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Superman estrellao

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Cuando Juan miró hacia adelante y lo vio, no pudo apartar los ojos de aquel culo. Era, sin dura, el culito más lindo que había visto. Y no estaba enfundado en unos vaqueros, que muchas veces engañan. Estaba enfundado en unos pantalones finitos y ajustados que dejaban ver claramente las formas perfectas de aquel soberbio par de nalgas.

Como un autómata, con los ojos fijos en las bamboleantes posaderas, lo siguió, embelesado. Miró la figura de la poseedora de tan bello atributo, y estaba a la altura. ¿Sería guapa? Tenía miedo de que no lo fuera, que aquel culito fuera lo único hermoso de la chica.

Ella cruzó la calle a prisa. Juan la siguió. Quería empaparse con la visión de aquella maravilla lo máximo posible.

Oyó la bocina. Oyó el frenazo. Y después, nada. Cero. Negrura.

+++++

Abrió los ojos lentamente. Solo veía un borrón verdoso. Intentó llevarse la mano derecha a los ojos, pero no pudo. La vista se le empezó a aclarar.

Estaba acostado. A su alrededor notó movimiento.

-¿Dónde... estoy?

Una mujer, vestida de blanco, se le acercó. ¿Sería un ángel? ¿Estaría en el cielo? No oía musiquilla de harpas.

-Está en un hospital. Tuvo un accidente.

-¿Accidente?

-Sí, resultó atropellado.

-Coño. ¿La voy a palmar?

-No sea pesimista, hombre. Tuvo mucha suerte.

Se incorporó un poco, lleno de dolor, y se miró. Parecía completo.

-¿Cómo estoy?

-Espere un momento. Llamaré al doctor.

Se quedó quieto, esperando. Temiendo lo peor, empezó a mover los dedos. Le dolió horrores, pero pudo mover los dedos de los pies, de ambos. La mano izquierda parecía bien. La derecha también le dolía.

"Uf, al menos parece que no estoy paralizado".

Oyó pasos y apareció el médico.

-Buenos días, Señor... Gómez, ¿No?

-Juan Gómez, para servirle a Vd. y al rey.

-¿Al rey?

-Jeje, eso decía mi abuelo. ¿Cómo estoy, doctor? Sea franco.

-Está Vd. hecho polvo, la verdad.

-¡Doctor, coño! ¿No les enseñan don de gentes en la facultad?

-Jajaja. Que es broma. Bueno, tiene fracturadas ambas piernas, tibias y peroné kaput, y el brazo derecho. Alguna laceración sin importancia y un golpe en la cabeza, pero parece que no hay conmoción.

El chistoso médico sacó lo que parecía un bolígrafo, lo encendió y le miró las pupilas, diciéndole que lo siguiera con los ojos. Le hizo preguntas para comprobar que coordinaba bien.

-De esta escapó loco, Señor Gómez. La próxima vez mire antes de cruzar. Casi la mata.

Juan abrió los ojos como platos.

-¿A quién?

-A la viejita que lo atropelló. La tuvimos que traer también al hospital, con un ataque de ansiedad. Pobre mujer.

-¿Pobre mujer? Pero si casi me mata ella a mí.

-Según ella, Vd. se le metió delante. Cruzó sin mirar.

Juan empezó a recordar. Era cierto. Estaba tan ensimismado mirando aquel culito que ni se fijó.

-O sea, que de esta escapo, ¿No?

-Sí. Las fracturas fueron limpias y por su edad creo que soldarán bien, sin necesidad de fijaciones ni nada. Mientras estaba inconsciente ya lo hemos enyesado.

-Uf, menos mal.

-Bueno, no eche las campanas al vuelo tan rápido. Estará un temporadita aquí. Necesitará después algo de rehabilitación.

-¡Coño!

-Ahora voy a hacerle unas pruebas. Pero no se asuste.

-¿Me va a pinchar?

-Jaja, no hombre. Bueno, sí. Es una prueba de sensibilidad.

-¿Por si no siento las piernas?

-Sí - respondió el médico, serio.

-Puedo mover los deditos, doctor. Pero me duele.

-Eso es buena señal. Y el dolor es normal. Veamos

El médico pinchó en varias zonas de las plantas de los pies de Juan. Sintió todos y cada uno de los pinchazos. El doctor sonrió.

-Ya se lo dije. Escapó loco. No hay indicio alguno de lesión medular.

De repente se acordó de su madre.

-¡Coño, mi madre! ¿Lo sabe ya?

-Sí, avisamos a su familia. Está afuera, esperando. La dejaré pasar un momentito para tranquilizarla.

-Vale.

El doctor salió y volvió con la compungida madre. La acercó a Juan.

-Está bien, doña Matilde. Pero necesita descansar. Por la tarde lo subiremos a planta y podrá verlo todo lo que quiera.

La madre miró a su hijo, postrado en la cama, con las dos piernas y un brazo enyesados, la mejilla raspada y una venda en la cabeza. Daba penita verlo.

-Ay, Juanito. ¿Estás bien?

-Sí, mamá. Estoy bien. El doctor dice que me pondré bueno del todo.

-¿Pero cómo se te ocurre cruzar así la calle?

-Y yo que sé mamá - mintió - me despisté.

-La pobre señora no hace más que pedirme perdón. Pero todos dicen que no fue culpa suya.

-¿La señora? ¿La que me atropelló?

-Sí. Está fuera. Dice que no puede irse hasta que sepas que estás bien.

-¡Coño!

-Juan, no digas esas palabras.

-Mamá, que es un hospital, no una iglesia.

-Es igual.

-Ta' bien. Dile a le señora que estoy bien. Ah, y que siento si le aboyé el coche.

El médico se rió. Aquel muchacho no había perdido el sentido del humor. Buena señal.

-Bueno, doña Matilde. Como ve está bien, pero necesita descansar. Por la tarde podrá verlo en la habitación.

-Gracias doctor. Es chico me va a matar a disgustos. Su padre tiene ganas de molerlo a palos por ser tan distraído.

-Bueno, dígale a su marido que espera a que se recupere para darle esos palos.

-¡Doctor! - protestó Juan.

-Sí, sí. Te los tienes ganados, por darnos estos sobresaltos - apostilló su madre.

El doctor, con delicadeza cogió del brazo a la nerviosa mujer y la llevó fuera de la U.V.I.

Juan sintió sueño. Debían de haberle dado algún calmante o relajante. Cerró los ojos y se durmió.

+++++

Despertó horas después. Abrió los ojos y se encontró con la familia en pleno. Su madre, su padre y su hermana pequeña, todos alrededor de él. Ya le habían subido a una habitación.

-Hola - saludó con la mano izquierda.

Su madre se acercó y le dio dos besos. Su hermana también le dio dos besos.

-¿Cómo estás? - le preguntó su padre.

-Bien. Un poco jodido, ya ves. Ahora es buen momento para molerme a palos. No puedo salir corriendo.

-¡Capullo! jajaja. Ganas tengo, no te creas.

Estuvieron hablando un rato. Entró una enfermera que le revisó la temperatura y comprobó el gotero.

-Esta noche me quedaré yo, tesoro - dijo su madre - mañana le toca a papá. Nos iremos turnando.

-No hace falta, de verdad. Estoy bien.

-¿Cómo te vas a quedar solo?

-Pero mamá. Solo son unos huesos rotos. De verdad que no hace falta que os quedéis. Seguro que dormiré toda la noche. Además, ese sofá parece muy incómodo. Y en la otra cama no te van a dejar dormir.

-¿Estás seguro?

-Que sí. Todos descansaremos mejor en nuestras camitas. Bueno, yo en esta, claro.

-Bueno. Pero me llamas con tu móvil si necesitas cualquier cosa, ¿Vale?

-Vale.

Sobre las ocho trajeron la cena. Una rica y apetitosa comida de hospital, bien sabrosa. Su madre intentó darle de comer, pero Juan insistió en hacerlo solo para demostrarles que podía valerse por sí mismo.

Con la ayuda de su brazo bueno levantó la cama - era de esas modernas con mando - y se acercó la bandeja. Los tres se quedaron mirando como comía.

-¿Está rico?

-Está asqueroso. No sabe a nada, pero tengo hambre.

-Mañana te traigo un tuper con comida de verdad.

-Espaguetis. Tráeme tus ricos espaguetis. - dijo, con los ojillos entornados

-Vale - respondió contenta su madre.

Después de la cena se quedaron un ratito más hablando, hasta que Juan los echó.

-Bueno, familia. Váyanse ya, que es tarde. Cenen y descansen.

-¿Estás seguro, tesoro? ¿No quieres que me quede contigo?

-Que no, mamá. Que estoy bien, de verdad. Pondré un poco la tele y me dormiré. Estoy cansado.

-Vale. Pero recuerda. Me llamas si quieres algo.

-Que síiiiii.

La madre de dio dos besos, su hermana un cuidadoso abrazo para no lastimarle y su padre su clásico levantamiento de cejas. Miró como salían de la habitación. Se quedó solo.

"Pero mira que eres.... Postrado en la cama por un culito.", se dijo, riéndose de sí mismo. Estaba cansado, pero sin sueño, así que cogió el mando de la tele que su madre le había dejo a su alcance y le dio al botoncito. Pero la tele no se encendió.

-Coño. - dijo, apretando el maldito botoncito. - A ver si el cacharro este no tiene pilas.

Siguió apretando y nada. Así que pulsó el llamador y a los pocos minutos apareció una enfermera.

-¿Sí?

-Hola. El cacharro este no tiene pilas. ¿Tendría algunas por ahí?

La enfermera le miró, miró el mando que sostenía en la mano y miró hacia la tele. Se acercó al aparato, pulsó un botón.

-Pruebe ahora.

Juan pulsó y 'mágicamente' la televisión se encendió.

-Era que estaba apagada.

-Gracias.

-¿Cómo se encuentra? ¿Tiene dolores?

-Un poco.

Ella se acercó y comprobó los tubos, le tomó la temperatura y se subió un poco el calmante.

-Así que tú eres el que salió volando. Pobre mujer. Casi la matas del susto.

-Joder, parece que todo el mundo se ha enterado. Y encima les da más pena la jodía vieja que yo.

-Jajaja. Sí. Menos mal que Elena estaba cerca.

-¿Elena?

-Sí. Es una enfermera de este hospital. Ella fue la primera en llegar y llamó a la ambulancia.

-¿Para mí o para la vieja?

-Jajajaja. Para los dos. Tuviste suerte, muchacho.

-Ya.

-Bueno, todo parece bien. Para cualquier cosa, llamas. Dentro de un rato te toca la medicación.

Juan se quedó mirando como se iba la enfermera. Sobre los 50, regordeta y culona. Se puso a ver la tele y al poco, se durmió.

+++++

La luz lo despertó. Medio adormilado vio como una enfermera le revisaba el gotero y cambiaba uno de las bolsitas.

-Hola. ¿Cómo estás? - le preguntó ella.

Su voz era preciosa. Aterciopelada. Miró su cara. También era hermosa. Morena, de ojos negros, nariz afilada y labios gruesos. Sobre los 28 años.

-Bien. Me traspuse un poco.

-Dolor

-Nah, apenas.

Cuando ella se agachó un poco, los ojos de Juan se clavaron en sus tetas. Se adivinaba un buen par de tetas. Sobre la izquierda había un cartelito: Elena Gómez.

-Así que tú eres mi salvadora.

-Sí. Al principio creí que eres un súper héroe.

-¿Yo? ¿Por?

