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Dulce y amarga amistad (04)

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Historia de dos amigos: Jesús Alejando y Álvaro

A la mañana, cuando desperté, Álvaro no estaba en la cama y me llegaba el olor a rico café y pan tostado. Me desperecé y sonreí dichoso, aún permanecía desnudo, a la noche no nos levantamos de la cama ni nos habíamos limpiado. Fui al baño para darme una ducha y quitarme el semen seco que atirantaba la piel de mi pecho. Aún salía el suyo de mi ano y metí un dedo para extraerlo.

Me estaba metiendo los pantalones cuando escuché el grito que llegaba del piso inferior.

-¡Se enfría el desayuno! -Estaba de espaldas ante la fregadera, con el pantalón corto de dormir puesto y también se había duchado.

-Buenos días cocinero. –Me coloqué a su lado, tenía las manos mojadas y me ofreció los labios para que le besara. Lo hice, deposité un beso ligero y algo sonoro sobre ellos y me separé rápidamente.

-¡Vaya mariconada!, ¿no te parece? Si alguien nos ve nos confundiría. -Quería quitarle importancia a lo que terminaba de suceder, me volví para ir a la mesa donde las cuadradas tostadas me llamaban haciendo padecer a mi estómago, a la vez que escuchaba su nerviosa risa.

-Están deliciosas. –Comíamos sin respirar, teníamos hambre a montones y después de una taza de café vino otra y más tostadas, ahora recién doradas, crujientes y calientes.

-Eso mismo me estaba preguntando antes de que bajaras, vaya dos noches que hemos pasado. –Su boca dejó de comer mientras me miraba, le brillaban los ojos cristalinos y algo húmedos.

-¿A qué te refieres?

-A lo que has dicho antes, tú y yo dándonos besos de amantes, en lo que me he convertido en solo dos días. ¡Waww! Es de auténtica locura. –Pero no estaba loco, además sonreía dichoso.

-¿Qué soy ahora Jesús? Si hasta deseo tenerte a mi lado y que no nos separemos. ¿Me has dado alguna pócima, un elixir que me ha cambiado? -No pude evitar reír con una carcajada espontánea y fuerte hasta que me asomaron las lágrimas.

-Analízate, mírate por dentro, tú tienes que hallar la respuesta. –Se quedó con la tostada camino de la boca.

-¿Me siguen gustando las chicas?, no tanto…, y los chicos, tú…, tú eres…, bueno ya sabes, y he pensado lo que me dijiste de Alberto. ¡Me gusta todo! Hasta lo que no he probado.

Jesús, tu siempre has llamado mi atención, siempre te he querido como amigo, como hermano, pero sin pensar que alguna vez folláramos, no…, la verdad no creí que tu quisieras, ahora me encanta tu culo, ya estoy, pensando en meterla otra vez en ese lugar calentito que tienes. Las risas que solté debían escucharse a kilómetros.

Todo lo que hablábamos era como si nos gastáramos bromas, intentando saber los sentimientos del uno hacia el otro, descubrir nuestros secretos sin comprometernos en demasía, sin confirmar nada, dejándolo todo en el aire al no llegarnos a creer que todo esto estuviera sucediendo.

-Tú tienes suerte Álvaro, los dioses te han tocado, hombres, mujeres, y eres guapo, grande, dotado de un pene que no valoras, harás al mundo feliz si tu quieres. -Se quedó un momento en silencio con los ojos entornados, estaba precioso esa mañana.

-Nunca pensé que esto pasaría Álvaro, si las cosas hubieran sido diferente podríamos haber sido, no se…, se interpusieron otros me dejé llevar por lo fácil, sentimientos y sueños de adolescente.

-Yo ya quería.

-¿Qué has dicho? -Se había ruborizado.

-Nada, déjalo. Aunque lleguen mis padres podrías quedarte aquí, no tienes prisa. –No quería que insistiera porque me vencería.

-Tengo que arreglar papeles para llevar a la Uni y otras cosas más que tengo pendientes. –No le iba a decir que un tipo me quería ver, para entregarme mi encargo si no se echaba atrás, y que quizá tuviera que dejarme follar que sería lo acertado.

También quería observar los movimientos que se producían con el regreso de Demian, aunque fuera por curiosidad, y temía estar engañándome, aunque me repetía insistentemente que ya no le amaba, había dudas aún.

