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Cómo me penetró el padre de mi amiga Esther

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Esto me pasó hace un año, no es el único padre de una amiga que me ha penetrado, no. Sus miradas lo delataban, su amabilidad lo anunciaba y su pene duro me lo confirmó: el padre de mi amiga Esther me quería follar, ¡y me folló! Yo tenía veintidós años.

Esther y yo éramos amigas y compañeras de estudios desde hacía varios años, primero en bachiller y después en la universidad. Ella venía a veces a estudiar a mi casa, otras veces era yo la que iba a estudiar a la suya.

La casa de Esther es más grande que la mía, sus padres tienen profesiones liberales y están muy reputados, sobre todo el padre. En casa de Esther se respira armonía entre ellos y mucha libertad. Su madre es una dicharachera y una "loquilla" a la que le gusta lo esotérico y tiene amigas que "echan las cartas". El padre de Esther es un hombre muy culto y tiene un empleo de prestigio (no diré el nombre real del padre, lo llamaré Arturo).

Cuando estudiaba bachiller y me quedaba a dormir en casa de Esther, me paseaba en braguitas por toda la casa, soy una exhibicionista. Ya entonces me gustaba su padre, pero él, siendo yo tan joven, "ni me miraba siquiera". Pasear mi culazo por la casa de Esther y que el padre evitara mirarme me hizo desearlo intensamente, tanto que mi rajita era maltratada por mis dedos imaginando que era el pene del señor Arturo, el cual deseaba tanto ver y tocar. Pasaron varios años y ya en la facultad mi cuerpo cogió su forma definitiva:

Tengo un culazo, ante el cual, los hombres frenan el coche a mi paso por ver como muevo el culo al caminar. Me gusta que me miren, hombres y mujeres, y siempre llevo minifaldas cortitas que insinúan mis cachetes poderosos y muestran mis firmes y claritos muslos. Mis pechos son grandes, sin ser desmesurados; mi cabellera es pelirroja natural, es larga y rizada, mis ojos color verde claro dicen que quitan el sentido y tengo una mirada felina, "que me define".

Desde que estamos en la universidad, nuestra amistad es más fuerte. Cuando empecé a estudiar en casa de Ester, tanto a ella como a mí nos dio por bañarnos desnudas en su piscina, ¡incluso estando sus padres presentes!, nunca han protestado, al contrario, su madre siempre dice que somos "alegremente modernas" y que da gusto ver nuestros cuerpos desnudos, que quien tuviera nuestros años (lo dice por mí, Esther es "algo menos sensual"; es la verdad), en mi casa en cambio me daba corte bañarme en la piscina desnuda, en aquel entonces, ahora no. La madre de Esther tiene un vientre entrado en carnes, se llama Laura y tendrá unos cincuenta años, pero está bastante desmejorada; en cambio su marido, con también cincuenta años, tiene un abdomen plano y muy buena planta; su sienes plateadas lo hacen muy elegante; está bastante bueno. Esos baños desnuda comenzaron un día que Esther me lo propuso, son una familia nudista, menos la madre, aunque sus padre no se desnuda en casa, no quiere perder "dignidad" delante de los criados ni de las miradas de los vecinos. Para mí esos baños en pelotas fueron una liberación de mi lujuria y de mi sensualidad, ya que me encantaba exhibir mi cuerpo ante la vista de los demás, en aquel caso su padre, su madre y las criadas. Yo buscaba posturas en las que el padre de mi amiga me viera la rajita del chocho, ¿que como es mi chocho?, dicen que es como el cabello de ángel: mi pubis está muy poblado de pelos rizados pelirrojos, en cambio los labios mayores de mi sexo solo tienen pelusilla y destacan bastante, siendo claritos y abultados; no me da vergüenza describirme ya que me siento muy bien con mi cuerpo.

Mi rostro está lleno de pecas, que dicen que me hacen muy guapa.

Al bañarnos en la piscina me gustaba hacer inmersiones, en las que se me veía el bollo salido por detrás. También me sentaba en el borde de la piscina en posturas sugerentes, (para esas poses siempre he tenido "mano"). Me secaba el pelo mientras miraba al padre de mi amiga sentado en su hamaca; el me miraba, tragaba saliva, fumaba de su puro y se colocaba bien la pene bajo el bañador, visiblemente "crecido". Su mirada en esos momentos era de un deseo bestial hacia mí. A veces se bañaba con nosotras en la piscina, con bañador, y jugamos con él; en esos momentos procuraba yo rozar mi culo contra sus piernas y su bañador; el me esquivaba, al estar su hija delante. Un día le toqué "su bulto" bajo el agua simulando que fue sin querer —perdón don Arturo. Aquella vez mi deseo creció, al notar que bajo su bañador escondía "una buena pieza" estando en el agua fría.

