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Yo y mi circunstancia

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Tengo 42 años, cumplí recientemente 10 años de casada con mi marido que tiene 45. Tenemos un hijo de 8 años.

Por razones de trabajo mi marido sale de viaje de martes a viernes. Lleva así un par de años, pues aceptó esta propuesta a condición de mejorar sus perspectivas profesionales y económicas. Yo me dedico al hogar, además de llevar a mi hijo al colegio, ayudarlo en las tareas y llevarlo al Taekwondo dos días a la semana. Como tengo tiempo libre, aprovecho para asistir al club y hacer ejercicio y reunirme con mis amigas o mi familia.

Que mi marido esté de viaje parte de la semana no me afectó pues no eran muchos días. Más bien al contrario, nuestra relación de fortaleció en todos sentidos. En el plano íntimo mejoró sustancialmente pues el hecho mismo de no estar juntos cuatro días a la semana contribuía a que nuestras relaciones fueran con más deseo por esperadas. Por ejemplo, el viernes que llegaba, según el itinerario del viaje, lo esperaba con un mensaje explícito, si ya estaba dormida, desnuda y si estaba despierta vestida lo esperaba con una rica cena pero con una falda corta o vestido corto, con o sin ropa interior. El caso es que lo esperaba con gusto y él, aunque cansado, aceptaba con gusto mis insinuaciones, por lo que las relaciones eran frecuentes cada fin de semana y muy satisfactorias. Así llegará muy noche o de madrugada teníamos relaciones. Sin embargo, había ocasiones en que los días en que no estaba me quedaba con más deseo, no insatisfecha pero sí con el deseo a flor de piel; sobre todo, en ciertos días, por ejemplo, en mis días fértiles, en que me sentía demasiado golosa. Vivo en un lugar donde hace calor, cerca del mar, la vestimenta es veraniega, uso vestidos y faldas cortas o bermudas o shorts. Mi naturaleza es coqueta, extrovertida, siempre sonrió y miro a los ojos a las personas, lo que provoca que envié mensajes que se malinterpretan, sobre todo con los hombres, ya sea por cómo me visto, mi sonrisa o simplemente mi forma de ser, pero tampoco soy una mujer fácil ni me dejo impresionar tan fácilmente ni ando buscando aventuras. Tampoco caigo en la vulgaridad. Sé de mi situación de mujer casada y de las consecuencias que puede provocar una mala decisión. El caso es que considero que estoy en un muy buen momento de mi vida, en la que me siento muy bien. No somos ricos pero no tenemos problemas económicos, mi hijo todavía es pequeño y controlable. Me siento y estoy joven; bien conservada, sigo atrayendo las miradas de jóvenes y señores, pues soy alta, delgada, trigueña y trato de disfrutar cada momento.

En uno de esos días en que me sentía así, es decir, en mis días fértiles, repito, golosa, sensual y sexual, coincidió en que fui a llevar a mi hijo al Taekwondo. Su maestro es un joven, como de 35 años, obviamente con buen cuerpo y bueno, esa vez por las rutinas que se hicieron se quedó con el torso desnudo y me llamó la atención su musculatura y no dejé de mirarlo. Él es muy atento y respetuoso, pues además esa es la filosofía de esa disciplina. Pero esa vez él se dio cuenta que lo miraba, no pudo evitarlo ni yo evitar verlo.

Para la siguiente sesión me puse una falda corta, de color rojo y una playera blanca ceñida; me puse tacones y debo confesarlo, lo hice al propósito, además de que hacía mucho calor y pues como decía, soy coqueta, lo hice para saber cómo reaccionaba. Así que, durante la sesión de entrenamiento, busqué sentarme en lugar estratégico donde me pudiera ver. Así que cuando me miraba cruzaba las piernas, lo miraba o me volteaba a platicar con alguna mamá, pero con las piernas cruzadas. Finalmente terminó la sesión con los niños y nos retiramos tanto los niños como los padres. Volteé a verlo y sentí cómo me siguió con la mirada hasta salir del lugar.

A la siguiente semana nos citó en forma individual a los padres para entregarnos un reporte/evaluación del desempeño de los niños así como el resultado de una selección para participar en una exhibición y competencia en una provincia del país. Cuando supe el día que me tocaba asistir con él, me puse unos shorts blancos, con unas sandalias. Fui con mi hijo, pero hubo un momento en que el niño salió con unos amiguitos y el profesor aprovecho y me dijo que era una señora muy guapa y atractiva, que si aceptaba una invitación a cenar. Lo hizo porque ya sabía que mi esposo salía de viaje en la semana, supongo que lo registró en una de esas ocasiones en que había un evento entre semana y no iba mi marido. No acepté la invitación, le dije que era una mujer casada y que no tenía ningún sentido, pues ya me sabía esa historia de invitaciones y que no me faltaban.

