Nuevos relatos publicados: 9

Pigmalión

  • 48
  • 7.643
  • 9,86 (7 Val.)
  • 0

Alba siempre fue la gordita del grupo. La que escuchaba los problemas de sus amigas. El apoyo de todas. La que escuchaba y consolaba cuando las demás dejaban o eran dejadas por sus novios. Ella nunca lloraba por eso. Simplemente porque nunca tuvo novio.

No era una chica fea. Más bien al contrario. Pelirroja, de piel blanca. Pero su exceso de peso era un lastre que la marcó desde niña, haciéndola retraída. Sobre todo con los chicos. Se sentía mal delante de ellos. Todas sus amigas tenían pareja. Todas menos ella.

Algunos chicos sí que intentaron un acercamiento. No les importaba que fuese algo gordita. Parecía una buena chica, de cara bastante agradable. Pero ella, o más bien su profunda timidez, los espantaba.

Sólo María, su amiga más íntima, la única que de verdad la conocía, sabía lo que Alba sufría. Trató muchas veces de ayudarla, pero nunca consiguió sacar a Alba del pozo en que ella misma se había metido.

-Coño, Alba. ¿Por qué le dijiste que no a Paco? Es un  buen chico. Sólo te invitó a ir al cine.

-Es que...no me gusta.

-¿Cómo que no te gusta? Pero joder, Albita. ¿Cómo te va a gustar nadie si no le das a nadie una oportunidad?

Conversaciones parecidas tenían las dos amigas cada vez que Alba rechazaba las proposiciones de algún chico. Hasta que llegó el momento en que los chicos dejaron de proponerle nada. No quedaban más en su círculo a los que rechazar.

-Te vas a quedar para vestir santos, Albita.

-Déjame María.

-Ay, ¿Qué voy a hacer contigo?

Estaban en casa de María. Había llamado a Alba para contarle algo

-Bien. ¿Qué me querías contar?

-Anoche lo hice

-¿El qué?

-Coño Albita. El que va a ser. Me acosté con Iván. Ya no soy virgen.

-Wow. Al fin te decidiste. Cuenta, cuenta.

María llevaba saliendo con el tal Iván un par de meses. Ya le había contado a Alba que él quería hacerlo casi desde el primer día, pero que ella no estaba segura. Le contó la primera vez que se besaron. La primera vez que él le metió mano. Como la masturbó hasta hacerla tener un rico orgasmo y como después ella lo masturbó a él hasta hacerlo correr con su mano.

Y ahora le contó como se habían besado. Como se habían acariciado y como terminaron desnudos sobre la cama. Le detalló lo que sintió cuando él la penetró y rompió su himen. Alba escuchaba embelesada, mirando como los ojos de María brillaban al recordar su primera noche de amor.

-¿Y qué tal? ¿Te gustó?

-Bueno, digamos que sí. Pero Iván se corrió enseguida y yo no llegué.

-Vaya.

-Espero que esta noche dure más, jajajaja

-¿Vas a volver a hacerlo con él?

-Claro que sí. Me gusta mucho Iván.

Esa noche, Alba, acostada en su cama, pensaba en su amiga. La imaginaba en brazos de Iván, un chico bastante guapo. La estaría besando, acariciado. Y después lo harían.

Cerró los ojos y se imaginó que era a ella a quien Iván besaba. Que era su cuerpo el que Iván acariciaba. Que eran los dedos de él y no los suyos lo que acariciaban su coñito, mojado y caliente.

Alba, como tantas y tantas noches antes que esa, se masturbó a oscuras en su cama hasta tener varios orgasmos que la dejaron relajada. Después, se durmió.

+++++

Pasó el tiempo. El grupo de amigos se fue separando. Unos eligieron estudiar fuera, otros empezaron a trabajar. Pero Alba y María siguieron juntas. Ambas eligieron la misma carrera y la misma facultad. Y Alba siguió siendo la que escuchaba. Aparecieron nuevas amigas y amigos.

