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Club Venus (7)

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17

Nada más llegar y entrar a la residencia universitaria Plutarco, el inspector Martin Karlsson buscó las escaleras que le llevaron a la primera planta. Yendo puerta por puerta encontró la que tanto anhelaba: la 17B. Sin más preámbulos y sin tan siquiera llamar, accedió al interior.

Lo primero que vio fue una habitación confortable de cuatro camas, dos a cada lado, y dos chicas desnudas de aquí para allá. Uno pensaría que se escandalizarían o se enfadarían, pero fue ver al inspector y sonreír complacientes.

-Hola, chicas… wow… -Martin no pudo disimular.

-Tranquilo, ya nos vamos –dijo una.

-Es una pena –no pudo callarse Martin.

-Ana está en el baño. Ahora sale –dijo la otra-. ¿Esa placa es de verdad o la conseguiste en una bolsa de patatas fritas?

-Es de verdad, como mi polla.

-Uuuuuy, si tenemos aquí a un machito –le rozó una de ellas con el culo para luego irse.

-Yo soy Carolina la puta fina. Búscame en pornotube de ese modo –gesticuló lasciva la segunda chica mientras se iba a la par de su amiga.

-Joder… -Pero Martin tuvo que reponerse rápidamente porque Ana apareció desnuda y como lo más hermoso que unos ojos podrían ver. Martin se quedó erecto, sin palabras y pestañeando en un intento de no creer que sufría visiones.

-Hola, poliduro –pasó Ana delante de él como una brisa de amor hasta tumbarse en su cama.

-Madre mía, eres una preciosidad…

-Eso me dicen cuando me corro y vuelvo a mi habitación –rió Ana como una música erótica-. ¿Qué me has traído?

-¿De qué?

-¿Cómo quieres que cague sin zampar? Tengo el estómago vacío.

-Lo… lo siento, no pensé que…

-Tú no debes de pensar, solo follar. Eres un polladura, ¿no?

-Claro.

-¿A cuántas te has follado hoy?

-Anoche a una y esta mañana a otra.

-¿Nada más? Yo llevo hoy tres chicos y dos chicas y es solo la una de la tarde. Bufff, es lo que tiene estar buena. Sin Ani no hay fiesta ni diversión.

-No te creo. Creo que te pones medallas en el coño y solo te mereces la de bronce.

-¿Eso crees? Qué poquito me conoces. ¿Y tú, poliduro? ¿Te cuelgas de la polla medallas o bragas de concejalas?

-No sé a qué te refieres.

-No me tomes por gilipollas que eso me cabrea.

-A ver, explícate.

-Te lo diré de otro modo… Oh, sí…. Mmmmmmm… dale ahí, zorra…. AHHHHHHH… así me gusta, María Teresa Cuevas…

-¿Cómo sabes eso?

-Me lo dijo ella.

-¿Cómo? No entiendo…

-Piensas que se te insinuó porque es una puta. Todas somos unas putas que bailan al son de tu polla. ¿Es eso?

-¿Qué pretendes?

-Ay, poliduro, sería muy mal visto un vídeo porno entre un inspector dudoso y una concejala de renombre.

-¿Me estás chantajeando? Vete a la mierda. Si sacas ese vídeo, María Teresa caerá conmigo. Yo seré el gran macho y ella la gran zorra. Así es esta sociedad. Yo gano y vosotras perdéis.

-Mírame el brazo. Lo alzo así y pongo el ángulo del móvil en esta posición. ¿Qué cara sale? ¿La tuya o la de ella?

-Hijas de puta…

-La diferencia entre tú y nosotras es que tú piensas con la polla y nosotras con el cerebro. ¿No te pareció raro que Teresa se corriera varias veces y no moviera el móvil un centímetro? No, porque tu solo pensabas en sexo sexo sexo y en eyacular desesperadamente. ¿Y qué has conseguido? Dime. ¿Qué has conseguido? No me veas como una zorra estúpida porque lo primero sí lo soy, lo segundo no.

-¿Qué quieres?

-Por fin avanzamos.

-Haré lo que sea, pero por favor, no divulgues ese vídeo. Sería mi ruina.

-¿Lo ves? Vamos bien. Quiero que investigues para mí. Que mates para mí. Que folles para mí. Que mientas para mí. Si no ese vídeo saldrá incluso en Espejo Público y todas nos reiremos un tiempo.

-Vale –susurró.

-¿Cómo? No te escucho.

-Que vale, joder.

-¿A que ya no somos tan putas asquerosas? El hombre ha perdido el respeto por la mujer y se cree que puede tratarlas a su antojo. Pero no, no, no, los tiempos cambian y el feminismo triunfa.

-Vale, cállate ya. ¿Qué tengo que hacer?

-Por lo pronto endurece la polla otra vez. Quiero que me eches un polvazo –separó Ana los muslos muy obscena-. ¿A qué esperas, joder? Desnúdate y recarga las balas. Yo te diré cuándo, cómo y de qué modo me follas.  ¿Queda claro, cacho de mierda?

-Sí…

-¡Más alto!

-Que sí, joder, sí.

-No veo tu polla lanceando en el aire.

Y Martin se fue desnudando.

-Así me gusta.

Pero a Martin le costaba la erección.

-¿No te empalmas? No te preocupes. Tengo recursos –alargó Ana un brazo y se apoderó de una fusta de cuero para caballos-. Pon el culo, cerdo.

-¿Cómo?

-Vas a eyacular conmigo o con la fusta, pero juro por mi santo coño que tú manchas el suelo. ¡Vamos, cabronazo!

18

Antes de dormir, el jardinero dedicó unos minutos a comprobar el contenido del pendrive que encontró en la maceta del comedor. Pensó que serían trabajos universitarios o alguna tesis aburrida de fin de carrera, pero poco a poco fue consciente de la magnitud y la gravedad de la información que pasaba en la pantalla del ordenador.

-Vaya toalla… No me jodas…

El jardinero empezó a maquinar y a pensar.

-Con que el Club Venus, ¿eh?

Y empezó a reír solo de pensar sus intenciones.

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