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Su marido borracho y yo gozando a su mujer (I)

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Cuando termine la preparatoria no me quedo de otra que mudarme a la ciudad de México para continuar mis estudios universitarios. Mi nombre es Joaquín y a mis 20 años recién llegado y con poco dinero me encontré con la dificultad de buscan un lugar en donde vivir, buscando un lugar económico no me quedo de otra que rentar una habitación en una vecindad.

Aunque el lugar era algo precario se ajustaba perfecto a mi presupuesto. La primera persona que conocí fue a la señora Azucena, no era guapa ni fea tenía unos 38 años, cabello negro largo sujetado en coleta y piel morena de cuerpo delgado pechos medianos y un culo firme el cual se veía muy rico en los vestidos de tela que siempre usaba.

Sin ser la gran belleza y mal hablada se me hacía una mujer atractiva había algo en ella que me excitaba, algo que note fue que no tenía una buena relación con su marido pancho ya que eran contantes los gritos y las paleas entre ellos, por chismes de los vecinos me entere que su esposo era un borracho desobligado que dejaba toda la responsabilidad de la crianza de sus 2 hijos y los gastos de la casa solo a ella.

Para mantener a sus hijos se dedicaba a planchar y lavar ropa ajena, para acercarme más a ella de vez en cuando le encargaba mi ropa y aprovechaba para sacarle conversación y poco a poco fui creando confianza con ella, tanto que a veces me pedía ayuda con la tarea de sus hijos y a cambio me invitaba a comer a su casa.

Siempre tuve la fantasía de llegar a coger a una mujer mayor y en la señora Azucena encontré la posibilidad de realizarlo y de alguna forma me la tenía que coger, sabía que si jugaba bien mis cartas me la iba terminar cogiendo, organicé un plan y lo primero que hice fue ganarme a sus hijos, les empecé a comprar dulces, uno que otro juguete barato y jugar futbol en las tardes con ambos, no tarde en conseguirlo y al poco tiempo pasaba gran parte del día con ellos excepto y por su puesto con ellos de mi lado me daban más acceso a su deliciosa madre.

La señora Azucena me decía que ya no les comprara nada pero le decía que lo hacía con gusto y que sus hijos me recordaban a mis hermanos pequeños, nunca sospecho que mi verdadera motivación de mi amable comportamiento era su sabroso par de nalgas. Para ganármela a ella comencé a ser más atento, ayudarla con sus problemas y regalarle cualquier detallito.

Aunque era una señora de carácter fuerte con tantas peleas con su marido se veía que estaba necesitada de cariño y por supuesto que yo lo iba a dar aprovechándome de la situación. Lentamente la idea de poder cogérmela se estaba haciendo una realidad, pero había un obstáculo que librar su marido Pancho.

Todas las mañanas al salir a mi universidad me la encontraba llevando a sus hijos a la escuela, la saludaba con el típico buen día con un beso en la mejilla que era suficiente para encenderme y mientras se alejaba mirándole su hermoso par de nalgas, en mi mente no dejaba de pensar en las cosas tan ricas que le haría a esa señora. Una tarde en la que ayudaba a sus hijos con la tarea la escuche gritar muy enojada y de inmediato me levante de la mesa a buscarla a su recamara.

– ¿Paso algo señora Azucena?

– ¡Sí! el hijo de la chingada de Pancho me robo el dinero de la renta

Estaba muy enojada, la trataba de tranquilizar pero era inútil nunca la había visto tan furiosa no dejaba de insultar a su marido.

–Ese cabrón lo más seguro es que se lo fue a gastar en la cantina.

Para que se calmara le dije que yo podía prestarle el dinero que necesitaba pero ella se negaba a recibirlo. Le seguí insistiendo que lo aceptara sin problemas, que ya tenía cubiertos mis gastos del mes que no se preocupara por eso, al final la termine convenciendo de que los aceptara y le dije que más tarde en la noche pasaba a darle el dinero.

Llevaba buscando un momento para estar a solas con ella y sin la intromisión de pancho y al fin tenía la oportunidad, me regrese a mi cuarto y espere hasta que dieron las 11 de la noche y sus hijos estuvieran dormidos, toque la puerta y me invito a pasar entregándole el dinero que necesitaba.

–Muchas gracias Joaquín –dijo guardando el dinero en sus pechos.

–De nada señora Azucena lo hago con gusto –le respondí echando una miradita a su escote.

–Si no fuera por el pinche borracho de Pancho –comentó levantando la voz –pero me las va a pagar el cabrón cuando llegué a la casa.