En el nuevo 'círculo' algunos chicos intentaron, siempre en vano, salir con Alba. A pesar de las protestas de María, Alba nunca dio su brazo a torcer.

-¿Es que quieres ser virgen toda la vida, Albita?

-Coño María. Siempre con lo mismo. Déjame ya en paz.

María no la dejó en paz. Seguía buscándole chicos. Presentándoselos. Pero todos eran rechazados. O eran demasiado altos, o demasiado bajos. O muy flacos o muy gordos

-Aggggg Albaaaaaaaaaaaaaa. Que no te los tienes que quedar para siempre. Solo se trata de salir. De pasarlo bien, Y si surge, darle alegría al cuerpo y quitarte el tapón del chichi.

-No.

María no entendía la cerrazón de su amiga. Miles de veces le había dicho que era muy guapa. Que a muchos tíos no les importaba que estuviera un poco gordita, y que incluso a algunos hasta así les gustaba más.

María no comprendía que el problema de Alba estaba en su cabeza, enterrado a fuego en su mente. Que no se veía a sí misma como una mujer atractiva. Que creía a pies juntillas que ningún hombre la encontraría deseable. Que nadie jamás la llegaría a querer.

Y por debajo de todo eso, en lo más profundo, un enorme terror al rechazo. A llegar a sentir algo por otra persona y sentirse rechazada por su aspecto. La única manera de jamás sentir rechazo era jamás sentir nada por alguien, y para eso era necesario jamás dejar acercarse a nadie.

+++++

-El sábado es tu cumple, ¿No? - preguntó un día María

-Sí.

-Montemos una buena fiesta, Alba.

-No estoy para fiestas María.

-Pues te jodes. Que 25 años no se cumplen todos los días. Es más, sólo se cumplen una vez en la vida. Jajajaja

-Graciosilla.

-Pues perfecto. Yo me encargo de todo. Haremos un buen fiestorro, aquí, en tu casa.

-Como quieras - dijo con desdén Alba.

No tenía ganas de fiesta, pero sabía que cuando a María se le metía algo entre ceja y ceja no había modo de detenerla. Así que se resignó a tener una fiesta de cumpleaños.

"Bah.." - se dijo "se pondrán todos a bailar y beber y me dejarán en paz. Una vez que todos me den las felicidades podré sentarme tranquilamente"

Durante los días siguientes, Alba miró como María hacía los preparativos. Llamando a gente para invitar, empresas de cáterin, etc... Hasta la acompaño el viernes por la tarde a unos grandes almacenes para elegir el vestido. Por más que Alba protestó, al final compró el que María eligió. Uno azul, muy ajustado, hasta la rodilla. Alba se miró al espejo. No le quedaba mal. Resaltaba sus curvas, sus grandes pechos. Pero también resaltaba su barriga, su gordo culo. Sus brazos quedaban desnudos.

-Estás preciosa, Alba.

-Si tú lo dices.

Si hubiese sido una fiesta sorpresa, no lo hubiese soportado. Pero al ser algo planeado, pudo tranquilamente ir recibiendo a sus invitados poco a poco a medida que iban llegando. Recibía los consabidos besos, el clásico feliz cumpleaños. Eso sería todo.

Porque antes de la fiesta, había cogido a María en un rincón, y , pellizcándole con fuerza un brazo le dijo que nada de cantarle a coro Feliz Cumpleaños.

-Jajajaja. Está bien, Albita. Te cantaremos "Feliz, feliz en tu día"

-Cabrona.

-Jajajaja. De acuerdo. Nada de canciones. Pero mira que eres rarita.

Alba conocía a casi todos los invitados. Los que no conocía eran algunos novios o novias de alguno de sus amigos. Y tampoco conocía a uno que entró sólo. Nunca lo había visto.

María, al verlo, fue a saludarlo y lo llevó ante Alba.

-Alba, este es John, un... amigo. John, esta es Alba, la homenajeada.

