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Volver a sentir - Final

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Estaba muerta de miedo. No sabía exactamente que perseguía al entrar allí, pero de una cosa si estaba segura, no podía mantenerme un segundo más lejos de Elizabeth. Cuando entré, no sé lo que esperaba, pero el verla acostada en la cama despertó todos mis sentidos, ver sus largas piernas, su abdomen plano y la silueta de sus senos fue como encender una fogata en mi interior.

No era la primera vez que la veía así, pero luego de sentir sus labios horas antes, ya no podía pensar en ella como simple compañera de casa, ya no podía ver sus manos y no desear sentirlas por todo su cuerpo, ya no podía verla y no desear algo más que un simple abrazo. Fue por eso que sentirla en el baño mientras ella se bañaba, me había nublado la mente y me había hecho desear con demasiada desesperación estar allí adentro con ella.

Me asustó la intensidad de mis deseos, pero era un hecho que después de lo que habíamos hablado, sólo quedaba una manera de averiguar qué era todo aquello que estaba sintiendo. Sin embargo, al encontrarme con la mirada de Elizabeth me paralizó. No sabía qué hacer o qué decir. Observé como Eli se levantaba de su cama y caminaba hacia mí y a medida que lo hacía, las dudas de estar allí me embargaron.

―Lo siento, no quería moles …

―Ssssssssshhhhhhh ― Me interrumpió ― No digas nada ― Tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. Me haló lentamente para que entrara en su cuarto. Cerró la puerta a mis espaldas y comenzó a caminar hacia su cama. Traté de que el miedo no me invadiera, pero mis piernas me traicionaron al negarse a continuar. Eli se volvió hacia mí y me sonrió.

―¿Confías en mí?

Asentí. A pesar del terror que sentía por lo que podía suceder, no podía negar que me sentía segura con ella. Al llegar a su cama nos acostamos, sin embargo al contrario a lo que pensaba pasaría, ella sólo me atrajo hasta su pecho y me rodeo con sus brazos.

Pasaron algunos minutos antes de que mi cuerpo comenzara a relajarse. Poco a poco fui más consciente de la suavidad de su piel, de su olor, de lo cálido que se sentía. Poco a poco la necesidad de sentir más de ella se hicieron presente otra vez, por lo que di rienda suelta a lo que mi cuerpo pedía a gritos.

Con la punta de mis dedos acaricié lentamente su cuello, sus labios, su hombro, el contorno de su clavícula, el borde de la franelilla que bordeaba el inicio de sus senos. Para ese momento, su respiración se había acelerado al igual que la mía y cuando rocé sin querer la punta de uno de sus senos, retuvo la respiración y de inmediato tomó mi mano y la apretó ligeramente.

―Bebé … ― Dijo con dificultad y sin abrir los ojos  ― Si sigues haciendo eso, no sé si pueda controlarme.

El escucharla llamarme “bebé” me derritió y me llenó de alegría. Por alguna razón, esa simple palabra incrementó mi necesidad de ella. Levanté mi cabeza hasta lograr mirarla a los ojos.

―Si no lo hago, creo que perderé la cabeza ― Contesté.

Se quedó mirándome sólo unos segundos antes de besarme con urgencia pero con ternura al mismo tiempo. Tomó mi cabeza por detrás para acercarme más si era posible. Yo ajusté mi cuerpo para quedar encima de ella y deleitarme con sus manos que no dejaban de acariciar los costados de mi cuerpo, mi espalda y mis glúteos.

Al separarnos para tomar aire, Eli nos giró para quedar ella arriba. Se apoyó en rodillas y brazos para no descansar su peso sobre mí. Con su mano acarició mi cejas, mi nariz, mis labios, mi barbilla para luego realizar el mismo recorrido pero con su boca. Al sentirla sobre el lóbulo de mi oreja, un gemido escapó de mis labios. La combinación de su aliento con la suavidad y calidez de sus labios fue más de lo que alguna vez había sentido.

Continuó besando mi cuello hasta llegar al valle de mis pechos y a la parte superior de cada uno de ellos, dónde dio muchos besos cortos pero sin ir más allá. Al sentir que no continuaba, abrí mis ojos y la encontré mirándome. Podía ver necesidad y urgencia en sus ojos, pero también, expresaban ternura. 

