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Abril, una muchacha de aldea

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Abril era una muchacha de aldea que fuera a servir a la cuidad. Tenía poco más de 20 años, ojos negros, cabello marrón y largo, estatura mediana, tetas grandes y unos quilos de más. Era muy bruta y tenía la mala costumbre de decir siempre lo que pensaba... En la casa en la que había ido a servir ya tenían una sirvienta. Rosa, 35 años, divorciada, morena, de ojos azules, alta, con buenas tetas y refinada. Eran las diez de la noche. Las dos estaban en camisón sentadas en la cama de la habitación de Abril. Le preguntaba Rosa a Abril:

-¿Tenías novio en la aldea?

-No me corría prisa. ¿Lo tienes tú? A tu edad ya no se te va quemar el arroz, ya debes tener la tartera quemada.

-Soy divorciada.

-Algo malo harías, o algo malo haría él.

-Fue culpa mía. Soy ninfómana.

-¿Y él no lo sabía cuándo te casaste?

-No.

-No me extraña. No tienes acento.

Rosa la miró, extrañada.

-¿Acento de qué?

-De extranjera.

Rosa, sonrió, y le dijo:

-Una ninfómana no es una extranjera.

-¿No? ¿Y qué es?

-Una mujer que necesita que le den más, y más y más.

-¿Azotes en el culo con la mano?

-Eso es secundario.

-No, eso es de primario, de secundario es la zapatilla, y de terciario la tralla.

-No te entiendo.

-Ya somos dos. ¿Con qué necesitas que te den más, más y más?

-¡Con la polla, con la verga, con el cipote, con el nabo! ¿Entiendes ahora?

-Entiendo, entiendo. Pero no me chilles. Para eso no haberte casado, si necesitas a cuatro que te den...

-Tú eres tonta.

-Eso es lo que tú te crees. En una tarde me follé a siete mozos y a una moza y me quedé con ganas.

-¡¿Juntos?!

-No mujer, uno a uno, que follar es como el vino, si mezclas te hace daño.

-Ya ni sé de qué estaba hablando.

-De que tu marido te dejó por puta.

-Por ninfómana. Me picaba mucho y...

-¿Sabes cómo le llamamos en la aldea cuándo no para de picar?

-¿Cómo?

Abril se llenó la boca.

-¡Aaaaansia viva!

-Sí, es algo así.

-¡Aaaaansia viva! Yo, mayormente, la tengo de comer. ¿Y tú?

-De orgasmo tras orgasmo.

-Suena bien. Nunca lo comí.

Rosa, no daba crédito a lo que oía.

-¿Fuiste a la escuela, Abril?

-Hasta los 7 años. A los 7 años me castigó la profesora sin recreo. Rompí todas las libretas, y al día siguiente estaba trabajando en la huerta.

Rosa, que andaba salida, siguió a lo suyo.

-Se nota. ¿Cómo le llamáis en tu aldea a hacer un dedo?

-Sacar un moco.

-A ver, a ver. ¿Cómo decís masturbarse?

-Al revés

-¿Decís "al revés" masturbarse?

-Sí, decimos, turbarse más.

-¡Hostias!

-Eso lo decimos igual, ninfo..., eso

-Creo que no pillaste lo que es una ninfómana. Una ninfómana es una mujer a la que no le basta con correrse una vez, tiene que correrse dos veces, tres veces...

-Quieta parada! ¿Un orgasmo es correrse?

-¡Exacto!

-Tú lo que necesitas es al Evangelio.

-¿Eres religiosa?

-Puede

-Cómo qué puede?

-¿Vale haber follado con un cura?

-¡¿Te follaste al cura de tu pueblo?!

-¡No! No soy tan puta.

-Por lo que decías pensé...

-Pues pensaste mal, no me lo follé, me folló él a mí.

-¡La madre que me parió!

-¡¿Eres hija de un cura?!

-Tú eres... ¿A qué coño venía lo del Evangelio?

-Al tuyo, mi primo, el Evangelio, tiene una tralla que no se le dobla antes de que te corras de seis veces para arriba. Es como la de mi abuelo.

-¡No!

-¿No, qué?

-¿Te folló tu abuelo?

-¡Que iba a follar! Lo follé yo a él.

-¡Jesús!

-A ese no te lo recomiendo, después de segundo se queda tieso

-Y yo que pensaba que las mozas de aldea se daban a respetar...

-Y nos damos, nos damos. A mí cuando alguien de la aldea me llamaba hija puta, cogía una piedra y le abría la cabeza.

-¡Qué bruta!

-Sí. ¿Verdad? Llamarme hija puta... Si aún no lo fuera...

Rosa le dio a la cabeza.

Bueno, por lo menos ya sabes que un orgasmo es correrse.

-Si. Pero raros sois. A saber cómo le llamáis a tirar la pera.

-¿Qué es tirar la pera?

-¡¿Y tú fuiste a la escuela?! Tirar la pera es rascarla tú sola hasta que te corres.

-Masturbarse.

-Pues sí, te turbas más, más y más, hasta que te corres.

La dejó a su aire.

-¿Cuántas vece llegaste al clímax tirando la pera?

-¡Que retorcido es el lenguaje de la ciudad! En la aldea no decimos llegar al clímax. Decimos, el clima está para llegar, aunque a decir verdad, a mí me da igual que llueva o que haga sol, cuando me pica la rasco.

Rosa tanteó a Abril.

-¿Te comieron alguna vez las clavelinas? Pero bien, bien comidas.

-El cerdo de mi vecino.

-¿Y?

-Y después le corté una oreja con la hoz.

-La tetas, mujer, las tetas.

-No sería mala idea, pero no tenía, era un cerdo macho.

-Quería decir si alguien te comió las tetas bien comidas.

-El Evangelio.

-¿Y la margarita?

Abril sumó dos y dos.

-¿La margarita es el coño?

-Sí. ¿Te la comió el Evangelio?

-No, me lo comió la Ambrosia.

-Un bomboncito.

-Eso dijo ella con la boca llena de leche.

-Fujo.

-Flujía, flujía de su boca a la cama.

A Rosa le dio la risa.

-¿Quieres qué juguemos tú y yo?

-¿A comernos los coños?

-Y a tirarnos la pera.

-A falta de caldo, buenas son sopas.

Abril cerró la puerta de la habitación con llave. Sin besarse ni acariciarse, se desnudaron mutuamente. Rosa estaba buenísima. Tetas tirando a grandes, culo grande, coño peludo... Abril estaba entrada en carnes. Sus tetas eran inmensas e inmensas eran sus negras areolas y sus pezones, su coño parecía una selva negra. Estaban las dos para devorarlas, que era lo que iban a hacer, devorarse entre ellas. Rosa empujó a Abril que se dejó caer boca arriba en la cama. Se echó encima de ella. Se besaron con lengua. Después, Rosa, le besó, lamió y chupó tetas y pezones, para luego meter su cabeza entre las piernas. Abril, al sentir la lengua de Rosa trabajando su coño, comenzó a gemir. Lidia, la dueña de la casa, que iba a hablar con la nueva sirvienta, sintió sus gemidos. Abrió la bata de casa, metió una mano dentro de las bragas y comenzó a masturbarse,

Unos diez minutos más tarde le decía Abril a Rosa:

-¡Ya! ¡Yaaaa! ¡Yaaaaa! ¡¡¡Me coooorro!!!

Abril se corrió en la boca de Rosa, gimiendo y retorciéndose. Lidia, con una mano en la boca, para acallar sus gemidos, se corrió empapado de flujo las bragas.

Continuará.

Se agradecen los comentarios, buenos y malos.

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