John le cogió inesperadamente una mano y le dio un suave beso en la palma

-Encantado, Alba. Feliz cumpleaños

-Gra..gracias.

John la miraba fijamente a los ojos, con una suave sonrisa que dejaba entrever unos dientes blancos perfectos. No le había soltado la mano.

-Bueno, os dejo para que os vayáis conociendo.

A pesar de la mirada de hielo que Alba le echó a María, ésta se dio la vuelta y los dejó.

-¿De qué conoces a María? Nunca me había hablado de ti.

-Soy conocido de la familia. Estaba en la ciudad y amablemente me invitó. Espero que no te haya molestado.

-Oh, no, claro que no. Bueno...esto...tú mismo. La bebida y la comida son gratis. Sírvete algo.

-Gracias. Tengo sed. Me pondré una copa. ¿Tú quieres algo?

-No.

Alba se dio la vuelta y se fue en busca de María.

"Esta cabrona ya me quiere endilgar al amigo este, seguro", pensaba mientras la buscaba entre la multitud. Pero también se decía que no podía ser. Era demasiado guapo, demasiado atractivo. Los 'novios' que María había intentado adjudicarle durante tantos años eran chicos normales. Este era muy diferente.

La encontró riendo con unas amigas. La cogió del brazo y la llevó aparte.

-¿Quién es ese John?

-Un conocido de la familia. Estaba sólo y lo invité. ¿Qué pasa?

-¿Seguro? Mira que te conozco, María.

-Ay, Albita, como eres. No seas boba.

María se fue otra vez, dejándola con la palabra en la boca. No muy convencida, Alba se fue a sentar a un sofá.

A los pocos minutos, John apareció ante ella. Con dos vasos.

-No puede ser que en tu cumpleaños no bebas nada. Toma.

-Pero...

-Sin peros.

Algo cogió la copa. Miró a los ojos de John, pero apartó enseguida la mirada. No pudo aguantar aquellos ojos. Penetrantes, profundos. Negros como el tizón. Era un chico muy muy guapo. Llevaba barba de dos días que lo hacía aún más atractivo.

Se sentó junto a ella. Alba dio un respingo. El primer minuto se quedaron en silencio. Alba no sabía que decir. Nunca sabía que decir. No le salían las palabras. Se quedó mirando a su vaso.

-¿Estudias con María?

-Sí, este año terminamos, por fin.

-Bien, debéis ser buenas estudiantes, entonces.

-Bueno...normalitas

Empezaron a hablar. Más bien John empezó a preguntar y Alba a contestar. La voz de él era muy agradable. Y su conversación. Poco a poco Alba se fue sintiendo menos tensa.

Hasta que él le dijo:

-Ese vestido te queda muy bien.

Los colores se le subieron a la cara. Se puso roja como un tomate y el saber que él lo estaba viendo más roja la ponía. Se fue a levantar para salir corriendo, pero él la cogió con fuerza de la muñeca y no la dejó.

-Lo siento, perdóname. Te he avergonzado. Por favor, di que me perdonas.

Alba sentía un nudo en la garganta. Y calor en las mejillas. Luchó y al final pudo hablar.

 -No te preocupes - dijo, mirando al suelo.

Siguieron hablando, aunque Alba apenas le miraba. Poco a poco el rubor fue desapareciendo. Hasta que volvió con fuerza cuando él, tendiéndole una mano, le pidió bailar. Viendo su cara roja, le dijo.

-No te preocupes, Alba. En la zona de baile la luz está muy atenuada y nadie se dará cuenta de...tu rubor. No sería un cumpleaños sin un baile.

John se levantó. Alba se quedó sentada, aterrada. Nunca había bailado con un chico. Y menos con un tan guapo que John.

-Venga, Alba. Sé que puedes - le dijo volviéndole a tender la mano.