-Oí el frenazo, miré hacia atrás y te vi volando. Pero no te levantaste. Se ve que de superman, nada... Jajaja.

-Muy bonito, riéndote del enfermito.

-Ahora me río. Pero me di un buen susto, y...

-Sí, la vieja casi se muere. Ya lo sé.

-Jajajaja. Pobre María.

-Gracias, Elena.

-De nada hombre.

Ella se dio la vuelta para coger algo del carrito de las medicinas y los ojos de Juan se posaron en su culo. Elena llevaba su uniforme de enfermera. La camisa por fuera le tapaba medio culo, pero lo que quedaba a la vista era....

-¡Coño, no puede ser! ¡Eres tú! - exclamó Juan.

-¿Soy yo quien? `

-Joder.

-¿Qué pasa?

-No nada.

Juan no se atrevía a decírselo.

-Venga hombre. ¿Qué te pasa?

-Es que... No estoy seguro.

-¿Seguro de qué?

-De que seas tú.

-Juan, me tienes intrigada. ¿Que sea yo quién?

-La...la que me mandó aquí.

-Claro que fui yo. Yo llamé a la ambulancia.

-No, no ese eso

-¿Entonces?

-Primero déjame asegurarte. Date la vuelta.

-¿Qué?

-Que te des la vuelta. Es para...comprobar una cosa.

La chica, perpleja, se dio la vuelta, girando la cabeza para mirar al chico. Vio que él le miraba el culo.

-Uf, creo que sí, pero no lo veo todo. Levántate un poco la falda de la camisa.

-Oye, que me estás mirando el culo.

-Lo sé. Venga, por favor.

Aún sin saber de qué iba todo aquello, Elena se levantó la camisa. Los ojos de Juan se abrieron.

-No hay duda, eres tú. ¡Coño!

-Joder, Juan. ¿Yo qué? No entiendo nada - protestó Elena, bajándose la camisa y dándose la vuelta.

-Me da vergüenza decírtelo.

-Oye, si no me lo dices ya mismo, te quito el calmante.

-¿Me prometes que no se lo dirás a nadie?

-Te lo prometo.

-Es que... fuiste tú la que me distrajo esta mañana.

-¿Yooo? Pero si nunca te había visto.

-Ni yo a ti. Bueno, lo que vi fue tu...joder, Elena. Lo que vi fue tu precioso culito.

-¿Mi... culito?

-Sí. Caminabas delante de mí. Al verlo me quedé ensimismado, ¿o se dice enmimismado? Bueno. Te seguí... crucé...no miré y la maldita vieja pasaba por allí.

Elena se quedó sin habla. Miró a Juan con una 'o' dibujada en su preciosa boca. Y cuando asimiló lo que Juan le había contado, abrió los ojos, se llevó las manos a la boca y empezó a reírse a carcajada limpia.

-Jajajaja...no puede ser...jajajaja.

-No te rías, cabrona.

-Jajajaja, Juan....ay, dios....jajajaja mira que....

Se secaba las lágrimas de los ojos pero le salían más. No podía dejar de reír.

-Eso, eso, tú ríete. Tu culo me ha costado dos piernas y un brazo.

-Jajajaja. Sí, ahora échale la culpa a mi culo.

-Es que no sabes lo que tienes detrás.

-¿No? ¿Qué tengo? ¿Un arma de 'distracción' masiva? Jajajaja.

-JA. No. Tienes el culito más bonito que he visto en mi vida.

Elena se calmó un poco. No era la primera vez que le decían que tenía el culo bonito. Ya estaba acostumbrada a los piropos y hasta a los manoseos, pero era la primera vez que su culo mandaba a alguien al hospital. Secándose las últimas lágrimas, le dijo.

-Lo siento, Juan. Pero la próxima vez, con culo o sin culo, mira...

-Antes de cruzar - terminó la frase Juan - Lo sé. No se me va a olvidar en la vida.

Juan la miró. Sus ojos se encontraron. Él sonrió.

-Pero que buena estás, Elena.

-Jaja. Hecho una pena y tratando de ligar con la enfermera.

-Jeje, ya ves.

Juan notó que la polla se le empezaba a poner dura. Solo con la sábana y la batita que tenía, en poco tiempo se notaría.

-Bueno, Juan. Voy a seguir la ronda. Cualquier cosa, ya sabes. Dale al pulsador.

-¿Cualquier cosa?

-Jajajaja.

Antes de salir, ella giró la cabeza. Juan la miraba desde la cama. Le miraba el culo. Tirando del carrito con los medicamentos, entró en la siguiente habitación, la del simpático ancianito Don Gustavo.

-Buenas noches, Don Gustavo. ¿Qué tal hoy?

-Muy bien, m'jita. Aquí, vegetando.

-Ay, no sea así, hombre. Que dentro de poco le damos el alta y vuelve a casita.

-Ya.

El hombre la miró. A pesar de sus años, aún le gustaba mirar a una bella mujer. Y Elena lo era.

-¿Ya tienes novio, Elena?

-¿Se me está ofreciendo Vd.?

-Uy, ojalá pudiera. Pero ya no estoy para esos trotes. Tú necesitas un guapo mozo. Un joven fuerte y sano, no un viejo decrépito como yo.

-Calle, calle. No diga esas cosas.

-¿Pero ya tienes o no?

-Nadita Don Gustavo. Soltera y entera.

-Ay, dios. ¿Pero qué les pasa a los hombres de hoy en día? En mis tiempos una mujer como tú ya estaría casada y bien casada.

-Jajaja, y con una docena de chiquillos, ¿No?

-Por lo menos, sí. Jejeje. Hoy te veo contenta.

-Jajaja. Sí. Es que me acabo de reír un montón.

-¿Sí? ¿Por qué?

-Esto... nada, cosas. Bueno, ahora tómese la medicación y a dormir - le dijo, dándole un vaso con agua y un botecito con tres pastillas de distintos colores.

-Gracias m'jita. A ver si encuentras novio pronto.

-Ojalá. Buenas noches.

Cuando salió por la puerta, Elena sabía que el vejete le estaría mirando el culo. Una vez, hacía días, cuando el anciano había ingresado, con disimulo se atrevió a tocárselo. Ella le echó una fría mirada y nunca lo volvió a intentar.

En la siguiente habitación había una mujer. Al menos esa no le miraría el culo.

+++++

Juan miró como Elena se marchaba. Cuando salió, su polla ya estaba dura del todo. Metió la mano por dentro de la sábana y se la tocó.

-Uf, al menos tú resultaste ilesa - dijo.

La agarró y empezó a hacerse una paja, recordando el culo culpable de tenerlo allí. No se lo tenía en cuenta. El único culpable era él, por no "mirar antes de cruzar" (El mirar antes de cruzar lo escuchó con la voz de su madre).

Acostumbrado a tocarse con la mano derecha, el hacerlo con la izquierda era toda una novedad. Enseguida le cogió el tranquillo. Miraba hacia la puerta por si alguna enfermera entraba. Como hacía ya dos días desde su última paja, el gustito que sentía era grande. Sabía que la corrida iba a ser de campeonato. De repente, paró.

-¡Coño! Pero si no tengo papel.

Cuando se masturbaba en su cama se llevaba papel para recoger el fruto de su onanismo. Si lo hacía en el baño podía luego limpiar el semen de donde hubiese caído. Pero allí, postrado en la cama, sin poder moverse, no tenía con que limpiarse.

-¡Me cagon'todo! ¿Y ahora?

Podría llamar a una enfermera y decirle: "Por favor. Me estoy haciendo una paja y necesito papel para no dejar la cama perdida con mi leche. ¿Sería Vd. tan amable de traerme un poco?"

¿Y si se levantaba e iba al baño? Imposible. El médico le dijo que no podía apoyar las piernas en varias semanas. Estaba atrapado en esa cama.

-Joder, maldita sea.

Miró su teléfono móvil. "Mamá, tráeme un rollo de papel higiénico" ¿Para qué? Para cascármela, mami". Vale, tesoro, ya voy.

No podía hacer nada. Solo soltarse la polla y tratar de dormir.

-Juanito, si tuviera las dos manos buenas, te daba de ostias. MIRA ANTES DE CRUZAR.

Se fue a dar la vuelta para dormirse, pero ni eso podía.

-Aggggg.

Bajó la cama, apagó la tele y al poco rato consiguió dormirse.

Elena, sobre las 4 de la madrugada pasó por su habitación. Juan dormía. Entró y verificó que todo estuviese bien. Miró al joven. Era simpático y bien parecido. Casi se echa a reír otra vez, pero se contuvo. Apagó la luz y salió de la habitación.

+++++

A las 8 de la mañana Juan se despertó. Una auxiliar le traía el desayuno. Leche con galletas. Se incorporó y empezó a comer.

Entonces se dio cuenta de que tenía ganas de hacer pis. Y no se podía mover de la cama.

-Joder.

La auxiliar volvió a los pocos minutos a recoger la bandeja.

-Esto...Srta. Estoy que me meo.

Ella le miró. Comprobó que no tenía movilidad, así que entró en el baño interior de la habitación y regresó con un cacharro. Una especie de botellita con la abertura ancha. Juan enseguida supo como se utilizaba. La chica se lo entregó y se quedó esperando.

-Uy. ¿Qué esperas?

-A que termine.

-Uf, pues contigo delante no me sale.

-Ay, hombres. Vale, espero fuera.

Salió de la habitación. Juan metió la botellita debajo de las sábanas, puso la punta de la polla dentro y empezó a orinar.

-Ahhhhh, que rico. Estaba llenito.

Cuando terminó, sacó la botellita. Estaba casi llena. Y estaba caliente.

-Ya está - gritó.

La chica entró y cogió la botella con las manos enguantadas. Se veía que estaba más que acostumbrada a esas lides. Juan oyó como tiraba los orines en el retrete y luego limpiaba la botella.

-Oye - le dijo Juan - Será mejor que me dejes el orinalito por aquí a mano.

Ella se lo dio y él lo puso en la bandeja en el suelo, a su izquierda. Así, cuando tuviese otra vez ganas, no tendría que esperar a que le trajeran el dichoso envase.

La chica se marchó y al poco vino una enfermera a visitarlo. Revisó los líquidos, comprobó las vías y se marchó. Juan le miró el culo.

-Bah, el de Elena le da mil vueltas.

Sobre las nueve de la mañana apareció su madre.

-Hola tesoro.

-Hola mamá.

-¿Estás bien? ¿Descansaste?

-Sí, dormí como un bendito.

-Me sentí muy mal anoche. Debí haberme quedado.

-Mamá, que no hace falta. ¿No ves que estoy bien? Lo único que me pasa es que no puedo moverme. De resto, todo Ok. Las enfermeras se encargan de mí.

-Vale. ¿Necesitas algo?

-Me vendrían bien algunas revistas para leer algo.

-Después te traigo algunas.

Se acercó a él y le susurró, en secreto:

-Te traje los espaguetis.

-Ummmmm, que rico.

-Espero que no pongan pegas las enfermeras.

-No creo. La barriga la tengo bien. Lo jodido son las piernas y el brazo.

-Creo que aguantarán calentitos hasta la hora de comer. Los traje en un termo.

-Eres la mejor, mami.

Estuvieron un rato charlando hasta que sobre las 10 vino el médico a hacerle una visita. Le preguntó que cómo estaba y revisó los partes de las enfermeras.

-Todo parece que va bien, Juan.

-¿Cuándo podré irme a casa, doctor?

-Bien. No podrás caminar por lo menos en un mes y medio. Me refiero a ponerte en pie. Dos meses y pico de escayola antes de fundar los pies en el suelo. Tendrás que estar tumbado.