―¿Puedo? ― Preguntó mientras introducía ligeramente sus dedos entre mi piel y el borde de mi pijama. La excitación y la anticipación de lo que venía no me dejaban hablar, así que sólo pude arquear mi cuerpo para que quedara más a su alcance. Me sonrió antes de reanudar sus caricias y yo cerré mis ojos para dejarme llevar por completo.

Abrió los botones de mi camisa lentamente hasta dejarme al descubierto, pero antes de que pudiera sentir pena o vergüenza ante su mirada, me dijo: “Que hermosa eres” y luego de eso acarició mis senos con sus manos. Los masajeó con cuidado y destreza. Con sus dedos recorría mi aureola hasta que reaccionaron endureciéndose aún más de lo que ya estaban y en ese momento sentí como sus labios besaba uno de mis pezones. Alternó besos con ligeros soplos varias veces antes de cubrirlo con su boca y comenzar a frotar su lengua contra mi pico. Para ese momento, ya no era consciente de nada más, sino sólo de esa boca húmeda y exquisita que me llenaba de placer. Cuando llegó a mi otro seno, mis gemidos y estremecimientos ya estaban sin control, intentaba aplacarlos mordiéndome los dedos de la mano, pero era imposible, cada beso me daba tanto placer que terminé por abandonar cualquier intento de control.

Luego de darle la debida atención a mis senos, continuó su recorrido bajando por mi abdomen hasta llegar a mi ombligo, donde se detuvo para jugar con mi hendidura. Finalmente llegó a mi vientre, donde sin movimientos bruscos, pero sin vacilar, fue bajando mi pantaloncillo a medida que cubría mi piel con besos y caricias. Al quitarme por completo el pantalón, comenzó a besarme los tobillos, las pantorrillas, la parte interna de mi muslo hasta llegar a mi sexo, el cual ya estaba mucho más que húmedo.

Pasó sus dedos de arriba abajo empapándolos con mis fluidos para luego dedicarse a acariciar circularmente mi clítoris. A este punto, no pude contener el intenso orgasmo que explotó en mí. Mi cuerpo se estremecía sin control mis gemidos se convirtieron en gritos de placer y mis manos retorcían sin cesar las sábanas de la cama. Sin terminar aún de sentir los espasmos del clímax, sentí como su lengua se apoderaba de mi sexo, como besaba, chupaba y succionaba mi clítoris, como jugaba con los pliegos de mi ranura hasta finalmente adentrarse lo más profundo y saborear mi interior. Sin poder contenerlo, sentí como rápidamente se formaba otro orgasmo que prometía ser mucho mayor al vivido solo minutos antes, y así fue. Con el movimiento de mete y saca de su lengua me llevó más allá de estratósfera. Mi corazón ya no podía correr más, los espasmos de mi cuerpo eran tan intensos que la única manera de mantener el contacto con aquella boca gloriosa fue tomarla con mis manos y apretarla contra mí.

Cuando sintió que mi cuerpo se relajaba, subió para besar mi boca y así compartir conmigo mi propio sabor. Esta vez, su beso fue delicado, dulce, sin prisa, bordeaba mis labios. Sin saber por qué, de pronto sentí que unas lágrimas recorrían mis mejillas, cuando caí en consciencia, supe que eran mías. Eli las limpiaba con sus dedos y luego me besaba. Me sentía tan feliz y tan completa que las emociones ya no cabían dentro mí.  

―¿Te hice daño  bebé? ― Preguntó con preocupación.

Al abrir mis ojos, vi en los suyos las ansiedad y el temor de que aquellas lágrimas pudieran ser señal de algo malo.

―No … ― Logré decir mientras le sonreía para tranquilizar y suavizar su expresión. La atraje hacia mí para que descansara sobre mi cuerpo y su rostro se acomodara en el hueco de mi cuello ― Esto ha sido lo más maravilloso que he sentido en mi vida ― Enredaba mis dedos con su cabello ― No puedo describir lo que me hiciste sentir … pero puede decirte que … nunca antes había sentido algo semejante … nunca.