Con Esther nunca había tenido sexo, ella no es bisexual como yo; solo éramos buenas amigas, aunque en más de una ocasión me había preguntado qué se siente al "estar" con otra chica.

Después de los calentones que yo cogía mostrándome desnuda a toda su familia, al servicio y a veces a invitados en la piscina, "sobre todo a su padre"; una noche de las que dormía en su casa y, estando caliente como una zorra, le propuse a Esther probar a tener algo íntimo las dos… no era lo suyo, no se sentía bien; pero por lo menos aquel día le comí el chochito hasta que se corrió, cosa que le dio mucha vergüenza que se lo hubiera provocado yo.

Un día que estudiábamos en su casa fui a hacer pis al aseo y al abrir la puerta, que no tenía el pestillo puesto, encontré al padre de mi amiga haciendo pis: se había bajado el elástico de su slip y sostenía con su mano derecha un pene crecido pero no duro aún, un pene muy grueso y oscuro con pliegues en su gruesa piel. Al girar el cuello don Arturo y mirar mi expresión de sorpresa se lo guardó en su ropa interior "doblándolo para poder meterlo". Yo le dije:

—Perdone usted, abrí sin llamar.

—No te preocupes Margarita, creo que no cerré bien, perdona tu —dijo con su mano aún dentro de su slip colocándose "el aparato".

Desde ese día, cada vez que el padre de mi amiga estaba presente, yo no podía dejar de recordar "su morcilla oscura", imaginando que esa pieza yacía enroscada en su bragueta mientras hablaba con él. La mirada de don Arturo hacia mí era una mezcla de deseo y de remordimiento cada vez mayor.

Don Arturo era un hombre culto y amable, muy respetuoso. Yo sabía que desearme a mí, una chica de veintidós años en aquel entonces y, que visitaba su casa como amiga de su hija, rompía todos sus esquemas; y saberlo yo, hacía que me sintiera culpable por desearlo y por alentarlo.

Algunas noches en aquella época soñaba con él, era un sueño recurrente; lo contaré:

En ese sueño repetitivo veía desnudo a don Arturo, sobre su cama, su pene oscuro con piel plegada se había transformado en la trompa de un elefante, pero más pequeña, la cual movía a voluntad como si fuera un tercer brazo... en ese sueño yo me metía bajo sus sábanas y su trompa me abrazaba por la cintura y después me rozaba el sexo penetrándome y sintiendo yo como los pelos de su apéndice arañaban mi vagina. Ese sueño me excitaba mucho, mucho, mucho. (No sé su significado, si lo tiene: si alguien ve algún significado que me escriba y me lo diga, por favor).

Una tarde cuando llegué a casa de Esther para estudiar me abrió la puerta su padre, me dijo:

—Margarita, a mi mujer se le ha ocurrido de pronto ir de compras y se ha llevado a Esther; dice mi hija que estudies aquí sin ella, que los apuntes están en su habitación, que tardará poco.

—Vale señor Arturo, gracias.

Pasé a la habitación de Esther y me puse a estudiar; al poco me llegó un wasap de Esther que decía así:

—Margarita, mama ha encontrado a unas amigas y cenaremos con ellas; no volveremos antes de la media noche, duerme en casa o que te acompañe mi padre a la tuya; ya se lo he dicho a él.

Al poco entró en la habitación don Arturo, sostenía bajo el brazo su ropa interior limpia e iba en pijama; me dijo:

—Margarita, Esther llegara tarde, me voy a dar una ducha y afeitarme y, cuando salga te acompaño a tu casa cuando tú me digas que has acabado de estudiar.

—Vale, señor Arturo.

No me dijo que me quedara y, vi en su rostro la tensión de saber que, si me decía de quedarme estaríamos los dos solos hasta las doce de la noche; ¡y solo eran las seis de la tarde! Entonces me invité yo misma diciéndole:

—Señor Arturo, mejor me quedo a dormir aquí después de estudiar, si no le importa, luego duermo con Esther y mañana me voy —Al decir eso, llevaba yo una intención muy clara y me veía a mí misma como "una buscona", ahora que escribo todo lo que ocurrió aquel día, aún recuerdo lo zorra que me sentí.

—Claro Margarita, como tú quieras, si deseas quedarte quédate bonita —dijo Arturo con una expresión emocionada, su rostro era como el de un niño ilusionado.