-Lo de Móníca ya camina y está casi superado, ¿parece?, y tú estás mejor, tengo que volver, ya no te queda mucho tiempo de estar aquí.

-Quédate otra semana, por favor, o igual me vuelvo contigo. –Esto me alarmó, no podía tenerlo a todas horas detrás de mí, me sonrojé por la imprecisión del pensamiento, tenía que terminar mi casi diabólico proyecto, y aunque quería esta con él, no podía dejarlo cuando estaba a punto de culminarlo.

-No hagas esto a tus padres y Natalia, una semana y poco más se pasa muy rápido. –Recogimos los platos y no volvimos a hablar hasta que nos preparamos para salir, Jesús, su primo, nos llamó para estar en el pueblo y tomar algo de beber, charlando con los amigos antes de ir a comer, como siempre en la casa de sus padres.

Alberto no estaba entre ellos y Álvaro me sorprendió cuando preguntó a Jesús si es que le sucedía algo, su primo se encogió de hombros sin responderle. Llevábamos un rato sentados en una terraza cuando le vi llegar, montado en una bicicleta y con una chica al lado, casi una niña. Era mucho más joven que él, calculé que como Natalia. Jesús nos dejó para acercarse a ellos mientras sujetaban las bicis y se puso a hablarles.

-Parece que te ocultas, ya es la hora de comer. – Álvaro se dirigió a él cuando le tuvimos al lado.

-¡Bah! Mis padres se fueron de compras y me han encajado a mi hermana, espero que cuando venga la tuya estén más ocupadas. –Se sentó en una silla a mi lado.

-¿Tu familia vuelve mañana? -Álvaro miró unos segundos a los más cercanos, nos encontrábamos algo alejados y los demás estaban conversando.

-Mañana se terminó la paz y Jesús se nos marcha, si quieres te invitamos esta noche a beber unas cervezas, los tres…, en privado… ¿Tú que opinas Jesús? -Lo dijo en voz baja para que solamente Alberto y yo le escucháramos. Elevé la vista sorprendido, no esperaba ese atrevimiento por parte de Álvaro, y me encontré una pícara y burlesca sonrisa en su cara.

Prácticamente estaba ofreciéndole, ¿que?, ¿hacer un trío, qué Alberto gozara de su polla en mi presencia, darme celos, molestarme?

Decidí seguirle el juego y ver donde quería que llegáramos.

-Por mi encantado, no tengo nada más importante que hacer y es tu casa, igual es Alberto el que no puede. –Le hice un gesto de que le mataría cuando nos encontráramos a solas, por la sorpresa que me había llevado.

Si mi sorpresa había sido grande, a Alberto le desconcertó, primero me miró a mí buscando mi aprobación, y rápidamente cambio la mirada para ver la sonrisa de mi amigo que aun no había borrado de su cara.

-Estaré, vosotros ya me diréis la hora. –Le brillaban los ojos imaginando no sé el qué.

-Hoy estamos bastante cansados Jesús y yo, hemos dormido mal esta noche, después de la cena en casa de mis tíos volveremos para descansar y dormir, hoy no habrá baile ni cervezas en los bares.

No hablamos más porque los demás nos miraban escuchando las últimas palabras de Álvaro, dichas en voz más alta y a propósito para que las oyeran, y dirigidas a su primo de forma impersonal, mas tarde y cuando los demás conversaban se le acercó a Alberto.

-¿Qué te parece si nos esperas sobre las once? -Alberto le asintíó con la cabeza aprobando.

Nos íbamos a levantar para marchar a comer cuando apareció Mónica con el chico que ya conocíamos, nos miró al grupo reunido pasando la vista de uno en uno y se quedó parada indecisa, Álvaro fue el que se puso de pie y avanzó hacia ellos, tropezó con una silla que casi derriba y el muchacho avanzó un paso en actitud defensiva y protectora ante Mónica.

Mi amigo llegó y extendió la mano ofreciéndosela el chaval, se chocaron las manos sujetándose con la otra de los brazos y luego agarró a Mónica de la muñeca llevándola hasta la mesa donde estábamos.