Sentí como relajó su cuerpo al oírme decir aquellas palabras y con cuidado, se acomodó a mi lado sin dejar de abrazarme. Pasado algunos minutos, me di cuenta que hasta ese momento sólo yo había podido liberar mis necesidades, el problema era que no sabía cómo hacer para retribuirle el placer que me había dado.

―Eli … ― Le susurré

―¿Sí?

―Tú … no has podido … ― Al no salirme las palabras, ella levantó su rostro para mirarme

―¿Qué bebé?

―¿Llegar? ― Pregunté dubitativamente.

―El que tú lo hicieras, fue suficiente para mí ― Me respondió acariciando mi mejilla con el dorso de su mano.

―Pero no es igual ― Negué con la cabeza.

Puso sus dedos sobre mi boca antes de besarme.

―Sara … el sólo poder besarte me hace sentir en la gloria ¿Te imaginas siquiera lo que significó poder hacerte el amor?

Al escucharla decir que aquello significaba mucho más que un simple momento, derribó las dudas de si debía continuar o no, así que rodé con mi cuerpo hasta quedar encima suyo. No sabía lo que debía hacer, pero una cosa si sabía y era que deseaba hacerla sentir del mismo modo en que me había hecho sentir.

―Entonces entenderás por qué necesito sentirte ― Le dije luego de besarla.

Hizo el intento de hablar, pero a la final sólo sonrió y asintió. Sin hacerme esperar, inicié mi recorrido por todo su cuerpo; conociendo su olor, su sabor, su textura, sus pliegues … era tan suave, tan maravillosa que no podía detenerme. Al principio dudé de si lo estaba haciendo bien, pero al ver su expresión de placer y escuchar sus gemidos cada vez más seguidos, supe que iba por buen camino.

Sus pechos me dieron la bienvenida mostrando su endurecimiento, por lo que no pude aguantar las ganas de cubrirlos con mi boca. Mi lengua jugaba con sus pezones, los besaba, los frotaba y succionaba. Era tan diferente a cualquier cosa que hubiese sentido antes. La manera en que reaccionaban a mis caricias me encendía cada vez más. Sin previo aviso un orgasmo me sorprendió dejándome sin aliento y sin poder moverme por un momento. De la pena, enterré mi rostro en su cuello. Sentí como Eli enredaba sus dedos con mi cabello y me acariciaba tiernamente.

―Lo siento ― Logré murmurar.

―Está bien … ― Acarició mi espalda de arriba abajo ― Eso pasa.

―No lo creo y mucho menos la primera vez ― Sentí cómo sonrió antes de volver a hablar.

―Especialmente la primera vez ― Ratificó

Apoyándome en mis brazos, me elevé para quedar cara a cara y verla a los ojos.

―¿No lo dices para hacerme sentir bien? ― Pregunté con dudas.

Ella arregló un mechón de mi cabello que caía sobre mi cara antes de hablar.

―Te aseguro que no ― Volvió a sonreír ― Y te aseguro que más que sentirme decepcionada por ello me … ― Vi como me miraba de manera pícara.

―¿¿Qué??

―Me enciende aún más.

Al decir esto, elevó su torso hasta lograr besarme. La manera como recorría mi boca con su lengua me convenció de su necesidad, así que sin demora inicié de nuevo mi tarea pendiente.

Cuando finalmente llegué a su sexo, me sorprendió verla totalmente rasurada. Era la cosa más hermosa que había visto. Brillante por sus jugos, sonrojada por la excitación y emanando un olor dulzón fue todo lo que necesité para ir directo hasta allí y devorarla como si fuera el más rico mangar … y lo fue.

Una vez que comencé, me era imposible parar. El saborear cada centímetro de su intimidad, cada labio, cada ranura, su abertura y su interior, era excitante y delicioso. Y sentir los sobresaltos y los gemidos que provocaba en Eli mi exploración, era como música para mis oídos.

No pasó mucho tiempo antes de que llegara su orgasmo y por sus constantes espasmos supe que había sido tan intenso como había sido el mío. Eso me llenó de felicidad y satisfacción, tanto que no podía quitar la sonrisa tonta que se había dibujado en mis labios. Con cuidado me acosté a su lado abrazándola.       

