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Cogiendo en la casa modelo, la casa abierta

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A través del tiempo, no sé con seguridad con cuantas Marías me he ido a la cama: María de Los Ángeles, María Piedad, María Elena… y puedo quizá nombrar más de una docena, que incluso en algunas, sus dos nombres se repiten. En este relato les contaré de esta otra María, cuyo segundo nombre es Melida.

Llegó a trabajar para la agencia de bienes raíces de la cual mi hermana Kashira es la dueña. En realidad, los que conocen algunas de mis relatos, Kashira no es mi hermana, es la prima de la que fue mi esposa y que por esos azares del destino, ella se tomó a la tarea de criar a mi hijo y es lo único que ella tiene y por lo que vive. Por tanto, cuando Kashira me pide de favor en algunas ocasiones que me involucre en su negocio, lo hago con mucho gusto y no puedo negarle nada. En aquella ocasión, durante la cena, pues debo mencionar que desde hace quince años vivimos juntos, me pide el favor de llevar a una de sus asistentes a lo que en inglés en este país se conoce como: Open House (casa abierta. Un concepto de tener la casa abierta para que los potenciales clientes vayan y entren libremente a observar las casas de venta. En esta ocasión, según me explica, es una nueva subdivisión de un proyecto de un centenar de casas y tienen la casa modelo que está totalmente amueblada y decorada. El favor consistía en llevar y ayudar a María Melida, a que se instale y donde estará ofreciendo algunos refrescos y bocadillos, como a la vez debo ir por ella a las 5 de la tarde, pues María Melida tiene problemas de transporte y mi hermana tiene que asistir a unos cierres de contrato en otra ciudad y todos los demás asistentes de ella, están sumamente ocupados.

Me había presentado a María Melida en uno de esos asados que mi hermana conlleva de vez en cuando con sus empleados. En aquella ocasión que me presentaba a María Melida, me hizo saber que era hermana de María Piedad, un hermosa chica colombiana con la que me había ido a la cama meses antes y que de por cierto era casada. Desde entonces me aclaraban que para que no hubieran confusiones, a una le llamaban solo María y a la que este día me la presentaban con su segundo nombre: Melida.

Aquella vez en el asado observaba a las dos hermanas, pues no se parecían entre sí aunque las dos son mujeres bonitas. Me di cuenta que María Piedad, tenía más pechonalidad que trasero y en el caso de María Melida, tenía menos pechos pero un suculento culo que lo primero que me pasó por la cabeza, que era el trabajo de algún cirujano plástico. Me llevó a una erección en el momento que recuerdo se acurrucó y pude ver como una blanca tanga se hundía entre esas ricas nalgas. No le insinué nada, pues meses antes me había cogido a su hermana y era su misma hermana quien me daba a conocer que Melida, también era casada. Ya meses después que mi hermana me pedía el favor de llevarla y asistirla con las cosas, mi hermana me da a conocer que Melida está en el primer trimestre de embarazo, y que no le permita hacer mucho esfuerzo en aquello de acomodar las mesas y cosas pesadas.

Recuerdo que llegué por Melida en la mañana y ella ya estaba lista esperándome. Vestía un aroma exquisito, con una falda oscura de color gris que apenas le tocaba la rodilla y bastante ajustada y una blusa de color beige, donde se le notaba el sostén del mismo color que le mantenían esos pequeños pechos que deberían quizá alimentar en un futuro, al crio que se le formaba en el vientre. Eso de la falda y por los zapatos que llevaba fue la excusa para asistirla para que subiera a mi camioneta (troca o pick up), pues estaba bastante elevada que prácticamente la tuve que cargar y pude ver en aquel proceso, aquellas hermosas nalgas que son lo fuerte de Melida.