Permanecíamos todos expectantes, observando las reacciones de los tres. No conocía al muchacho, le vi por primera vez la noche anterior y parecía que entre ellos eran conocidos.

-Él es Daniel, y Jesús es un amigo de Mónica y mío. -Sin levantarme estiré la mano para coger la del chico. –Después se sentaron en nuestra mesa los minutos que nos quedaban antes de marchar, integrándose en el grupo como la amiga que era.

 A Mónica debió gustarle el cambio de actitud de Alvaro y hablaron entre los tres un poco apartados del resto, la chica me miraba a veces y no supe interpretar su mirada.

Cuando nos acercábamos a la casa de sus tíos Jesús se adelantó unos pasos, y sujeté a Álvaro por el brazo.

-¿Qué pretendías?

-Presentarte a la nueva conquista de Mónica para que te quedaras tranquilo, todo está arreglado. –Se rió en tono bajo regocijándose de mi turbación.

-Me refiero a Alberto, ¿qué es lo que quieres de él, de mi? -Se reía burlón avanzando el paso para alcanzar a su primo que abría ya la puerta del jardín.

-Saber hasta dónde quiere llegar y a lo que está dispuesto…

Esa tarde habían quedado para pasarla en la casa de una chica del grupo, después de comer tuvimos que ir a la casa de Álvaro para buscar bañadores, nos acompañó Jesús y no pudimos hablar. Estuvimos hasta tarde en la casa de la chica, en la piscina y jugando en el enorme jardín. Su amable madre nos ofreció bebidas y comida para picar, pensé que lo que deseaba era vigilar a su hija, pero nos atendió de maravilla.

Alberto estaba también pero resultaba muy difícil hablar a solas entre tanta gente cercana. Hubo un momento en que fuimos a ayudar a la señora de la casa para sacar las bebidas, tenía a dos chicas preparándolas pero, obviamente, ella quería estar cercana a los jóvenes y servirnos.

-Si no te encuentras a gusto no es necesario que vayas esta noche, no tienes que hacer caso a Álvaro. -Miró para ver si la señora estaba cerca y se me acercó para hablarme en el oído.

-No voy a perder la ocasión de saber a qué sabe lo que oculta nuestro amigo, tú ya lo has probado y me siento curioso, además quiero estar en tu despedida hasta que nos volvamos a encontrar si es quieres que nos sigamos viendo, a mi me gustaría seguir con lo nuestro.

No sabía lo que significaba para Alberto “lo nuestro”, pero si estaba claro que los dos estaban dispuestos a vivir una aventura esta noche, sin duda sexual a tres bandas, y lo que pudiera surgir. Reprimí la imaginación para evitar que se me notara la incipiente erección que me producía pensar en estar con los dos guapos chicos a la vez.

Algunos de los asistentes se quedaron a cenar y a continuar la fiesta, la noche estaba más que cálida por una vez y apetecía continuar en el agua. Jesús propuso llamar a sus padres y pedirles permiso para faltar a la cena pero Álvaro tenía su plan y yo me quería despedir de ellos, no sabía si al día siguiente les vería y tenía que agradecerles lo amables que habían sido conmigo.

Para las once nos despedimos después de cenar y caminamos con rapidez para llegar antes de que lo hiciera Alberto. A este le debía matar la impaciencia y nos esperaba apoyado en su coche en la puerta de la casa de Álvaro. Llevaba un montón de cervezas, suficientes para inflar la barriga a un regimiento sediento.

Álvaro nos ofreció ver una película o permanecer en la piscina, y como hacía calor decidimos por unanimidad permanecer al aire libre, había que aprovechar la noche que no se repetiría. Aun llevábamos los bañadores que utilizamos en la tarde y fue sencillo prepararse para lanzarse al agua. Dispusimos un cubo con hielo donde tener las cervezas bien frías y que dejamos en el borde de la piscina para ir bebiendo.

Apagó las luces del jardín y dejó las de la casa y las que estaban en el fondo de la piscina proporcionando un ambiente intimista y algo surreal.

Comenzamos a jugar haciendo carreras, luchando, diputándonos una pelota que nos pasábamos de unos a otros, el alcohol nos inhibía. Me senté en el borde con los pies en el agua mirándoles moverse mientras bebía. Alberto pretendía bajarle el bañador a Álvaro y este se resistía entre risas.