Pasaron los días, yo seguía llevando a mi hijo a sus sesiones dos veces por semana y haciéndole el juego de que lo miraba y él me miraba…pero nada más. En una ocasión apareció en la mañana en mi casa, pues mi hijo había olvidado algunas de sus cosas un día anterior. Me sorprendió, yo estaba sola, la señora que me ayuda estaba arriba. Lo invité a pasar, yo vestía unos leggins blancos, ajustados, y una camisa negra sin sostén, pero estaba descalza, y no dejaba de mirarme de arriba a abajo: le invité un refresco y cuando fui a la cocina por un vaso sentí sin verlo su mirada en mi trasero. En la cocina había dejado mis zapatillas la noche anterior. Deliberadamente me las puse, para que mi silueta se estilizara mejor y pudiera verme en esos leggins ajustados pero con tacones. Cuando regresé, se impactó al verme, lo sentí nervioso y volvió a llenarme de cumplidos, que ni los recuerdo, pues siempre son los mismos y ya no me sorprenden venidos de un hombre que busca algo más. Insistió en invitarme a cenar y pretendió acercarse a mí, lo paré en seco, tomé las cosas de mi hijo y las llevé caminando a otro lugar de la casa, pero con la intención de que viera mi trasero con leggins y en tacones. Lo estaba provocando y me divertía. Le di las gracias y lo miré fijamente a los ojos y le dije enfáticamente: “si pretendes seducirme y llevarme a la cama estas equivocado”. Se disculpó y se retiró, como decimos, con la cola entre las patas. Después fui a mi recamara a verme en el espejo para comprobar cómo me miraba con esos leggins y tacones. Me reí y comprobé porque se había puesto tan nervioso y porque estaba tan insistente. Debo reconocer que me veía muy bien.

En el fondo sabía que yo tenía parte de culpa de lo sucedido. Pero me cuesta trabajo ser de otra forma. Empecé a cambiar mi forma se ser con él y las cosas se calmaron. La relación con mi marido seguía excelente, nunca le dije nada y aunque sabe de mi forma de ser no me cela, tiene una confianza casi ciega en mí, que a veces no es tan buena en una relación, pues a mi parecer, a veces la incertidumbre juega un papel importante en un romance. Las relaciones íntimas seguían en su apogeo, disfrutables, a pesar de 10 años de casados o por eso mismo, pero, como decía, esos intervalos de los viajes ayudaban mucho a que nuestra vida sexual se mantuviera plena, pues la espera intensificaba nuestro deseo. Si a esto le agregamos los mensajes por teléfono y lo que nos decíamos nos provocábamos más, por ejemplo, en ocasiones le enviaba un mensaje en que le decía que estaba muy caliente, que hacía mucho calor y que había salido en minifalda al supermercado y que no tardara en regresar pues los hombres se me insinuaban y me decían cumplidos. Esto lo ponía al tope, pero era un juego a final de cuentas.

Con el paso de los días, se nos informó el día de la exhibición y competición en una provincia de la que no diré su nombre. Había que quedarse una noche. Fue un fin de semana, por lo que fue mi marido. Todo transcurrió normal. En la noche se programó una cena. Al siguiente día mi hijo participaría en una de las competencias, por lo que, en un momento, al final de la cena, mi marido dijo que estaba cansado y se subiría a dormir con el niño. Y así fue, yo, le dije, estaré un rato más y me subo al cuarto. En la mesa en que me encontraba estaban algunos padres de familia, pero después llegaron a ocupar algunos de los lugares de la mesa tres profesores, entre ellos, el de mi hijo, que se sentó a mi lado. Conversamos un rato y después les dije que ya me retiraba. Él se ofreció a acompañarme al elevador. Pero en el trayecto me dijo si no aceptaba tomar una copa, le dije que no, que estaba cansada y que me esperaba mi esposo y mi hijo. Insistió. Acepté, le dije que siempre y cuando no nos demoráramos. Nos recomendaron ir a una especie de bar-disco del mismo hotel, así que nos encaminamos a ese lugar. Había mucha gente, había fila para entrar, pero fluía la fila. Así que nos formamos. Los de la entrada nos dijeron que hiciéramos una sola fila, para que fuera más rápido la entrada; así que él me tomó de los hombros y se colocó detrás de mí. La fila se apretaba en algunos momentos, por lo que nos reíamos por la situación. Conforme íbamos llegando a la puerta de la entrada, había menos espacio entre una y otra persona, por lo que sentí como se me acercaba por detrás y se pegaba a mi cuerpo, me decía al oído: “tranquila” “no pasa nada”, y juntaba su cuerpo al mío. Yo llevaba un vestido rojo, más o menos largo, pero ajustado, lo que hacía que resaltaran mis caderas y mi trasero. Se me acercaba más y más y empecé a sentir su miembro en mis nalgas. La gente se apretujaba y nos reíamos como idiotas. Sentí como iba creciendo su miembro y como lo frotaba contra mis nalgas y me decía al oído: “no me digas que no te gusta”, yo le respondía que no, que no me gustaba, pero le hacía el juego, pegaba mi trasero más hacia él y movía mis caderas de repente. Finalmente entramos al bar-disco, mucho ruido, un poco oscuro y pedimos algo de tomar.

