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Cómo perdí la virginidad (2)
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Es un señor alto, corpulento, con algo de panza y blanquísimo, sin pelos, salvo el vello púbico y eso me excita… Y sí, tengo mis morbos…

-Bienvenido, Jorge… -me saludó el profesor de Geografía tras estamparme un sonoro beso en los labios mientras su brazo derecho me sujetaba por la cintura…

La verdad es que yo estaba muy nervioso; iba a entregar por primera vez mi cuerpo de putito y nada menos que a dos hombrotes…

-Vamos, Jorge, vamos al dormitorio… -me dijo el señor Romero y ahí me llevaron entre los dos…

-Bueno, Jorge, desnúdate… -me ordenó el señor Romero mientras él y el señor Abaroa se sentaban en el borde de la cama para mirar el espectáculo…

-S… sí, señor… -contesté atribulado, entre nervioso y caliente…

-Te voy indicar que prenda ir sacándote…

-Lo que usted diga, señor Romero…

-Sentate en el piso y sacate las zapatillas…

-Sí, señor…

-Ahora parate…

-Sí, señor…

-Sacate la remera… -y me la saqué mientras me sentía cada vez más caliente…

-Mmmmhhhh, ¿qué me decís, Abaroa?… Mirá qué lindo pechito que tiene… Sin un pelo, suave…

-Es un verdadero hallazgo este chico… No tenemos que dejar que se nos escape, Romero…

-Despreocupate, lo tengo bien agarrado con eso del egreso o el aplazamiento… Si se porta bien, lo hacemos egresar, pero si se hace el difícil…

-Je, buena idea, Romero… ¿Y vos que decís, Jorge? ¿te vas a portar bien?…

-Sí, señor Abaroa…

-Decilo…

-Me… me voy a… a portar bien, señor Abaroa… -prometí mientras por dentro me crecían cada vez más las ganas de probar esos dos penes…

-Bien, lindo, ahora sacate el shorcito…

Me encanta decir “sí, señor” cada vez que me dan una orden, y eso dije antes de quitarme el short y queda totalmente desnudo ante los dos sátiros madurones…

-Muy bien, Jorge, ahora date vuelta… -me ordenó el señor Romero…

-Sí, señor… -y obedecí…

-¡Mirá, Abaroa! ¡mirá el culo que tiene!…

-¡Sí! ¡el culo de una nena tiene!…

-¡Tal cual! ¡un culo para darle pija!…

-Sí, pero yo quiero que antes me la chupe…

-¡Claro! ¡A mi también! ¡Y que trague toda la leche!…

-Preparate nene, vení acá en cuatro patas…

-Sí, señor Romero… Voy…

Y me acerqué como un perrito a los dos hombres… ¡Ay, moría de ganas de ser alimentado a pija y leche!…

Estuvieron hablando y decidieron que yo empezara por el señor Abaroa…

-Primero vas a chupármela, Jorge…

-Lo que usted quiera, señor Abaroa…

-Abrí la boquita, mocoso…

¡Ay, qué pija grande tiene! Tanto que me costó metérmela en la boca, pero al final lo conseguí y empecé a chupar… ¡Qué delicia!… Y mientras yo la chupaba el señor Romero me acariciaba la cabeza, los hombros, el cuello, los pezones… ¡Me tenían ardiendo esos dos sátiros!…

-¡Vamos, Jorge, dale! ¡haceme acabar y trágate toda mi leche!… –le escuché decir al señor Abaroa…

Y no tardó mucho en acabar e inundarme la boca con su leche, para después caer de espaldas en la cama…

-¡Tragá, Jorge! ¡tragá todo! –me ordenaba el señor Abaroa y yo obedecí y tragué hasta la última gota de ese licor delicioso…

Después le tocó el turno al señor Romero, pero quiso que antes de chupársela le lamiera los huevos…

-S… sí, señor… Yo… yo hago todo lo que ustedes me digan…

-¡Qué buen putito sos!… me elogió y empecé a lamer esos huevos que tenían buen aroma y sabor…

Los estuve lamiendo un rato hasta que él me ordenó:

-Bueno, basta, Jorge, ahora chupámela y a tragar toda mi leche… Con Abaroa te queremos bien alimentado…

-Sí, señor… -y me puse a chupársela con entusiasmo y las ganas de que me llenara la boca con su leche…

¡Ay, qué lindo fue tragarla toda!… Y el goce no iba a terminar ahí, porque después de un rato, cuando repusieron fuerzas, me usaron el culo…

(continuará)

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