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Desnuda en la noche

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La noche cuela, suave, sus aromas por la ventana entreabierta que deja penetrar una brisa salitrosa que evoca aquellos veranos de largas mañanas de playa e interminables noches de romance entre callejuelas con sabor a viejo.

Fuera, las sombras, siguen esquivando las miradas de aquellos que desean descubrir sus secretos, sus misterios más impenetrables. La radio, compañera inseparable, invita a soñar mientras suena una canción que devuelve recuerdos de largos besos nacidos de sentimientos del alma.

Tú, sola en tu habitación, te desnudas de tus ropas y dejas que tu cuerpo se impregne de los aromas de esta noche de mediados de verano. Tu imaginación vuela y corretea por los vericuetos de los sueños no alcanzados.

La noche te acoge tibia bajo su manto y un sentimiento de inaudito placer te invade cuando la brisa, surgida de la mar, te acaricia besando cada rincón de tu cuerpo, penetrando en tus recónditos espacios y haciendo que tus deseos se disparen y sientas que el placer llama a tu puerta.

Alguien, surgido de ninguna parte, se acerca sigiloso a tus espaldas y sus labios, húmedos y carnosos, comienzan a dibujar lujuriosas líneas en tu nuca que van, poco a poco, lentamente, empapando tu cuello. Cierras los ojos, una sensación de infinito placer se adueña de todo tu cuerpo que comienza a excitarse mientras las manos del ser invisible se apropian de tus pechos que acarician haciendo que tus pezones empiecen a erguirse. Las manos son las dueñas de toda tu desnudez; tu cuerpo se ofrece como un maravilloso fruto que va a ser degustado sin prisa, poseído salvajemente mientras la noche escruta, con sus negros ojos, la increíble escena cargada de sensualidad.

Has regresado de tomar una copa. Antes, la conversación sugerente, plena de deseos inconfesables, había provocado en ti una sensación placentera a la que no supiste o no quisiste dar rienda suelta mientras el agua de tu ducha se deslizaba por tu cuerpo desnudo y ardoroso. Te miraste al espejo y la imagen que viste devuelta te agradó. Volviste a ver a una mujer sensual, deseable, atractiva, esa mujer que te gusta ser con tu tez y tu cuerpo bronceado por el sol mediterráneo.

Sentiste un placer especial, mientras observabas a aquel desconocido sentado tan solo un par de mesas más allá de la tuya, sentiste que todo un universo de ocultos deseos hacían presa en ti. Lo miraste, de hecho te habías sentido atraída por él desde que cruzasteis la primera mirada. Después, cuando su mirada se confundió con la tuya, notaste como tu vello se electrizaba, se erizaba como si fueses una colegiala primeriza.

Tú te habrías ido con él si te lo hubiese pedido, sin embargo tus amigas quisieron irse y no supiste darles respuesta. Quizás jamás lo vuelvas a ver o tal vez, mañana, regreses sola al mismo local o a la playa tratando de reencontrarle, tratando de mirarlo nuevamente a los ojos.

Pero ahora, esta noche, estás de nuevo en tu habitación, en tu santuario personal y vuelves tu imaginación a las miradas cruzadas con aquel desconocido. De nuevo te miras ante el espejo y te das cuenta de que gustas, de que podrías volver loco a cualquier hombre con solo desearlo vivamente.

Has salido desnuda a la terraza que mira al mar. A lo lejos, una par que pequeños barcos guiñan sus ojos luminosos antes de entrar en la bahía.

Te encantaría que aquel hombre estuviese ahí, a tu lado, abrazándote, besando cada espacio de tu cuerpo, dejando que su lengua juguetona penetre en tus cavidades y haga que tu cuerpo se arquee de placer mientras sus manos acarician tus pechos desnudos.

La sombra, esa presencia no definida que sigue jugando con sus manos sobre tu cuerpo sudoroso, se convierte, por la magia de la noche, por la magia de lo imposible, en tu amante mientras la luna, tímida, se oculta tras un pequeño cúmulo que juega a cortejarla. Quizás quiera poseerla, hacerla suya esta noche, hacer el amor con esa luna de mediados de verano que ilumina la desnudez de tu cuerpo.

Deja que la luna se acerque a ti, que vuele entre las estrellas y que te haga gozar con sus plateados reflejos en esta noche calurosa que ya se aproxima al final del verano. Deja que sus rayos de tenue luz acaricien tu cuerpo desnudo hasta que gimas de placer, hasta que el más brutal de todos los orgasmos se apodere de tu cuerpo arqueado sobre la cama.

Las manos de la presencia invisible siguen deslizándose por tu cuello, por tus pechos, por tu vientre, por tus caderas; sus manos de largos dedos acarician tu sexo húmedo y deseoso; quieres gritar de placer para que la noche devuelva los ecos de tus deseos; que la sombras, las inquietantes presencias nocturnas, sepan de tu universo y de tu instante de lujuria y de pasión.

La noche con sus negros ojos te observa desnuda sobre tu cama y esa mano misteriosa deshoja lentamente los pétalos rojos de una rosa que caen sobre tu cuerpo y se deslizan entre tus atractivas curvas, haciendo que sientas el placer de sentirte deseada. Deja que el ser misterioso que te acompaña en esta noche veraniega vierta sobre ti una copa de frío cava para luego beberla en el pozo del placer mientras no puedes evitar el retorcerte poseída por un momento de inigualable erotismo.

No te duermas. Sueña esta noche con el deseo, con la pasión. Siéntete acariciada por sus manos, poseída por su pasión, besada por sus labios. Deja que te haga suya en un instante de suprema lujuria. Que la noche te arrebuje bajo su manto y que las estrellas se ciñan a ti como triunfal corona de mujer bella. Deja que te toque, acaricie, lama, que te sientas suya. Deja que tu cuerpo se desnude para las sombras, que tu alma se desnude para la noche, que tus deseos sean de la infinitud del firmamento igual que tus sueños. Deja que mil sombras te posean en esta noche de mediados de verano.

La magia de la noche ha logrado que esas manos misteriosas se conviertan en las tuyas y así recorrer todo tu cuerpo desnudo. Déjate llevar por la noche, por los deseos, por la magia de un verano que se va. Gime de placer en silencio, en tu soledad. Piensa que alguien está a tu lado, desnudo como tú, permitiendo a la imaginación que se dispare y que recupere tiempos que ya no son pero que están próximos a volver.

Que tu cuerpo desnudo, indolente, tumbado sobre tu cama se convierta en un santuario de lujurioso placer imposible de tener parangón con nada ni con nadie.

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