Nuevos relatos publicados: 12

Gusano 02 - Los Pies de Jordan

  • 14
  • 14.625
  • 9,67 (3 Val.)
  • 0

 

 

Con el pasar de los días, mi admiración del primer momento por Jordan se había convertido en la más ciega obediencia y en el más puro servilismo.  Sentía que obedeciéndole y plegándome dócilmente a todo lo que él quisiera ordenarme, me le acercaba más y, sobre todo, me evitaba los castigos.

Una tarde decidió que nos fuéramos de excursión a un bosquecillo que había a las afueras del pueblo.  Sobre mi espalda cargó la tienda de campaña y las provisiones para pasar la noche en aquel bosquecillo.

Él, Andy y Wil iban adelante ganduleando y riéndose mientras yo caminaba unos pasos atrás de ellos, sudando a mares por tener que soportar sobre mí todo el peso del equipaje.  Hacía un sol de los mil demonios y me sentía realmente agotado cuando llegamos al paraje que Jordan escogió para acampar.

Al fin pude descargar todo lo que llevaba a mi espalda y quise tenderme en la hierba para descansar, pero Jordan no me lo permitió y por el contrario me ordenó que me dedicara a armar la tienda y luego preparara la cena mientras él y los otros chicos iban al río que había allí cerca para darse un chapuzón.

―¿Cuando termine de hacer lo que tú ordenas también puedo ir a bañarme un poco? – le pregunté con timidez.

―Pues si te afanas en terminar y aún no regresamos, puedes hacerlo, gusano – me respondió él.

―Gracias Jordan – le dije con tono sumiso.

Él y los otros chicos se fueron al río y yo, a pesar de mi agotamiento, me dediqué con entusiasmo a obedecer las órdenes de Jordan, dándome prisa con tal de poder ir también al río para refrescarme un poco y disfrutar de un buen baño.

Pero no me valió el apuro que puse en hacer mis tareas, pues tardé tanto que cuando ya estaba terminando de hacer la cena empezó a caer la noche y los chicos llegaron del río haciéndose bromas, empujándose y visiblemente hambrientos.

―¿Ya está lista la cena, gusano? – me preguntó él.

―Ya casi está, Jordan – le respondí con un hilo de voz.

―¡Pues apúrate a terminarla y sírvenos que estamos hambrientos, gusano lento! – me ordenó, al tiempo que me obsequiaba una patada en el culo.

Me apresuré a darle los últimos toques a la cena mientras ellos se sentaban por ahí sobre algunos troncos y me instaban entre insultos y burlas a servirles lo antes posible.

En pocos minutos pude terminar con la cena y les serví unas buenas porciones, cuidando de dejar mi parte en el cacharro donde la había cocido.  Le entregué el primer plato a Jordan y luego le serví a Andy.  Con Wil me tardé un poco, tratando de fastidiarlo pues desde aquella primera vez que tuve que lamerle sus zapatillas, le había agarrado una buena bronca.

―¿Ya puedo comer también? – le pregunté a Jordan con un hilo de voz y salivando por el olor de la cena.

―¡Espérate gusano por si alguno quiere repetir! – me ordenó él.

No tuve más remedio que aguardarme y mientras lo hacía vine a sentarme en el suelo cerca de los pies de Jordan, observándolo de soslayo y clamando que terminaran rápido y que a ninguno le apeteciera repetir de la cena que yo había preparado.

Pero mi suerte era escasa esa vez.  Andy terminó el primero y con su característico apetito voraz me pidió que le sirviera otro poco.  Sabiendo de sobra que Jordan me apalearía si protestaba, me levanté con parsimonia, tomé el plato de Andy y le serví la mitad de la comida que había reservado para mí.

Volví a sentarme en el prado a los pies de Jordan para esperar pacientemente el momento en que pudiera comer.  Pero mi suerte seguía de mal en peor y esta vez fue el propio Jordan el que me ordenó que le sirviera más comida.

