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Sexo en la oficina del Instituto

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Soy maestra pero al ser interina trabajo en un instituto con niños de compensatoria. He conocido a muchos compañeros pero entre ellos hay uno cuyos ojos me traen loca. No es que sea el típico tío con cuerpazo, pero no sé por qué a las mujeres nos encanta, yo creo que son los ojos que los tiene preciosos. Además eso de ser cuarentón y yo tener 27, pues lo hace más interesante.

Siempre hemos hablado y nos hemos llevado como buenos compañeros, pero fue en una comida del instituto donde surgió esta historia.

Durante toda la comida (que por cierto fue en la sala de profesores del mismo instituto) estuvimos hablando tan natural, hasta que llegó el momento de las copas, y que bendito momento; empezamos con el tonteo, hablando, comentando hasta que los cubatas empezaron a hacer sus efectos. Yo no había bebido mucho así que sabía muy bien lo que hacía y me alegro por ello porque de esa forma puedo acordarme de todos y cada uno de los detalles de aquel momento.

—Faltan bebidas —comentó uno de los compañeros.

—Voy yo —dije, pues era la que en mejores condiciones me encontraba.

—Te acompaño —me dijo Luis, que era mi chico de los ojos azules.

—Ok, encantada.

Así que nos dispusimos a salir. Al llegar a la puerta, antes de salir a la calle y viendo que no estábamos a la vista me sorprendió Luis con un tremendo empujón que me puso de espaldas a la pared y me empezó a besar como si en ese momento se fuera a acabar el mundo. No puede evitar seguirle y empezamos a magrearnos sin dejar libre ni un rincón de nuestro cuerpo. Su pene erecto rozaba mi entrepierna y eso me excitaba más aún. Sus manos se disputaban mis tetas, mi culo, mis muslos por debajo de mi minifalda era muy rápido todo y queríamos devorarnos como dos leones, pero sabíamos que nos estaban esperando con las bebidas, así que fuimos al lugar más cercano que encontramos y las llevamos al Instituto. No nos dijimos una palabra en todo el camino, pero con las miradas lo decíamos todo, queríamos más y más.

Llegamos con las bebidas y estuvimos un rato hablando con el resto de amigos, no dejábamos de mirarnos, hasta que me cansé y decidí actuar; cuando observé que me miraba le hice una señal de que me iba para fuera, él ya sabía que debía salir en unos minutos para no resultar sospechoso, y le esperé en la puerta.

Salió a los dos minutos y me siguió, yo iba a dos metros por delante de él, sabía que no dejaba de mirarme el culo así que no dejaba de contonearme, sabiendo que me iba a desear más por cada momento que pasaba, no sabía dónde nos dirigíamos, pero yo sé, lo tenía muy claro, quería que me follara en su departamento, entre libros, apuntes, carpetas, ya lo había experimentado alguna vez y me daba mucho morbo; también el saber que nos podían pillar me ponía como una perra en celo, en el fondo me encantaba pensar en que nos pillaran.

Llegamos a su departamento, abrí la puerta y entré, me senté en la mesa mirándolo de frente como se aproximaba a mí con rapidez, estaba deseoso; cuando entró cerró tras de sí la puerta y se dirigió directo a mí, comenzó a besarme y tocar todo mi cuerpo. No se colocó entre mis piernas, sino que se puso a un lado para poder tocarme entera, no dudó un minuto en meter la mano bajo mi falda, retirar mi tanga y meterme uno de sus enormes dedos; no pude evitar excitarme más y más y gemir. Mientras me metía uno y otro de sus dedos con la otra mano me agarraba del pelo tirándolo hacia atrás y me decía al oído:

—Era esto lo que querías no? pues toma putita —y me tiraba más fuerte del pelo y metía dos de sus dedos con más fuerza.

Cada vez que empujaba me hacía excitar más. Yo tenía mis manos recostadas sobre la mesa, quería hacerle ver que en ese momento podía hacer de mi lo que le diera la gana, y Luis lo sabía, sabía que me tenía en su poder y que era capaz de cualquier cosa por complacerle, así es como me excito, haciendo disfrutar a los tíos. Mi coño era ya un charco de lo caliente que estaba y encima no dejaba de decirme al oído que gimiera más, que quería escuchar pedirle más, que yo era su guarrita y que sabía que me gustaba que me tratasen como a una puta, y no se equivocaba, me encanta sentirme un verdadera zorra y quería demostrárselo. Así que le pedí que me dejase comerle la polla, que iba a saber cómo una puta come una polla de verdad.