En aquel tiempo tenía alrededor de 33 años y un año viviendo en este lado del mundo, y por lo que me di cuenta después, el matrimonio era uno de esos que son simplemente un arreglo para aspirar y llegar a tener una residencia legal en este país. Nunca supe si aquel embarazo era producto de Melida y su falso esposo, o eran los genes de alguien más, la realidad que aunque sabía estaba embarazada, la idea de cogérmela en ese estado fue como un fuerte morbo para mí. Realmente no se le notaba que estaba embarazada y yo no le mencioné que lo sabía, y durante los 25 minutos que nos tomó llegar a la casa modelo, pues le insinué en algo que me gustaba:

- ¡Mira que suerte la de tu esposo, que linda mujer tiene! Realmente siento envidia. –le dije y ella sonreía esquivando la mirada.

- Sr. Zena, ¿le puedo hacer una pregunta indiscreta?

- Bueno, si a esas vamos, ¿te puedo hacer una yo después?

- ¡Está bien!

- Dime…

- ¿Usted y Kashira son pareja? Ella es una linda mujer y su hijo le llama “Madre” a ella… viven bajo el mismo techo, y usted es un hombre muy guapo, hablando honestamente. ¿No sé cómo no se han atraído mutuamente?

Le di una respuesta breve para explicarle la situación, pero luego quería llegar a donde quería llegar y que ella misma me abría la avenida al declarar de una manera trivial que yo le parecía guapo. Eso me dio la pauta:

- Melida, ¿de veras te parezco guapo?

- ¡Usted sabe que lo es! Por ahí me han contado que usted es un picaflor…

- Si tú estuvieras soltera, ¿aceptaras a salir conmigo?

- Lo más probable… pero deje de mirarme así, que me pone muy nerviosa. –exclamaba, al sentir que mis ojos se concentraban en ella.

- ¡Lo siento! No quiero incomodarte, simplemente que se me hace muy difícil dejar de apreciar tu belleza. ¡Tú sabes que eres linda y muy bella! Por eso envidio a tu esposo… que no daría por tener aunque sea una hora contigo…

- ¡Usted está loco! Y no me hable así que me siento muy nerviosa.

Veo que cruza los brazos y en su piel de tez clara y con algunos vellos color oro, veo que sus poros se han erizado como si tuviese frio. Melida no me da su lindo rostro, mas va como fija viendo al lado de la ventana.

- ¿Tienes frio?

- ¡Usted me ha provocado el frio! Me pone muy nerviosa su mirada.

- ¿Te causo miedo?

- ¡No sé! Pero me pone muy nerviosa.

- ¿Temes que te cause daño, que quiera abusar de ti?

- ¡No creo que se atreva! No lo creo a usted de esa clase de hombres… -decía.

- Sabes Melida, tú me gustas mucho, creo que eres una bella mujer, pero nunca me atrevería a tocarte si tu no lo quieres. Pero sabes, te voy a ser honesto, desde que mi hermana te presentó conmigo, desde ese día he fantaseado contigo.

- ¿Usted fantasea conmigo? Si... si... hay muchas mujeres más lindas que yo y por lo que me cuentan por ahí, usted debe tener mujeres por todos lados.

- No te niego, tengo algunas amigas con beneficios, pero eso no me priva a pensar y a soñar a pasar algún tiempo contigo.

- ¡Usted sabe que soy casada!

- Lo sé, y no quiero entrometerme en tu vida. Es solo una aventura que se puede repetir si tú lo deseas. Mira, yo no quiero que estés en problemas y yo no me quiero involucrar en ninguno. Mira, no me tienes que contestar, pero si deseas lo mismo que yo deseo, llámame durante el día y podemos inaugurar la casa y la habitación matrimonial nosotros dos.

