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Clases particulares con Laurita (2 de 2)

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La situación se estaba volviendo insostenible. Nacho se dejaba llevar por sus impulsos y las manos no dejaban de acariciar su piel. Tras acariciar sus suaves pechitos por encima del top, bajó lentamente una mano a sus muslos. Aquellas piernas tersas, de piel bronceada, le invitaban a subir al más arriba, allá donde cualquiera quisiera perderse, pero entonces, al rozar ligeramente su entrepierna, Laura le paró.

―No Nacho, espera…. No estoy segura…..

Nacho salió de ese momento de trance reaccionando elegantemente.

―Lo entiendo… No te preocupes…. Perdona yo…

Ella lo miró de nuevo con aquellos ojos que delataban ternura a la vez que pasión y entonces le dijo que su madre podría entrar en cualquier momento, que debían esperar mejor ocasión.

Nacho frustrado y algo arrepentido asintió dándole con ello la razón y esperanzado en un nuevo encuentro aún más intenso.

―Te prometo que mañana será mejor, dijo ella convencida. – además tengo un regalo para ti.

¿cómo? ¿Un regalo?

―Sí y sé que te gustará tanto como el de ayer.

―¿El de ayer? Contestó sorprendido.

―Sí, ¿no me dirás que no te gustaron mis braguitas? Por favor no te avergüences, sé que te las llevaste. – Dijo ella anticipándose a su reacción.

―Lo siento…. Yo no pude evitarlo. Nunca me había pasado algo así…

―Jajajaja, tonto si me encantó que lo hicieras. De hecho si no hubiera pasado eso jamás me hubiera lanzado a besarte. Pero me gustaría saber qué hiciste con ellas. ¿Te dormiste con ellas? ¿Pensaste en mí?

Pero chiquilla… me vas a poner encendido más de lo que estoy.

―Dime por favor… ¿Te … tocaste?.

―¡Por Dios!

―Aunque creas que soy una chiquilla sé lo que siente un hombre y sé que si te las llevaste es porque eso te excitaba. Merezco saberlo. Si no, no habrá regalo.

Diciendo eso sacó de su mochila de libros unas pequeñísimas braguitas verdes pistacho. Nacho asombrado las miró sin disimulo.

―Están usadas de toda esta noche y te confesaré que yo sí me acaricié pensando en ti. Le dijo mirándole fijamente a los ojos.

―Eres incorregible tal y como dice tu madre Laurita. Está bien. Sí. Me acaricié, me las puse en la cara y pensé en hacerte el amor… pero sé que es una equivocación….

―Calla, no lo estropees ahora.

Se abrió la puerta y tal como predijo ella, apareció su madre.

Esa noche Nacho volvió a respirar el aroma de la niñez de Laura. Dentro de su ser volvía a luchar contra sus deseos pero pronto se dejó vencer. Un tremendo orgasmo le sacudió manchando totalmente la prenda íntima de su alumna.

El jueves volvió una vez más a clase y se encontró con nuevas sorpresas. Laurita estaba con el pijama rosa del primer día y dejaba entrever claramente que no llevaba sujetador para sus pequeños pechos. Le sonrió de oreja a oreja y le invitó al salón. Ese día su madre no volvería hasta la tarde ya que se quedaba en casa de una amiga. Tenían casi todo el mediodía para estar juntos.

―¿Qué tal la noche? ¿te acordaste de mí? Le soltó a bocajarro con su mirada picantona.

―Vaya, vaya seguimos igual que ayer no? Eres mala ¿lo sabes verdad?.

Ella le dio un beso en su mejilla y le invitó a sentarse a su lado en el sofá.

―¿Sabes? He dormido fatal y me duelen mucho los pies. Como se que te gustan he pensado que podías darme un masaje y si me convences quizás te recompense.

―Jaja. Esta niña es una descarada si señor jaja. De acuerdo. Trato hecho.

Nacho se puso los pies sobre sus piernas y empezó a masajearlos. Eran pequeños y al igual que todo su cuerpo, resultaban tremendamente suaves al tacto. Ella se reconfortó sobre unos cojines y cerró los ojos dejándose llevar. Mientras Nacho se recreaba en la forma de uno de sus pies, Laura le miró fijamente y levantó el otro poniéndoselo a la altura de la cara. Nacho no pudo más que besarlo. Pequeños besos en el arco, en sus dedos, el talón… Ella volvió a cerrar los ojos…. Nacho se excitó rápidamente por aquel infinito placer y más aún al ver que Laura empezaba a suspirar profundamente. Entonces se metió los deditos en la boca. Los chupó uno por uno, rozó con su lengua la textura de la planta, lamió el espacio entre ellos… todo sin dejar de contemplarla. Entonces, lentamente, sin esperarlo de ningún modo, la vio acariciarse por dentro de su pantalón. Veía como su mano se movía rítmicamente mientras soltaba gemidos de placer. Nacho estaba extasiado ante panorama tan sensual y…. llegó un espasmo. Se convulsionó varias veces arqueando su cinturita y hundió el rostro en uno de los cojines. Nacho estaba ensimismado. Aquella niña iba a acabar con él, eso seguro.

Se incorporó de un salto con su sonrisa vivaracha y le besó. No dejaba de mirarlo mientras sus manos le desabrochaban el pantalón. Cuando lo hizo pudo apreciar un tremendo bulto en sus slips. La vergüenza había dejado paso a la excitación más absoluta y Nacho no podía hacer otra cosa más que dejarse llevar. Le liberó de ellos y entre sus manos apareció su pene erguido sin complejo alguno. Lo miró extasiada y lo acarició…. Tocaba su cabeza, apretaba el tronco y lo exploraba con curiosidad, como ese bebé al que se le da un nuevo juguete y no sabe bien qué hacer con él.

