Nuevos relatos publicados: 12

Por putear tuve que dejarme coger por la policía (Parte 2)

  • 10
  • 11.228
  • 9,33 (18 Val.)
  • 0

Entré a la patrulla, nerviosa ya que no sabía qué me esperaba ¿me llevarían a la reja? ¿Vestida así? ¿Con esperma en la cara? Mientras pensaba empecé a limpiarme la leche de la cara; el chico ese me había dejado completamente bañada en semen. Como no traía pañuelo ni nada semejante bueno, lo único que se me ocurrió fue… ¡tragármela! Tampoco se trata de desperdiciar las proteínas, ¿no?

Asumí que me llevarían a una de las comisarías pero luego me di cuenta que íbamos por otra ruta. ¿Dónde estábamos? Solo me di cuenta que íbamos por la Av. Santander, como quien va al aeropuerto. Eventualmente terminamos en una calle sin salida, frente a un edificio de departamentos de cuatro pisos. Los dos policías salieron del auto, me abrieron la puerta y con voz de comando me ordenaron que saliera yo también. No tenía ni más puta idea de lo que planeaban. Uno de ellos me cogió del brazo y juntos nos dirigimos al edificio que teníamos delante; subimos un par de escaleras hasta llegar a una puerta con rejas de metal. Estaba nerviosa.

Una vez en el interior me di cuenta de qué se trataba: era una especie de fiesta o celebración de policías, todos en uniforme. Miré alrededor, el licor y el humo de tabaco abundaba en la sala; eran siete en total. Ya me podía imaginarme qué tenían en mente. La pregunta era, qué tan puta querían que sea ¿Pensaban “contratarme” o simplemente violarme? Luego de uno saludos entre ellos el tipo que me alumbró con la linterna anunció en voz alta: “¡muchachos, aquí les presento a Claudia, una puta barata que encontramos por ahí…ella será nuestra perra esta noche…si no, la metemos tras la reja y que se la coman allá adentro! Todos gritaron en celebración…parecía que estaban arrechos y aguantados ya que casi de inmediato empezaron a desvestirse.

Sin embargo, creo que a esas alturas ninguno se había dado cuenta que en realidad, no era una chica de verdad, si no una travesti. ¿Ven lo buena que soy para transformarme? De pronto, uno de ellos me subió el vestido, jaló mi trusa y… ¡sorpresa!... una linda verga salió disparada. Debo admitir que su reacción fue algo divertida, solo el ver su cara me dio algo de risa. ¡Te jodiste pendejo! pensé para mi misma.

- ¡Cagón nos trajiste un puto transexual! ¿No te diste cuenta?! Gritó uno.

- ¡Mierda! Te juro que ni se notaba…mírala, ¡es toda una hembra!

“Gracias” dije con una sonrisa coqueta. ¿Y ahora qué? Pregunté “¿Me puedo ir?”

Había algo de desconcierto… como que no sabían qué hacer. Pendejos, muy machos para arrestarme y ahora esto.

“Jódete” dijo uno… ”Igual, por putear en el parque vamos a tener que castigarte” dijo otro. Tienes un par de huecos que podemos usar. Ya todos estaban medio desnudos, con tragos, en celo y en necesidad de algún hueco húmedo donde depositar su esperma. Supongo que yo sería ese recipiente de semen. Así que pensé, mis opciones son ir a la cárcel y que nadie me rescate o dejarme coger, aunque no me paguen, e irme a mi casa esa noche. No había mucho que pensar así que decidí ser lo más colaborativa y complaciente que pudiera. Soy una puta así que haría bien mi trabajo de puta. Me relajé, pedí un trago – un vaso lleno de wiski que me lo tragué de un solo tiro para relajarme y prepararme para la noche. Sabía que sería una noche larga… no todo el tiempo tienes 7 vergas que complacer. Ya todos estaban completamente desnudos y empezaron a despertar a sus vergas; yo me quité el vestido y me quedé en tanguita roja.