El corazón de la chica parecía que se iba a salir por su boca de lo fuerte que latía. Alba sentía su mano temblar cuando la levantó y se la dio a John. Él la ayudó a levantar y juntos fueron a la pista.

En ese momento podrían haber pasado dos cosas. Todos los que la conocían podrían haberse sorprendido de verla llegar a la pista en manos de un atractivo joven para bailar. Si alguien hubiese hecho le menor comentario, Alba hubiese salido corriendo y entonces sí que jamás volvería a bailar con nadie.

Pero nadie dijo nada. Nadie pareció percatarse. Siguieron hablando unos, bailando otros. María, la buena María, los había aleccionado bien. Les hizo prometer que esa noche dejarían a Alba en paz. Ninguna broma, ningún doble sentido. Simplemente que la ignorasen.

Y eso hicieron. No prestaron atención a Alba. No miraron como John le ponía las dos manos de ella en sus caderas y como él ponía las suyas en las caderas de Alba.

Y en el día de su 25 cumpleaños, Alba tuvo su primer baile con un chico. Un atractivo y guapísimo chico. Sólo María, desde lejos, los miraba.

Alba casi se olvidó de todo. Sólo sentía como sus manos le quemaban al sentir los duros músculos de las caderas de John. Como él se mecía lentamente al son de la suave música, llevándola a ella. Torpe al principio, poco a poco fue aprendiendo a seguirlo. Poco a poco se fue atreviendo a mirarle a los ojos. Aquellos penetrantes ojos, apenas ahora visibles en la semioscuridad de la pista de baile.

Después de ese vinieron más bailes. John se pegaba cada vez más a ella. Al final, sus cuerpos se pegaron totalmente.

Alba estaba como flotando.

Las horas fueron transcurriendo. Los invitados empezaron marcharse, quedando cada vez menos gente. Hasta que sólo estaban John, María y Alba.

-Bueno, Alba, me voy ya - le dijo María acerándose a ellos.

-¿Te...vas?

-Sí.

Alba miró a María, y le hizo una seña hacia John, como pidiéndole que se lo llevara con ella. Que no la dejase sola con él.

María la cogió de una mano y la llevó hacia la puerta.

-Alba, aún no te he dado mi regalo.

-Coño, déjate de regalos. Llévate a tu amigo.

-Alba...John es mi regalo.

-¿Queeeeeeeeeeeeeeee?

-Lo que oyes. Es mi regalo para ti. Espero que lo disfrutes.

María intentó abrir la puerta para marcharse, pero Alba de un manotazo se lo impidió.

-¿Quieres decir que...?

-Sí, eso mismo. John es un gigoló. Un prostituto, si quieres llamarlo así.

-¿Estás loca?

-No, estoy harta de verte así. Te quiero, Alba, y deseo que por una noche seas feliz. Que tengas placer. Llevo años intentando en vano buscarte pareja, pero ya me di cuenta de que es imposible. No quieres a nadie. Por eso John es perfecto. El te dará todo el placer que tu cuerpo necesita. Es bueno, me he informado. Así que no seas boba y aprovéchate.

-¿Me has alquilado un puto? María..¿ME HAS ALQUILADO UN PUTO?

-Sí si sí. Un puto. Para que te folle bien follada de una jodía vez y sepas lo que te estás perdiendo por no atreverte a tenerlo con nadie. Ya está pagado. Y no es nada barato. Es mi regalo, pero haz lo que quieras con él. Dile que se vaya si te da la gana. Pero serás una estúpida si lo haces.

María le quitó la mano de la puerta, la abrió y se marchó, dando un portazo. Alba se quedó petrificada. ¿Cómo se había atrevido María  a esto?

El cuerpo le hervía, pero ahora de rabia y no de vergüenza. Entró en el salón y miró a sofá en donde John esperaba, sentado. Se acerco a él.

-Vete.

-¿Cómo?

-Que te largues.

-¿Por qué?

-Sé lo que eres y a lo que has venido. Fuera de mi casa.

-¿No te gusto?