No me lo pensé para tomar su plato y servirle el resto del alimento que había quedado para mí.  Esta vez lo hice con gusto, sabiendo que así me quedara sin cena, era por satisfacer a Jordan.  Volví a sentarme en el suelo cerca de sus pies y me dediqué a observarlo furtivamente mientras él iba comiendo despacio y charlaba con los chicos.

Quise intervenir en su conversación y Jordan me endilgó un tortazo en la cabeza y me ordenó callar.  Así que permanecí en silencio mientras ellos seguían comiendo despacio y conversaban de chicas, de fútbol y de muchas otras travesuras que planeaban hacer próximamente.

En un momento dado Jordan me obsequió un nuevo tortazo por la cabeza para llamar mi atención y me preguntó:

―¿Estás hambriento, gusano?

―Sólo un poco, Jordan… – le respondí con un hilo de voz.

―Pues anda rápido a traer tu plato, gusano, que he sobrado un poco y como estoy generoso voy a permitir que te lo comas – me dijo él sonriéndome.

―Gracias, Jordan… – atiné a decirle con algo de entusiasmo al tiempo que me levantaba con rapidez para ir por mi plato.

―Ponlo en el suelo, gusano – me ordenó él cuando regresé.

No tenía ni idea de qué se proponía hacer, así que le obedecí poniendo mi plato en el suelo casi entre sus pies.  De inmediato, Jordan vació desde su plato en el mío las sobras de su cena y dirigiéndose a los otros chicos les preguntó si alguno de ellos había sobrado también algo.

Andy había dado buena cuenta de todo lo que yo le había servido, pero Wil, siempre de apetito muy frugal, había sobrado algo de su cena, así que Jordan le dijo que viniera y vaciara también sus sobras en mi plato.

―¡Ahora come gusano! – me ordenó Jordan conteniendo la risa.

―Gracias Jordan…

Alcancé a decirle con timidez al tiempo que intentaba levantar mi plato del suelo, asumiendo que él me permitía de todas formas saciar mi hambre así fuera con las sobras de la cena.

Pero los planes de Jordan eran otros.  Así que al ver mi intención de tomar mi plato del suelo, me obsequió con una patada por la barriga y me ordenó casi a los gritos:

―¡Así no gusano estúpido!  ¡Tienes que comer como perro, solo con tu hocico y sin meter las manos!

Las carcajadas de los chicos al oír semejante orden, fue lo que seguramente impidió que se oyera un sollozo mío.  Aquello me hacía sentir más que humillado, pero ni pensé en protestar y más bien me puse en cuatro patas ante los pies de Jordan y agaché mi cabeza hasta meter mi cara en el plato para empezar a comer.

Jordan y los otros chicos no paraban de reírse y de insultarme, animándome además para que comiera como un verdadero perro, cosa que me costaba gran trabajo y en vez de poder tragar aquellas sobras iba embarrándomelas en la cara y con ello sintiéndome más humillado aún.

Para completar, al cabo de unos minutos, Jordan levantó uno de sus pies y me lo descargó en la cabeza, aplastándome la cara contra el plato y haciendo que las sobras acabaran de embadurnarme el rostro, al tiempo que los chicos parecían quedarse morados de la risa que les produjo aquello.

Como si fuera poco, viéndome con la mayor parte de la cena embarrada en mi cara, a Jordan se le ocurrió una nueva diversión y fue ordenarme que ladrara como un perro dándole las gracias por las sobras que me había dejado comer.  Así que no tuve más remedio que plegarme a esa nueva humillación.

―Waoouu…waoouu…waoouu… – ladraba yo puesto en cuatro patas a los pies de Jordan, mientras él me incentivaba a seguir y los chicos continuaban torciéndose de risa.

En esas se la pasaron por algunos minutos, hasta que mi humillación pareció que dejaba de serles tan divertida y entonces Jordan los convidó a dar un paseo por los alrededores.  Tomaron unas linternas y fueron a caminar mientras yo debí quedarme allí recogiendo los trastos de la cena y aseándome un poco.