Ella solo guarda silencio y no me dice nada. Hemos llegado a la propiedad de la casa modelo y veo que es de buen tamaño. Amplia cocina, dos salas de recreación, cinco habitaciones, tres baños completos y toda esta amueblada con todo lo necesario y decorada por mi hermana Kashira. Melida se concentra en preparar los bocadillos en la cocina, mientras yo le pongo las mesas y toda la publicidad de venta en el guarda coches. Me tomo más tiempo del necesario, con la esperanza que Melida me insinué algo, pero solo me conformo con ver aquellos hermosos glúteos como hacen ese vaivén de los compas de su cadera. Me despedí de ella con el típico beso, como siempre lo hemos hecho, pero en esta ocasión yo le beso cerca de su oreja. Creo que ella lo toma como un equívoco del balance de mi altura con la suya, pues Melida me llega cerca de mi hombre. Por aquel tiempo, Melida debía tener unos años menos que yo, le calculé unos 33 años y yo rondaba los 36. Me fui con esa sensación que había traspasado la confianza y hasta sentía que había hecho el ridículo. Aun así, antes de abandonar el lugar, le volví a recordar: Piénsalo y podemos inaugurar la habitación matrimonial. –le dije.

Me fui con un amigo a pegarle a las pelotas de golf por un rato y el tiempo se me pasó por aquel día volando que de repente vi el reloj que se acercaba a las 4:00 Pm y yo debería estar por Melida a las 5:00 p.m. Saliendo de mí ducha estaba cuando el teléfono suena a las 4:15 p.m. y escucho la voz de Melida:

- ¿Tony, me jura que nadie sabrá nada?

- Melida, nadie sabrá nada, esto quedará entre tú y yo.

- ¡Vengase ya pues!

Me vestí lo más pronto que pude y desde ese momento mi verga se me puso sólida, pues la idea que me comería ese culo no se me quitaba de la cabeza. Totalmente olvidé que Melida estaba embarazada y en el camino como si fuese un chiquillo paso por los típicos dulces mentolados y una botella de vino. Llegué un cuarto para las cinco y ella ya tenía limpia la cocina, pues todo lo que llevamos se quedaría ahí, pues el siguiente día debería de volver a la casa modelo. Llego y obviamente la puerta está abierta y lo primero que me dice es que tiene miedo:

- ¡Tony, tengo miedo!

- ¿Miedo por tu esposo?

- No, eso no me preocupa… miedo a lo que estoy haciendo… nunca he hecho algo así… estoy nerviosísima.

- Tranquila Melida. Yo te aseguro que nadie sabrá nada. Por lo menos de mi parte nadie sabrá nada.

Me acerco a ella y la tomo entre mis brazos y le beso el cuello y me doy cuenta que lo de los nervios es verdad; tiembla cuando me le acerco. Masajeo su cuello y su espalda para que sienta confianza de alguna manera de mis manos, pero continúa con un enorme silencio y yo ocupo ese tiempo para acariciar sus manos y hacer algo de confianza. Le digo que echemos llave a la casa y ella me dice que se quiere dar una ducha. Ella se mete al baño, pero le echa llave. A los minutos sale con el cabello mojado y sin maquillaje y solo cubierta por una toalla. La tomo y la cargo y la poso en esta cama matrimonial de esta casa modelo. Beso su cuello y ella es evasiva y me dice que no le deje marcas… la pongo de un lado mientras yo comienzo a despojarme de mi ropa. La pongo de lado y me queda esa vista espectacular de sus dos enormes y ricos glúteos totalmente desnudo y mi verga erecta recorre entre ellos esa rajadura exquisita, mientras yo le beso la espalda algo encorvado. Alguien toca el timbre de la casa modelo y Melida se asusta. Vemos entre las cortinas y parecen ser potenciales clientes que han llegado tarde a ver la casa.

Como nos tuvimos que levantar, Melida me mira con asombro mi verga erecta. Ya no seguimos en esa posición, ahora es ella la que me besa los pectorales y mi abdomen, y toma la verga con su pequeña mano y comienza a expandir mi líquido seminal que abundantemente ha llenado mi glande, que de repente comenzó a hacer ese chasquido por la fricción de su mano. Me hace un juego oral, donde me besa todo el entorno de mi verga, de vez en cuando se introduce alguno de mis huevos en su pequeña y bonita boca, y pasa así por minutos sin insertarse la verga y solo me deja sentir sus labios y la punta de su lengua lengüetea mi glande. Me tiene a mil y es ella la que hoy habla:

- Tienes una verga muy hermosa y la más grande y gorda que personalmente he visto. ¿Cuánto te mide?

