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En manos de tía Julia (2)

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Sus manos recorrían mi pecho, jugaban con mis pezoncitos, bajaban por los costados, bordeaban despacio las caderas, descendían, siempre lentamente, por los muslos… ¡Ay, me tenían ardiendo esas manos perversas y sabias!... Fue en ese momento que me di cuenta de que me tenía totalmente en su poder…Quería controlar mis gemidos de goce, pero me era imposible…

-Ah, estás gozando, ¿eh, Jorgito?...

Le contesté con un suspiro y ella dijo después de emitir una risita:

-Sí, ya lo creo que estás gozando… Mirá cómo tenés la pijita… ¡Bien parada!... Pero te aviso algo… No vas a meter esa pijita en ningún lado… Estas hecho para ser cogido, no para coger… ¿Entendido, Jorgito?...

Era tremendo lo que me estaba haciendo vivir tía Julia… Me torturaba sicológicamente y yo advertía que había anulado totalmente mi voluntad, que yo era propiedad de ella... Y eso significaba, nada más y nada menos, que ella podría disponer de mí como se le antojara…

-S… sí, tía Julia… -admití y en realidad yo no sentía ni siento ningún deseo de meter mi pene en ningún lado... No estoy hecho para penetrar sino para ser penetrado...

-¿Estás listo, Aldo?...

-¿Para que me la chupe? ¡claro que sí!... Quiero que me la ponga dura con la boquita-

Ya oíste, Jorgito… Andá y chupásela…

-Sí, tía Julia… -y trepé a la cama… Aldo me hizo lugar entre sus piernas peludas y ahí me acomodé, sientiendo el excitante roce de su pelambre en mi piel…

Tomé sus huevos con mi mano izquierda y su pija con la otra para llevármela lentamente a la boca… Después empecé a chuparla… ¡Ay qué lindo sentir que se le iba poniendo dura… ¡Es una belleza de pija!... ¡Bien grande!... Y huele deliciosamente…

-Cuando me hagas acabar vas a tragar todo, Jorgito…

-S… sí… sí, señor Aldo, sí… -acepté mientras tía Julia había empezado a acariciarme las nalgas y repetía una de sus prácticas favoritas: meterme sus dedos en el culo… Por el grosor me di cuenta de que eran dos y me los metía hasta los nudillos para después hacerlos retroceder y volver a metérmelos… Debe haberlos lubricado con su saliva, porque entraron sin problemas… Es muy sabia tía Julia en eso de cogerme con sus dedos y besarme y morderme las nalguitas… Entre eso y la mamada al señor Aldo yo estaba ardiendo… Tía Julia se dio cuenta y me dijo con la voz algo enronquecida por la calentura:

-Qué putito sos, mi nene… -y yo seguí chupando y chupando embelesado hasta que esa adorable pija me inundó la boca de leche…

-Tragá… ¡Tragá, putito, tragá!... –me ordenó el señor Aldo mientras me tenía agarrado del pelo… -y tragué hasta la última gota…

-Echate en el piso, Jorgito… -me ordenó Tía Julia y conmigo tirado en el piso ellos se pusieron a charlar…

-Ya está domado, ¿no creés, Julia?...

-Claro que sí, ya es nuestro…

-Pienso que tendríamos que hacerle algunos retoques…

-¿Retoques?...

-Sí, por ejemplo hacer que le crezca el pelo hasta los hombros… ¿Viste que lindo pelo tiene?...

-Es verdad, espeso y enrulado, de un lindo color castaño…

-Otro retoque sería en las cejas… Depiláselas… Se trata de acentuar ese aire femenino que tiene…

-¡Genial!... ¿Y si lo tenemos con los labios pintados?...

-¡Perfecto!... Ocupate… -y tía Julia se ocupó… Ese mismo día me llevó al baño, me sentó en un butacón alto frente al espejo, me depiló las cejas y me pintó los labios con un tono rojo intenso…

-Mirate, Jorgito… Mirá qué lindo estás…

-Ay, tía, parezco… parezco una nena… -dije ruborizándome…

-Es que sos casi una nena de tan lindo, mi amor…

-Ay, tía…

…………..

Han pasado algunos meses y ya tengo el pelo hasta los hombros… ¡Me encanta cómo me queda!...

Ayer tía Julia le comentó al señor Aldo que cada tanto iba a llevarme ante su peluquera para que me lo mantenga prolijo…

-¿Y qué le vas a decir de Jorgito?

-Qué es mi sobrino…

-Perfecto… Llevalo con los labios pintados y decile que es gay y que vos le respetás eso…

-¡Genial, Aldo!... ¡Genial!...

Algo que no les conté es que tia Julia me viene usando como la sirvienta de la casa… Y… ¿la verdad?... ¡Me excita ese rol!... Ay, sí… Tía Julia y el señor Aldo trabajan, se van a eso del mediodía y vuelven alrededor de las ocho de la noche y yo debo tener la casa bien presentable… Tengo que haber barrido, pasado lustre a los muebles, limpiado el baño y la vajilla que hubiera quedado en la pileta de la cocina…

Tía Julia lo inspecciona todo minuciosamente y si descubre una falla se acomoda en alguna silla, me baja el pantalón y el canzoncillo y me deja la colita roja y ardiendo con unos buenos chirlos…

¡Ay, qué placer me da eso!... Es un dolor… no sé cómo describirlo… ¿Voluptuoso se dice?... Sí, me parece que sí… Tanto me gustan las palizas de tía Julia que todos los días cometo a propósito algún error…

Además les cuento que el señor Aldo me coge todos los días… Me usa el culito y la boca… ¡Ay, qué hombre!... ¡Qué vigor tiene!...

(continuará)

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