Cuando terminé con mi trabajo y sin nada más que hacer me metí en la tienda y me acosté quedándome dormido casi al instante.  No sé cuánto tiempo pasó hasta que un fuerte golpe en mi culo me despertó.

Sobresaltado por la sorpresa del castigo, me senté restregándome los ojos y vi a Jordan de pie junto a mí, amenazando con volver a patearme el trasero si no me levantaba inmediatamente para cederle el puesto a él y a los otros chicos, que a la sazón ya se habían sacado sus botas de montaña y aguardaban impacientes a que yo me levantara para ellos acostarse.

Traté de encogerme lo más posible y me eché en un rincón intentando ocupar el menor espacio posible.  Pero aquello pareció enfurecer a Jordan que la emprendió a patadas contra mí, insultándome y arriándome hacia afuera de la tienda.

―¡Ni te creas que vas a dormir con nosotros, gusano cerdo! – me gritaba al tiempo que seguía pateándome – ¡Hueles a sudor y al guiso de la cena, sucio gusano!

―Jordan…por favor… – gimotee yo arrastrándome a cuatro patas y recibiendo cada patada en el culo –…deja que me meta en la tienda…fuera hay muchos insectos…

Esta vez mis súplicas parecieron dar resultado, ya que en vez de seguir arriándome a patadas hacia afuera de la tienda, Jordan se lo pensó por un instante y me ordenó que me diera vuelta.  Giré sobre mis cuatro patas y cuando mi cabeza apuntó de nuevo al interior de la tienda, me arrió tal patada por el culo que me hizo entrar y caer de bruces con un lastimero gemido.

Wil y Andy ya roncaban despatarrados al interior de la tienda.  Jordan entró tras de mí y señalándome un rincón justo hacia donde daban los pies de los chicos, me ordenó que me tendiera allí.  No me lo pensé para obedecerle y me acomodé en aquel pequeño espacio, tratando de evitar que los pies de Wil y Andy me tocaran.

―Gracias Jordan… – me atreví a decirle con un hilo de voz.

No me respondió ni una sílaba.  Más bien se tendió cuan largo sobre la colchoneta que tapizaba el suelo de la tienda, haciendo que sus pies quedaran muy cerca de mi rostro y sin más me ordenó secamente:

―¡Sácame las botas, gusano!

―Sí Jordan…como tú digas…– alcancé a responderle sumisamente, antes de que él empujara mi rostro con la suela de una de sus botas…

―¡Ya cállate y hazlo, gusano!

Temiendo que me apaleara, me quedé en completo silencio y me puse a la tarea de descalzarlo.  Me di vuelta sobre mí mismo hasta quedar boca abajo, levanté mi torso un poco y me dispuse para desanudar las agujetas de sus botas de montaña.

Aflojé todo lo que pude sus agujetas de tal manera que pudiera sacarle las botas sin causarle la menor molestia, pues podía estar seguro que de incomodarlo me habría molido a patadas.  Además, para mí era una buena oportunidad de demostrarle mi obediencia y mi servilismo y no iba a arruinarlo haciéndolo enfadar.

Con toda suavidad levanté uno de sus pies por su tobillo, justo lo suficiente para sacarle la bota.  Lo sostuve así con una de mis manos y con la otra tomé su bota por el tacón y halé suavemente para ir retirándosela poco a poco.

Y no había terminado de descalzarle la primera bota cuando ya percibí ese fuerte aroma.  ¡Por Dios…cómo le olían los pies a Jordan!  Con esa mezcla de sudor, de talco, de humedad y cuero… ¡Qué fuerte aroma!  Y al mismo tiempo que olor tan excitante…

Terminé de descalzarlo con el mismo cuidado del comienzo y el fuerte aroma de los pies de Jordan empezó a entrar a ramalazos por mi nariz, causándome una especie de mareo o de desvanecimiento que me hacía estremecer.