Más tranquila que en la tarde nos sentamos en el sillón y comenzamos a hablar dándome otra vez las gracias por lo bueno que era con sus hijos y lo mucho que la ayudaba, sentí que llego el momento y realice mi siguiente movimiento, así que me acerque más a ella colocando mis manos sobre su rodilla y espalda baja.

Mientras ella hablaba comencé a sobar y acariciar suavemente su rodilla y espalda, aunque se inmuto un poco no me detuve, estando a centímetros de ella no aguante más y jugándomela toda me lance sobre ella besándola, sentí algo de resistencia pero la señora Azucena me respondió el beso . En ese momento solo podía pensar que por fin me la iba a coger y que todo mi plan había funcionado.

Deslice ambas manos a sus deliciosas nalgas que tanto me calentaban y comencé a masajear como loco mientras la besaba sin parar, para ese momento mi vega ya estaba muy dura y me apretaba en el pantalón, me lo desabroche y de inmediato salió disparada mi verga dura del pantalón.

–No, no, no espérate Joaquín –menciono separando de mí.

–No puedo –respondí acercándome a ella besándole el cuello.

Llevaba 2 meses desdeñado y planificando este momento que no iba a parar, tome su mano colocado sobre mi verga y ella apretándola con suavidad comenzó un vaivén de arriba abajo masturbándome por completo. Acariciando sus nalgas lleve mi mano izquierda hacia sus tetas y comencé a quitar los botones de su vestido de tela.

Saque sus tetas chupando sus pezones y masajeándolos con fuerza, tenía las aureolas cafés y unos pezones grandes, alternaba entre sus pezones chupando con fuerza y apretándolos con mis labios dándoles mordiscos, estaba tan excitando que ahí mismo me la quería coger pero ella me dijo que fuéramos a su recamara.

Entramos a su recamara termine por desabrochar y quitar su vestido de tela quedando solo con sus bragas moradas, lo primero que hice fue voltearla y ver ese hermoso par de nalgas en todo su esplendor, 2 meses esperando y por fin eran mías.

Mientras me quítame mi ropa la señora Azucena se acostó sobre la cama, termine de desnudarme y me lance sobre ella besándola otra vez recorriendo su cuello y bajando hasta su cintura, tome sus bragas de los extremos y lentamente la fui bajando dejando libre su panocha que estaba bastante peluda, para observarla mejor le abrí las piernas sujetando sus rodillas.

–Ay Joaquín llevo mucho tiempo sin coger con Pancho –dijo acariciando mi verga.

En ese momento la señora Azucena estaba totalmente entregada a mí, me acomode en medio de ella y subiendo sus piernas a mis hombros enfile mi verga en dirección a su rajita y sin más la penetre moviendo mis caderas despacio.

Era la primera vez que saboreaba una panocha madura, estaba bastante caliente y se tragaba toda mi verga sin dificultad, para haber tenido 2 hijos estaba bastante apretada, sentía un placer exquisito al estar cogiéndome a una mujer madura en su propia cama y en especial ver la cara que ponía al meter y sacar mi verga de su interior.

Me calenté tanto que aumente el ritmo de mis embestidas haciéndola gemir con fuerza, se la metía hasta el fondo, estaba a punto de correrme pero me detuve para no eyacular no antes de cogérmela de perrito.

La señora Azucena se levantó de la cama poniéndose en cuatro con su deleitoso par de nalgas en pompa, en ese momento estaba tan agradecido con su marido Pancho por entregarme a su esposa en bandeja de plata, lo imagine borracho en la esquina de alguna cantina mientras su mujer estaba empinada dándome sus nalgas.

–A tu salud cabrón –dije al momento de clavársela entera.

La señora Azucena se estremeció al momento de sentirla toda, la sujete de sus caderas y como un demente la comencé a bombear con vigor, me encantaba oírla gemir me excitaba a darle más duro.

–Que rico se siente Joaquín, no pares.

Seguí embistiéndola doro como por quince minutos hasta que me termine corriendo llenándole por completo su panocha, caí en la cama exhausto y satisfecho de haberme cogido a una madura por primera vez. Por la expresión en el rostro de la señora Azucena sabia sin duda que esta era la primera vez que cogíamos y que tendríamos muchas ocasiones más para coger.

Estando acurrucados la señora Azucena me pidió que me quedara con ella a dormir, le pregunte si no había problemas con su marido pero ella me respondió que cuando agarraba la parranda no regresaba hasta el mediodía. Sin preocupaciones arrimándole mi verga a sus nalgas nuevamente me quede dormido.

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