-Deja que te lo quite, quiero contemplar la herramienta que te gastas. –Álvaro se alejó a la zona donde el agua no le cubría y él mismo se quitó el bañador, y lo blandió sobre su cabeza como si fuera un trofeo.

–Ven a por él, si me lo quitas es tuyo. –Me divertían sus juegos hasta que Alberto terminó a su vez desnudo, y la lucha empezaba a tener apariencia de danza erótica con cariñosas caricias. Los movimientos dejaban de ser bruscos para pasar a ser suaves roces de las manos de los chicos pasando por sus pechos, abrazando sus cinturas y mirándose a los ojos para finalizar con las bocas unidas.

El espectáculo resultaba altamente erótico y excitante al verse, por la luz especialmente colocada, los contornos de los cuerpos a través del agua, me dejé deslizar del borde arrastrando el culo y fui avanzando hacia ellos. Los abracé pasando mis brazos por sus cuellos y se abrieron para integrarme en el grupo.

Fue una sesión de besos y caricias increíble, de pasarnos las manos por todas las partes de nuestra anatomía, a veces sin saber quién era el que te cogía la verga o te pasaba los dedos por el culo.

-Quítate el bañador, tenemos que estar los tres en las mismas condiciones. –Bastó la sugerencia de Álvaro para que Alberto me lo arrancara tirando de él hacia abajo sin dejarme que yo lo hiciera.

Parecíamos “Las Tres Gracias” bailando en el agua pero con otro físico diferente, con más atractivo para nosotros. Nos íbamos calentando los tres, de una forma tan total que sentía dolor en la punta de la polla y en los huevos.

-Es mejor que salgamos del agua, dentro de la casa estaremos mejor. -Le escuchaba hablar a Álvaro, pero nuestro añadido amigo le había cogido la verga y parecía que no la quería dejar, le sujeté para que la soltara y le hable entre risas.

-No se escapará y tendremos suficiente para los dos. –Entonces Alberto me abrazó dejando la polla de nuestro amigo y que fuera avanzando hasta el borde de la piscina.

-Es tremenda, se nota más grande en la mano que a simple vista.

-¿Ya podrás contenerla en tu culito? -Nos hablábamos al oído riendo sin podernos contener mientras Álvaro nos miraba ya fuera del agua. Viéndole desde abajo parecía una gigantesca estatua con su colgante pene en una clara desproporción.

-Te juro que de esta noche no pasa sin que me abra el culo con ella aunque me lo rompa. –Hasta Álvaro se reía sin saber de qué, él nos veía abrazados sin poder contener la risa y también él lo hacía.

-¿Qué estaréis tramando con tanto cachondeo, putos?

-Tiene que ver contigo y luego te lo diremos. –Nos secamos el cuerpo y cogimos una cerveza cada uno, dimos un largo trago y nos fuimos para la casa llevando las latas que estaban llenas.

Álvaro se inclinó para dejar el cubo con las cervezas en el suelo y le abracé por detrás apoyando la polla entre sus nalgas.

-Eso es sagrado, que no se te ocurra meterlo. –Mi amigo aún se resistía a convertirse en un puto dejándose coger el culo, pero estaba seguro de que terminaría probando una polla, y lo mejor sería que fuera con uno de nosotros, mejor aún que fuera con la mía.

-No te preocupes a Alberto y a mí nos interesa otra cosa por ahora, pero tienes un culo precioso. –Moví las manos hacia su parte delantera para apoderarme del tronco, a medias de erectar, que inmenso le colgaba entre las piernas.

Alberto y yo le abrazábamos rodeándole con nuestros brazos y con suavidad, sin dejar de manosearlo, lo llevamos hasta uno de los sofás. Lo sostuvimos para sentarlo y Alberto se colocó arrodillado entre sus piernas, sujetándole el falo con la mano derecha y sosteniéndole los huevos con la otra.

Para él era una novedad y dejé que disfrutara cuanto quisiera admirando tan tremenda verga, mientras mi amigo y yo nos besábamos con tiernos besos, a veces con brusquedad cuando el placer le invadía por la maniobras que su otro amante le proporcionaba chupándole la polla y los testículos, y entonces mordía mis labios rabioso.