Acomodé con todo cuidado sus botas muy cerca de donde recostaba mi cabeza y me recliné tratando de que mi rostro quedara lo más pegado posible a los pies de Jordan.  Y empecé a inspirar con fuerza, evitando hacer ruido pero tratando de que aquel fuerte aroma de sus pies me penetrara hasta el fondo de los pulmones.

Estuve tentado a pegar mi nariz a las plantas de Jordan, de tal manera de lograr que aquel fuerte olor de sus pies se me impregnara en el rostro.  Pero temí que se diera cuenta y se enfureciera y más bien opté por seguir inspirando con fuerza.

Al cabo de algunos pocos minutos, unos suaves ronquidos me indicaron que ya Jordan dormía profundamente.  Así que sin mayores reparos, pero con mucho cuidado, fui acercando mi rostro a sus pies hasta que sentí en mi nariz un leve cosquilleo provocado por el roce con el tejido de sus calcetines.

Inspiré aún con mayor fuerza, llenándome de aquel fuerte aroma y sintiendo que la piel se me ponía como de gallina con una excitante sensación que no sabía cómo explicarme.  Tomando un poco de confianza, acabé de acercar mi rostro a los pies de Jordan y empecé a refregar suavemente mi frente, mis mejillas y mis labios por sus olorosas plantas.

La humedad de sus calcetines empezó a pegárseme al rostro, causándome tal sensación de bienestar que no quería que aquellos olorosos pies de Jordan fueran a secarse tan rápido, al menos no antes de que mi rostro quedara completamente cubierto por su olorosa humedad.

En esas me estuve un buen rato, hasta que aquello empezó a saberme a poco y entonces sin el menor recato tomé una de sus botas y metí mi rostro en ella, para seguir aspirando aquel aroma que en el calzado de Jordan era casi más fuerte que en sus pies.

Al cabo de algunos minutos empecé a olisquear la segunda bota, teniendo conciencia ya de que el olor de los pies de Jordan me estaba excitando como nada lo había hecho antes en mi vida.

Llevado de mi propia excitación y seguro de que Jordan dormía como una marmota, tal y como me lo indicaban sus apacibles ronquidos, decidí averiguar si aquel fuerte aroma de sus pies estaría acompañado de algún tipo de sabor.  Así que sin ningún preámbulo volví a pegar mi rostro a sus plantas y empecé a lamer sobre sus plantas a través de sus calcetines.

Aquello me conmocionó.  El gusto salobre y el contacto de mi lengua con sus calcetines hicieron que mi polla diera un respingo entre mis pantalones.  Aquello era más excitante y morboso de lo que yo hubiera podido imaginar jamás.

Sin el menor recato me dediqué entonces a lamerle los pies a Jordan, alternando mi lengua de una a otra de sus plantas y volviendo a humedecer sus calcetines con mi saliva, lo cual hizo que aquel fuerte aroma del principio volviera a estar tan vivo como cuando acababa de sacarle sus botas de montaña.

Mi excitación era un volcán a punto de hacer erupción y aún aumentaba peligrosamente con cada lametazo que le dedicaba a aquellos pies que ya tantas veces me habían pateado el culo.  Sentía que estaba a punto de correrme de gusto y al paso de los minutos lamía con mayor devoción las tibias y olorosas plantas de Jordan, sintiendo que había nacido para hacer aquello.

Creo que ya estaba a punto de correrme sin necesidad siquiera de tocarme la polla, solo por el contacto de mi lengua con los calcetines de Jordan y por ese aroma y ese gusto salobre de sus pies que estaban volviéndome loco.  Pero todo terminó de manera inesperada.

Sin que parara de lamerle los pies a Jordan con entusiasmada devoción, oí como Andy balbuceaba alguna incoherencia en medio de su sueño y estirando una de sus piernas acercó su pie con tal rapidez hacia mi vientre que su talón me impactó directo en los huevos, causándome un terrible dolor y dejándome sin ni siquiera la posibilidad de moverme, menos de emitir una queja.

(9,67)