Se sentó en la silla del despacho y me puse a cuatro patas frente a él, bajé sus pantalones y calzoncillos y dejé a la vista una enorme polla, más que grande gorda y ufff que subidón me dio. Intenté en todo momento mantener mi culito en popa para que la vista le resultara agradable en todo momento, hasta entonces no me había quitado la ropa pero eso nos excitaba aún más si cabía. Cogí la tremenda polla entre mis manos y empecé a relamerla muy muy despacito, estaba buenísima, la chupaba de arriba abajo, lamiéndola hasta los huevos, chupando su capullito con movimientos rápidos de mi lengua pero chiquitos, le encantaba eso mmmm. Mientras se la comía despacito no dejaba de mirarlo a la cara, con ojos de lujuria; Luis mantenía sus manos apoyadas en la silla, aún no quería intervenir. De repente me la metí hasta donde pude en mi boca y empecé a mamársela cada vez más deprisa, pareció gustarle, cogió mi cabeza y empezó a dirigirme él a su gusto, yo sabía que le encantaba llevar el mando de la situación y a mí eso me vuelve loca.

No quería todavía correrse así que me dijo:

—Ahora es mi turno, siéntate tú que tengo unas ganas enormes de comerte el coño.

—Pues es todo tuyo —me puse en pie me quité el tanga y me senté en la silla.

—Desabróchate la camisa, quiero ver cómo te magreas las tetas mientras saboreo tu chochito.

Como soy muy buena y obediente, no dudé en desabrocharla y bajar el sujetador y dejar al aire mis tetas; Luis se agachó frente a mí y comenzó a darme lametones, intentaba abrirme más las piernas, así que opté por apoyarlas en las brazas de la silla, pareció gustarle mi idea porque me miró y me dijo que era buena chica. Mientras me lo comía yo no dudé en no dejar de tocarme las tetas; mientras relamía cada gota de mis jugos bajaba mi mano y con mis dedos jugueteaba con su lengua tocándome yo también, me encanta rozar mi coñito empapado mientras me lo comen y como lo come Luis chicas uffff, creo que ha tenido que lamer muchos coños porque lo hace de vicio. Mientras lo relamía e incluso mordisqueaba me preguntaba si me gustaba:

—No me gusta cielo, me encanta, no pares por dios no pares —le rogaba, porque ya no se lo pedía, sino que se lo suplicaba.

No dejábamos de gemir, cada vez más fuerte, en el fondo queríamos que nos escucharan, no nos importaba que supieran que estábamos liados (a pesar de que los dos somos casados).

Cuando vio que ya estaba que no podía más, que la polla le iba a reventar me hizo levantar de la silla y me dijo que ahora venía lo bueno de verdad; me puso de espaldas a él y me levantó la falda hasta la cintura, empezó a rozarme la polla por el culo, me hizo ponerme en posición y me la metió por el coño a lo bestia desde atrás; no pude evitar dar un grito de placer; desde atrás lamía mi cuello y mi oreja, y me susurraba al oído cosas que hacían que me excitaran más y más.

—Te la voy a meter tan fuerte y tan honda que vas te vas a morir de gusto.

—Si? Pues demuéstramelo cabrón, venga, eso es lo que sabes hacer?

—Así que me retas? Pues ahora verás.

Empezó a embestirme a lo bestia, mis tetas botaban como dos pelotas de la fuerza con la que me estaba follando, me encantaba notar sus huevos golpeándome. Estaba a punto de correrse cuando le pedí que parase que quería montarlo, que iba a disfrutar más.

No dudó en coger una de las sillas más pequeñas y sentarse, me senté frente a él clavándomela hasta el fondo ahhhh. Mis tetas estaban a la altura de su boca y siempre que podía las lamía, estábamos al borde del éxtasis, yo me levantaba y me sentaba cada vez con más fuerza hasta que noté que se iba a correr, comencé a apretar mi coño contra él mientras Luis bombeaba toda aquella leche dentro de mí, estaba exhausto. Estuvimos abrazados en esa posición durante 3 o 4 minutos. Después nos vestimos y bajamos a la fiesta.

Todos preguntaron dónde estábamos y claro, yo lo tenía todo calculado, así que saqué dos botellas más de ron que habíamos comprado y que había reservado como excusa:

Sabíamos que no iba a haber bebidas suficientes, así que salimos otra vez a comprar.

—Muy bien pensado Lucy, tú sí que sabes.

—Gracias, eso dicen —y le guiñé un ojo a Luis.

Fue genial, uno de mis polvos preferidos, pero no el único que eché con Luis.

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