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La conductora

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¡Hola!

Soy Natalia de nuevo.

 

Hace unos meses se casaba un familiar mío. Muy cercano. Me tenía que sentar con mis padres y los padres y familiares de la novia. Pero un inconveniente azaroso surgió. Parece ser que se confundieron y faltaba un sitio. Dije que no me importaba sentarme en otra parte. Y así fue.

Me sentaron en una mesa con gente desconocida. Amigos de mi familiar creo. Justo enfrente mío me di cuenta de que no estaba tan sola. Había una chica de cabello castaño claro. Esbelta. Sumamente atractiva. De pechos abultados y redondos. A su lado había un chico que supuse que era su novio.

Soy tímida y no conseguía meterme en la conversación que tenían. Así por lo menos durante una media hora. Hasta que la chica comenzó a hablar conmigo. Me dijo que se llamaba Verónica. Me pareció encantadora. Una persona que me daba mucha confianza. Y tanto es así que terminé diciéndole que escribía relatos y eróticos. Quizás había tomado demasiadas cosas. Pero lo curioso es que me reconoció. Me había leído y me dijo que mis relatos le parecían sencillamente maravillosos. Me hizo tantos elogios que me cautivó.

Verónica era encantadora. Fuerte, ingenua, tierna, sensual, muy inteligente, culta, extrovertida y simpática. Comencé a sentir una fortísima atracción.

Se terminó la cena y nos levantamos. Ni Verónica ni yo llevábamos vestidos. Eso sí estábamos muy elegantes. Con pantalones de tela y jerséis. Preciosas.

Mis padres ya se marchaban y los demás nos íbamos a un pub alquilado. Verónica me dijo que me llevaba en su coche.

Me senté detrás. Delante estaba su novio.

El chico no me cayó nada bien. Era celoso. Le estaba diciendo que se había pasado toda la noche hablando con un tal Ramón y luego no paraba de criticarla.

Llegamos al pub y allí Verónica me dijo que no era su novio sino un amigo.

Nos hicimos muy amigas. Fuimos varias veces juntas al servicio. Hablábamos de nuestras cosas de y de gente que conocíamos.

A Verónica se le cayó un vaso al suelo que se le rompió. Esta fue la excusa para esa gente desagradable que nos acompañaba para que se metiesen con ella. Había una tal Sonia que era una envidiosa, bueno en realidad todos lo eran porque Verónica es una chica encantadora. Y no debía dejar de apoyarla en ningún momento.

Hubo tíos molestos que intentaban ligar con nosotras diciendo chulerías o en plan prepotente o sencillamente groseros.

Mi familiar nos invitaba a todos a tomar la última copa en su propia y recién estrenada casa.

Mi amiga dejó por el camino a ese celoso amigo suyo. Así que me pude sentar delante junto a ella. Me puse el cinturón de seguridad ¡Me sentía muy confortable a su lado!

La casa se lleno de humo y de voces. Normal. Hubo un percance. A mi se me cayó otro vaso. Mi cercano familiar me dijo delante de todos que era una estúpida. Me había caído bebida por el jersey y el pantalón. Me levanté y verónica me ayudó en el servicio a secarme y limpiarme las manchas.

Nos marchamos todos y Verónica me llevaba ya a mi casa pero decidimos tomar la penúltima en un local abierto. Seguimos hablando de cosas. Pero no íntimas.

Al salir fuera descubrimos que estábamos mareadas. Pero hacía frío y bajamos al garage donde tenía aparcado el coche. Habíamos bebido alguna copa de más. Ella no conduciría hasta que no nos sintiésemos mejor.

Entramos en el coche y estuvimos hablando y nos dimos cuenta de que eran ya las 6 de la mañana. Verónica estaba tiritando y a mí se me cerraban los ojos. Ni siquiera hablábamos.

Nos entraron ganas de orinar. Verónica abrió la puerta y salió del coche pretendiendo hacerlo en cualquier esquina. En ese momento apareció un vigilante que estaba haciendo la ronda ¡No había nada que hacer!

Nos sentamos detrás para estar más cómodas. Decidimos tumbarnos. Ella sacó una manta. Y se tumbó sobre mí. Notaba su peso y su corpulencia. Y su exquisito perfume. Apretó su cara contra la mía. Comencé a notar que se estaba mojando. Se estaba orinando sobre los pantalones. Nos estábamos empapando y yo también me oriné. Nuestros pantalones se quedaron totalmente pegados. Cuando terminamos. Al rato me excité y tuve un orgasmo. Y descubrí que ella tuvo otro. Eso me lleno de felicidad.

A eso de las diez fuimos a su casa. A su chalet. Sus padres ya se habían marchado. Metió el coche en su pequeño garage. Le ayude a limpiar la tapicería.

Después metimos la ropa en la lavadora y nos metimos en el baño juntas. Llenas de jabón. Fue cuando comenzamos a jadear con sollozos desesperados. Tirándonos la una a por la otra: "Amor mío, te quiero, cielo, cariño...". Nos besábamos alocadamente. "Cuanto te deseo, cuanto te quiero". Al apretarnos nos corrimos.

Ella levantó el pie y se lo enjaboné. Y lo pasé por mis endurecidos pechos. Me levanté y me lamió la vagina. Las piernas se me doblaban por el cansancio y por el placer. Tuve un orgasmo. Me agarró los pezones con sus dedos y me enloqueció. Me metió dos dedos en la vagina y casi me caí esta vez. Me volví a sentar y se puso como una loca a lamerme los pezones. Mi corazón se aceleraba y tenía otro orgasmo. Nuestros jadeos apasionados parecían un llanto. Me cogió los pies y me enjabonó y masajeó. Apreté mis pezones duros contra los suyos. Me volví a levantar y me volvió a lamer la vagina. Esta vez exclamé ayes. Me volvió a meter dos dedos en la vagina. Caí a la bañera sin hacerme daño. Me lamió los pies de arriba a abajo. Me volví a levantar y me lamió de nuevo. Le dije que me estaba encantando demasiado. Teníamos los ojos entornados. Le raspé sus pezones. Me volví a sentar y cruzando las piernas nos encajamos. Mi sexo con el suyo. El agua se derramaba por nuestros movimientos. Ella tuvo dos orgasmos de impresión. Y lloró.

Estábamos cansadísimas. Nos acostamos en camas separadas y no me levanté hasta el anochecer.

La llamé por teléfono al día siguiente y me dijo que no tenía las cosas muy claras.

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