-Que te vayas, joder.

John no era de los que se acobardan. Y no era de los que les gusta ser rechazados.

-Siéntate a mi lado, Alba

Ella lo miró con los ojos abiertos, sin creer lo que decía.

-Vete, John.

-Coño, Alba. No seas niña. No te voy a morder. Sólo quiero que te sientes un momento a mi lado.

Lo dijo de una manera enérgica, que dejó callada a Alba. Él la cogió de una mano, y tirando de ella, la hizo sentar a su lado.

-¿Cuál es el problema?

-No hay ningún problema. Simplemente, vete.

-¿Es que me encuentras atractivo?

-Eres un...prostituto.

-¿Y?

-¿Cómo que y?

-Sí, ¿Y?. Lo soy. Soy tu regalo de cumpleaños. Hecho por tu mejor amiga. ¿Por qué no te dejas llevar? Lo pasarás muy bien, te lo aseguro. Soy muy bueno en mi trabajo.

-No.

-¿Es que acaso prefieres...a las mujeres?

-No soy lesbiana.

-¿Entonces?

-Entonces es que no quiero.

-Noté como te estremecías cuando bailábamos.

-No sabía que eras.

-Ahora lo sabes. ¿Cambia eso algo?

-Todo.

-Mírame, Alba. Mírame.

Alba levantó la mirada. Se quedó mirando aquellos bellos ojos negros.

-Puedo darte mucho placer, hacerte gozar.

Lentamente, una de las manos de John se posó en la rodilla de Alba. Ella no se movió. Seguía mirándole a los ojos. Pero sentía la mano en la rodilla. Y también sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Un hombre la estaba tocando. Cobraba por ello, sí, pero la estaba tocando.

El estremecimiento aumentó cuando la mano de John empezó a bajar, introduciéndose por debajo de su vestido azul.

-Tienes una piel muy suave, Alba.

Otra vez el corazón de Alba empezó a latir con fuerza. ¿Y si se dejaba? ¿Y si María tenía razón? Estaba claro que un hombre como John jamás se sentiría atraído por una mujer como ella. Estaba claro que ella, por miedo al rechazo, no se abriría a ningún hombre. Pero John.... él no la iba a rechazar. Era su trabajo. Después se iría para siempre. Pero antes la haría sentir lo que era estar con un hombre. Y era tan...guapo, tan hermoso.

La mano a medio muslo la sacó de sus pensamientos. Lo miró. Él sonreía. Y la mano siguió adentrándose entre sus piernas. Hasta que llegaron casi a las bragas. Pero ella las mantenía juntas y no pudieron seguir adelante.

-Separa un poco las piernas, Alba. Déjate acariciar. Sólo eso, acariciarte.

Lo dijo moviendo los dedos, rozando su piel con las yermas. Alba empezó a sentir cosas que nunca había sentido con un hombre. Mirándole a los ojos, abrió ligeramente las piernas. La mano de John siguió su camino hacia sus bragas. Cuando Alba notó los dedos allí, se estremeció toda.

John tenía gran experiencia con las mujeres. Se había acostado con muchas, y las conocía bien. No se lanzó directamente a por su coño. Le acarició las ingles, haciendo que sus dedos rozaran las bragas, pero sin tocarlas directamente. Y la miraba, sonriendo. Ella le aguantaba la mirada. Sólo la desviaba de vez en cuando.

Alba sentía como la excitación se apoderaba de ella. Como cuando por las noches, en su cama, recordaba alguna película romántica. Alguna escena subida de tono. Sólo que ahora no había películas. No se imaginaba nada. Una mano la estaba acariciando. Y el dueño de la mano la miraba, tan guapo. Abrió más las piernas, mordiéndose el labio inferior.

Esa fue la señal que John esperaba. Ahora sí que recorrió con los dedos la braguita. Justo a lo largo de la hendidura. Notó calor. Notó... humedad.

-Umm, estás excitada, Alba. ¿Te gustan mis caricias?