- 22, 23 centímetros… algo así. –le he contestado.

- Definitivamente es grande. – diciendo aquello y se metió lo que más pudo en su linda boca.

Me dio una mamada deliciosa de algunos 10 minutos y me dejó ensaliva la verga y mis huevos. Presintiendo o imaginando lo que Melida quería hacerme, ella ya tenía una toalla para secarme los huevos. Yo quise corresponderle a la mamada, pero me pidió que quisiera montarme. Se subió por sobre mí, abrió sus preciosas piernas y me deja ver su conchita bien pronunciada entre esa estructura sólida de su pelvis. Melida cabalga con un bonito ritmo, que si no fuese por mi experiencia en estos trotes, a cualquiera hace acabar en minutos. Me sostengo y quiero mamar sus tetas en esa posición, pero Melida no me permite, más que tocarlos y amasarlos con mis manos. Ella ha hecho el mayor esfuerzo en esta faena, y le dejo ir una arremetida violenta y Melida gime de placer y solo me dice: Así, así… no pares… dame, dame. He acelerado el ritmo y Melida cierra los ojos y abre la boca y un gemido escandaloso de placer sale de su boca: Me voy, me voy… Dios mío que rico. Le he taladrado su conchita con tanto ímpetu, que su orgasmo me lleva a que eyacule tremendamente en ella. La colcha nueva de la casa modelo se ha mojado.

Puedo ver cierto sudor por sobre sus labios y su sien, y yo estoy también transpirando tremendo ajetreo sexual. Ahora los dos nos vamos a la ducha y nos aseamos de nuevo. Salgo y mi teléfono suena y es Kashira, quien me pide no me olvide de recoger a Melida. En mi mente solo pensé: Aquí me la estoy re-cogiendo. Por alguna razón que creo comprender, Melida no me permitió que le chupara su conchita, aunque me acerqué, pues no me puso objeción que le chupara el culo. Toda mi cara estaba metida en esas nalgas y me comí a placer ese ojete, mientras Melida se retorcía y gemía de placer. Intuyendo que me quería coger su culo, me vuelve a dar una mamada en la verga y me la llena de su saliva. Aun así le he preguntado si me lo puedo coger, sin decirle que. Ella solo dice: ¡Es suyo!

Cuando una chica me responde de esa manera, intuyo que ha tenido esa experiencia anteriormente y que de alguna manera la ha gozado. Regularmente las chicas dicen “no” por pena, o se niegan por los tabús que tienen y se dan a rogar, aunque la mayoría tienen esa curiosidad. Pero Melida es una mujer de 32 o 33 años, sabe lo que hace y sabe lo que quiere.

Se pone en cuatro sobre la cama después de haberme mamado la verga. Encorva su rico cuerpo donde al nivel de sus pechos se pone una almohada. Yo literalmente me subo a la cama y me paro por sobre ella, y desde ahí miro ese trasero exquisito de Melida, que incluso en esta posición uno tiene que abrirle las nalgas para poder observar su rico culo. Me agacho brevemente para darle lubricación con mi lengua a su rico culo y solo me advierte de una manera pasiva: Tony, con cuidado, recuerde que su verga es más grande y gruesa que el promedio.

