó el intruso que se encontró de frente. El susto y la sorpresa se tornaron en fracciones de segundo en ira para Cristina, ante un extraño que sí estaba verdaderamente desconcertado y fuera de juego. Lo de emplear la violencia no era lo suyo, su especialidad eran los trabajos limpios, discretos y rápidos. Nada de agresiones, nada de amenazas.

Cristina puso los brazos en jarra y empezó a bombear como un muelle. Aún en el medio del pánico y el desconcierto, a Óskar la visión de esa mujer en bata, con el pelo suelto y la cara crispada, le pareció muy excitante.

-Bueno!-dijo Cristina-Y tú quién cojones eres, y qué haces aquí...?

-Se...ñora...se...ñori...ta...bueno...-Óskar intentaba torpemente articular una frase que explicara lo inexplicable. Había allanado una morada, con una intención que no era logicamente buena.

-Qué...? Dame una buena razón para no llamar ahora mismo a la policía...

-No...-dijo Óskar, casi sollozando-no haga eso...yo, en realidad...mire, yo me voy, y...

-Tú no te vas de aquí, a no ser que tengas una buena explicación para darme-echó una mirada fugaz a la figura rota-tú sabes lo que valía esa figura de porcelana? Era porcelana china! Por cierto, quién me va a pagar la ventana?

-Señora...que yo, de verdad, no quería...

Cristina seguía botando nerviosamente, pero interiormente cada vez se sentía más segura, crecida ante el miedo del extraño.

-Dame una buena razón por la que no llamar a los vecinos y que te dén una paliza

Se quedaron mirando el uno para el otro. Una idea diabólica se encendió en la mente de Cristina. Sonrió maliciosamente.

-Claro que...bien pensado...veo que tienes un buen paquete...tras ese jersey, se adivinan unos buenos bíceps y tus piernas y tu culo...joder...estás cachondísimo

Óskar bajó la vista ruborizado y no pudo evitar enpalmarse.

-Tú y yo lo podríamos pasar muy bien juntos. Yo también estoy muy buena.-y se abrió la bata, como mostrando la mercancía-no sé, yo me podría olvidar de esto, si estás dispuesto a hacer...unas cuantas cosas

-Pero...

-No te gusto, o qué? Piénsalo bien. Sólo te voy a pedir una cosa. Quiero que repases todo mi cuerpo con esa lengua que tienes. Quiero que pruebes en tu boca a esta diosa. Eso, a cambio de no llamar a la policía.

Óskar se quedó pálido y petrificado. Cristina empezó a tocarse por todas partes

-Hummmm...no te gustaría recorrer este cuerpo suave y duro con tu lengua? Mis tetas, mi culo, mis piernas, mi coño....uyfffffff

Se acercó a él, después de tirar la bata al suelo. Él se lanzó golosamente sobre las tetas abundantes y bien formadas de Cristina, pero ella interceptó su cabeza con un tirón de pelos

-Un momento!-dijo-aquí mando yo, que para eso tengo en mis manos tu libertad. Primero, el coño...

Y Óskar bajó, forzado por Cristina hasta su entrepierna . Ella separó la braga y él, a cuatro patas, empezó a jugar con la lengua en el clítoris de su ama. Ella experimentó una auténtica montaña rusa de placer que le fue invadiendo el cuerpo, hasta que llegó el primer orgasmo, momento en que sus jadeos se aceleraron, su ritmo cardíaco también, hasta que la corrida estalló, celebrada por un gran grito. Después, aún jadeante y temblorosa, le dijo a su esclavo:

-Te ordeno que no te vayas aún de ahí abajo. Tu ama tiene un premio para ti.

Y dejó salir un chorro de orina, que fue a caer en parte en la boca y la cara de Óskar

-Es néctar de diosa, espero que lo sepas apreciar. Ahora, vuélvemelo a comer...

Acercó una silla y se sentó, ante la mirada de Óskar, que aún permanecía a cuatro patas. Abrió las piernas, mostrando su raja y tomó de los pelos a Óskar, acercándolo a su clítoris

-Venga, come...sé que te gusta, en la vida has probado un manjar parecido...

Óskar volvió a la faena, y Cristina siguió celebrando con gemidos y jadeos la exploración glótico-cunicular de su presa. El esclavo levantó la cabeza un segundo para decir algo, pero encontró los dedos de Cristina asiendo de nuevo suspelos para enderezar la trayectoria de la cabeza...

-Qué haces? Quién te mandó parar? Sigue!!!

Lo que Óskar le quería proponer a Cristina, era pasar al coito, pues la polla del ladrón estaba que rebentaba. Se empezó a tocar las partes, para masturbarse en la medida de lo posible, mientras cumplía con las exigencias de su captora. De nuevo un orgasmo electrizó los sentidos de Cristina y esta le dijo:

-Te adivino las intenciones. Pero este coño no es para tu polla. Ya habrá un premio después, si te portas bien...ahora, mama de estas tetas tan gloriosas

y Óskar, ahora de rodillas, empezó a comer, a lamer, a chupar...se sentía nadando en un mar de carne dulce y tersa, que se movía salpicando sus ojos, su nariz, su boca...Cristina gozaba de la comida, al borde de la locura, y le llegó otra corrida, ayudada por su dedo. Tomó la cara de Óskar con una mano y le dijo:

-Estás a punto de concluir tu trabajo. Ahora quiero que me explores el culo...