-¿Y no podía estar tumbado en mi casa?

-Las dos primeras semanas no. Tenemos que vigilarte por si surgiera algo imprevisto. Después creo que sí, que podrás irte a casa, si cumples estrictamente lo que te digamos.

-Lo cumplirá doctor, yo me encargo - dijo la madre.

-Dos semanas. ¡Uf!

-Venga hombre. Tómatelo como unas vacaciones. Hotel de lujo, comida exquisita, televisión por cable... Solo te falta la piscina.

-¡JA! ¿También tienen discoteca?

-Jajajaja. Así me gusta, que no pierdas el sentido del humor. Bueno, mañana paso otra vez. Chao.

-Chao Doc.

Se quedó charlando con su madre y viendo a Ana Rosa en la tele.

Sobre la una de la tarde empezaron a traer el almuerzo. Levantó la cama y se dispuso a comer. La auxiliar le puso la bandeja delante, con la comida tapada. La destapó y casi llora.

-Oiga, señorita. Me felicita Vd. al chef. Esta comida tiene una pinta apetitosa.

-Uy, mira el señorito. Haber mirado antes de cruzar - respondió con desparpajo la chica ante la insolencia de Juan.

-¡Joder! ¿Es que salí en las noticias o qué?

-No hombre. Pero eres muy famoso en la planta. El Superman estrellao, te llaman.

-Aggg, seguro que es cosa de Elena

-Jajaja, sí.

La chica se fue y la madre sacó, como si se tratara de un kilo de cocaína, un termo de su bolso. Se acercó a la bandeja, apartó a un lado lo que parecía un trozo de pechuga de pollo y echó los espaguetis.

-¿Quién es Elena? - le preguntó.

-La enfermera que me auxilió ayer. La que llamó a la ambulancia.

-A sí, la conocí. Parece simpática.

-Sí, y muy graciosa. Superman estrellao.

-Jajaja, sí, me dijo que saliste volando.

Juan se comió los ricos espaguetis maternos con gula. También el zumo y el yogur.

-Gracias mami.

-De nada tesoro.

-Veta ya a casa a comer. Debes de estar cansada. No hace falta que estés tanto tiempo aquí.

-No me importa. Esta tarde vendrá tu padre un ratito. Te traerá algunas revistas.

-Perfecto. Bueno, ya. A comer.

La mujer le dio un par de besos en la frente y se marchó. A Juan el entraron ganas de hacer pis, así que alargó la mano y cogió el botecito. Lo llenó con su agüita amarilla y después pulsó el llamador.

-¿Sí? - dijo un enfermero desde la puerta.

-Un regalito - dijo Juan levantando el bote.

Mientras oía como el enfermero tiraba la orina, se preguntó cómo se las arreglaría cuando tuviera aguas mayores.

El resto de la tarde fue tranquila. Durmió hasta que llegó su padre y estuvo de charla con él. Después de la cena lo mandó para casa y se puso a ver la tele, hasta que sobre las 10 de la noche una enfermera entró para cambiarle el gotero y darle unas pastillas.

-¿A qué hora entra Elena?

-A las 12. Tiene el turno de noche.

-Okis.

Cuando se quedó solo se puso a pensar en Elena. En lo buenorra que estaba. En la maravilla de culo que tenía. Se empezó a poner cachondo. Sintió como la polla empezó a levantarse, así que metió la mano izquierda debajo de las sábanas y se la agarró.

-Tranquila, fiera. No te me desboques.

Pero empezó una lenta paja, con la polla ya dura del todo. Se imaginaba a Elena desnuda, dándole la espalda, meneándole el culito con los ojos entornados y poniendo morritos con los labios. Notó que la punta de la polla babeaba.

-Ummm, que rico. Que gustito más rico.

Con los ojos cerrados se imaginaba comiéndose a Elena de arriba a abajo. Sobre todo el culo. Le daba mordiscos y lametones. Ella reía, contenta.

-Agggg, joder...estoy a puntito.... ¡Mierda!

Paró en seco. Se había olvidado del papel. Se lo iba a pedir a su padre, pero se olvidó.

-Eres tonto, Juanito.

Miró la hora en su móvil. Las 23:55.

-Y ahora Elena vendrá y me verá con la polla dura. Pero es por su culpa. EA!

Levantó la cama hasta quedarse medio incorporado y esperó. Sacó la mano de debajo de las sábanas y la puso sobre el bulto de la polla, tapándola. Poco a poco se fue calmando y desinflando.

Sobre las 12 y 10 ella entró.

-Buenas noches. ¿Cómo está el enfermito?

-El Superman estrellao, querrás decir.

-Jajajaja. ¿Te llaman así?

-Tú sabrás, que me pusiste el dichoso nombrecito.

-¿Qué tal el día...Superman?

-Uy, no he parao. Una juerga continúa.

-Seguro. Tienes toda la pinta de haberte pasado el día bailando.

-Capulla.

-Jajajaja. No te enfades, hombre.

Cuando ella se puso a revisar los tubos y el gotero le dio la espalda. Ante los ojos de Juan quedó el bello culo de la chica, que al levantar las manos para cambiar uno de los envases de suero hizo que la camisa se levantara un poco, ofreciendo una visión casi completa del trasero. La polla de Juan solo pudo hacer una cosa. Ponerse firme.

-Vaya culazo que tienes, Elena. Estás de toma pan y moja, ¿Sabes?

-Jaja. Gracias

-Lo que daría yo por darle un mordisquito.

-Oye, no sigas así. Que te vas a poner... malito.

-No puedo. Ya lo estoy.

Elena se giró y sus ojos fueron directamente hacia la entrepierna de Juan. Él se tapaba con la mano. Después le miró a la cara. Él sonreía como un bobo.

-¿Ves? Jajaja.

-Tú ríete, pero la tengo así por tu culpa.

-¿Y yo qué he hecho?

-Estar requetebuena.

-Pues a ver cómo te las apañas ahora.

-Anoche cuando te fuiste también me la pusiste dura.

-Uy. ¿Y?

-¿Cómo y? Pues 'y' nada. No pude hacer nada.

-¿Dolor?

-Sí, dolor. Pero de huevos.

-Jajajajaja. Pobrecito.

-Estoy aquí, postrado en la cama, sin poder moverme. No pude ni conseguir un poco de papel, ya sabes, para no ponerlo todo perdido.

Elena no pudo evitar troncharse de risa y se le volvieron a salir las lágrimas. Juan probó suerte.

-Ya que todo esto es por culpa tuya... podrías, no sé. Echarme una... manita.

-Jajajaja. ¿Una manita?

-Sí, una...manita - dijo Juan, quitando la suya de sobre su polla para que Elene viera como estaba.

Ella miró el más que evidente bulto que se formaba en la sábana. Aquel chico tan simpático tenía la polla bien tiesa.

-Tienes razón. Es culpa mía. Por mi lindo culito estás aquí. Lo menos que puedo hacer es... echarte una manita.

-¿Sí? ¿En serio? - respondió Juan, supe contento.

-Sí.

Elena se metió la mano en un bolsillo y sacó un paquete de pañuelos de papel. Se lo tiró sobre el pecho.

-Ahí tienes. Que disfrutes. Chaooooooo - dijo dándose la vuelta y saliendo hacia la puerta.

-Cabrona.

-Jajajaja.

Ella se paró justo en la puerta y miró hacia Juan. Se levantó la falda de la camisa, echó el culo hacia atrás y lo meneó sensualmente.

-Mira, para que te inspires.

-Ja'putaaaaaa

Riendo con ganas, Elena terminó de irse. Juan aún oyó sus risas unos segundos más.

-¡Qué cabrona, la tía! - dijo, sonriendo y cogiendo los pañuelos. -¡Pero qué buena está! Y encima, lo sabe.

Se agarró la polla y en menos de dos minutos estalló en un intenso orgasmo. Sintió un poco de dolor en las zonas de las fracturas cuando todo su cuerpo se tensó, pero el placer fue mucho más. Había cogido tres pañuelos, pero se le hicieron pocos para recoger la gran cantidad de leche que su polla soltó. Usó dos más e hizo una pelota con ellos

-¿Y ahora? - dijo, mirando a ver si había alguna papelera por allí.

Pero no había nada, así que dejó el papel en la segunda bandeja de la mesita que tenía al lado. Por fin relajadito, se durmió enseguida.

+++++

Elena terminó su primera ronda por las habitaciones. Después se fue a tomar un cafelito al office. Allí había más compañeros y se pusieron a hablar.

-¿Por qué sonríes, Elena? - le preguntó un celador.

-¿Eh? Ah, nada, nada. Cosas mías.

No se dio cuenta de que estaba sonriendo. Se estaba acordando de la cara que puso Juan cuando le meneó el culo. Quizás fue un poco mala con él. Lo dejó allí cachondo perdido. Era un chico simpático. ¿Se la habría meneado? El pobre, allí casi inmovilizado, por mirarle el culo.

-Jajaja.

-¿Pero Elena? ¿Nos cuentas el chiste? - dijo una enfermera.

-Nada, nada un paciente un poco loco.

-¿Quién?

-Don...Gustavo - mintió. - Tiene cada ocurrencia.

Después del café decidió ir a ver como estaba Juan. Se asomó por la puerta y lo vio dormido. Entró a revisarlo todo, pero sin encender la luz para no despertarlo. Parecía un angelito, con cara de niño bueno. Sus ojos, sin darse cuenta, se posaron sobre su entrepierna. Parecía 'relajado'.

Chequeó los goteros y los tubos. Se dio la vuelta para disminuir un poco el calmante y notó que le tocaban el culo. Se quedó quieta.

-Vaya culo que tienes, Elena - dijo Juan.

Elena se giró la cabeza para mirarle. Juan no le soltó el culo y se lo sobó con mimo.

-Ummm, que durito es. Deberían hacerle un monumento.

-¿Tú crees?

-Sí. Lo creo

Elena se dio la vuelta y se acercó a la cama. Juan no le soltó el culo ni un segundo. Siguió acariciándoselo.

-Te vas a poner malito otra vez.

-Ya lo estoy.

Elena comprobó que ya lucia un buen bulto. La mano que recorría con mimo su culito le gustaba. Hacía bastantes meses que había roto con su novio y desde entonces no había estado con nadie. Pero Juan era un paciente. No era correcto.

-Creo que vas a necesitar más papel. ¿O no lo utilizaste antes?

-Sí, lo usé. Oye, ¿Lo tiras por mí? No hay papelera y no querría que mañana la chica que limpia lo viera.

-Jajaja. ¿Dónde lo pusiste?

-Ahí - dijo, señalando con la mirada.

En la penumbra Elena vio la bola de papel. Aún sin guantes, la cogió. Estaba fría, y era pesada.

-Vaya, ibas bien cargadito.

-Uf, ya lo creo. Llevaba días es dique seco.

-Espera que lo tiro.

Elena entró al baño con la bola de papel y semen. Había sido una buena corrida, desde luego. Lo lanzó al wáter y tiró de la cadena. Cuando regresó a la habitación, vio como Juan había metido la mano bajo las sábanas y se estaba meneando la polla.

-Eres un descarado.

-Es por tu culpa. Me pones como una moto.

Elena sintió un cosquilleo por su zona baja.

-Elena...

-Dime

-Házmelo tú.

-Ja. Estás loco.

-Venga, mujer. Que al fin y al cabo estoy aquí por ti.

-Por mi culito.