―¿Habías visto alguna vez el sexo de un hombre?

―Nooooo…. Respondió ella con mirada maliciosa.

Nacho la guió. Con sus manos la orientó en el movimiento y la postura. Ella se dejaba hacer. Él la besaba sin dejar de mirarla. Pronto se dejó hacer por sí misma. Era aplicada en todo. Sus movimientos no parecían ser recién aprendidos. Con su otra mano acariciaba sus testículos. Nacho estaba a punto de correrse y ella lo presintió. Sin que nadie se lo dijera aceleró su muñeca y ….. Fue increíble.

Se levantaron del sofá y cogidos de la mano se fueron a su dormitorio. Nacho la seguía sin abrir boca, dejándose llevar a su tela de araña. Se tumbaron en la cama y ella se despojó de su camiseta. Mostró unas pequeñas tetitas blancas por falta de sol en relación al resto del cuerpo. Sin embargo eran esbeltas, con aureolas rosadas y pequeños guisantitos redondeados en el centro. Luego se quitó sus pantalones y Nacho comprobó sorprendido que en esa ocasión no llevaba nada debajo. Un ligero vello oscuro se dejaba entrever entre sus piernas. Una línea perfectamente trazada de abajo a arriba mostraba el camino hacia el deseo.

Ël se desnudó bruscamente, ciego de lujuria y erecto de nuevo. Se abalanzó sobre ella. Le mordió sus pezones, aquellos pequeños y duros pezones…. Laura gemía. Le besó su vientre y ombligo…. Ella se estremecía. Llegó a su coñito. Una rajita fina, de labios contorneados, de piel suave y olor penetrante. Le lamió de una pasada toda la entrada de su ser… y ella convulsionó. Retiró sus piernecitas para facilitarle el paso y Nacho entonces se dedicó a darle placer. Le chupó todo su coño, le introdujo su lengua y lamió el clítoris sediento de sexo. Ella gemía cada vez más fuerte mientras se acariciaba sus tetas y entonces se revolvió situándose encima de él. Lo miraba nuevamente con esos ojos misteriosos. En su cara aniñada podía apreciarse la experiencia de una mujer de mayor edad y Nacho nuevamente se dejó llevar.

La chiquilla se soltó la coleta y dejó entrever su largo cabello que caía por detrás de los hombros. Le llegaba casi a la cintura y su pose, firme y elegante, con su torso desnudo hacían enloquecer al "profesor". Se colocó justo encima de él y para su sorpresa, se introdujo el pene dentro. Nacho no podía creer que fuera a ser tan fácil ya que su pensamiento era que no conocía barón. Sí notó un cierto grado de dolor al comienzo, ya que se introdujo aquella polla muy despacio. Pero entró hasta el final. Empezó a moverse igual de despacio, saboreando el momento. Nacho no dejaba de mirarla. Su cabello se fue hacia delante al igual que su cabeza y su pequeño culito realizó movimientos circulares que enloquecían de placer al muchacho. Éste se recreó en acariciar aquel reducido trasero que se movía con desparpajo aprisionando con eficacia todo su ser. A los pocos minutos ella se corrió soltando un chillido audible en todo el piso. Se dejó caer en el pecho de él y reposó. Nacho chorreó al instante, casi a la misma vez. Se quedaron abrazados largo rato, medio dormidos. No se sabe cuanto tiempo pasó pero ella despertó de su letargo y besó el pene derrotado de Nacho. Éste sintió rápidamente el roce de su pelo en las piernas y una cálida boca que se introducía el sexo en su interior. Pronto, aquel apéndice adormilado despertó. Su rigidez facilitó que la pequeña Laurita chupara con avidez. Nacho no se creía que pudiera estar pasando todo aquello.

Disfrutaba como nunca lo había hecho con una chica y entonces le acarició el cabello. La tumbó de espaldas y le mordió el cuello. Ella desprendía un olor especial, mezcla de mujer y colonia infantil. Bajó a su culito. Estaba duro y bien formado a pesar de sus pequeñas dimensiones. Le besó su rajita mientras ella elevaba ligeramente las piernas. La puso a cuatro patas mostrándole todo su coñito, pequeño y apetecible. Era excitante ver aquella flor que pronto se abriría de par en par para recibir todo el deseo de un hombre. Nacho se la introdujo con ternura. Se acopló perfectamente a ella. Eran dos piezas de fábrica perfectamente ensambladas. Su culito quedaba refugiado en las anchas caderas de Nacho, que rápidamente se pusieron en marcha con movimientos secos y pausados. Ella gemía otra vez. Aquel gemido… era tremendamente sensual sentirla gemir…. Nacho la envistió cada vez más rápido. Sus manos agarraban sus cachetes que se perdían en cada apretón. La cogió en un momento de la cinturita para hacer mayor fuerza y entonces apretó el paso. Nacho se la metía sin compasión y ella, con todo su cabello caido en la espalda se movía coordinadamente a las envestidas de éste. Llegaron nuevamente a un orgasmo conjunto. Uno a la vez que el otro.

Fue un día en el que no pararon de follarse el uno al otro.

Así pasaron los días. …Así pasó el verano…. Hasta que acabaron las vacaciones. Nacho volvió a sus estudios y Laurita volvió al instituto. Sorprendentemente aprobó las asignaturas pendientes pero quizás, en la que más destacó, no fue calificada ya que esa no era disciplina académica.

Se convirtió en un secreto mutuo. Se despidieron con complicidad un día de septiembre y prometieron volver a verse el siguiente verano. Realmente fue, como decía aquella antigua película, un largo y cálido verano.

(9,60)