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La amiga de mi amiga

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Buenas amigos,

Tras mis dos primeros relatos, he tardado algo más en este tercero. No me decidía en cuál sería la siguiente historia... pero finalmente aquí la tenéis. Abierto a sugerencias y comentarios. Os contaré como conocí a Irene.

Irene es la amiga de una de mis mejores amigas. Ella vive en el pueblo de al lado, tiene un par de años menos que yo, por eso de no conocerla. Además, estudia y pasa la semana fuera. Un día habíamos quedado el grupo de amigos y ella había venido invitada por nuestra amiga en común. En cuanto llegó, obviamente me fijé en ella. Era una chica delgadita, de 1,65 más o menos, muy blanquita, de pelo corto (por el cuello), ojos castaños con mirada aniñada y triste.

Pasamos una buena tarde y hubo momentos para todo. Jugamos, charlamos y pude conversar tranquilamente con ella. Se la veía una chica centrada, con conversación. Me gustaba podríamos decir.

Días más tarde, nos agregamos a redes sociales y empezamos a hablar. A medida que iban pasando los días y teníamos más relación, esa mirada triste e ingenua se tornó en lasciva y salvaje, me poseyó totalmente. Tras varias semanas, quedamos en persona.

Un sábado, por la tarde, soleado y de frío. La recogí en casa y quiso ir a pasear y aprovechar los rayos del sol. No me digas más dije. Viajamos 20 minutos hasta una ciudad cercana, con un paseo junto al río lleno de flora. Tímidamente, entablamos una conversación sobre todo y nada en general. Disfrutamos del paseo, ganamos complicidad y confianza. Tomamos un rico café con leche mientras hablábamos de nuestros gustos y aficiones. Poco a poco, nos fuimos desinhibiendo y hablando de temas más íntimos. Se hacía de noche y decidimos volver al coche y retomar el camino de vuelta a casa. Iba algo insatisfecho por no haber llegado a intimar más o haberla besado incluso. Al llegar a su casa nos dimos dos besos y me fui. A los 2' sonaba el teléfono, era ella. Al parecer, no había llevado llaves y necesitaba ayuda para entrar por la ventana. Volví y la ayude a trepar, consiguiendo entrar por una. Abrió la puerta y me invitó a pasar a tomar algo y a cenar. Al no haber nada rápido que hacer, le propuse hacer una pizza. Su familia no estaría esos días en casa y podía hacer y deshacer a su antojo. Le sorprendió mi "destreza" haciendo la masa. Esto llevó a jugueteos con la harina, típico pero... Tras prepararla y cenar, nos fuimos a la salita a ver la tele.

Más que ver la tele, hablamos, nos reímos, se creó esa magia. Nuestras miradas pedían a gritos uno por el otro. El silencio se hizo, nos miramos los labios y... nos besamos. Fue un beso tierno pero corto. Nos separamos, sonreímos mientras seguíamos viéndonos para volver a besarnos.

Carantoñas, besos, caricias... juegos de manos, invitaron a seguir más allá. Se puso en pie, me agarró de la mano y nos fuimos a su cuarto. Cerró la puerta, me miró, se me encogió el estómago y comenzó a besarme mientras me desabotonaba la camisa; yo metí la mano tras su jersey y quite los corchetes de su sostén para poder acceder a sus pechos con facilidad y empezar a darle placer. Nos desnudamos el uno al otro, con mucha calma, disfrutando el momento. Ella tenía unos pechos más grandes de lo que esperaba pasa lo menuda que es.

Nos tumbamos en la cama mientras nuestras manos se perdían en nuestros sexos, provocando que nuestros cabellos se erizaran y nuestras mentes se pierden en el placer que sentimos y provocamos. Tras no poder soportarlo más, se detuvo, se colocó sobre mí y comenzó a moverse muy lentamente, como queriendo rozarlo por todo su interior, disfrutando de cada contacto y cada estímulo. Poco a poco, sus suspiros y gemidos fueron agitándose y volviéndose más alto a la vez que el ritmo de su cadera iba en aumento. Yo tampoco podía soportar esa sensación, agarré su culo, eleve mi cadera y comencé a golpear rítmicamente. Ella asintió con la cabeza y no pudo evitar empezar a grita. Su vagina comenzó a empaparse y a calentarse mientras pedía mucho más.

La giré y me puse sobre ella para poder embestirla bien fuerte y profundo. Puse mis manos en su culo para elevar su cadera y comencé un vaivén al principio lento y profundo, golpeando bien contra su cadera. A medida que sus gemidos iban en aumento, procuraba subir la velocidad.

Me agarró del pelo, mordió mi oreja y me dijo que se iba a correr, que lo hiciese cuando ella. Eso me volvió loco, seguí golpeando cada vez más fuerte, su vagina se contrajo, me arañó la espalda y noté como se corría a la vez que gritaba desesperadamente. No pude evitarlo y eyaculé al momento sin poder parar de penetrarla hasta pasado un buen rato.

Tras esto, acabamos rendidos los dos, hasta quedarnos dormidos, desnudos, agarrados y apenas cubiertos por una sábana hasta que la luz del alba nos despertó…

Tras ello, nos fuimos a la ducha, pero eso, ya es otra historia.

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