- “¿Cómo quieren empezar?” Pregunté con una risa mañosa

-“Ya sabes cómo perra, ponte de rodillas” anunció uno. “Abre esa boca de puta para nosotros”

Clásico. Sin protestar seguí las órdenes, me arrodillé sobre la suave alfombra, sentada sobre mis muslos y ofrecí mi boca golosa completamente abierta a todos a mi alrededor. “Adelante”

Formaron un círculo alrededor mío, cada uno corriendo sus vergas duras. De pronto, alguien trajo una corbata y sin que yo me diera cuenta, me vendó los ojos. “Uhmm… esto se pone interesante” pensé. Mamar verga a ciegas siempre se siente rico, ¿no crees? Así que solo abrí mi boca y dejé que la usaran como una vagina… Uno por uno empezó ese delicioso ritual de meter y sacar su verga en mi boca… circulaban, agarraban mi cabeza y empujaban hasta el fondo, casi tocando mi garganta. Yo, de la manera más pasiva, me dedicaba a mamar una tras otra, a veces ni sabía si era la misma o no; algunas eran gordas y carnosas, otras cabezonas, unas llenas de venas hinchadas… disfrutaba cada sabor, textura y tamaño. No me podía quejar, la estaba pasando bien. En la sala había un ambiente de burdel… el humo del tabaco, la música, los gemidos, el olor a sudor varonil… era una buena puta haciendo mi trabajo.

Estuvimos así un buen rato hasta que me di cuenta que algunos ya pensaban depositar su esperma en mi. Yo así lo quería. “¿Tienen leche caliente para mi boca?” pregunté con una sonrisa pícara. “Claro puta. Ahorita mismo” Y sin más espera empecé a sentir los primeros chorros de semen caliente en mi cara; era divino. Doblé mi cuello hacía atrás para poder recibirlo mejor, abriendo mi boca, expandiendo mi lengua. Me quitaron la corbata que cubría mis ojos – ahora los podía ver… todas esas vergas duras apuntando hacia mi rostro; la leche empezaba a cubrir mi cara, tenían tanto pero tanto esperma para darme… lo quería todo, cada chorro, cada gota; me bañaban con semen, calientito, salado… caía por todos lados: sobre mis ojos, nariz, mejillas, labios, dentro de mi boca. No podía quejarme, me sentía en el paraíso. Yo trataba de apretar cada mazo hasta exprimirle la última gota. Podía sentir mi rostro entero cubierto con una densa y resbalosa capa de esperma, como si me hubiese puesto una mascarilla; cuando bajé la cabeza toda esa leche empezó a chorrear por mi cuello y pecho… en serio, la sensación era simplemente maravillosa, algo que toda verdadera puta debería experimentar.

Pero sabía que esto no terminaría así. Aún quedaba mi culito. Mientras se refrescaban con tragos (me dieron un poco también) y celebraban “su hazaña” vi que traían una mesa redonda, del comedor, a la sala ¿Qué tendría ahora en mente? Yo trataba de remover algo de semen de mi cara para ver bien qué hacían. Los vi murmurar, como planeando algo.

-“¿Chicos, y ahora qué?” Pregunté ansiosa. “¿Terminamos?”

-“No para nada perrita” Contestó uno “Ahora te toca tu castigo”

Entonces nuevamente me cubrieron con ojos con la corbata y agarrándome del brazo me llevaron al lado de la mesa. Una vez que estaba pegada al borde de esta me dijeron que doble mi cuerpo, con mis pechos descansando sobre la superficie fría. ¿Qué querían hacer? Abrieron mis piernas y expandieron mis brazos, como una gran X. Entonces me di cuenta: Escuché un sonido metálico. Eran las esposas; rápidamente esposaron mis piernas y manos a cada una de las cuatro patas de la mesa; ahora no solo no podía ver sino tampoco podía moverme mucho. “OK” pensé “tranquila; simplemente son algo kinky y debe ser una fantasía media sado” me dije para tranquilizarme; simplemente les seguí el jueguito.

Ahora, doblada sobre la mesa, con las piernas y brazos expandidos y con los ojos vendados simplemente esperé a ver que harían. Los escuchaba reírse. Uno de ellos untó mi orto con mucho gel lubricante. “Al menos no dolerá” pensé. Entonces pasó.

