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La revisión de Baldomero

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Cuando la dermatóloga Eva recogió las notas de su auxiliar se fijó en la consulta de hoy en su consulta privada de última hora, era Baldomero, ese rústico pastor que había ido a que le curase una irritación en enorme pene hacía casi un mes; la joven dermatóloga de cabellos rubios rizados se relamía con las imágenes grabadas en su retina de ese pastor ya maduro y tan bien dotado que era capaz de follarse una oveja dos veces en un día y que no había tocado a una mujer desde hacía mucho, ese rubor cuando la visitó la calentó aún más y empezó a preparar su malévolo plan para seducir al pobre Baldomero.

Eva salió pronto esa mañana del hospital y sin hacer caso a un cirujano muy pijo que la rondaba desde hacía meses y al que le daba calabazas un día si y otro día también, era pretencioso, chulo y encima se creía que estaba bueno, ella decía que no había cosa más insoportable que un tipo creído y este lo era de forma particularmente insufrible. Se fue a casa tan rápido como pudo y comiéndose un simple sándwich vegetal dio por terminado el almuerzo antes de meterse en la ducha.

No era particularmente promiscua pero Eva era el tipo de mujer que se acostaba con los hombres que ella quería, a sus 35 años lucía una envidiable figura sin tener que hacer grandes esfuerzos y sus ojos azules que parecían sacados del mismo Caribe, seducía hasta el aire que la rozaba. Encendió el grifo de agua caliente y puso la alcachofa en el soporte de la pared mientras se desvestía hasta que saliese caliente, colocó el termostato a 39 grados y se metió dentro de la cabina de ducha, se humedeció lentamente y suavemente y puso en su mano izquierda gel con olor a melocotón que la encantaba, mientras se lo extendía por cuerpo sin apenas vello imaginaba como sería tener a Baldomero dentro de esa cabina de ducha con ella en ese momento. Sus pezones reaccionaron rápidamente al calor del agua, a sus delicadas y suaves manos y a la imagen evocadora del sexo de Baldomero, las yemas de sus dedos rodeaban lentamente sus pezones erizados mientras se mordía el labio inferior de su boca y el agua la empapaba por entero, su mano derecha se acarició el abdomen y bajó hasta su sexo hambriento. Colocó la palma de su mano sobre sus vagina aplastando su clítoris sin hacerse daño y colocó el dedo corazón entre sus labios vaginales, subiendo y bajando muy lentamente, su dedo corazón se curvo sobre si mismo y lo introdujo en la vagina unos centímetros parándose para sentirlo dentro de ella, sin apenas darse cuenta, el agua de la ducha cambió la temperatura, el termo debía haberse descargado porque empezaba a salir fría; con mucho disgusto se aclaró tan rápido como pudo y salió para taparse con una toalla de esas que cubren casi de pies a cabeza.

―Joder  que frío, con la calentura que llevo encima, exclamó con fastidio.

Se secó con energía y se dispuso a hidratarse, se lió una toalla a la cabeza y agarró la crema hidratante que sirvió con generosidad sobre su palma derecha, la extendió con dedicación cubriendo todos los rincones de su piel y comprobando lo acertado de su decisión de haberse hecho la depilación laser.  Pensó en como iría esa tarde a la clínica, tenía cuatro consultas antes de la de Baldomero y ya estaba nerviosa perdida.

El secador empezó a zumbar y un chorro de aire caliente agitó sus rizos rubios y con hábiles dedos y un cepillo comenzó a peinarse, es difícil de expresar pero cuando una mujer se siente irresistible no hay nada que la pueda parar y Eva se sentía así, juguetona como estaba, desvió el secador para que el chorro de aire caliente le diese en su sexo aún brillante por los restos de la crema hidratante corporal, lo que arrancó un sonrisa pícara de su cara.

―Prepárate Baldomero que te vas a enterar de cómo folla una mujer, se dijo en voz alta, se sorprendió del lenguaje que había usado, pero hasta eso la estaba excitando.

Desnuda aún y con el pelo suelto sobre sus hombros se dirigió al armario a elegir ropa, la elección era importante aunque solo fuese durar un instante, eligió un bonito conjunto negro de tanga que marcaba sus glúteos de una forma que una estatua se volvería carne a su paso y un sujetador que elevaba su 85 hacia el techo y que apenas se le marcaba a través de la ropa, una falda de tubo color crema y una blusa blanca de generoso escote serían su elección, después dudo si llevar liguero o no y cachonda como estaba no lo dudó dos veces, liguero por descontado.