Se dio la vuelta, puso un pié sobre la silla, mostró su culo y le dijo a Óskar:

-A comer, esclavo...

-Oiga, mire...-dijo Óskar exhausto- Está usted muy buena, pero todo tiene un límite. El coño y las tetas, vale. Pero el culo...

-Cómeme el culo, o llamo a la policía...

-Pero, por favor...tiene usted que comprender que...

-Cómeme el culo...- dijo Cristina, poniendo énfasis en cada palabra

A Óskar le daba asco comerle el culo (cada uno tiene sus prejuicios...) pero no tuvo más remedio que acceder a los deseos de Cristina, que lo volvió a asir de los cabellos para que también le comiera el coño otra vez. Hasta tres orgasmos tuvo de esta vez Cristina y Óskar, cada vez que llegaba uno, pensaba que había terminado, pero acababa por frenar su retirada la mano severa de Cristina, que le asía los cabellos con energía y con fuerza. Al concluir Óskar el nuevo "trabajo" que le había sido impuesto, Cristina le dijo:

-Queda una última cosa, esclavo. Túmbate boca arriba en el suelo...

-No sería mejor hacerlo en una cama...?

-No. He dicho que boca arriba en el suelo. Así es como me gusta a mí...

Óskar obedeció, recordando la promesa de que a cambio le dejarían marchar, pero en realidad no sabía lo que le esperaba. Cristina se quitó las bragas. Avanzó con las piernas abiertas hasta la altura de la cara de Óskar, y, para asombro de este, se sentó encima. A Óskar no le dio tiempo a protestar, sintió el peso de Cristina sobre su cara, sintió cómo su boca era invadida por el coño de Cristina y empezó a asfixiarse, mientras trataba de hablar para implorar que su ama se quitara de allí y de respirar. Los boqueos de Óskar hacían disfrutar a Cristina, que le ordenaba que le diera a la lengua

-Aaaah...aaaah...vamos, hijoputa, habla...vamos, mueve la boca, mueve la lengua...ahí te va otro trago de néctar de tu diosa...aaaah...

Y este último orgasmo triplicó la intensidad de los otros, de manera que el propio entusiasmo de los lances finales obligó a Cristina a moverse frotándose sobre la cara de Óskar, lo que a Óskar, le hizo todavía más daño.

-Por favor...ya está bien...-imploró Óskar mientras se recuperaba-deje de obligarme a hacer cosas que no me gustan, ya he cumplido mi parte del trato...

-Todavía no te voy a dejar marchar-dijo Cristina.-Lo has hecho muy bien, pero te voy a dar una lección, para que sepas con quién te has metido. Espérame aquí. Si se te ocurre escapar, te denuncio...

Tardó unos cinco minutos en volver, y lo hizo envuelta en un mono de látex

-Qué es esto...-dijo Óskar- No me va el sado-maso...

-No te preocupes, no te voy a pegar...ven aquí y súbete a mis espaldas, te haré una demostración de mi poderío. Te demostraré porqué soy demasiado mujer para ti

-Pero...qué está diciendo...?

-Súbete...ahora...-dijo Cristina, poniendo un énfasis imperativo en sus palabras

Óskar se subió a los lomos de su ama y esta comenzó a caminar por todas las estancias del piso. El intruso empezó a revolverse y a decir "bueno, ya está bien, ya ha demostrado usted que es muy fuerte y.." entonces Cristina empezó a bombear a cada paso y dijo:

-Todavía no...te vas a correr en mi espalda, capullo. Mi espalda basta para que tengas la mayor corrida de tu puta existencia. Y pretendías mi coño? No me hagas reir...

Óskar protestaba y se resistía. Exigía que le dejara ir, y combinaba esas exigencias con peticiones por favor, sollozaba desesperado por la humillación a la que le pretendía someter aquella mujer. Llegaron a la habitación de Cristina. Esta se detuvo ante el armario empotrado y siguió botando mientras Óskar protestaba

-Arre caballito, arre burro arre...mira al nene enfadado...el nene a punto de correrse en el caballito de mamá, eh?

Óskar no pudo evitar correrse sobre el frío látex que vestía la dura y potente espalda de Cristina. Entonces, Cristina lo soltó. Óskar, se dejó caer de culo y en el suelo continuó llorando, con el rostro entre las manos. Cristina sonrió triunfal y puso los brazos en jarras, apartando la larga melena con un enérgico movimiento de cabeza

-Qué...? Te ha gustado? Mira lo que soy capaz de hacer con mi espalda...

Cristina se quedó unos segundos contemplando el llanto de Óskar, hasta que decidió levantarle de nuevo y cogerlo en brazos como a un crío. Empezó a mecerlo y a consolarlo...

-Hala, hala...venga, ya sé que es duro saber que eres una mierda. Venga, te cascaré otra paja y eso te consolará

Cristina empezó a pasearlo mientras lo mecía. Óskar ya no se resistía, sólo lloraba su dignidad herida. Y lo peor es que ya no sabía cómo ni cuando saldría de allí.

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