Mientras estudiaba, escuchaba el agua caer en el baño, e imaginaba al señor Arturo bajo el agua, desnudo y con su "rabo oscuro" como la trompa de un elefante moviéndose bajo el agua. Solo de pensarlo, ¡la raja!, se me abrió como una hamburguesa en un pan y se me humedeció... Me quité las bragas, cogí de mi bolso el consolador pequeñito con forma oval y lo chupe, después me lo metí en el sexo de un solo achuchón (allí hubiera entrado lo que fuera tal como lo tenía de caliente). Luego lo accioné con el mando a distancia dejándome llevar... me corrí, pero no me sació. Recuerdo que pensé mientras me sacaba del chocho el consolador que: mi amiga estaba con su madre cenando, yo estaba caliente como una perra y, la polla del padre de Esther estaba zarandeándose limpia bajo el agua caliente, pensé, como algo imperioso, ¡que se la tenía que chupar!, y que no podía esperar.

Fui hasta el baño sin remordimientos, buscando lo que deseaba tanto. Ya no se oía caer el agua; parecía oírse como Arturo se frotaba el cuerpo con la esponja mientras a la vez canturreaba canciones antiguas. Cogí de mi bolso una aguja de hacer punto, que es mi afición, la introduje por el agujerito de seguridad de la puerta y, al girar el pomo esta se abrió. Ya dentro, vi como Arturo se enjabonaba con una esponja; su pene colgaba muy crecido pero sin empalmar del todo, la espuma de jabón descendía blanca por su miembro haciendo que pareciera más oscuro aun, ¡como una autentica trompa! Don Arturo se giró y me miró sorprendido mostrándome su polla "de frente" cubierta de jabón; me dijo:

—Margarita, yo creo que cerré bien la puerta; ¿cómo has entrado chica?

—Con una aguja de punto que llevo en el bolso, señor.

—No sé qué decir, ¿por qué?, Margarita.

—Porque desde que soy amiga de su hija y vengo aquí, lo deseo mucho, señor.

—Margarita, me siento halagado de que me deseas siendo tu tan joven y yo tan mayor, pero aunque desde que te veo desnuda en la piscina tengo que reconocer que te deseo también, solo pensar que me aproveche de una amiga de mi hija me hace sentir fatal; y si lo hacemos y mi hija se entera y me censura y se disgusta; eso para mí sería una gran deshonra y una vergüenza; Margarita mejor no.

—Como quiera, pero no se estaría aprovechando de mí, puesto que tengo veintidós años y soy bastante madura, no soy ninguna cría y soy yo la que "lo ha buscado" a usted. Y por su hija, señor, le doy mi palabra de que si lo hacemos, será nuestro secreto y nunca se lo contaré a Esther.

—Me tientas preciosa, pero, aun sintiendo mucho deseo, tengo aún más temor, chiquilla.

—Vale, no lo haremos, pero como nuestro secreto y nuestro desahogo, ¿me deja usted chupársela un poco?, solo una chupada rápida.

Don Arturo abrió mucho los ojos, bajó la cabeza y se miró la polla, una polla que palpitaba en el aire dando saltitos mientras se empalmaba, rápida y completamente. Tardó en responder, me humedecí los labios con la lengua esperando su respuesta, mientras lo miraba parpadeando con mis ojos color verde claro. El dudaba, y yo sin esperar su respuesta me arrodillé junto al filo de la bañera sin dejar de mirarlo a los ojos; él seguía allí de pie con su polla a la altura de mi boca sin responder, pero su pene en varios impulsos se puso tan duro que su glande brillaba gordo como una bombilla, ¡una barbaridad!, y las venas se marcaban brillantes en su "tronco"; al fin me dijo:

—Vale Margarita, pero solo chúpamela un poco, "que a más no me atrevo".

Don Arturo dejó correr el agua caliente sobre su cuerpo arrastrando el jabón y, cuando ya no se veía espuma sobre su polla, alargué mi mano izquierda y agarré sus cojones, que colgaban muy distendidos entre el agua; los moví en mi mano como bolitas cálidas, ¡me volvía loca agarrarle los huevos! Con la otra mano comencé a mover el pellejo de su polla con violencia, con mucho deseo, salpicando el agua. El agua caía sobre el cuerpo de don Arturo y sobre mi cabeza ya metida dentro de la bañera, conmigo de rodillas... desde abajo le di con mi lengua repetidas veces en el frenillo de la parte de atrás de su glande, torciendo el cuello a un lado para "atacar" desde abajo (ese momento nunca lo olvidaré, pensé: “¡Por fin la polla de don Arturo era mía!”. Luego y, sin más demora, agarré su tronco con las dos manos y abriendo mucho la boca me tragué su grueso glande de golpe... unnnnn mi boca estaba rellena, la punta de su polla derramó en mi paladar varias gotas de pre esperma, muy calientes... pasé mis manos por detrás de él, hasta agarrarlo por el culo, él de pie y yo de rodillas. Clavé mis uñas en sus cachetes con fuerza y lo apreté contra mí metiéndome su verga hasta la garganta.