Le volví a decir que solo unos momentos y nos íbamos. Me dijo que solo tomáramos un trago y bailáramos una melodía. Supuse el porqué. Así lo hicimos. Bailamos una canción romántica y me apretó hacia su cuerpo. Sentía sus brazos fuertes como rodeaban mi cintura y sobre todo, sentía como pretendía acercarme su miembro. Yo me retiraba un poco y luego me le pegaba. Me quiso besar pero lo rechacé. Le dije que ya teníamos que retirarnos. Aceptó. Salimos y nos dirigimos al elevador. Me invitó a su cuarto, le dije que no, sobre todo cuando me dijo el número de cuarto, el cual estaba junto al mío. Subimos en el elevador y me dijo que le diera una oportunidad. Lo sentía excitado. Lo miré a los ojos y luego volteé a mirarle de reojo su miembro, totalmente erecto. Yo ya estaba un poco mojada y ciertamente excitada. Le dije que sí, pero que no debía. Además de que mi esposo me estaba esperando.

Llegamos al piso en que estaban nuestros cuartos y nos despedimos con un beso en la mejilla, y en ese momento me dio una tarjeta de su cuarto y me dijo susurrando: “Te espero mañana temprano, como a las siete de la mañana, nadie sospechara”. (La competencia era a las 11: 00 hs., pero con el desayuno y demás, apenas había tiempo).

Llegué al cuarto, mi hijo ya dormía y también mi marido, quien despertó cuando llegué. Me duché y después me fui a dormir. No dejaba de pensar en lo sucedido, en lo que había hecho. Ya no sabía si ir a sus cuarto al otro día temprano o no. Dormí poco. La curiosidad se apoderaba de mí. Me desperté a las seis y media. Me volví a duchar. Mi esposo todavía dormía. Me puse unos shorts y una playera, y le dije al oído a mi esposo que iría hacer un poco de ejercicio al gimnasio del hotel. Él sólo asentó. Bajé al gimnasio, como coartada, por cualquier cosa. No había casi gente: hice bicicleta unos minutos y subí nuevamente al piso.

En el elevador seguía dudando. Llegué al piso y tomé la decisión: me dirigí a su cuarto y abrí la puerta con la tarjeta. Escuché el ruido del agua de la ducha. Se estaba bañando. Me senté a la orilla de la cama. Salió en una bata blanca, de las que dan en los hoteles; me vio y se sonrió como nuca antes lo había visto. Supongo que yo también. Me dio sus manos y yo le di las mías para levantarme y me abrazó, dejé que me abrazara. Me besaba en el cuello. Yo no sentí deseo de besarlo, solo de sentir su cuerpo. Después me pidió que le quitara la bata. Desanudé la cinta y se la abrí. La bata cayó al piso y vi todo su cuerpo desnudo. Un cuerpazo. Eso me puso nerviosa, mi corazón palpitaba al contemplar su cuerpo desnudo. Nunca había visto el cuerpo de un hombre tan perfecto. Los músculos marcados: hombros, brazos, espalda, piernas, nalgas, pero lo que más me llamó la atención fue su abdomen, que ya se lo había visto, pero no completo. Sus músculos abdominales súper marcados. No pude evitar sentir como me humedecía con solo contemplarlo, lo toqué todo, pero solo recorrí su cuerpo con mis manos, no lo besé ni nada. Sólo lo miraba: y luego su miembro, el cual empezó a erectarse. Debo decir que tenía mucho tiempo sin ver el miembro de otro hombre. Yo creo que desde mis noviazgos con otros hombres. Estaba grande, grueso. Lo acaricié con mis dos manos e intenté masturbarlo, sentía cómo crecía más y más y cómo se humedecía en la punta, saliendo un poco de fluidos. No pude evitarlo y como sabía que estaba recién bañado, me lo llevé a la boca: lo acariciaba con mis labios y luego lo metía todo a mi boca. Después de 10 años sé lo que le gusta a un hombre y cómo hacerle una buena mamada. Entre mí pensé en hacerlo eyacular rápido y que ya se acabara todo. Él me retiró y empezó a quitarme los shorts y luego la playera. Lo hizo delicadamente. No traía ropa interior pues ya sabía lo que me esperaba. Me empezó a acariciar toda, no me dejé besar en la boca; me gustó sentir otras manos, otra forma de caricias aunque siempre iguales, manos buscando lo mismo. Después me colocó en la orilla de la cama, de rodillas y me puso en cuatro, como se dice, y en esa posición inició el recorrido de sus dedos en mis piernas, mis nalgas y por supuesto mi vagina. Fue increíble cómo me acariciaba, suave, fue lo que más me gustó.

