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Mi cliente al verme enloqueció

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Él era un cliente que ya era la tercera vez que veía, un tipo loco por cogerme de mente muy abierta y de fantasías muy sucias. No me gustaba verlo, pero Ice... estaba de vacaciones y quería darle esa salida... para sentirnos más cerca y conectados todavía.

Fui al encuentro, había preparado una pollera y una remera casual, el cliente insistió en que quería verme así vestida. Al salir de casa le envié una foto a Ice que estaba disfrutando de sus vacaciones y yo solo quería perturbarlo como siempre, inquietarlo, darle ganas de estar acá y no allá.

Mi cliente al verme enloqueció, me saludo y ya empezó a tocarme las piernas y querer ir a fondo entre medio de mis piernas, estaba loco por cogerme y yo inquieta que pase la hora y media y contarle a Ice lo sucedido. Llegamos al hotel no me dio respiro solo dejo que apoye mi cartera y comenzó a tocarme, olerme, besarme, me tiró en la cama, corrió mi bombacha y bajó a besarme sin parar, no quería que me mueva, se levantó, tomo un preservativo y de ahí no paró de cogerme con la pollera puesta hasta acabarme entero.

Me fui a duchar y al salir estaba esperando para seguir, que me resultaba difícil manejarlo, le dije que era mi turno y le comí la pija hasta un punto que me dijo “putita yo te cojo acá...”. Me tomó en el aire, me acostó y volvió a chuparme entera toda la vagina, estaba loco y quería más y más. Volvió a cogerme, se hacía difícil manejarlo no me agradaba, todo lo contrario tenia a Ice en cada rincón en cada sonido del celular estaba ahí conmigo, rara sensación de placer. El cliente que no paraba de darme órdenes como “decime que sos mi puta y grítalo fuerte”, me incomodaba, volvía a decirlo mientras entraba y salía de adentro de mí, “decilo putita, dale para mí, para el hotel entero se entere que sos mi puta”, estaba bravo, demasiado para mi gusto no poder dominarlo, me generaba impotencia sino de lo hacía y se me complicaba la cancha.

Al fin sonó el bendito reloj y él quería seguir diciéndome que lo deje acabar en mi boca y de ahí a mis senos que quería eso “dale putita dale” repetía una y otra vez. Hasta que sabía que estaba entregado y le dije “si gordito dale” y no pudo llegar fue más fuerte murmurar un “si” en sus oídos y acabó de lleno.

La experiencia más fuerte que no pude manejar, y la última que pude contar.

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