Ya yacía dentro de mi boca esa piel oscura y estriada, me sentí muy feliz, "os lo aseguro"; era la chica más feliz del mundo. Comencé a mover mi cabeza adelante y atrás con mucha intensidad, doblando mi espalda y haciendo que su polla entrara y saliera de mi boca, una boca con los labios estirados, que hacía ruidos con el agua que caía de la alcachofa de la ducha sobre nosotros, ¡pero que dura estaba!, hasta me dolían los dientes al tropezar con la gran dureza de su oscura y fuerte polla. Comencé a morderle el rabo por la base, mientras su glande se acoplaba a mi garganta aplastando mi campanilla como si fuera una sonda gástrica cruel. Me la sacó de la boca y comenzó a meneársela frente a mi joven rostro... su rostro visto desde abajo era el de un dominador poderoso, me excitaba verlo así; atrapé su huevo derecho con mis labios y lo succione estirando su pellejo escrotal más de ocho centímetros hacia mí, después hice lo mismo con el otro testículo. ¡Que coraje me dio pensar en que se corriera sobre mi melena pelirroja en lugar de follarme el coño!

Con mis manos detuve las suyas y lamí la punta de su pene con devoción felina, haciendo círculos con mi lengua alrededor de su glande y, con besitos pequeños chupando y tragando las gotitas transparentes que ya brotaban de la punta de su pene. Luego le di la espalda y me quité la camiseta y la minifalda quedando completamente desnuda, me puse de nuevo de rodillas pero ahora dándole la espalda y mostrándole mi culazo blanquito y mi bollo salido por detrás, le dije:

—Fólleme, no nos quedemos así don Arturo.

—Margarita, ¡estás más buena que ninguna mujer que haya visto!, ¡que culazo tienes jovencita!, no puedo contenerme, perdóname.

No dijo nada más, solo sentí sus manos agarrándome por la cintura, al tiempo que sentí en mis carnes como, ¡de un solo "puntazo"!, me metió la polla hasta las entrañas, me dolió... me costaba creer que con su edad se pudiera mover con tal intensidad, ¡qué barbaridad!, sentía yo como mi sexo se me salía y entraba de nuevo en mí, haciendo sonidos como de ventosa que sonaban como eco en todo el aseo; ¡qué bárbaro!

Me la sacó, me chupó el ano; me mordió los cachetes, ¡me escupió repetidas veces en el ano!, y me la metió por detrás, ¡sin miramiento!, ¡me dolía el culo!, y me gustaba que me lo abriera. Al poco de moverla dentro de "mi ojo trasero", mi culo se dilató tanto que el músculo de mi ano "abrió la puerta" y su polla entraba y salía de mí, ¡cómo le daba la gana!; un sonido húmedo, como de pisar charcos, hacia mi culo por todo el aseo, unnnn que excitación saber que ese ruido lo hacia mi ojete totalmente abierto por don Arturo, mi coño se corrió cuatro veces mientras él "galopaba mi ano". El flujo empapaba mis muslos. Don Arturo me la sacó, me cogió por la melena haciendo que me diera la vuelta y como un animal se la meneó frente a mi enrojecido y sudado rostro. ¡Ni se le veía la polla por la velocidad con la que se la movía! Su rostro, visto desde abajo, era el de un hombre triunfador, dominador y que había enterrado sus prejuicios…

Se corrió con varios chorreones espesos que se estrellaron en mi cara y en mi pelo. Colgaban restos espesos de su semen en mi cabellera, mi rostro estaba impregnado de su corrida y mi nariz hizo pompas con su semen al respirar; mis párpados se pegaban y mi visión se nubló.

Después de ese día nos vimos cuatro veces, dos en su casa de la playa y otras dos en un hotel, ¡me follaba como quería!, yo me tragaba su leche y, desde la segunda vez se corría dentro de mi chocho, llenándome... tras la espera tensa de una prueba de embarazo, que salió negativa, nos dejamos de ver: él se lo había prometido a si mismo si salíamos "de esa". Ahora, cuando nos vemos, sigo viendo el deseo él, a mí en cambio ya se me ha pasado, después de muchas otras experiencias con hombres y, con mujeres principalmente, he perdido aquel deseo imperioso por él, aunque aún me parece muy atractivo.

Es uno de los padres de mis amigas a los que me he tirado, no es el único, pero quizás es uno de los que más dolor y placer me acusó al mismo tiempo. Cuando recuerdo aquel primer día con don Arturo y recuerdo el dolor en mi ano, al recordarlo; mí músculo anal se me dilata involuntariamente unos segundos.

(C) {Margaryt} septiembre 2017

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