 Al abrir sus ojos y verme sonreír, ella lo hizo también.

―Eso … fue increíble ― Me dijo aún con la respiración entrecortada.

Tomé su rostro con mi mano y la besé. Traté de expresarle en ese beso lo bien que me sentía, lo maravilloso que era poder estar allí con ella y sobretodo, que deseaba poder repetirlo por el resto de mi vida. Este último pensamiento me sobresaltó haciendo que rompiera el beso.

―¿Qué sucede? ― Me preguntó entrecerrando sus ojos.

El mirar sus ojos de miel y sentir su brazos alrededor mío, me hicieron ratificar que sí … estar allí era lo que quería. Estar con Elizabeth Sotomayor era lo que quería.

―Nada ― La tranquilicé ― Sólo que … ― Un “te amo” se formó en mi mente, pero no fui capaz de decirlo, no ahora, no tan pronto. ― No quisiera estar en otro lado más que aquí.

―Que bueno, porque no quisiera que estuvieses en otro lado que no sea junto a mí.

Con un beso sellamos ese maravilloso momento. Hicimos el amor hasta que nuestros cuerpos quedaron agotados, quedándonos dormidas en un manojo de brazos y piernas.  

***

 A la mañana siguiente desperté con Sara entre mis brazos. No pude evitar sonreír y llenarme de felicidad al constatar que no había sido un sueño, estaba aquí conmigo. Su pierna entrelazada con la mía, su brazo sobre mi abdomen, su rostro en el hueco de mi cuello … no podía pedir algo mejor.

No sentí ese vacío que solía sentir, ya no era un despertar sin sentido, sin rumbo. Ahora ella era mi norte, era mi propósito, era mi destino.

El nombre de Laura viene a mi mente, pero por primera vez, no me hacía daño pensar en ella. En los años que estuvimos juntas, siempre me dijo que lo que más amaba era hacerme feliz. Ahora me sentía feliz, así que supe que Laura lo estaría también.

Pasaron sólo unos cuantos minutos antes de que Sara despertara también, lo supe porque con su mano comenzó a acariciarme el brazo con el que la abrazaba. Dejé que disfrutara de esa sensación, que tuvieran unos minutos para sí misma antes de hacerle saber que estaba despierta también.

―Buenos días bebe ― Le susurré.

―Bueno días ― Me contestó con su voz soñolienta y abrazándose aún más a mí.

―¿Dormiste bien?

―¿Lo que me dejaste dormir? … Sí ― Se rió

―Bueno hasta donde recuerdo, no te quejaste ni una sola vez.

Me dio un ligero golpecito en el brazo en señal de reprimenda, a lo cual no pude evitar reírme.

―Dormí … excelentemente bien.

Se separó hasta lograr quedar frente a mí y sonreírme, me miró unos segundos y luego intentó levantarse, lo cual evité reteniendo su mano.

―¿A dónde vas? ¿No me darás un beso de buenos días?

―Necesito lavarme la cara y la boca ― Contestó sonrojándose un poco.

―No lo creo ― Estiré mi mano hacía la gaveta de mi mesa de noche y saqué unas pastillas de hierbabuena. Saqué dos pastillas ― Esto ayudará ― Le guiñe el ojo.

―Mujer precavida ¿no? ― Dijo mientras comíamos.

―Las compré cuando fuimos al complejo hotelero.

Se rió a carcajadas sacudiendo la cabeza.

―Eres una pilla.

―No. Es sólo que no quería dar una mala impresión ― Levanté varias veces mis cejas antes de sonreír.

Se acercó nuevamente y con sus labios rozando los míos dijo: “Funcionó”, y luego me besó profunda y delicadamente.

Luego de asearnos, salimos a la cocina para buscar qué desayunar. Estábamos hambrientas.

―¿Qué te provoca comer? ― Pregunté abriendo la nevera.

―¿Sinceramente? … a ti ― Cuando volteé para mirarla, tenía una sonrisa pícara en sus labios mientras que con sus ojos recorría todo mi cuerpo ―  Así que si no te molesta, preferiría algo rápido ― Su sola mirada avivó el deseo y la lujuria dentro de mí.