Con dos gotas de perfume, ligero, sutil y afrutado agarró la bata blanca y su bolso y salió como alma que lleva el diablo a su consulta, casi olvida las llaves del coche en su carrera para ver al su añorado pastor pero no, la cabeza aún la llevaba en su sitio. Diez minutos más tarde estaba aparcando en su plaza de la clínica y tomaba el ascensor a la tercera planta.

―Hola Doctora, saludó otro doctor que tenía la consulta cerca de ella

―Buenas tardes.

―Que guapa está hoy, la primavera la sienta maravillosamente.

―Gracias, será eso, respondió casi sonrojándose.

―Su planta doctora, que tenga un buen día.

―Igualmente, y salió presta a su consulta.

Nada más entrar se dirigió a su auxiliar, la misma que la dio las citas para ese día en la tarde del día anterior.

―Celia, esta tarde en cuanto llegue el paciente Baldomero X. podrás irte, ya cierro yo, tengo que hacer unas pruebas largas y no quiero que te vayas muy tarde a casa.

―Gracias doctora, así lo haré.

Eva ya estaba a mil y aún quedaban casi dos horas, a media hora por consulta pero no podía hacer nada por acortar el tiempo aunque lo desease más que nada en el mundo. La tarde transcurrió lenta y pesadamente y diez minutos antes de la hora Baldomero se presento en la consulta.

―Hola, buenas tardes, soy Baldomero X y tengo cita con la doctora Eva Z.E.

―Si, pase, espere unos instantes que la doctora le atiendo en unos minutos.

Celia pasó a la consulta para avisar a la doctora y despedirse, el anterior paciente había ido para que le quemase una verruga y apenas la llevó diez minutos y estaba sentada haciendo tiempo leyendo en internet un foro de fotografía al que estaba vinculada.

―Gracias Celia, ya llamo yo al paciente, cierra cuando salgas y hasta mañana.

―Hasta mañana doctora, ahora mismo le llama la doctora para que pase, buenas tardes.

―Gracias, respondió Baldomero mientras con sus manos jugaba con la boina.

Baldomero venía de punta en blanco, se había colocado sus mejores galas pero es que Baldomero era un hombre limpio casi en extremo, su ropa gastada siempre estaba lustrosa y limpia, a pesar de vivir en el campo todo él y su vestimenta olían a lavanda; además, después de la primera consulta con la doctora y el tratamiento que le recetó su pene estaba sano y curado, solo por eso estaba contento pero es que la consulta no fue tan vergonzosa como el había esperado y por eso estaba casi tranquilo y relajado, cosa que reflejaba su pene pues apenas denotaba sus poderosas medidas.

―Buenas tardes Baldomero, dijo la doctora desde la puerta aún con la bata blanca puesta pero con los botones desabrochados. Pasé por favor.

―Buenas tardes doctora, ¿soy el último?

―Si, con usted termino hoy, en su cabeza sonó tal y como ella lo deseaba pero Baldomero no debió entenderlo. ¿Ha terminado el tratamiento tal y como le dije?

―Si, ha ido todo muy bien, me siento muy bien y no tengo molestias de ningún tipo.

―Bien, desvístase y échese sobre la camilla.

―¿Entero doctora? Preguntó sorprendido.

―Si por favor, si la infección se ha ido a otra parte debo saberlo, no vaya a ser que tenga ya su pene aparentemente sano pero la infección esté en cualquier otro sitio.

Baldomero obediente se desvistió tras el biombo y dejándose lo calcetines puestos se echó sobre la camilla; Eva mientras tanto se desabotonó dos botones más de su blusa dejando al aire las filigranas que tenía el bonito sujetador negro que había elegido. Baldomero percibía el aroma de la colonia de Eva y Eva el aroma a romero y tomillo de su pastor favorito, tomó dos guantes de látex y se los puso de forma sonora, plas, plas.

―Listo Baldomero, no se sienta incómodo, pero voy a tener que darle un pequeño masaje para que vea la reacción de su pene cuando está excitado, en reposo puede tener un tono que no corresponda si aún perdura la infección, mintió como una bellaca Eva, pero con tanta naturalidad que el pobre Baldomero se dejó hacer.

―No esté nervioso.