-Sí. Por tu culito. Hazme una pajita, Elena. Para compensarme.

-Que no. Eres un paciente.

-Un paciente con la polla dura como una piedra. El Juramento Hipócrita ese te obliga a cuidar del enfermo.

-Jajajaja. Hipocrático, no hipócrita.

-Como sea. Solo una pajita, sencillita.

-Jajaja. ¿Sencillita?

-Si, ya sabes. Tu mano, mi polla... subir, bajar...

Los pezones se le estaban poniendo duros, y el cosquilleo en sus bajos aumentó. ¿Y si lo hacía? Juan era simpático, y aunque se riera, en el fondo se sentía un poco culpable por él.

A esas horas el hospital era muy tranquilo, sin apenas gente por los pasillos.

Juan vio que ella dudaba. Si insistía quizás lo conseguiría.

-Plis, plis... que ya no puedo más. Tu manita seguro que me sana. Sana, sana, culito de rana.

-¿Tengo el culito de rana?

-No, tienes el culazo más lindo del mundo.

-¿Me prometes una cosa?

-Lo que sea.

-Que solo será una vez. Por...compensarte.

-Te lo prometo. Te lo juro por Snoopy.

El corazón de Juan empezó a latir cuando vio como Elena se acercó a la puerta y la cerró. Encendió la luz pequeña que estaba sobre el cabecero de la cama. Se acercó y corrió la cortina que separaba las dos camas. Si alguien entraba, no los vería.

-Así que mi Superman Estrellao quiere una paja sencilla.

-Sí, una sencilla paja con tu mano será una maravillosa paja.

Elena se pegó a la cama. Miró hacia la entrepierna. Juan aún tenía la polla agarrada bajo la sábana. Elena, despacito, metió su mano derecha por debajo de la sabana y la llevó hasta la mano de Juan. Él soltó la polla y ella la agarró.

-¡Uf, cómo estás!

-Caliente como una moto.

Elena tenía en la mano una caliente y dura polla. La abarcó con los dedos y notó que era una buena polla. Movió la mano arriba y abajo. Gruesa y larga.

El coño lo tenía ya empapado.

-¿Así? - le preguntó.

-Ummmm, sí...así...que rico, Elena. Gracias.

Las sábanas le molestaban. Además, Juan quería ver como la mano de Elene subía y bajaba a lo largo de su polla, así que tiró de la sábana y apartó la fina bata que llevaba.

-Wow. Linda polla, sí señor.

-¿Es linda mi polla?

-Jajaja. Bueno, todo lo linda que una cosa larga y venosa puede ser.

Juan llevó so mano otra vez hasta el culo de Elena y ahora se lo sobó a conciencia.

-Vaya culo que tienes, Elena. Espero que tu novio te lo trate como se merece.

-No tengo novio.

-¡No me digas que este culito pasa hambre!

-Jaja, sí.

-Pero eso no puede ser.

La paja era lenta. A Elena le encantaba la sensación que la dura polla le producía en la mano. Le gustaba mirarla. Cuando la mano bajaba dejaba al descubierto la morada cabezota de la polla. Vio que tenía brillante líquido pre seminal.

-Estás muy cachondo, Juan.

-Ummmmmm, no tardaré en correrme.

Ella aceleró el ritmo de la mano. Quería ver como aquella polla se corría. No pudo evitar estremecerse cuando Juan recorrió con los dedos la rajita de su culo, apretando.

-Daría mi mano derecha por besar este culo, Elena.

-Jajaja, ahora que no vale para nada, ¿No?

-Y la izquierda por...

-¿Por?

-¿Tú qué crees?

-No sé. ¿Por... darle un mordisquito?

-Aggg, no... por...follártelo.

-¿Sólo una mano por follarte mi lindo culito? ¿En tan poquito lo valoras?

-¿Qué quieres? Dime lo que quieras por poder clavarte mi polla en el culito y...te....lo....daréeeeeeeee

Elena notó el espasmo de la polla en su mano. Notó la presión repentina y vio un poderoso chorro de leche salir disparado, alcanzando más de 20 centímetros en el aire antes de caer. Otro espasmo y otro inmenso chorro salió. Maravillada, siguió moviendo su mano, ordeñando la polla. Juan estaba con todo el cuerpo tenso, las mandíbulas apretadas. Los dedos de la mano buena aferrados a su culo, apretando. Los de la mala, en tensión. Los últimos chorros de leche, ya sin fuerza, bajaban por la polla, sobre sus dedos. No dejó de mover la mano. Cuando dejó de sentir los espasmos, apretó desde la base de la polla hacia arriba y sacó un último chorrito.

-Joder, Juan. Vaya corrida. Y eso con una paja... sencillita.

-Ummm, ya te dije que una paja sencillita con tu mano sería una paja estupenda.

Elena no soltó la polla. Siguió subiendo y bajando, suavemente, esparciendo el semen. Juan no soltó el culo.

-Bueno, pues ya estamos en paz.

-Sí. Gracias. Ha sido estupendo.

Elena miró. Había caído leche en la batita y algo en la sábana.

-Voy a limpiarte. Un segundo.

Fue al baño y regresó con papel higiénico. Empezó a limpiar a Juan. Le llegó el olor del semen. Sintió más cosquillitas en su coño. Limpió la polla, que había perdido parte de su dureza.

-¿Te ha gustado la paja sencilla?

-Wow. Ha sido la mejor paja que me han hecho.

-¿Te han hecho muchas?

-Jeje, alguna que otra. Pero como la tuya ninguna.

-Eso se lo dirás a todas.

-Pues recuerda tu promesa.

-Sí.

-Bueno, me voy. Que descanses.

Juan le apretó el culo.

-¿Me lo enseñas?

-No. A dormir

-Vaaaaale.

Lo tapó y salió de la habitación. Desde la puerta, lo miró. Y como la vez anterior, se subió la camisa y le meneó el culito. Él no apartó los ojos de su trasero.

Elena fue directa al baño de las enfermeras. Se encerró, se bajó los pantalones, se metió la mano por dentro de las bragas y se frotó el coñito hasta correrse con intensidad, mordiéndose la mano izquierda para no gritar. Aquel cabrito la había puesto muy cachonda. Desde siempre le había encantado hacerle pajas a sus parejas. Lo que más le gustaba era ver como las pollas se corrían gracias a sus caricias. Y la de Juan había resultado ser una preciosa polla.

+++++

Al día siguiente, por la mañana, una auxiliar entró en la habitación.

-Buenos días. Hoy toca baño - le dijo a Juan

-¡Coño! ¿Tengo que hacerme unos largos en una piscina? Seguro que es olímpica.

-Nop. Aquí pone - dijo la chica mirando un papel - que por ahora el lavado en cama.

-Jajaja. ¿Me vas a lavar tú? ¿Cómo a un bebé?

-Sí. Si lo prefieres, puedo buscar a un compañero. Si te sientes cohibido porque una chica te vea la pilila...

-Para nada. Pero no quisiera... escandalizarte.

-Uy, menos lobos, caperucita. Que veo pililas todos los días, majo.

La chica no era especialmente atractiva, pero era una chica y él un hombre. Pero gracias a lo de la noche anterior, no hubo problemas con el baño. La chica le pasó una esponja por todo el cuerpo (menos por las partes escayoladas, claro), frotando especialmente en los sobacos y en las ingles. Incluso, muy profesionalmente, le apartó el pene (pene=polla en estado fláccido) para lavarle bien la zona.

-Listo, como nuevo... Superman

-JA, JA.

Al poco llegó su madre. Le dijo que para comer le había traído un termo con carne en salsa. Se pasaron la mañana de cháchara.

La visita del doctor fue breve.

-En un par de día retiraremos los calmantes. Dejaremos la vía puesta unos días más.

-A sus órdenes, doctor. Vd. manda. -dijo Juan saludándolo al estilo militar.

Por la tarde otra visita de su padre, que vino acompañado de su hermanita. Le encantó verla.

Después de la cena se quedó solo. Deseando que dieran las 12 para que Elena apareciera.

A las 12:10, puntual como un reloj, entró por la puerta.

-¿Cómo está mi Superman hoy?

-Encantado de verte, guapa.

Entró, revisó todo, dándole la espalda a Juan, que rápidamente llevó su mano al culo de la chica.

-Ey -protestó ella, dándole un manotazo en la mano - Lo prometiste.

-Yo sí. Pero ella no.

-¿Qué ella?

Juan tiró de la sábana y se destapó. Ante la mirada de Elena apareció la polla, bien dura, tiesa, dando saltitos sola.

-Ella.

-Uf, Juanito. ¿Ya estás así?

-Llevo toda la tarde así. Esperándote.

Elena miraba fijamente la polla, notando como los pezones se le ponían duros y como su coño se mojaba. Cuando reaccionó, la tenía agarrada con la mano y la pajeaba lentamente.

-Agggg. ¿Mejor cierra la puerta, no?

-Sí, no vayamos a dar un espectáculo.

Los ojos de Juan siguieron el menar del precioso culito. Ella cerró la puerta, puso la cortina y se acomodó a su lado, por la parte izquierda de la cama. Agarró otra vez la polla y recomenzó la paja. Juan no tardó en cogerle el culo y sobárselo a placer.

-Cómo me gusta tu culo, Elena. Me tiene loquito.

-Ya lo veo. Tienes la polla como una roca.

-Aggggg, sí...es por ti. Por favor... enséñamelo, un poquito, solo un poquito.

-Eres incorregible.

-Venga...va. - dijo Juan moviendo las pestañas con rapidez.

-Solo un poquito.

-Vaaale.

Elena le soltó la polla, se dio la vuelta y se desató el cordón que hacía de cinturón. Lentamente, se bajó los pantalones hasta medio muslo y se levantó la blusa. Giró la cabeza.

-¿Qué? ¿Contento?

-Madre del amor hermoso. ¿Es real?

-Jajaja. Creo que sí.

Juan tenía delante el culo perfecto. El CULO, con mayúsculas. La madre de todos los culos. Elena incluso lo echó un poco hacia atrás y lo meneó hacia los lados. Juan alargó su temblorosa mano hasta tocar aquellas poderosas nalgas. Las braguitas era chiquitas.

-Ey, dijimos ver, no tocar - protestó Elena, pero sin moverse.

-Qué maravilla. Qué hermosura - decía Juan pasando las manos por las dos nalgas.

Empezó a tirar de las bragas, bajándolas. Elena no decía nada. Se dejaba. Notó como las bragas se deslizaban por sus muslos hasta llegar a los pantalones.

-Ummmm, Elena... Creo que me he enamorado de tu culo.

-Jajaja.

Envalentonado, Juan le pasó un dedo a lo largo de la hendidura que separaba las dos hermosas masas de carne. La oyó gemir. Bajó un poco más y su dedo llegó al coñito de la chica. Lo encontró caliente y empapado.

-Estás cachonda, Elena.

-Agggg, un poquito.

Con el dedo corazón empezó a masturbarla. El pulgar lo introdujo desde arriba y buscó la pequeña puerta trasera. La encontró y la acarició con la yema del dedo.

-Ummm Juan, que rico.

-¿Te gusta?

-Me encanta.

Apretó el dedo. Y lo fue metiendo poco a poco en el culito de Elena.

-Aggggggggggg, dios...Juan...

Instintivamente Juan trató de agarrarse la polla con la mano derecha, pero no pudo.

-Mierda.

-¿Qué pasa?

-No, nada. Que no puedo ni tocarme

Le metió todo el pulgar dentro. Elena meneó el culo, buscando aquel dedo, sintiendo también los otros dedos en la raja de su coño. Juan empezó a follarla con aquel dedo.