―Entonces será cereal ― Contesté rápidamente.

Saqué lo necesario y nos sentamos frente a frente en el mesón de la cocina. Sin dejar de mirarnos ni un solo minuto, nos comimos el cereal. Nunca antes había imaginado que ver a alguien comer un simple tazón de cereal pudiera ser tan sensual. No sé ni siquiera si esa era su intención, pero logró que mi temperatura subiera considerablemente.

Al finalizar, corrí hacia ella y la besé con todo el deseo que sentía, a lo cual ella correspondió de la misma manera.

Entre tumbos caminamos hacia el sofá y nos acostamos quedando yo encima de ella. A diferencia de la noche, en esta ocasión, lo que predominada no era la ternura de la primera vez; se trataba del deseo simple y puro.

Le quité el franelón que tenía puesto mientras que ella casi me arrancó la camiseta y el short que traía. Entre caricias y besos desesperados caímos al suelo, gracias a la alfombra del centro ninguna de las dos nos lastimamos, sólo nos reímos a carcajadas; pero esa distracción sólo duró unos pocos segundos, pues de inmediato continuamos con nuestra danza de lujuria.

Acariciaba sus senos mientras ella acariciaba los míos, alternábamos besos y masajes, unos minutos ella y luego yo. Cuando me disponía a ir más al sur, me detuvo “Hagámoslo las dos al mismo tiempo”, me dijo. Sin hacerla esperar me volteé y me senté a horcadas sobre su cara. Antes de que pudiera terminar de arreglarme sentí sus labios cálidos sobre mi sexo, lo cual me hizo estremecer de pies a cabeza. Como pude recuperé el control y me dispuse a retribuirle las deliciosas caricias que me estaba dando.

Tomé su clítoris por completo y comencé a acariciarlo circularmente con mi lengua. Estaba hinchado y lubricado por sus jugos, así que succioné y chupé repetidamente. Me era difícil concentrarme en mi tarea sintiendo como su lengua recorría toda mi intimidad, y casi pierdo la batalla por mantener el control de mis sentidos, cuando sentí que introducía uno de sus dedos dentro de mí y con su lengua continuaba masajeando mi clítoris. ¡¡¡Dios!!! Era tan exquisita.

Lubriqué mi dedo corazón con sus jugos y poco a poco lo posicioné en la piel arrugada de su ano. Sentí que se tensó, pero al darse cuenta que sólo acariciaba su piel sin intentar invadirlo, se fue relajando. Con mi pulgar acariciaba su ranura, por momentos simulaba el movimiento de mete y saca sin entrar verdaderamente y esto volvía sus movimientos más intensos. Sus caderas empujaban hacía mi mano con cada caricia, y mientras más rápidos se volvían, más rápidas eran sus embestidas en mi sexo, sobre todo al introducir dos y tres dedos.

Por lo urgente de nuestros movimientos y de nuestros gemidos y gritos, supe que era sólo cuestión de segundos para que llegáramos a clímax, así que introduce mi pulgar en su interior y con el mismo impulso de sus caderas introduje la punta de mi dedo corazón en su ano.

Su orgasmo llegó de inmediato y al sentir sus espasmos, sus gritos de placer y saborear su dulce crema me hicieron acabar sólo unos instantes después. Luego de unos minutos, con el cuerpo aún en éxtasis y agotado por el intenso orgasmo, logré arrastrarme hasta quedar a su lado y poder besarla.

―Te amo Sara ― Sin poder o querer evitarlo, estas palabras salieron de mi boca. Necesitaba decírselo. Abrí mis ojos para poder ver su expresión ante mi declaración. Para mi grata sorpresa, el brillo en sus ojos y su sonrisa me hicieron saber que todo estaría bien.

―Yo también te amo Eli ― Me contestó.

Esto apenas comenzaba. Sara debía superar el obstáculo de aceptar su nueva realidad ante su familia y amigos, pero dentro de mí sentía y sabía, que no importaba lo difícil que pudiera ser, estaríamos bien. Seguiríamos adelante y  este amor que había entre nosotras crecería aún más con el tiempo permitiéndome SENTIR OTRA VEZ.

Kam

(9,80)