Eva comenzó a masajear el pene aún pequeño de Baldomero con su mano derecha, el nerviosismo de Baldomero era patente y Eva hizo como que miraba en sus testículos y en su perineo, como el pene de Baldomero no reaccionaba se levantó a por gel lubricante del que usan en las ecografías, a falta de otro, ese valdría.

―Voy a por una pomada hidratante, pero de momento esto tiene buen aspecto Baldomero, veo que siguió muy bien mis instrucciones. Ha sido un paciente muy bueno

―Gracias doctora, respondió Baldomero cada vez más azorado y reprimiendo su erección con todas sus fuerzas.

Quitándose los guantes de látex dejó al aire sus pequeñas pero cuidadas y suaves manos, su mano izquierda se inclinó sobre uno de sus cajones y se metió un condón en el bolsillo de la bata. Para que el líquido no estuviese demasiado frío se lo puso en la palma de la mano para calentarlo y volvió a agarrar el pene de Baldomero.

―Uf, que fresquito doctora y que manos más suaves tiene.

―Gracias Baldomero, si, es muy fresquito, bueno esto tiene buen aspecto, voy a pasarle una toallita húmeda y seguimos con el examen.

Con una toallita de niños limpió todo el lubricante y el pene de Baldomero ya estaba tomando unas proporciones más que dignas pero aún no lo suficiente para el hambre de Eva.

―Relájese Baldomero, voy a hacer una cosa y necesito que no se mueva.

Baldomero cerró los ojos como esperando algo doloroso sin ver como Eva se incorporaba de la silla y se colocaba poniendo su trasero en pompa cerca de su cara para lo que se quitó la bata en un rápido y preciso movimiento y agarrando el pene de Baldomero se lo metió en su cálida y húmeda boca.

Baldomero dio un respingo pero se quedó completamente inmóvil dejándose hacer por esa boca húmeda y calentita que jugaba con el aún medio dormido pene haciéndole cobrar vida, los generosos labios de Eva se movían a lo largo de toda la longitud de ese tronco que se tornaba piedra con cada pasada de su lengua repleta de saliva, chupaba hacia dentro de ella como queriendo tragarse toda la polla de Baldomero hasta que sintió las manos de su pastor agarrarla por los muslos llevándola hacia su cara, si abrir la boca Eva se colocó a horcajadas sobre Baldomero dejando su coño al la altura de su boca, resultaba sorprendente que encajasen tan bien el uno el otro. Baldomero bajo la cremallera de la falda de Eva para que sus bellas piernas pudieran ser sobadas a discreción y entonces pensó en sus ovejas, de cuanto tiempo había perdido, metió su cara entre los muslos de Eva y lamió sus muslos y su coño por encima de su tanga cada vez más húmedo; la saliva de Baldomero se mezclaba con los flujos de Eva por entre la tela y con un discreto movimiento apartó el tanga de su coño para que su lengua pudiera jugar entre sus labios vaginales hinchados como globos.

Eva casi pierde la conciencia cuando Baldomero la tomó pero siguió lamiendo su juguete, ya no le cabía en la boca, era imposible y se afanó por masajearle los testículos y sus muslos con sus suaves manos, no se oían nada más que los gemidos de Baldomero y eso la ponía bruta y la emputecía de mala manera. Baldomero apartando los labios del coño de Eva con la lengua encontró el clítoris y se afanó porque vibrase entre sus labios, jugaba con él y ella disfrutaba con suspiros contenidos, bajó la lengua para meterse dentro del coño de Eva cosa que la estremeció y siempre sin perder el contacto de la barbilla de Baldomero con su hinchado y lleno de ganas clítoris, Eva movía sus cadera haciendo pequeños giros sobre la suave y apurada barbilla de Baldomero como si fuese ese vibrador que tanto le gustaba y que a falta de hombres de valía tanto la socorría. Sus dedos se clavaban en su redondo culo cuando se enredaron en hilos que sujetaban el tanga que de un solo tirón se rompió para deleite de Baldomero.

Unas pequeñas gotas de semen aparecieron en la polla de Baldomero y que Eva paró presionando el perineo, estaba a punto de correrse, ese hombre llevaba sin echar un polvo años y no podía correrse tan deprisa, no debía, y sofocada se incorporó descansando casi sobre la cara de Baldomero pero sin ahogarlo y pellizcándose los pezones dijo:

―Vamos a realizar otro examen.