-¡Joder! Qué buenos sois los dos, conseguiréis que me pierda y me vuelva maricón. –Todo era puro y erótico cachondeo. Suspiré en su oreja mientras se la lamía.

-Eso es lo que buscamos, volverte loco de placer y que nos entregues lo que ambos deseamos. ¿Ves como le gustas a Alberto? Estaría lamiéndote las pelotas y la verga todo el día si le dejaras. –Miraba a mi amigo el mamón, con la cara oculta debajo de los huevos, buscando los sabores más profundos e intensos del semental que nos iba a regalar su tierna pero poderosa herramienta del placer.

Como noté que Álvaro se centraba en el placer que el otro le proporcionaba, fui resbalando lamiendo su pecho y en un momento Alberto levantó la cara toda húmeda de sus babas y los flujos de la verga, le mordí los labios mojados, con sabores de mi amigo.

-Ábrete el culito, te lo voy a comer. –Estaba muy caliente y me sentía capaz de todo. Vi el agradecido cariño reflejado en su mirada y abrió las piernas elevando el trasero esperando mi boca, y volvió a meter la cara en el irresistible placer de gustar la verga de nuestro hombre que teníamos para nosotros, entregado a sus dos amigos maricones y conocedores del amor entre varones.

Admiré la ancha y fuerte espalda de Alberto, como se iba estrechando hasta su cintura breve que anchaba en las caderas, los hoyitos que se formaban al terminar de la espalda, al unirse con su culo, su para mi opinión, voluminoso trasero, con la cabeza enterrada en el pubis de nuestro macho a quien hacía gozar mostrándole los placeres del acto homosexual.

Me incliné para besarle y morderle con suavidad las nalgas, las movía en movimientos circulares pidiendo que se las trabajara. Le di una palmada no muy fuerte para ver su reacción, se arrugó por la sorpresa pero enseguida saco la cola, sabía que le había gustado y me la ofrecía sin hablar, con su boca ocupada en otras acciones.

Sin tocarle, su anito se arrugaba y expandía, Alberto estaba muy, muy caliente y deseoso de una verga que le llenara el agujero que a gritos la solicitaba. Se lo lamí unos minutos a la vez que le calentaba las posaderas con mis palmadas cada vez dadas con más fuerza.

Cuando elevé la mirada vi a Álvaro observando lo que hacía, a veces con la mirada perdida cuando sufría una contracción por el estímulo de la boca que se ocupaba de sus viriles atributos. Alberto resultaba un maestro para excitarlo al máximo y luego dejarlo evitando que el macho se corriera.

Mi culo había tragado verga, sí, era cierto, pero sentía envidia al notar que Alberto había disfrutado más que yo, mis dedos entraban en él sin impedimento y movía las caderas pidiendo más, sin duda Álvaro podría penetrarle sin causarle excesivo dolor.

Deseaba que gozara de mí, enseñarle lo que sabía hacer y nos compenetrábamos muy bien, él abriendo su ano para permitir que mi lengua lo explorara haciéndolo gemir hasta olvidar, a veces, el extraordinario instrumento que tenía entre las manos.

Álvaro le levantó el pecho y le sujetó para que lo apoyara sobre el asiento gozando de mi trabajo en su culo. Yo seguía en lo mío, chupando el rico ano de mi amigo y a veces su verga y los huevos. Álvaro quería imitarme y se colocó detrás de mí abriéndome las nalgas, repitiendo lo que me viera hacer con el culo de Alberto.

Me castigaba y yo gozaba, cada golpe en mi trasero gritaba dolorido, también de inmenso placer al sentirme sometido. Y Álvaro, como alumno aventajado, comenzaba a controlar la situación, ya no era el chico ignorante de la primera vez, ahora tenía confianza y se sentía poderoso al tener a su disposición, entregados sin condiciones a dos jóvenes muchachos que llamaban su atención y a los que deseaba traspasar el culo con su verga.

Ya no tenía miedo, conocía que lo podía hacer y cómo llegar a dar placer al culo de un puto. Su instinto de macho dominante despertaba y asumía su rol aunque aún estaba en fase de aprendizaje que ensayaba con ganas y gusto.

Sentía latir su verga apoyada en mis muslos, dejé un momento de abrir el culito de Alberto para llevar las manos detrás de mí, cogí su verga sintiendo las venas hinchadas de su fuste, el manojo de fuertes vellos en la base.