-¿Te gusta verdad? ¿Te gusta que te follen el culito?

-Ummmm, ¿Tú qué crees? Me vuelve loquita.

De más joven, lo primero que le desvirgaron fue el culo. Era lo que más atraía a los hombres de su cuerpo. Todas sus parejas, menos una, le habían follado el culito a placer. La mayoría de las veces no tenía que ni tocarse para alcanzar un fabuloso orgasmo cuando se lo follaban por detrás.

-Elena, tengo que follarte este culito. Tengo que darte por el culo o me volveré loco.

-Aggggg... no puedes...estás malito...cuando...te recuperes me...clavarás....tu.... polla....en mi...culitooooooo

Elena estalló en un fuerte orgasmo, sintiendo como Juan la follaba con el dedo gordo y la masturbaba con los demás. Esos dedos se los dejó llenos de jugos.

-Cabrito, me has hecho correr.

-Sí.

-Estamos locos. Nos pueden pillar.

-Sí, loquito por ti, me tienes

Ella se movió un poco hacia adelante y se liberó de la mano. Se subió las bragas, el pantalón y se lo anudó.

Se dio la vuelta y miró la polla. Juan estaba tan cachondo que de la punta salía un hilito de líquido pre seminal que colgaba hasta su barriga. Juan, mirándola a los ojos, se llevó los dedos mojados a la nariz. Los olió.

-Ummm que rico huele tu coño.

Elena lo miró mordiéndose el labio inferior. Vio como él se los metía en la boca y los chupaba.

-Ummm, y sabe aún mejor.

-Me vas a poner cachonda otra vez. Tengo que irme

-¿Queeeeeeeeeeee? ¿Y me vas a dejar así? - protestó Juan, señalando con la mano buena hacia su polla

-Sí. Justo así.

Intentó parecer seria, pero la carita que puso Juan la obligó a reírse a carcajada limpia.

-Jajajaja. No hombre. ¿Quieres una paja sencillita?

-¿Sabes hacer de otras clases?

-Juan, sé hacer muchas cosas. A ver si te gusta esto.

Le cogió la polla por la base, la puso derecha, se agachó y se la metió en la boca.

-Dios...mío....Elena...

Durante los siguientes minutos Juan recibió la que sin duda fue la mejor mamada de su vida. Cogió el pulsador para levantar la parte superior de la cama. Quería tener la mejor visión posible de la sensual mamada que Elena le estaba haciendo.

Miró como su polla desaparecía una y otra vez en la cálida boca de la chica. Miró sus eróticos labios apretarse alrededor de su gruesa barra. Sintió la lengua serpentear por toda su verga. Hasta los dientes le dieron placer con suaves mordiscos en el tronco venoso.

Quiso en un momento dado ponerla la mano en la cabeza y acariciarla, pero eso le impedía la visión y desistió.

Ella le miraba a los ojos de vez en cuando. Se sacó la polla de la boca, dejándola brillante y la pajeó con la mano.

-¿Qué? ¿Sigo o prefieres una paja sencilla?

-Sigue por dios. Sigueeee.

Elena le sonrió. Abrió su boca y lentamente, sin dejar de mirarle a los ojos, bajó la cabeza hasta tragarse más de medio polla.

-Elena...eres...maravillosa. ¿Te quieres casar conmigo?

Con la boca llena de polla, Elena se rió. Siguió chupando aquella rica barra. Le encantaba sentir la boca así, bien llena, y también como la miraba él. El coño le ardía otra vez. Tendría que ir al baño a limpiarse.

-Aggg...Elena...

-¿Ummm?

-Me voy a correr en tu boca.

-Ujumm...

-Y te vas a tragar toda mi lechita, ¿Verdad?

-Ujumm...

A los 10 segundos, los ojos de Juan se entrecerraron. Su cuerpo se empezó a poner tenso. Elena notó en la boca como la polla se ponía más dura. Supo que Juan se iba a correr

.Agggg, dios......

No pudo decir nada más. El aire dejó de pasar por su garganta. El placer más intenso de toda su vida se concentró en la base de su polla y explotó. Un enorme chorro caliente y espeso se estrelló contra el paladar de Elena. Un segundo se sumó al primero, igual de poderoso. El tercero le llenó la boca y Juan oyó como Elena tragó.

La polla siguió corriéndose. Tres nuevos chorros volvieron a llenar la boca de la chica, que tragó una vez más. El resto de la leche la retuvo en la boca. El pecho de Juan volvió a moverse.

-Elena...vaya...mamada...Creí que me ibas a sorber el cerebro por la polla.

Ella chupó un poco más, se bebió el semen que le quedaba en la boca y levantó la cabeza.

-Wow, Juan. Nunca había tragado tanta leche.

-Y yo nunca había echado tanta, te lo aseguro. Creo que he bajao de peso, y todo.

-Jajaja.

Le encantaba aquel muchacho. Era simpático, guapo y con una buena polla. Sin darse cuenta, se acercó a su boca y le dio un rápido beso en los labios. Los dos se quedaron un poco sorprendidos.

-Bueno, Superman. Ahora sí que me voy. Hay más pacientes que atender.

-Espero que no los atiendas como a mí.

-Jajaja. No. Uy, quizás a Don Gustavo le gustaría.

-¿Don Gustavo? ¿Quién es ese Gustavo?

-¿Celoso?

-Puede.

-Jajaja. Don Gustavo está en la habitación de al lado. Tiene casi 80 años.

-Uy, esos viejos verdes son los peores.

-Pues Don Gustavo también me mira el culo. Y una vez hasta me lo tocó.

-¿Ves? ¿Ves?

-Jajaja. Venga, a dormir.

Elena arregló la habitación y salió. Desde la puerta miró a Juan. Le sonrió. Él le devolvió la sonrisa. Ella apagó la luz.

Juan se quedó mirando hacia el techo.

-¡Vaya chica! ¡Vaya jembra!

Elena fue directa a su taquilla. Cogió unas bragas de repuesto y se metió en el baño para cambiárselas. Las tenía empapadas. Se secó el shirri con papel, se puso las bragas limpias y continuó su ronda.

"Debo de estar completamente loca. Como nos pillen la cago"

Juan, relajado en su cama, se durmió.

+++++

Sobre las seis de la mañana Elena se asomó a la puerta de la habitación de Juan. Él dormía. Entró, sigilosa, a comprobar que todo estuviera bien. Cambió una de las botellas de suero.

Se quedó mirando a Juan, que dormía plácidamente. Miró hacia su polla, pero estaba en descanso, como él. El que no descansaba era su coño. Le palpitaba entre las piernas.

Cómo le gustaría sentir la polla de Juan bien enterrada dentro de ella. Pero el pobre estaba hecho polvo. Necesitaba reposo por lo menos una semana antes de poder hacer ningún esfuerzo. Si no corría riesgo de que las fracturas se abriesen y se agravase su situación.

Juan abrió los ojos, lentamente. Lo primero que vio, medio borroso, fue una mancha blanca. Sabía lo que era. Alargó la mano y la tocó.

-Ummm, qué culito tienes, Elena

-No soy Elena - dijo ella, cambiando la voz.

-¡Coño! Perdona.

Juan retiró la mano, pensando que aquella enfermera le iba a dar un bofetón por tocarle el culo. La vista se le aclaró y vio a Elena tapándose la boca para no reírse.

-Ah, pero si eres tú - dijo, volviendo a agarrarle el culo.

-¿Qué haces despierto?

-Meterte mano.

Elena le acercó el culo para que pudiese sobarla bien. La polla empezó a levantar la sábana.

-Enséñame las tetas. Tienen que ser preciosas.

-Mira el señorito. Ordeno y mando. ¿Así que quieres verme las tetas?

-Sí sí si.

Elena se dio la vuelta y empezó, sensualmente, a desabrocharse los botones de la camisa. Juan miraba, sintiendo como su polla palpitaba. Los ojos de ella iban de los suyos a su polla. Cuando terminó, abrió la camisa. Debajo llevaba una camiseta celeste, ajustada, pegada a su cuerpo. En ella se marcaban claramente los dos pezones

-Ummm, Elena, vaya par de tetas- dijo Juan alargando la mano y acariciándoselas. - Más, más.

Elena se levantó la camiseta, mostrándole sus dos bellas tetas atrapadas en un lindo sujetador. Juan no pudo resistirse a llevar su mano a una de ellas y apretarla, sobarla. Notó en la palma el duro pezón.

-Lo que daría por follarte las tetas, Elenita.

-Jajaja, como sigas dando partes de tu cuerpo por follarme cosas te quedarás en nada.

-Quítate el sujetador. Quiero verlas en todo su esplendor.

-Estás loco.

-Loco por ti.

-¿Sabes en el lío en que me puedo meter si nos pillan?

-Plis, plis.

Elena se llevó las mano a la espala y se soltó el cierre del sujetador. Era de esos sin tirantes y se lo quitó. Los ojos de Juan se abrieron.

-Joder Elena. No sé con qué quedarme, si con tu culo o con tus tetas.

-Oye, que no soy un lego. Voy de una pieza.

-Pues me quedo con todo. ¿No me las presentas como es debido?

-¿Eh?

-Yo soy un caballero. Cuando me presentan a alguien, si es hombre, le estrecho la mano. Si es mujer, le doy dos besos.

-Ah... jaja

Se agachó sobre él y le acercó las tetas a la boca. Se las restregó por la cara mientras Juan las besaba y las chupaba. Elena se estremeció cuando Juan atrapó uno de sus pezones con los labios y lo chupó. Sin quitarle las tetas de la boca, con su mano izquierda buscó la polla bajo las sábanas. La agarró y empezó una placentera paja. Juan llevó la suya al culo de Elena y lo acarició. La mano derecha instintivamente quiso ir hacia las tetas.

-Jodef...nefefito máf manof - dijo Juan con la boca llena de teta.

Elena se incorporó, quitándole a Juan las golosinas de la boca. Por supuesto, él protestó.

-Ey, nene quere teta. Nene quere teta.

-Jajaja. Al nene le va a encantar esto.

Elena, con la mano libre, pues no había soltado la dura polla, cogió el mando de la cama y empezó a subirla. Juan se quedó mirando como lentamente subía y subía. Ella llevó hasta el máximo que daba. La base de la cama quedó a la altura de las caderas de ella. Gracias al colchón, el cuerpo de Juan casi a la altura de las tetas. La polla encajaría entre ellas perfectamente.

Ella intentó acercarse. Pero así no podía.

-Uy, demasiado alto.

Juan ahora miró como la cama volvió lentamente a bajar.

-¿A ver así?

Había dejado la cama por debajo de las caderas. Se separó un poco y pudo bajar el pecho y atrapar la dura polla entre las tetas.

-¡Ahora! - exclamó Elena, Feliz.

Juan sintió el calor y la dureza de las tetas abrazar su polla.

-¡Joder! No es justo - dijo.

-¿Qué no es justo?

-Que tengo la polla en medio de dos preciosa tetas y no lo veo. Quiero verlo.

Elena comprendió. En esa postura Juan no podía ver como su polla entraba y salía de entre sus tetas. Intentó moverse un poco, pero no había ángulo. Una paja rusa solo se puede hacer de frente.

-Ayúdame a darme la vuelta, con las piernas hacia fuera.

-Quita, loco. No tienes que mover las piernas en una semana. ¿Quieres que al final te tengan que poner tornillos?

-No es justo. Esto es justo. ¿Y si...?