―Lo que usted diga doctora.

Eva bajo rozando su coño a lo largo de cuerpo de Baldomero y se giro sentándose sobre la polla de Baldomero pero metida entre sus labios vaginales, dura como una piedra casi podría levantarla si quisiera, mirando a los ojos de su pastor, agarró la polla y se la metió lentamente sentada sobre sus rodillas y apoyada con la otra sobre su pecho.

―Uff esto es maravillo doctora.

―Pues esto no es nada Baldomero y debo decir que todavía no estás curado.

Cuando descansaba ya sobre el cuerpo de Baldomero y con toda su polla dentro, se dio cuenta que no habían usado preservativo pero no había tiempo para las lamentaciones y comenzó a moverse hacia arriba y abajo mientras Baldomero al acariciaba las tetas bajo su sujetador, un movimiento rápido de Eva a su espalda y el sujetador apareció en el suelo.

Eva apretó las manos de Baldomero sobre sus tetas y se echó hacia él, se lo estaba follando y aún no le había besado, antes de decir nada, el propio Baldomero la tomó de la cabeza comiéndola los labios con una dulzura exquisita, su lengua dura y experta se perdía entre sus labios y su lengua a medida que ella se movía realizando pequeños círculos sobre la polla de Baldomero, un Baldomero que no demostraba ningún signo de fatiga a pesar de los gemidos y suspiros que salían de su boca.

Sus bocas quedaron pegadas por un invisible pegamento comiéndose mutuamente y sus manos libres se afanaron por acariciar y tocarse, palma con palma, sombra con sombra. Eva comenzó a montar a Baldomero cual amazona, primero lento y profundo para que su coño apreciase el tamaño y pulsar de la polla de Baldomero, la llenaba de placer y esa pequeña curva la tocaba ese punto raro que nunca la habían encontrado y que la estaba haciendo perder el sentido, su respiración era cada vez más entrecortada y con cada bocanada le faltaba cada vez más el aire, su coño sudaba como nunca pues ningún amante había sabido tocarla antes de esa manera y pasó por su cabeza que antes de volver a irse a la cama con otro le haría tener una sesión de sexo con una oveja pues estaba convencida de que Baldomero sabía follarla y tocarla de esa manera porque se había pasado por la piedra a aquella merina llamada Belinda.

―Joder Baldomero, esto es la gloria, sigue.

Y Eva decía esto porque Baldomero empujaba sus cadera buscando su coño aumentando la velocidad y la tensión de sus embestidas, un ritmo frenético con el que volverse loca, el orgasmo estaba en la puerta, solo un:

―Dios, si, si, si, no pares

Y Baldomero se esforzó aún más acariciando la espalda de Eva para traerla hacia si con más intensidad, las piernas de Eva temblaban y un chorrito de líquido de su coño salió disparado mojando el pubis de Baldomero. Mientras el ya no trataba de contener su orgasmo y con un simple:

―Me voy a correr doctora, dijo aún correcto y formal.

―Espera Baldomero, que falta un examen más, dijo presta Eva, hay que ver si tu esperma está en buenas condiciones.

Eva sacó la polla ardiente de Baldomero y se puso sobre su polla para metérsela en la boca y recibir su torrente de semen. Un chorro en cinco espasmos salieron de su polla hacia la boca expectante de Eva, que dejando que un poco de él saliera por la comisura de sus labios hizo como si fuese un delicioso manjar.

Una dieta rica en fruta y tomate le brindaba a Baldomero un regalo extra y es que el sabor de su semen afrutado gustó a Eva y relamiéndose se lo tragó y apoyándose sobre el pecho de Baldomero buscó su boca para besarle sintiendo las manos de Baldomero perderse en caricias infinitas en su sensible espalda.

―¿Sabes una cosa? vamos a tener que revisarte la semana que viene porque hemos tenido sexo sin protección y debemos hacernos los análisis, te doy hora para la semana que viene a la misma hora, ¿te parece bien?

―Lo que usted diga doctora, ¿pero estoy curado de lo otro?

―Yo creo que si, pero hay que vigilarte muy de cerca porque esas infecciones son muy peligrosas y suelen repetirse, y puso sus labios calientes sobre los suyos para vaciarse dentro de él.

Los dos se quedaron un buen rato sobre la camilla recuperando elaire que les faltaba, Eva dejó de tener celos de la oveja Belinda.

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