Qué rica la sentía aunque fuera en la mano, los pelos de sus muslos acariciaban mis nalgas, y tenía unas ganas tremendas de que volviera a penetrarme y me empalara hasta ahogarme, pero pensé en mi amigo muerto de ganas también por tenerla.

Casi no podía hablar porque estaba apuntada en mi hoyito, empujando queriendo entrar en mi culito que se abría indecentemente deseando ser traspasado.

-Álvaro métesela a Alberto, él aún no la ha probado. –Me contradijo aunque primero se apoyó en mi espalda en un gesto posesivo de macho que no quiere abandonar su terreno conquistado.

-Tengo para los dos, dásela tú antes y lo preparas para mí. –Se alejó perdiendo el contacto entre su verga y mi ano, y desde atrás sujetó mi polla apuntándola al rosado ano de Alberto.

-¡Fóllalo! -La orden restalló en la habitación y creo que a los dos nos sorprendió su fuerza y la decisión con que me lo pedía.

Solo tuve que empujar para que mi polla se fuera alojando en el culo de Alberto, como había supuesto entró fácilmente en él hasta que mis huevos hicieron tope contra sus nalgas y un hondo suspiro se le escapó. Paré cuando estuve dentro y acomodé la verga girándola y moviéndola. Su culo abrasaba por lo caliente que lo tenía y abracé su cintura intentando entrar lo que no podía.

Inmediatamente sentí la polla de Álvaro empujando en mi ojete. Mi cachondo amigo había sufrido un cambio espectacular, el timorato se volvía atrevido y osado y ahora controlaba la situación, sabía mantener la gran polla a punto para reventarme el culo. Abrí la boca asombrado cuando sentía que la verga entraba en mí sin detenerse, y como Álvaro tiraba de mi cintura para que no se me ocurriera escapar.

Ya me tenía ensartado, clavado por el largo garrote que se gastaba, al igual que mi polla gozaba dentro del culo de Alberto. Me sentía desfallecer en la situación en que me encontraba, sintiendo el placer de la cogida que le daba a mi amigo y la que a mi vez recibía.

Era Álvaro el que nos follaba a los dos, como si mi pene fuera una prolongación del suyo que me saliera por delante para dar por el culo a mi amante que a la vez era suyo.

Sus embestidas eran profundas haciendo que yo me moviera al mismo compás, nunca me había sentido más amparado, embutido entre los cuerpos de mis amigos, sintiendo y hacer sentir el placer de una buena follada hecha sin prisa, El principiante ensayaba para ver lo podía resistir sin correrse y así nos hacía gozar a los dos.

El primero que se corrió fui yo, atacados mis lugares de placer por delante y por atrás.

-Alberto me viene la leche ya, ¿qué hago? –Le preguntaba cuando los chorros me salían calientes y abundantes de la polla dejándoselos en sus tripas. No me contestó, en su lugar movía el culo, lo abría y cerraba chupándome con él la verga como un maestro receptor de polla.

Me sentía morir de placer y excitación porque al momento Álvaro me la clavó hasta el fondo, comenzando a vaciarse entre espasmos que hacían que me moviera sacando y metiendo la verga del agujero donde estaba tan a gusto después de vaciarme dentro de mí amigo.

La noche no terminaba ahí. Nuestro soberano semental no tardó en reponerse, y después de descansar bebiendo una cerveza mientras nos miraba como Alberto dejaba caer la bebida de su boca sobre su polla, que luego recogíamos con nuestra boca lamiéndolo, excitándolo de nuevo, consiguiendo una dura y vigorosa erección que, en este caso, la gozaría Alberto como principal actor.

Como pensaba no fue difícil para Álvaro penetrarlo y yo solo podía observarlos, como tomaba posesión de su culito y como Alberto lo gozaba aunque con pequeños quejidos de dolor, tumbado boca arriba, sujetándose las piernas sobre el pecho para permitir que su follador se la metiera haciéndolo gritar y que le pidiera más cuando ya estaba lleno.

No participaba pero sentía una excitación extraña que me mantenía la verga dura y tirando precum, me la masturbaba con una mano y con la otra me acariciaba los huevos o me metía los dedos en el culo de donde salía la leche de Álvaro, observando el espectáculo hasta que otra vez me derramé sobre la cara de Alberto a la vez que él llenaba su pecho con el semen que expulsaba por su polla.