-Tu 'tate quieto. Deja de menearte que al final te vas a fastidiar.

-¿Más?

Elena se levantó y volvió a subir la cama al máximo.

-Esto si lo podrás ver - le dijo, bajando lentamente la boca y metiéndose la dura barra de carne en la boca.

-Aggg, sí...esto si lo veo.

Lo que vio Juan fue una larga y placentera mamada. Vio como Elena se pasaba la polla por la cara, sonriéndole. Como la besaba, la lamía, la chupaba, arrancándole gemidos de placer. Le gustaba especialmente cuando ella se metía casi toda la polla en la boca y le miraba con sus lindos ojos negros. Con la cabeza apoyada en el respaldo de la cama, Juan gozó del sensual espectáculo que Elena le ofreció.

-Me encanta tu polla, Superman.

-Y... a mi... tu boquita.

-Y mis tetas

-Agggg y tu culo.

-¿Te quieres correr en mi tetas o en mi boca?

-Joder... no sé...Aggg, no me...decido....Decídelo tú, pero yaaaaaaaa.

Elena notó la tensión en la polla previa al orgasmo. Se sacó la polla de la boca, se echó todo lo que pudo sobre Juan, acercando sus tetas a la pulsante barra y con un golpe de su mano, la hizo estallar. Miró maravillada como los poderosos y calientes chorros de leche se estrellaban contra su piel. Los repartió por ambas tetas, dejándolas bien servidas. Cuando Juan dejó de correrse, exprimió la polla desde abajo, extrayendo un poco más de semen. Lo depositó sobre su pezón derecho.

-Agg, Elena... eres...maravillosa.

-¿Tú crees?

-No lo creo. Es una verdad absoluta.

Elena se incorporó y se miró las tetas, llenitas de la abundante corrida de Juan.

-Vaya corrida, Juan. ¡A ver si al final resulta que sí que eres un Superman!

Juan también le miró las tetas. Estaban preciosas así, con su leche adornándolas. Se estremeció cuando vio como ella se las acariciaba, esparciéndose el semen, cual crema.

-Dicen que el semen es bueno para la piel - dijo él.

-No sé. A mí me encanta sentirlo así. Y como huele... ummmmmmm - añadió Elena, llevándose las manos a la nariz y aspirando el aroma.

-Elena... baja la cama. Al máximo

-¿Para?

-Tú bájala.

Elena la bajó.

-Ahora, bájate los pantalones.

-Me tengo que ir, Juan.

-¿No estás cachonda?

-Uf, tengo el coño ardiendo.

-Soy un caballero, Elena. De ninguna manera voy a consentir que una bella dama salga de aquí con el coño ardiendo.

-Jajajaja. ¿Me vas a hacer una pajita?

-No. Pensaba mejor en comerte el coño. No es por presumir, pero soy un gran lamerón

Ella se estremeció. Una rica comida de coño le sentaría muy bien. Pero eso significaría tener que quitarse los pantalones. Eso era demasiado expuesto.

-No puede ser. No puedo quitarme los pantalones aquí. Me conformaré con tus dedos. Antes me gustaron mucho.

-Bueno. Pues una rica paja para la guapa señorita.

-Gracias, caballero.

Se bajo los pantalones y las bragas hasta medio muslo. Juan le miró el coño. Lo tenía depiladito, con apenas un poco de vello en el pubis.

-Ummm tienes un coñito divino.

-Jajajaja. ¿Divino?

-Sip, divino.

Juan acercó la mano y le pasó el dedo corazón a lo largo de la rajita. Estaba mojada, caliente. La empezó a masturbar. Elena se mordió el labio inferior y entornó los ojos.

-Ummm, que rico, Juan. No pares.

La frotó con más intensidad. Juntó dos dedos y los introdujo suavemente en la vagina, follándola con ellos.

-Agggg, sí...así.

-¿Te gusta así? - le preguntó metiéndole los dedos lo más que pudo y frotando su clítoris con el pulgar.

-Dios, sí...Juan...justo... así.

Dos minutos después Elena estalló en un intenso orgasmo. Cerró las piernas, atrapando la mano de Juan entre ellas y llenándoselas de sus jugos. Abrió los ojos lentamente. Se miraron y se sonrieron.

Cuando ella liberó la mano de su dulce encierro, Juan se la llevó a la boca y mirándola a los ojos se los chupó.

-Ummmm, que rico está tu coño, Elena. Me lo quiero comer. Mañana vente con falda.

-Jeje. Ya veremos

Ella se bajó la camiseta, se abrochó la camisa y se subió las bragas y los pantalones. Después acercó su boca a la de Juan y le besó. Un beso largo, apasionado. Sus lenguas se entrelazaron. La mano de él, por supuesto, estaba acariciándole el culito.

-Bueno, mi Superman Estrellao. Ahora, a dormir.

-Sí, Mujer Maravilla.

-Jajajaja. Nunca me habían piropeado así.

-Es que nunca te habías topado con Superman.

-Jajajaja. Estrellao. Jajaja

-Capulla. Hasta mañana, Elena.

-Hasta mañana, Juan.

Él sonrió desde su cama cuando ella, desde la puerta, le enseñó el culo. Durmió como un bebé

Elena se fue al office. Notó como sus tetas se meneaban sueltas. Notó como la camiseta se le pagaba, debido al semen. Pensó en ir al baño y lavarse, pero le gustaba sentirse así. Dentro de poco se iría a casa y ya se ducharía.

A las 8 de la mañana, cuando terminó su turno, se cambió de ropa y se marchó a su casa. Antes pasó un momento por la habitación de Juan. El hospital empezaba a despertarse. Él aún dormía. Lo miró desde la puerta.

Le gusta aquel chico. Su...Superman Estrellao

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El día siguiente fue muy parecido al anterior. Aburrido. Juan contaba las horas para que diesen las 12 de la noche y ella apareciera

Ni siquiera el baño con la esponja, que en otras circunstancias le hubiese resultado muy morboso, le decía nada. Y eso que la chica parecía querer ponerle la polla dura por como insistía en dejársela limpita.

Se pasó la tarde ideando la manera de poder follarse a Elena. La deseaba tanto. Su mente buscaba posturas posibles. Pero no encontraba ninguna en la que sus piernas no sufrieran.

-Díta sea.

-¿Qué? Preguntó su padre, levantando la vista de la revista que leía.

-No, nada, nada.

-¿Te duele algo? ¿Llamo a la enfermera?

-No, estoy bien

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Elena llegó al hospital sobre las 23:45, como siempre. Primero tomó un cafelito, recibió el parte y se fue a cambiar la ropa. Cuando abrió su taquilla para sacar el uniforme, recordó las palabras de Juan. Que llevara falda.

Casi siempre usaba pantalón. Eran más cómodos. En raras ocasiones se había puesto la falda reglamentaria. Esa noche, se la puso. Lo que no se puso fueron bragas.

-Uf, estoy loca.

Salió derechita a ver a su paciente preferido. Abrió la puerta.

-¿Cómo está mi Superman hoy?

-Con la polla tiesa.

-¿Ya?

-Desde hace una hora.

Elena entró y cerró la puerta. Pasó la cortina y se acercó a la cama. Lo primero que hizo fue darle un buen morreo a Juan. Gimió en la boca del chico cuando él le sobó el culo.

-Veo que me hiciste caso - dijo él.

-Sí

Mirándola a los ojos, metió la mano por debajo de la falda y la llevó hasta el tentador culito.

-Vaya, pero si no llevas bragas

-No quería empaparlas.

-¿A ver?

Llevó la mano hacia adelante y le acarició el coño. Era un lago caliente.

-Ummm, estás muy cachonda.

-Aggg, mucho...

-Te voy a comer el coñito, Elena. Pónmelo en la boca

-Llevo todo el día pensando en eso. Pero espera un poco. Aún hay ajetreo ahí fuera. Termino la primera ronda y vuelvo.

-¡Coño! Yo no puedo más. Voy a estallar.

-¿A ver?

Juan sacó la mano del coño y tiró de la sábana. Su polla, dura, babeando de deseo, dando saltitos, apareció ante los ojos de Elena.

-Uy, mi pollita linda. Pobrecita mía.

La cogió con la mano derecha, agachó la cabeza y se le tragó. Bastaron 30 segundos de intensa mamada para que Juan le llenara la boca con borbotones de semen espeso que ella se tragó con sumo placer. Después le lamió la aún dura polla para dejársela limpita.

-Tardo una horita o así. Duérmete si quieres.

-¿Tú crees que puedo dormir? No tardes.

-Vale. No tardo.

Elena salió corriendo y se puso a hacer su ronda. Revisó tubos, leyó informes, cambió goteros con el coño ardiendo. Todo a prisa, para terminar lo antes posible. Tardó 55 minutos y volvió casi corriendo a la habitación de su supermancito.

Se asomó a la puerta, y se topó con un Superman... roncando. A pierna suelta, el muy jodío.

-¡Pero será capullo!

Entró, cerró la puerta, apagó la luz general y encendió la pequeña sobre la cama. Corrió las cortinas y bajó la cama al máximo.

-Este me come el coño como que me llamo Elena Gómez.

Se subió a la cama con cuidado, se puso sobre la cabeza de Juan, con una rodilla a cada lado, arremangándose la falda y, despacito, acercó su coño a la boca del bello durmiente. Le tapó la boca con su encharcado coñito, parándole el seco los ronquidos y despertándolo.

Juan se quedó perplejo. No sabía que pasaba. Tenía algo sobre la cara. El olorcillo, inconfundible, le encendió la bombilla.

-Elena...Uy, me traspuse un poco.

-¿Un poco? ¡Pero si movías las cortinas con los ronquidos! Come y calla.

Y valla si comió. En cuanto sacó la lengua y empezó a comerle el coño, Elena supo que no le había mentido. Era un magnífico come coños. Cerró los ojos y se empezó a restregar suavemente por la cara de Juan. La lengua la estaba volviendo loquita de placer.

 

-Ay, mi Superman lindo. ¡Qué rico! No pares... cómeme toda.... dios, que cosa más rica

Juan puso todo su empeño en darle el máximo placer a la chica. Le encantaba el olor y el sabor de su coño. Atrapó entre sus labios el inflamado clítoris, los sorbió y el cuerpo de Elena se tensó, atrapada por un intenso orgasmo que llenó la cara de Juan de jugos.

Ella no se quitó, ni Juan dejó de lamerla. Se llevó las manos a las tetas, acariciándoselas. La falda calló sobre la cara de Juan, cuya polla formaba ya una tienda de campaña bajo la sábana. En pocos minutos, Elena se volvió a correr, apretando los dientes para no gritar.

-¿Podifas dagfte la brrelta? -dijo Juan.

-Aggg... ¿Qué?

-Que si podifas dagfte la bretta.

Elena separó su coño de la boca de Juan.

-¿Qué dices, Juanito?

-Que te des la vuelta, coño.

Elena obedeció. Se bajó de la cama y se volvió a subir, esta vez mirando hacia los pies de Juan.

-Pónmelo otra vez en la boquita. Está riquísimo. Y échate hacia adelante.

-Tú lo que quieres es que te chupe la polla, bribón.

-Uy, chica lista, jejeje. Pero también quiero comerte el culito.

Elena se agachó sobre el cuerpo de Juan, apartando primero la sábana para descubrir la enhiesta polla. Se la metió en la boca y empezó a chupar al tiempo que Juan reanudaba la maravillosa comida de coño.

