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En manos de tía Julia (4)

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-Claro, ya se me está parando otra vez…

-Che, tengo un caprichito, ¿sabés?...

-¡No me digas!... Contame, mi amor…

-Quiero agarrarte la pija y meterla yo en el culito del nene…

-¡Perfecto!... –se entusiasmó el señor Aldo mientras yo me sentía cada vez más caliente…

-Te la embadurno con vaselina y después se la entierro…

-Sí, hasta el fondo, hasta que mis huevos toquen sus nalguitas…

Y todo se hizo según ese deseo de tía Julia… Después de comer y un rato de sobremesa me llevaron al dormitorio…

Se sentaron en el borde de la cama y conmigo de pie ante ellos tía Julia me ordenó:

-Desnudate, Jorgito… -y empecé por quitarme las zapatillas, después el shorcito y por último la camiseta…

-Sigo sin poder creer el cuerpo que tiene este nene… -comentó el señor Aldo mientras él también se desvestía y yo esperaba ansiosamente verle la pija…

-Sí, es increíble, porque tiene las curvas de una nena, pero discretas, sutiles… Fijate en la cintura, esas caderas… ¡esas piernas!...

-Me calientan mucho sus muslos… -dijo el señor Aldo…

-Sí… largos, bien torneados y sin músculos a la vista… ¡Pura morbidez!...

-¡Y que culo!...

-¡Maravilloso!... Y lo mejor de él es que, bueno, dos cosas: que es lampiño y no hace falta depilarlo, y… ¡es tan putito! ¡le gusta tanto la pija!...

Yo los escuchaba ardiendo de ganas de sentir la pija del señor Aldo bien adentro de mi culito…

-A la cama y en cuatro patas, Jorgito… -me ordenó tía Julia y le obedecí enseguida… Desde ahí la vi sacar del cajón de la mesita de noche el pote de crema y embadurnar la pija de Aldo mientras yo temblaba de ganas…

Con su pija lubricada Aldo trepó a la cama y me hizo separar las piernas para después arrodillarse entre ellas… Giré la cabeza por sobre mi hombro izquierdo y vi a tía Julia que tomaba esa verga bien dura y erecta…

-Qué linda pija tenés, mi amor… Me gustaría tener una así para metérsela en el culo a Jorgito hasta las pelotas… -dijo tía Julia…

El señor Aldo rió y enseguida apuró a su mujer: -Dale, dale, Julia…

Y tía Julia me la metió toda… ¡toda!... ¡Qué placer después de ese conocido dolor inicial que dura apenas pocos segundos…

El señor Aldo bombeaba entre jadeos y ella me daba palmadas cada vez más fuertes en las nalgas… ¡Ay, esos chirlos son una delicia!... Yo deseaba que aquello no terminara nunca…

No sé cuánto tiempo pasó hasta que el señor Aldo empezó a jadear cada vez más fuerte y acabó inundándome el culito con su caliente semen… Mis piernas temblaban y estuve a punto de caer, pero ahí no terminaron las cosas… De pronto tía Julia me agarró del pelo, me hizo girar la cabeza y me mostró dos de sus dedos, el índice y el del medio que brillaban por la vaselina: -Mirá, Jorgito, mirá estos dedos que te voy a meter en ese culo de putita que tenés…

-Ay, sí, tía… ¡Sí!...

-Seguís con ganas, ¿Eh, Jorgito?... ¡Qué nena tan puta sos!...

-Sí, tía Julia… ¡Sí!...

-Decilo…

-Soy… soy una… una nena muy puta… repetí con las mejillas rojas de vergüenza mientras sentía cuánto me calienta que me dominen y me humillen

Tía Julia lanzó una carcajada coreada por el señor Aldo, que seguía descansando de espaldas en la cama y comentó:

-En serio que es muy puto este nene… Acabo de cogérmelo y quiere más…

-Y le voy a dar más… -dijo tía Julia y sin miramientos me metió esos dos dedos en mi tierno y hambriento culito…

-Aaaahhhh… gemí largamente y ella comenzó a trabajarme con sus dedos mágicos…

Me los metió hasta los nudillos y después empezó a moverlos en redondo y a la vez hacia adelante y hacia atrás… ¡Aaaaay, qué placer indescriptible!...

Yo estaba cada vez más excitado y de pronto tía Julia acercó su boca a mi oreja derecha y murmuró: -¿Tenés suficiente, putita?...

-S… sí, tía Julia… Te… te pido algo…

-No me pidas, Jorgito… Rogame…

-Te ruego que… que me dejes ir al baño a masturbarme, tía… No doy más…

-Ella río y dijo: -¿Oíste, Aldo? Está caliente la muy putita… ¿Qué te parece? ¿lo dejo?...

-Sí… -confirmó el señor Aldo incorporándose: -Y vamos con él a ver cómo se pajea…

-¡Genial, mi amor, genial! –aprobó tía Julia y me llevaron al baño y me sentaron en el inodoro mirando hacia la pared…

-Se me ocurrió algo, Julia…

-Contame…

Vos oíme, putito… Acabá en la palma de tu mano izquierda y te tragás tu lechita… ¡Toda! ¡hasta la última gota!... ¡¿Entendido?!

Semejante orden terminó de ponerme ardiendo como una brasa:

-S… sí, señor Aldo… -dije en un susurro, porque hasta me costaba hablar… Y empecé a masturbarme con la mano derecha y la otra con la palma hacia arriba, lista para recibir mi semen…

Estaba muy caliente, así que no tardé mucho en acabar con tía Julia besándome el cuello, los hombros… Dirigí los chorros de semen hacia la palma de mi mano izquierda, como el señor Aldo me había ordenado y vacilé un poco antes de tomar mi propia leche…

-¡¿Y, putito?! ¡¿Qué te ordené que hagas?!... –me apuró él…

-E… está bien, señor Aldo…

-Vamos, Jorgito... A tragar toda esa lechita... –se sumó Tía Julia… Y lo hice… Fui pasando la lengua por la palma de la mano y bebiendo uno tras otro los goterones hasta que no quedó nada…

Los dos aplaudieron entusiasmados y volvimos al dormitorio…

-Te estás portando muy bien, sobrino… Sos un buen putito… Ahora andá a tu cuarto y a dormir… Ponete el despertador a las diez, así te vemos antes de irnos a trabajar… Te das una ducha, te ponés tu ropìta y nos ves en el comedor… -me ordenó tía Julia…

-Sí, tía, lo que vos mandes…

(continuará)

(8,29)