Álvaro fue el último en vaciarse, cuando antes no podía contenerse ahora aguantaba como un campeón de primera, terminaría por convertirse en una máquina folladora y solicitada por quien lo conociera.

Terminamos muy tarde, más de tres horas follando sin parar, pero antes de dar por finalizada la orgía le hicimos una mamada a dos bocas que sabían lo que hacían, haciendo gritar a nuestro semental hasta que terminó en nuestras caras bañándonos de semen. También en esto había mejorado y sus testículos producían cantidad de leche que no desperdiciamos y nos la comimos toda.

Nos habíamos duchado en el plato que estaba al lado de la piscina, los tres guardando silencio y como muertos volvimos al salón vestidos con un bañador seco. No sabía lo que sucedía, nos sentíamos algo avergonzados por dejarnos llevar por el deseo salvaje del sexo, sin pensar las consecuencias de nuestros actos. Por mi no me importaba, ni por Alberto tampoco, pero si por lo que pudiera sentir a partir de este momento Álvaro.

-¿Y a partir de ahora qué? -Musito Álvaro, pensé que me había leído el pensamiento, estaba con la vista clavada en el suelo, sentado entre nosotros. Le miré, tenía las manos sobre sus duros muslos, le temblaban ligeramente y me temí que ya estuviera arrepentido por dejarse llevar por la calentura y el deseo de experimentar, de sentir su verga en un agujero aunque fuera de varón, el efecto del alcohol se pasaba y las cosas se veían de diferente manera.

-Lo siento Álvaro, tu amigo maricón te ha pervertido, era mejor que no te hubiera acompañado. Ya está hecho y ahora toca olvidar, si podemos. -Coloqué la mano sobre la suya para intentar que se calmara.

-¿Pero que dices? -Nos cogió a los dos por el cuello y nos apretó las cabezas cada una sobre uno de sus fuertes pectorales.

-¿Quién quiere olvidar? -Elevamos las caras y nos besó a los dos varias veces.

-Ha sido genial, grandioso. –No sabía a quién mirar, cada uno a su costado le besábamos la cara y los labios uniendo los de los tres sin querernos separar, aunque nuestras vergas no daban para más por esa noche, que por una vez, resultaba calurosa en la alta montaña.

-Es posible que algún día pruebe lo que se siente con una verga en el culo, viendo vuestro placer me dais envidia. –Alberto y yo no pudimos evitar el regocijo y la risa, pensando por mi parte que, al menos Álvaro no se había molestado y nuestra amistad seguiría.

-Tú vales más como macho y nosotros como hembritas, mira que si luego te gusta y no quieres usar esa polla. –Alberto se la acariciaba como si aquello fuera un tesoro y él, propietario de la joya, se la guardaba en el bañador que hacía de caja fuerte.

Volvimos a la piscina, más que nada para refrescarnos, tendidos sobre el agua mirando al cielo estrellado, ya sin ganas de jugar y un poco bebidos también, aunque la bruma de nuestros cerebros se iba despejando, y a las cuatro de la madrugada despedíamos a Alberto.

-Aunque Jesús se vaya, ¿tú y yo? -Alberto se quedó indeciso con la puerta del coche abierta, Álvaro le cogió por el cuello aplastándole la cara sobre su tetilla y le besó el pelo.

-Creo que a partir de ahora vas a tener que soportarme y verme muchas veces aunque solo sea para hablar. –Entonces Alberto le besó largamente en la boca, seguramente la emoción le impedía darse cuenta de que me ignoraba y arrancó el coche sin despedirse de mí.

Durante esa escena última, sentí un pequeño aguijón punzándome el pecho y un ramalazo de celos que reprimí sonriendo y agarrándole la cintura entramos en la casa.

Estábamos en la cama, cada uno en la suya, desnudos y algo calientes por la temperatura que reinaba dentro de la casa. Miré a mi amigo con los brazos elevados y las manos bajo la nuca, enseñando las peludas axilas.

-¿Sabes Jesús? Me gusta cogerme vuestros culos y me asusta el pensar que ahora no pueda detenerme, aunque igual no quiero hacerlo.