Pero no fue solo su coño lo que se comió. Su lengua lamió sin parar el culito de Elena, arrancándole nuevos gemidos de placer. Ella a veces se sacaba la polla de la boca, cerraba los ojos y disfrutaba de la lengua en su ojete.

-Elena, joder. Te quiero follar. Quiero clavarte la polla en el culito.

-Aggg, Juan, y yo. Pero no puede ser. Aún no. Dentro de unos días será todo tuyo.

-¡Cachis la mar! - se quejó Juan reanudando el cunnilingus y analingus.

Él gozaba de la experta boca de la chica, que no dejaba de mamar y mamar. Su mano izquierda la llevó a la maravilla de carne que tenía delante, le pasó el pulgar por la hendidura y se lo clavó a fondo en el culito al tiempo que sorbía entre sus labios el clítoris.

Elena no lo soportó. Se corrió restregándole el coño por la cara, llenándosela de jugos, con la polla fuera de la boca, pegada a su cara. Allí, en su cara, sintió el primer chorro de la corrida de Juan. Los siguientes los recogió dentro de su boca y se los tragó.

Los dos se quedaron quietos unos segundos, reposando del intenso placer recibido. Después, con cuidado, Elena se levantó de la cama. Juan vio que tenía un poco de semen en una mejilla. Lo recogió con los dedos y se lo dio. Ella se los limpió con la boca.

Todo terminó con un largo y tierno beso

-Bueno, cariño. Ahora duerme. Descansa.

-¿Tenía o no tenía razón yo?

-¿Sobre?

-Sobre lo buen come coños que soy.

-Jajajaja. Tenía Vd. toda la razón. Hasta... mañana.

-Hasta mañana, guapa.

Lo despidió con un último beso. Y con una amplia sonrisa desde la puerta. Miró por el pasillo que no hubiese nadie, se levantó la falda y le enseñó su perfecto culo. Él hizo un gesto como si se lo mordiera.

+++++

Juan llevaba ya siete días tumbado en la cama. Siete aburridos días y siete maravillosas noches. Las mejores de su vida. El doctor pasó a visitarle.

-¿Cómo estamos hoy?

-Hartito de esta cama, doctor. ¿Cuándo podré moverme un poco?

-Todo parece ir bien. Mandaré hacerte una placas y mañana veremos.

-Gracias doctor.

Al rato vino un enfermero y se lo llevó, cama incluida, a rayos. Allí le hicieron placas de ambas piernas. El técnico de rayos resultó ser un chistoso.

-Es un honor tenerle aquí. - le dijo, serio, el técnico.

-¿Honor? - preguntó Juan - Que no soy el rey, a pesar de las fracturas.

-Sé perfectamente quien es vd... Superman Estrello... Jajajaja

-JA JA.

-Venga hombre, no te molestes, que es broma.

-Empiezo a estar hartito de esa broma.

-Jajajaja. Es que Elena lo contó tan bien, con gestos de como volaste. Hizo hasta ruiditos de chof.

-Cabrona.

-¿Te has fijado en el peazo culo que tiene esa cabrona?

-¿Eh? No...

-Que raro. Pensé que estaría en tu ala.

-Sí que está, pero por la noches suelo, ya sabes, dormir.

-Intenté varias veces ligármela, pero tenía novio. Creo que ahora no tiene. Quizás le dé un tiento.

-Sí que tiene. Novio digo.

-¿Cómo lo sabes?

-Algo oí a las enfermeras. Un chico alto y guapo, dijeron.

-Lástima. Pero no soy celoso. Un polvete rápido y cada uno por su lado.

El que sí estaba celoso, y mucho, era Juan.

-No creo que sea de ese tipo de chicas.

-¿Qué tipo?

-De las que ponen cuernos.

-Tío, me he trajinado a más de una enfermera. Las casadas son las mejores, las más discretas. Solo quieren que les des caña a fondo, sin compromiso.

-Ella no.

-¿Cómo lo sabes si ni siquiera le has visto el culo?

La parte fanfarrona de hombre que tenía Juan deseaba callarle la boca a aquel capullo. Deseaba decirle que no solo se lo había visto, sino que se lo había tocado, chupado, lamido. Que le comía el coño por las noches y ella le hacía unas estupendas mamadas. Que dentro de poco se la iba a follar.

Pero no dijo nada. Se quedó callado.

Cuando terminó de hacerle las radiografías, el técnico llamó al enfermero para que se llevara a Juan de vuelta a la habitación.

-Bueno, que todo vaya bien. Y esta noche échale un vistazo a ese culito.

-Chao - dijo seco, Juan.

+++++

La siguiente mañana, el doctor entró con las radiografías en la mano.

-Bueno, Juan. Todo va muy bien. Los huesos han soldado correctamente.

-¿Ya puedo moverme?

-Sí. Bueno, nada de bailes, eh? Aún no puedes tener movilidad total. Por supuesto nada de sostenerte con los pies. Pero ya puedes sentarte en la cama y mover las piernas, con la ayuda de la mano. Vete poco a poco.

-Gracias doc. Algo es algo.

-¿Quieres dar un paseo?

-¿Paseo?

-Podemos traerte una silla de ruedas. Las tenemos especiales para estos casos. Quizás cuando venga tu madre ella podría darte un garbeo por el hospital. Arriba tenemos una terracita. El aire fresco te sentará bien.

-Estupendo doctor. Estas cuatro paredes empiezan a agobiarme.

-Bien, doy las órdenes. Hasta mañana.

Juan esperó con ansias la llegada de su madre. Ese día a ella le dio por llegar tarde.

En cuanto llegó, Juan llamó y aparecieron dos enfermeros con la silla. Era una silla de ruedas normal, pero con dos plataformas para poner las piernas. Bajaron la cama y entre los dos pusieron a Juan en la silla. Su madre miró la operación con el corazón en un vilo.

-Ay, no me dejen caer al niño.

-Tranquila, señora.

Y así, con los pies por delante, Juan dio su primer paseo. Su madre tiraba de la silla, hablando sin parar, aunque Juan no le hacía mucho caso. Miraba las habitaciones, a los pacientes. Le dijo que subieran al piso de arriba y se quedaron un ratito en la terraza, al sol.

-Agggg, que rico. Aire fresco.

-Tápate, que se te ve el culo.

-Uy.

Juan fue consciente en ese momento de que estaba casi desnudo. Pero no le importó. Ya se podía mover. O casi.

Esa noche, cuando Elena entró en la habitación, se lo encontró sentado en la cama.

-Ya puedo moverme... un poco.

-Lo sé. Lo leí en el informe.

-Esta noche te vas a follar a Superman.

-Ummmm

Se acercó a Juan y se besaron, con pasión. Él le acarició el culo por debajo de la falda. Desde aquel día ella siempre usaba falda. Ella le pajeaba la polla.

-¿Así que mi Supermancito me va a follar?

-Sí. ¡Coño!. Dime que tienes condones. Dime que tienes condones o me da algo.

-Uf, no tengo...

-¿Queeeeeeeee? AGGGGGGGGGGGGGGGGG

La cara de decepción de puso Juan fue todo un poema. Hasta la polla se le aflojó un poco. Elene acercó su boca a su oreja y le susurró.

-No te preocupes, cariñito mío. Empecé a tomar pastillas. Quiero que me llenes el coño de leche.

La polla recobró su dureza en el acto.

-¿Puedes esperar un poco a que termine la ronda?

-Qué remedio. Llevo días esperando. Puedo aguantar un poco más.

-Ummm vale.

Elena se metió la polla en la boca. ¡Cómo le gustaba aquella polla!

-Aggggg, para me corro.

-Uy, no no. Chao

Salió corriendo de la habitación e hizo la ronda a toda prisa. Sentía un agradable cosquilleo por todo el cuerpo. El coño le palpitaba. Cuando por fin terminó, fue con paso ágil a la habitación de su querido súper héroe.

Se lo encontró tal y como lo había dejado. Entró, cerró la puerta, pasó la cortina, bajó la cama y se subió sobre ella, con una pierna a cada lado del cuerpo de Juan.

-Si te duele algo, avisa, ¿Vale?

-Vale.

Le cogió la polla, acercó su coño y se la pasó a lo largo de la rajita.

-Aggg, dios, Juan, cómo te deseo.

-Fóllame Elena, fóllame yaaaaaaaaaaaaaa.

Elena puso la polla en la entrada del coño y se empezó a sentar. Cerró los ojos al sentir como la dura polla se abría paso dentro de ella, llenándola.

-Aggg, que rico, Juan.

Se sentó del todo, atenta a cualquier queja por parte de él. No la hubo. Se miraron a los ojos. Elena acercó su boca y se besaron, lentamente. La mano de Juan acarició su espalda.

-Por fin Elena, por fin.

-Sí. Al fin me has metido la polla.

-Jeje, bueno, más bien tú te la metiste.

Se besaron con más pasión. Elena empezó a moverse. Procuraba no restregarse contra él, que era lo que más deseaba. Solo subir y bajar. Solo sentir la polla entrar y salir de ella.

-Ummm que rico....me encanta tu polla. Me...encantas tú.

-Y tú a mí. Eres maravillosa.

Sin dejar de cabalgarlo, se abrió la camisa. No se había puesto ni camiseta ni sujetador, así que sus preciosos pechos quedaron a la vista de Juan.

-Wow. Que maravillas.

Le acercó un pezón a la boca. Juan, cual bebé, se lanzó a chuparlo mientras acariciaba la otra teta con la mano. Sentía el calor de su coño alrededor de su polla. El roce al entrar y salir de ella. No podría aguantar mucho aquel placer.

-Aggg, Elena.... me voy a correr rápido. No puedo más.

-Sí, sí... córrete, mi vida. Córrete dentro de mí. Lléname con tu lechita.

Ella aceleró sus movimientos. Su propio orgasmo se estaba disparando. Notó la polla empezar a tener espasmos. Notó el cuerpo de Juan tensarse y después la presión del semen que empezó a llenarla. No dejó de moverse hasta que su propio cuerpo se tensó y estalló. Se corrió notando aún como la polla de Juan seguía vaciándose dentro de ella.

Se quedó derrotada. Se apoyó contra el pecho de Juan. Con los ojos cerrados notó como él le acariciaba el cabello y le besa el cuello. Sonrió.

-Ummm, Juan...me siento llenita. De tu polla y de tu leche.

Se besaron, tiernamente, sin prisas, recuperándose del placer. Minutos después, Elena se levantó, con cuidado. Notó que el semen empezaba a salirse.

-Voy al baño a lavarme. No quiero ir dejando un rastro por los pasillos.

-Déjame limpiarte a mí. Con mi... boca.

Elena sintió un estremecimiento. Ningún hombre hasta ese momento le había pedio algo así. Sin duda, Juan era especial.

Bajó el respaldo de la cama, dejando a Juan acostado y como otras noches, se sentó sobre su cara, poniéndole el coño en la boca. Pero esa noche era distinto. Esa noche tenía el coño lleno de semen. Gozó como nunca de la sabia boca del muchacho, que le regaló dos maravillosos orgasmos y el dejó el coño bien limpito, sin rastro de su leche.

Después lo beso con deseo. Lo besó con amor.

-Bueno, cariño. Eres...maravilloso. Voy a seguir con lo mío.

-¿Volverás luego, antes de irte?

-¿Me follarás otra vez?

-Aunque sea lo último que haga.

-Vendré. Duerme un poco. Yo te despierto.

-Vale.

-Juan...Yo...

-Dime.

-No nada. Hasta luego, Superman.

-Hasta luego.