Omito entrar más en detalle sobre todo lo que me hizo y después yo le hice. Fue simple sexualidad, no más. Me dejé ir, como se dice. Eso sí, con preservativo, que ya los tenía listos. En una hora me cogió en diferentes posiciones. Pero por el ano, no, me negué rotundamente cuando lo quiso hacer. Tuve dos orgasmos, no se me van a olvidar, increíble en tan poco tiempo, ya no sé si gemía o gritaba o estaba en silencio. No recuerdo, sólo sé que en ciertos momentos en que me sentía muy excitada me preguntaba cosas y yo le respondía. No recuerdo bien…pues sentía perder el conocimiento al estar disfrutando de esa manera con un hombre que tenía un cuerpazo. Cuando estuve encima de él, Intenté dominarlo con mis movimientos de caderas, de arriba abajo o en forma circular, con la experiencia de 10 años de casada, pero su miembro se mantenía firme y no fue tan fácil provocarle las eyaculaciones. Yo tocaba con mis manos su abdomen, duro, como una piedra, todo marcado, eso me excitaba demasiado cuando estuve encima de él. Quedé exhausta, después de casi una hora: miré el reloj, me puse mi short y mi playera. Nos dimos un beso en la mejilla y nos despedimos. Me dirigí a mi cuarto, que estaba al lado.

Llegué a mi cuarto, mi esposo se estaba duchando, mi hijo ya estaba listo con su uniforme. Salió mi esposo de la ducha y yo me metí inmediatamente a bañar. Me sentía rara pero con mi autoestima muy alta. Los eventos transcurrieron. Pasaban por mi mente muchas cosas, sabía que yo había provocado llegar a esa situación. No había vuelta atrás. Lo había vivido y por qué no decirlo: disfrutado.

Ya en la noche, cuando llegamos a la casa, mi marido me dijo que el sábado tenía deseos de tener relaciones conmigo, pues el vestido que traía se me veía muy bien, mostrando mis curvas y mis piernas con una abertura por delante y que lo había excitado, pero que se sentía cansado y pues iba a ser difícil pues el niño compartía el cuarto con nosotros. Así que esa noche, después de bañarnos juntos, nos metimos a la cama y empezamos a besarnos y a acariciarnos. Sentía a mi marido muy deseoso y con mucha energía. Por supuesto que lo disfruté, pero no dejaba de pensar en ciertos momentos en que en la mañana me había cogido otro hombre y que me había hecho disfrutar, como estaba disfrutaba ahora, como toda una hembra deseosa. Estando encima de mi marido, cabalgando y cabalgando, lo sentía gozar, con su miembro firme. Luego, en un momento, en que yo empezaba a excitarme, pues me conoce bien, me dijo que en la mañana, en el hotel, cuando entró al baño para ducharse, escuchó en el cuarto de lado como una pareja tenía relaciones sexuales y que eso lo había excitado, pero lo que más le había excitado es que, al acercar su oído a la pared, logró escuchar ciertos diálogos, por lo que yo le pregunté, ¿cómo cuáles? Para mí que eran amantes pues él le preguntaba a ella si le gustaba cómo se la estaban cogiendo, si se la habían cogido así alguna vez; ¿y que respondía ella?, le pregunté, pues ella decía: “nunca, nunca me han cogido así”; ¿ni tu esposo? preguntaba él: “no, ni me esposo me ha cogido como tú” y ¿por qué? "porque nunca he probado una verga como la tuya”, y luego le preguntaba que si le gustaba y ella le decía: “dame duro”, “no pares”, "no me las saques". Cuando me dijo esto me empezó a excitar más, luego le dije a mi marido que qué más había escuchado y él me respondió: también escuché que le preguntó que qué era ella para él y que ella le respondía: “soy tu puta”, “soy tu puta”, “soy tu puta”.

En ese momento mi marido y yo llegamos a un orgasmo infinito…

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