Tomé mi glande y lentamente, poquito a poquito se perdió en el culo de Melida. Ella dio un pujido pero asimilo la entrada. Sin aplicar fuerza y de una manera delicada, le fui enterrando el resto de mi verga, hasta que mis huevos rozaban la conchita de Melida. De esa manera y sin mucho movimiento estuvimos por un par de minutos y donde podía sentir ese vibrar de la contracción de las paredes del ano que Melida me enviaba y yo le correspondía contrayendo mi glande adentro de su rico culo. De esa manera comienzo un vaivén lento y parsimonioso y donde debido a lo bien lubricada por la mamada de la verga que Melida me había dado, aquel chasquido del entrar y salir de mi verga en su culo, era sensacional. Me di gusto de ver cómo salía completamente mi verga del culo de Melida y como se lo volvía a perforar con más agresividad. Fue tanto esa penetración, que Melida tuvo que pasar la pena de cómo su culo producía ciertos ventosos, de los cuales ella no tenía control, pues era yo quien le llenaba de aire su rico trasero.

Con mucha más confianza ella me pide que me quiera volver a cabalgar. Yo asisto y me vuelvo a acostar sobre mi espalda y veo como Melida maniobra y frente a mí, ella toma mi verga, la apunta a su rico ano, y mi verga fricciona de nuevo las paredes gloriosas del culo de esta chica colombiana. Creo que es lo que más le fascina a Melida, montar, cabalgar, pues ella impone su propio ritmo y yo le correspondo para que tenga placer. Minutos después vuelve a cerrar los ojos y abrir la boca y vuelve a decir gritando: No pares, dame… Dios mío, me estás haciendo correr… Oh Dios mío, que rico. Le dejé de taladrar aquel hermoso culo hasta que ella me lo pidió y donde era evidente que eran más que un simple orgasmo, eran múltiples para Melida.

Cuando cesó su placer, esta vez la puse de perrito y le seguí taladrando el culo a Melida. Esta chica tiene un talento bien especial, así como hay chicas que lo tienen con su vulva. Contraen muy bien las paredes de su vagina, que te hacen sentir ese vibrar exquisito de sus sexos. Esta colombiana lo hacía con su rico culo, que hasta se oía el chasquido que producía. En aquella posición, me hizo acabar delicioso, y le llené el ano con una rica y enorme corrida. Le dimos vuelta a la cobija, pues ya ese lado estaba lleno de nuestras secreciones sexuales.

Nos volvimos a bañar y le he dado por la conchita a Melida otra vez donde logró su tercer o que se yo, séptimo orgasmo. Yo he logrado un tercero abriéndole el culo de nuevo pero esta vez en la posición algo similar al misionero, pero en esta ocasión, ella con las piernas abiertas y sobre mis hombros al borde de la cama. Hemos llenado y es evidente la follada que ha acontecido sobre esta cama. La habitación huele ahora a sexo, una especie de un extraño olor a cloro, pero que nos hipnotiza para seguir cogiendo. Hemos salido ya oscureciendo del lugar y donde tuve que ir a conseguir un cubre cama similar al que mi hermana Kashira había puesto en decoración de la casa modelo. Quizá era más fácil traerlo y lavarlo, pues el que compré, mi hermana lo notó fácilmente. Melida dio la excusa que uno de los visitantes lo había embarrado de comida, y que ella lo lavaría para que no quebrantar el matiz de colores que mi hermana había visualizado de aquel lugar.

Por aquellos días, cogimos como locos con Melida en la casa modelo. Regularmente eran dos polvos a cada dos días y ella no sé cuántas veces se venía. Algunas veces el concepto de la casa abierta tuvimos que derogarla, pues al echarle llave en horas que debería estar abierta, lo único abierto en el lugar, era la conchita o el sabroso culo de Melida. Nunca me dejó que le diera placer oral, pues creo que tenía que ver con lo de su embarazo, pero al final de aquel mes y quizá de tanto coger duro, tuvo un aborto espontaneo, y fue cuando ella me confesó que estaba embarazada, aunque yo ya lo sabía. Y creo que Melida ha sido la segunda, después de mi esposa, a quien me cojo en esa condición y eso creo añadía al morbo de mi excitación.

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