Salió de la habitación, mandándole un beso volado desde la puerta. Fue al baño a lavarse un poco y después se puso sujetador y camiseta. No era cuestión de ir tan ligerita al office con los demás compañeros.

Estuvo a punto de decírselo. Que le gustaba mucho. Que se estaba enamorando de él. Pero no sabía que sentía Juan. En pocos días le darían el alta y quizás ya no le vería más. Al menos disfrutaría hasta ese día.

Sobre las 6:30 volvió a la habitación de Juan. Se lo encontró plácidamente dormido. Como siempre, preparó todo, y se quedó de pie, al lado de la cama, mirándolo.

Era tan...apasionado, caliente, divertido. Le encantaba como le comía el coñito. Sentir su polla dentro había sido maravilloso. Estaba otra vez cachonda. Lo deseaba. Deseaba más.

Le quitó la sabana y apartó la batita. Ante ella apareció la polla, fláccida. Pensó que era la primera vez que la veía así. Se agachó y se la metió en la boca. En ese estado le cupo toda.

Le encantaba la sensación de una polla flojita en la boca, como se va endureciendo hasta que ya no le cabe. La acarició con la lengua, la chupó, notando como se iba hinchando. Cuando él le acarició el pelo, supo que se había despertado.

Siguió con la mamada hasta ponerle la polla bien tiesa. Después, la pajeó al tiempo que se morrearon y chuparon las lenguas.

-Elena, desde aquel día, el día en que... volé, no me que quitado tu culito de la cabeza. Quiero follártelo. Necesito follártelo.

-Cuando estés bien, será tuyo.

-No, ahora.

-Pero, cariño...Es... complicado.

-No, ya lo tengo todo pensado. Llevo días dándole vueltas, y ahora que puedo moverme, lo intentaremos.

-A ver dime

-Primero, junta la otra cama.

-¿La cama?

-Sí.

-A ver si puedo.

Elena quitó los frenos de las ruedas. Las camas eran nuevas, estaban bien engrasadas y pudo moverla con facilidad y sin ruidos. La pegó todo lo que pudo a la de Juan, pero quedó un huequito entre ambas de unos 10 cm. Juan, ayudándose del brazo bueno se acercó hacia el lado de la cama. Elena comprendió.

-Jeje, veo que el deseo te agudiza el ingenio.

-Sip.

Ella le ayudó a poner la pierna derecha sobre la otra cama. Él se puso la izquierda hacia el otro lado. Quedó abierto de piernas, dejando un buen hueco entre ambas. El respaldo de su cama lo puso a unos 45 grados.

-Bien, guapa, ven con papi.

La chica se subió a la cama y se arrodilló entre las piernas de Juan, de espaldas a él. Se levantó la falta y le meneó el culito.

-Así que mi Superman me quiere follar el culito.

-Joder si quiero. Desde que te vi meneándolo en la calle.

-¿Me vas a meter toda tu pollota en mi culito? Eres malo.

-Malísimo. Acércate.

Elena fue reculando, acercando su hermoso trasero a la dura polla que la iba a empalar. Juan la esperaba, con la polla agarrada.

-Vaya culazo, Elena. Vaya culazo que tienes. Dios, lo estaría mirando toda la vida.

El culo chocó contra los abiertos muslos de Juan. Cuando lo tuvo a su alcance, Juan le dio golpecitos con la polla por ambas nalgas.

-¿Por qué me pegas? ¿No he sido buena?

-Lo que estás es muy buena....Elena...

-¿Ujummmm?

-Te voy a meter la polla en el culo.

-Venga. Déjate de hablar y encúlame de una vez.

Juan se llevó los dedos a la boca y los ensalivó un poco. Después, lubricó el negro agujerito que iba a profanar. Elena gimió de placer anticipado. Por fin, después de tantos días, Juan iba a consumar su mayor deseo. Se agarró la polla, la apoyó contra el esfínter y apretó.

La punta de su polla, entró.

-Agggg, Juan...la has metido.

-Solo la puntita. Sigue tú.

Elena, despacito, se fue echando hacia atrás, clavándose centímetro a centímetro de la dura polla en las entrañas. No paró hasta que ya no pudo moverse más. Tenía casi toda la polla enterrada dentro de ella.

-Ummmm...Juan... Ya...ya está. Tengo tu polla dentro de mi culito.

Juan apenas podía hablar. Solo miraba la morbosa visión de la bella mujer empalada en su polla. La sentía apretada, caliente. Hubiese deseado tener las dos manos libres para amasar aquel soberbio culo, pero se conformó con la mano izquierda.

Elena empezó a moverse, despacito. Hacia adelante, hacia atrás, haciendo que la polla entrara y saliera de su culo. El coño le rezumaba jugos y más jugos. Metió la mano derecha entre sus piernas y se empezó a masturbar, sin dejar de moverse.

-Agggg, ¿Te gusta mi culito? ¿Te gusta follarme el culito?

-Elena...aaggg, me encanta tu culo.....que gusto...No pares...sigue moviéndote.

Ver como su polla entraba y salía del impresionante culo de la chica tenía a Juan lleno de placer. Ella se movía cada más fuerte. Hacia adelante y atrás, y también hacia los lados. De repente....

-Uy...uyuyuyuyui... coño - dijo Juan

-¿Qué pasa? ¿Te duele algo? - exclamó Elena, parando el seco.

-No, la cama, que se mueve. Se me va a caer la pierna.

-Me olvidé de ponerle los frenos.

Ella se levantó. La polla abandonó su cálido nido. Si hubiese tenido boca se hubiese oído un gran 'Noooooooo'. Pegó otra vez la cama y esta vez puso los frenos de las ruedas. Se volvió a subir y esta vez ella fue la que agarró la polla y la que la puso a la entrada de su culo. Se echó hacia atrás y se la clavó hasta el fondo.

Ahora buscada desesperadamente el placer supremo. Se movió con rapidez, adelante, atrás, follándose con la dura barra al tiempo que se restregaba el coñito con los dedos. El placer era tan intenso que no pudo aguantar más y se empezó a correr. Su mano se llenó de sus propios jugos y su culo se contrajo una y otra vez alrededor de la verga de Juan. Él tampoco pudo aguantar más y empezó a correrse con fuerza dentro de aquel magistral culo, a borbotones. No recordaba haberse corrido así jamás, con tantos chorros de leche.

Elena los sintió todos y cada uno de ellos. Seguía corriéndose cuando Juan dejó de hacerlo. Después, agotada, cayó hacia adelante, liberando la polla del buscado encierro.

Juan se quedó mirando el tentador culito. Lo acarició con ternura.

-Ummmm, ha sido muy rico, Juan.

-Nunca había gozado tanto con una mujer, Elena. Eres...maravillosa.

Ella se dio la vuelta, movió la pierna derecha y se acostó al lado de Juan. Se besaron con suma ternura. Ella puso un ratito su cabeza en su pecho.

-Me tengo que ir ya.

-Lo sé.

-Qué tengas un buen día, mi Superman estrellao

A Juan le empezó a gustar que ella lo llamara así. Miró como Elena devolvía la cama a su sitio y lo dejaba todo en orden. Se despidió de él con un último beso y otro desde la puerta.

+++++

10 días después, el médico le dio las noticias que tanto esperaba.

-Bueno Juan. Todo ha ido bien. Las últimas placas muestran que las fracturas sueldan como es debido. Creo que mañana puedes marcharte a casa.

-Yujuuuuuuuuuuu

-Jajaja. Pero no te aceleres. Aún estás convaleciente. Nada de sostenerte en pie por lo menos tres semanas más. Solo necesitas reposo y en tu casa estarás más cómo que aquí, supongo.

-Echaré de menos la comida de aquí, doc.

-Seguro. En cuatro semanas se cumplirán el mes y medio de la lesión. Vente para una revisión.

-¿Cuatro semanas más así?

-Ummm, algo más, me temo. La escayola del brazo te la podremos quitar al mes y medio, pero las de las piernas, mínimo dos meses y medio.

-Joder. Al menos estaré en casita.

-Sí. Te podemos prestar la silla de ruedas. Así podrás moverte. Ir al salón, etc. Pero nada de caminar.

-A sus órdenes.

Cuando se lo contó a su madre, a ésta se le saltaron las lágrimas. Al fin tendría a su niño en casa.

El día se le pasó volando. Solo pensaba en el día siguiente, cuando por fin saliese de esa habitación. Estaba feliz. Por la noche, cuando su padre se fue y se quedó solo, respiró hondo.

-Aggg, última noche en esta jodía cama... Última...

Su expresión cambió. De pura felicidad a tristeza total. La última noche. Eso significaba que era la última noche con Elena. No la vería más.

-Joder. Dita sea.

¿Qué haría sin ella? Era lo único bueno que le había pasado allí. Se puso a pensar. No podía dejarla.

+++++

Elena llegó a su hora. Se cambió de ropa y cogió los partes. Como siempre hacía, el primero que leyó fue el de Juan. Y cuando vio que al día siguiente le daban el alta, se le cayó el alma a los pies. No pudo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas.

-Joder. Tenía que llegar.

Respiró hondo y fue a verlo.

Se asomó por la puerta. Esperaba encontrarlo feliz, saltando de júbilo por volver a su casa.

-¿Cómo está mi Superman hoy?

-Bien - respondió, seco.

-¿Qué te pasa, cariñito?

Se acercó a él y le cogió la mano. Tenía el corazón encogido.

-Es que...mañana me voy a casa.

-Lo sé. Lo acabo de ver en el historial. ¿No estás feliz por eso?

-Sí, claro, pero es que...

.¿Qué pasa, Juan?

-Que ya no quiero irme. Quiero quedarme aquí... contigo.

-¿Conmigo? - dijo Elena con el corazón galopando en su pecho.

-Sí contigo. Elena... yo....

Juan le apretó la mano. La miró a los ojos.

-Yo....creo... No. Estoy seguro. Elena, te quiero. Te amo con todo mi ser.

-Oh, Juan. ¿Lo dices de verdad?

-Nunca había sido tan sincero. Me he enamorado de ti.

Dos lágrimas, de pura alegría, bajaron por las mejillas de Elena. Se abalanzó sobre él y se lo comió a besos.

-Mi amor, yo también te quiero. Te amo, mi Superman estrellao.

-¿Entonces? ¿Eres mi chica?

-Soy tu chica.

A Juan también se le escapó una lagrimita que trató de disimular.

Esa noche no hicieron nada. Solo se besaron y acariciaron. E hicieron planes de futuro

Elena fue a verlo a su casa todos los días. Cuando le quitaron las escayolas, lo acompañó a rehabilitación cada día.

Seis meses después del accidente le dieron el alta definitiva. Juan fue al hospital a despedirse del doctor y de las enfermeras. Cuando se iba, caminando feliz, de la mano de Elena, recordó una cosa. La cogió de la mano y la arrastró hacia una de las alas del hospital.

-¿Dónde me llevas, cariño?

-A rayos.

-¿A rayos? ¿Aún te quedan ganas de rayos?

-No.

Llegaron a la sala. Había algunos pacientes esperando. Sin soltarle de la mano, tocó. A los pocos segundos, el técnico abrió la puerta.

-Hola - dijo Juan, resuelto - Solo pasaba por aquí para decirte que tenías razón. Elena tiene el culo más lindo del mundo, y es tooodo mío. Chao

El técnico se quedó boquiabierto, casi tanto como Elena, Se quedó mirando como Juan y Elena se daban la vuelta y se marchaban. Vio como Juan le ponía una mano en el culo y se lo acariciaba a conciencia.

Cerró la boca.

FIN

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