Volví la vista hacia él y realmente aparentaba estar preocupado, me desconcertaba sobremanera, de repente parecía saber lo que quería como le volvían las dudas, pero me desarmó el razonamiento su sonrisa pretenciosa y cínica, parecía que se burlara de mi.

-Es la inercia del comienzo pero te calmarás, es algo nuevo para ti, necesitabas meter tu vergón en algún lugar y has tenido la oportunidad, lo has pasado bien que es lo importante, volverás a ser tu mismo no te preocupes, ahora vamos a dormir, mañana llegaran tus padres y tu hermana.

-Y tú te marcharás. –Ya habíamos hablado de mi partida y no le contesté, alargue la mano para apagar la luz, y aunque resultaba difícil dormir con con todos los pensamientos, a veces contradictorios, que se me agolpaban en la cabeza lo intenté y escuché que me hablaba en voz baja.

-¿Puedo ir a tu cama y dormir contigo? -su voz era muy suave y acariciadora.

-Vale, pero solo para dormir. -Se levantó a toda prisa y rápidamente se metió en la cama a mi lado, se abrazó a mi que estaba de espaldas, enroscó sus peludas piernas con las mías y me apretaba hasta ahogarme.

-Era solo para dormir, no para que me asfixies. -Sentía sus labios en el cuello besándomelo y en la nuca.

-Perdóname Jesús, soy un egoísta, solo pienso en mi y no me se analizar, estoy aturdido por lo que ha pasado, no arrepentido, todo me ha encantado, pero imagínate, yo follándote a ti, sintiendo todo esto por ti, no me digas que no es increíble que ahora, después de tanto tiempo, consigamos estar más unidos que nunca. -Hablaba sin parar en mi oido, a veces apretándome más contra él, haciendo mías sus palabras, parecía reflejar, en la mayoría de sus razonamientos, lo mismo que yo pensaba.

El calor de su cuerpo me envolvía y me dí la vuelta para estar de frente.

-Se que lo tuyo es más complicado pero tengo las mismas dudas que tu y me hago las mismas preguntas, ahora vamos a dormir, me caigo de sueño. -Abrí la boca bostezando ruidosamente y apoyé la cabeza en su pecho, me rodeó entre sus brazos y los latidos de su corazón me sirvieron de música acompañándome hasta el sueño.

A media mañana llegó su familia, nos había dado tiempo justamente para prepararnos, tomar un zumo y permanecer tumbados como si esa hubiera sido nuestra actividad de esos días. Había dejado recogidas mis cosas para marchar en cualquier momento.

-¡Jesús, ven al agua, ayúdame! –Natalia luchaba desesperada en el agua, intentado evitar que su hermano, que la tenía elevada sujetando sus caderas, la tirara. Pataleaba en el aire mostrando sus largas y torneadas piernas de adolescente.

Estaba hablando con su padre y me empujó del hombro para que atendiera la llamada de socorro de su hija, me tiré al agua y antes de que Álvaro la soltara nos la disputábamos entre alegre algarabía y el gozo que expresaba la muchacha con sus risas.

Para comer se reunió la familia, vinieron sus tíos con Jesús, y Laura, su tía, había encargado una rica paella que trajeron del restaurante aún humeante y caliente.

-Gracias Jesús, estos días en tu compañía le han venido muy bien a Álvaro. –No pude evitar ponerme intensamente rojo, pensaba que si su mamá supiera lo que había sucedido entre nosotros, no me daría las gracias.

-Podías quedarte unos días más. –No quería que insistiera o terminaría convenciéndome ya que también lo deseaba.

-No insistas mamá, se lo he pedido de mil maneras pero no hay forma. –Miré a Álvaro agradecido.

-Posiblemente alguien le estará esperando, un chico tan guapo tiene que tener quien suspire por él en la ciudad. –Las palabras de su tía lograron que Álvaro se pusiera rojo igual que lo estaba yo y fue Natalia la que alivió el momento de tensión.

-Jesús es mi novio y no le espera nadie. -Soltamos la carcajada sin poderlo evitar y la niña se abrazó mimosa a mi cintura. Y al fin escapé de aquella buena gente, huí de la sana alegría para volver al mundo real y tan turbio.

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Sigue…

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