Nuevos relatos publicados: 6

El personal trainer (I): Conociéndolo

  • 3
  • 11.961
  • 9,13 (15 Val.)
  • 2

Esto paso cuando tenía 23 años, yo un delgado morocho aun con un rostro bien juvenil, iba caminando por la calle cuando tras un leve mareo me desmayo. Fui al médico quien me indico una dieta calórica y ejercicio.

Así que comencé a realizar las recomendaciones médicas, con nuevos alimentos, nuevas rutinas y además salí a correr por los bosques de Palermo en Buenos aires. Solo corría y trataba de hacer algunas rutinas que veía en YouTube utilizando los aparatos que hay en las plazas. Como nunca antes había corrido no tenía el equipamiento adecuado, por lo que usaba un jogging azul holgado, una remera vieja gris y unos tennis comunes. No había nada de sexy en eso.

En uno de esos días estaba haciendo flexiones de brazos, cuando siento unos pasos que se acercan, yo seguí con mi rutina, pero los pasos seguían acercándose donde yo estaba.

"lo estás haciendo mal, pibe. Te vas a lastimar así, para hacer ejercicio tenés que hacerlo con alguien que sabe"

Dijo un hombre de aproximadamente 50 años, al lado mío. Deje de hacer mi rutina para darme vuelta y mirarlo bien.

Él se puso al lado mío y me mostró como debían hacerse las flexiones. Me indicaba como era la posición de los brazos, de los hombros, de las piernas etc.

“a ver, hacelo ahora como te dije. Vas a notar la diferencia" me indicó, casi imperativamente.

Y así lo hice, sonreí tímidamente y obedecí, aplicando las nuevas técnicas.

Luego me recompuse, me presente y el conmigo.

"soy Alberto, soy profesor de educación física. Siempre corro por acá y te veía como hacías mal los ejercicios, perdóname pero tenía que ayudarte."

Y luego acotó:

"igual no te preocupes, no te cobro nada por esta clase" mientras se reía "pero me debes algo eh" agrego en forma chistosa.

Continuamos trotando y hablando de distintas cosas, mientras observe que era de esos grandotes que se cuidan. No era un flaco musculoso, sino que era un grandote fibroso. A mí me sacaba una cabeza de altura y de seguro pasaba por al menos 40 kg mis escasos 65 kg. Nos pasamos los teléfonos para coordinar cuando saldríamos a correr y hacer las rutinas juntos. Todo de onda. Así pasaron varios días, haciendo las mismas rutinas. Hasta que un día me dice:

"tengo un regalo para vos, acompañame a casa"

Accedí, y fuimos hasta su departamento que estaba cerca de donde corríamos. Era algo extraño que estuviera yendo a la casa de un desconocido, porque por más que estábamos hablando no sabía quién era.

Era un hermoso departamento en una zona acaudalada de Buenos Aires. Me trae un agua saborizada y va directo a su cuarto. Cuando regresa lo hace con una bolsa de ropa deportiva.

"no podes hacer ejercicio con esa ropa, toma usa esto. Probatelo"

Yo no quería aceptarlo, pero insistió y termine dentro de su baño sacándome la ropa que usaba y probándome la ropa nueva que me había regalado Alberto. Un pantalón ajustado al cuerpo como calza, y una remera musculosa.

Alberto me grita " ese pantalón es para que no uses ropa interior, porque te paspa..."

Me sentí observado, como si supiera que estaba mirándome frente al espejo como me quedaba este nuevo atuendo. Cuando me ve salir me dice:

"a ver nene, date una vueltita?"

Me sentí una quinceañera, pero di la vueltita, mostrándole a Alberto como me quedaba. Esa prenda al cuerpo marcaba mis piernas, mi bulto, y también la cola, que por ser delgado se veía chiquita pero se notaba algo de mis nalgas en su redondez.

"muy bien te queda, y te va a quedar mejor si seguís con la rutina que te indique" aprobó Alberto.

Me puse un poco nervioso, le agradecí nuevamente y le dije que tenía que irme. Me acompaño a la salida, bajamos por el ascensor. Me miraba de arriba a abajo casi sin disimulo. Se abre la puerta del ascensor, nos dirigimos a la puerta de salida, nos despedimos hasta el día siguiente.

Cuando me doy vuelta saliendo del edificio dándole la espalda escucho un

"ufff pendejo"

(9,13)