Ingenuamente esperaba la entrada de la primera verga en mi pussy, pero lo que sentí fue mas bien los nudillos de una mano bien lubricada. Sabía lo que venía: “Mierda… esto me suena a fisting” Y antes que pudiera procesar lo que pasaba sentí que me quitaban el alma cuando un puño entero desapareció en mi culo. Grité de dolor, pues lo hizo de manera brutal, de un solo tiro. Me quedé sin aire, casi desmayada.

-“¡Chicos así no por favor! Sean más gentiles please!” rogué

-“¡Calla puta!” Escuché “Ahora vas a saber lo que se pasa a las perras travestis que putean en el parque”

Sonaba más a castigo sádico que otra cosa.

El puño seguía en mi culo. Su dueño empezó a moverlo de un lado a otro, girándolo, expandiendo con el brazo mi ahora dolorido orto. Solo me quedó apretar los labios y aguantar. Sacó el puño solo para volverlo a meter. Y otra vez. Y otra vez. Y otra vez. Cuando terminó seguro mi vagina anal estaba tan abierta que ahora cualquier cosa podría entrar sin problemas. Me sentía impotente sin poder moverme.

-“¿Quién sigue?” Escuché. Era obvio que todos pensaban repetir el ritual. Y así fue. Los puños completamente cubiertos en lubricante gelatinoso empezaron a entrar y salir de mi cuerpo. Cada uno lo metía más profundamente que el anterior. Cada uno giraba y retorcía el puño en mi recto. Llegué a sentir casi medio brazo dentro de mí. Los brazos entraban y salían sin darle un descanso. Estaba sin aliento, resignada, adolorida. ¿Cuándo terminará esto? Pensé. Los escuchaba reírse, bromeaban, me llamaban de todo: puta, perra, zorra, marica. Apoyé mi cabeza sobre la mesa, simplemente esperando a que se cansen. Pero no fue así.

-“Joder, ¿creen que esta puta pueda aguantar dos puños en el culo? Dijo uno. “¡Ja, ja! ¡Ágamos la prueba!”

Entonces, uno de ellos se untó ambas manos con gel, las apretó una contra la otra como si fuese a rezar, y de rodillas frente a mi culito violado empezó a empujar hacia mi interior. Aguanté la respiración; de nada valía oponerme así que lo único que me quedaba era “ayudar” a que entren más fácilmente. Dilaté mi huequito y empecé también a empujar hacia sus dedos. Poco a poco se introdujeron primero los 8 dedos más grandes, hasta que, con algo de presión, ambos pulgares desaparecieron en mi culo completamente expandido. Todos los policías celebraban con risas y gritos y todo tipo de expresiones: “¡qué tal culo de esta puta!”, “¡ábrela todita a esa perra!” Quien fuese que tuviera sus manos dentro de mí empezó a separarlas, expandiendo cada vez más y más mi orto. (Honestamente, yo misma no sabía que podía abrirme tanto!). Cada vez separaba más sus manos, con fuerza, como tratando de partirme en dos; en un momento debo haber tenido un pussy anal de casi quince centímetros de diámetro. Hasta sentía una ligera ráfaga de aire que entraba dentro de mi. El tipo ese era un salvaje – metía y sacaba ambas manos, separándolas al sacarlas. Yo estaba totalmente abierta.

Luego de esa continua violación finalmente el resto tomó turnos para meter sus vergas en mi culito y hacer su respectivo depósito de esperma. Estaba tan abierta que ya apenas sentía esos pedazos de carne. El semen que metían terminaba rápidamente escurriéndose por mis muslos. Me penetraron una y otra y otra vez. Perdí la noción del tiempo pero creo que estuve atada a esa mesa más de dos horas, quizá tres. Me hicieron de todo, hasta doble penetración.

Al final me soltaron. Apenas podía mantenerme en pie. Me ayudaron a vestirme; había semen por todo mi cuerpo: cara, piernas, trasero, etc.

Me dejaron en un parque así como me encontraron, hasta que un taxi me vio y me dejó en casa.

(9,33)