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El personal trainer (II): La lesión

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Anteriormente: por prescripción médica hago ejercicio al aire libre y conozco a Alberto, un fornido entrenador de educación física. Quien se ofrece gratuitamente a ponerme en forma. Termina regalándome ropa adecuada para hacer ejercicio, pegada al cuerpo dejando poco lugar a la imaginación. Al despedirme de su departamento dice mientras me alejo:

"ufff pendejo"

Esas dos palabras quedaron retumbando en mi cabeza, hice de cuenta que no escuche nada y seguí caminando.

Seguimos saliendo a correr y a hacer las rutinas, el no volvió a hacerme ninguna mención a lo sucedido. Yo ya empezaba a pensar que mi mente me había jugado una mala pasada. Algo tal vez en mi subconsciente estaba deseando tal vez haber sido deseado de esa manera tan vulgar?

Pasaron un par de semanas normales, y en uno de los ejercicios siento un tirón muy fuerte debajo de una nalga. Un pinchazo que me dejo tirado y no podía seguir haciendo las rutinas, apenas caminar.

Alberto se preocupó, me dijo que podía ser un posible desgarro muscular, o tal vez una simple fatiga.

Me dijo que vaya a su departamento inmediatamente para masajes restauradores. Casi pedagógicamente me explicaba mientras íbamos lentos hacia su hogar de los cuidados que debían tenerse con la musculatura y los ejercicios.

Llegamos a su departamento, me lleva hasta el baño, me pasa unas toallas y me dice que me dé una ducha, que él mientras iba a preparar todo para los masajes, a la vez que me imponía que iba a quedarme a cenar.

Luego de la ducha salgo con la toalla atada a mi cintura. Alberto me cruza y me dice que la ropa que use la pondría a lavar y que luego de cenar estaría seca.

Me incomodo estar solo cubierto con una toalla frente a Alberto. Me trajo un trago fuerte, especialidad de la casa, según él. Y me dijo que era para relajarme.

El ingreso al baño y con la puerta abierta comenzó a desvestirse sin ningún pudor.

Mirando de reojo pude apreciar ese cuerpo grandote bien desarrollado de rugbier. Unas piernas grandes y macizas como troncos. Una espalda grande que parecía dejar en ridículo el ancho de la mía. Sus brazos el doble de grandes y musculados que los míos bien torneados. Y un culo grande y duro.

Demasiado detalles para solo una mirada de reojo no? Bueno tal vez estaba ávido de ver algo más.

Se metió a darse una ducha mientras yo hacía un esfuerzo por terminar ese trago de mucho alcohol.

Termina Alberto y sale cubriéndose también con una toalla. Me invita a pasar a su cuarto donde estaba su cama king size.

Me indica que me acueste boca abajo. Obedezco y comienzo a observar ese cuarto lleno de espejos. En eso puedo observar como Alberto deja caer su toalla, un frío me recorrió la espalda... Hasta la cola.

Pero respiro aliviado cuando veo que se pone un bóxer blanco. Que le marcaba el bulto enorme que tenía.

En esa observación estaba yo cuando me interrumpe Alberto

"dale nene, sácate la toalla, como querés que te haga masajes"

No sabía qué hacer, pero lentamente me deshice de la toalla que cubría mi desnudez. Quede boca abajo ofreciendo mi culo a cualquiera que estuviera en la habitación. En este caso a la mirada de Alberto.

"ya sabía que con mi rutina en un par de semanas ibas a estar mucho mejor pibe" comento Alberto al verme así.

Me puse colorado, se me escapo una risita tímida. Y comenzó ese leve temblor del erotismo en mi.

Comenzó el masaje, con sus aceites, por todo mi cuerpo, en mi espalda, en mis piernas comenzando desde abajo. Llega hasta la parte crítica, allí donde estaba la lesión. Justo abajo de mi nalga.

Me pide que separe más mis piernas, yo accedo sin chistar. Y comienza a masajearme lentamente a milímetros de mis nalgas.

Siento aceite caer en mis nalgas, y que se desliza por la gravedad hasta la línea que las une. Llegan las primeras gotas a mi ya húmedo ano y se me dilatan las pupilas, abro la boca instintivamente y levanto la mirada para divisar a través de los espejos que estaba haciéndome Alberto.

Pude darme cuenta que Alberto se puso a horcajadas, y pude verme a mi levantando mi pequeña cola, como una puta.

Sus manos tomaron al fin mis nalgas, las abría y cerraba con descaro, con la excusa de aliviar el dolor de mi lesión.

En ese instante lo veo inclinar su cabeza, iba en una dirección firme y segura. Hacia mi culito.

Al llegar a centímetros de mi cola morocha, húmeda y paradita, cierra los ojos y huele. Parecía embriagarse con lo que tenía a su merced.

Abre los ojos, abre su boca, saca su lengua.

Y comienza a saborear la raya de mi culo. Desde abajo hacia arriba. Muy lentamente. Solo su lengua caliente abriéndose paso entre mis nalgas.

Llega hasta mi virgen ano y se detiene por un segundo. Prueba el sabor de lo que inevitablemente se iba a comer y sigue su marcha por la raya de mi culito. Hasta arriba.

Alberto se recompone, me había emputecido y ya erguido con sus piernas una a cada lado de mi dice:

"uffff pendejo".

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