-Sí...me gustan - dijo, desviando la mirada y sonrojándose ligeramente.

-Eres muy tímida, Alba. Conmigo no tienes que pasar vergüenza. No te voy a juzgar. Estoy aquí sólo para darte placer

John apartó con los dedos las bragas y los metió por debajo. Ahora acarició lentamente aquel mojado coñito. Alba cerró los ojos y gimió de placer.

Los abrió como platos cuando él la besó. Se separó y lo miró, asombrada. Le había dado su primer beso. John encontró su clítoris y lo frotó. Alba gimió nuevamente y cerró los ojos. Él aprovechó para volver a besarla y esta vez ella no se apartó. Se dejó besar por aquellos labios que la quemaban, mientras John seguía frotando y frotando su botoncito del placer.

Fue todo intenso. Su primer beso de verdad. Su primer orgasmo con un hombre. Alba estalló en aquel sofá, arqueando su espalda y sintiendo el mayor placer de su vida. Largo, intenso. Fue sacudida por varios espasmos. La boca de John no se separó de la suya ni un instante. Sólo lo hizo cuando ella se relajó.

La miró. Los ojos cerrados. El pecho subiendo y bajando al ritmo de su agitada respiración. Alba, lentamente, abrió los ojos. Se miraron. Ella, por primera vez, sonrió. Los dedos ahora no se movían.

-¿Te ha gustado?

-Sí...uf...sí - respondió Alba, apartando la vista y ruborizándose otra vez.

-Mírame, Alba. No tengas vergüenza. Estamos tú y yo solos.

Alba respiró hondo y le miró. Seguía roja.

-Qué tímida eres.

-Lo siento. No puedo evitarlo. Yo...nunca....

-Lo sé. María me lo contó todo.

-Cabrona.

-Shhhh, no digas eso. Ella te aprecia mucho y sólo quería que el día de tu cumpleaños fuera especial.

John movió los dedos ligeramente y ella gimió.

-Tengo un método infalible para que pierdas tu vergüenza.

-No creo que la pierda nunca.

-Claro que la puedes perder. O al menos disminuirla al mínimo. Todo se puede aprender en esta vida. Se puede cambiar.

-¿Cuál es ese método? - preguntó, curiosa.

-Quítate las bragas.

-¿Queeeeeeeeeeee?

-Jajajaja. Confía en mí.

Él tiró de las bragas. Alba cerró con fuerza las piernas, asustada.

-Venga, mujer, que no te voy a morder. Déjame hacerlo.

Cedió un poco. Las bragas se movieron algo hacia abajo.

-Levanta el culete.

Se lo pensó unos segundos, y obedeció. Levantó el culo, John tiró de las bragas y éstas aparecieron por debajo del vestido. Él, diestramente, las llevó hasta los tobillos y se las quitó.

Alba estaba sentada junto a un prostituto que hacía pocos minutos la había masturbado hasta hacerla correr como nunca, que acababa de quitarle las bragas y la miraba sonriendo. Si le dicen que iba a estar así, hubiese pensado que el que lo decía estaba majareta.

-La mayor parte de las veces - empezó a decir John - la timidez no es más que el reflejo de nuestras inseguridades. Creemos que somos menos que los demás, que nos mirarán por encima del hombro. Que hablarán a escondidas.

-¿Eres prostituto o psicólogo?

-Jajajajaja. Este trabajo te hace conocer a mucha gente. Mujeres que no se sienten atractivas y que pagan por sexo. Mujeres que no tienen tiempo de una relación estable y quieren simplemente pasar un buen rato, pero están hartas de tanto imbécil que no sabe follarlas. Con el tiempo he aprendido a saber lo que quieren. Sé cual me contrata porque no se siente atractiva y cual me contrata porque es lo más fácil y rápido.

-Conmigo no te vale. No te he contratado.

-No, es verdad. Pero sé cual es tu problema - le dijo, mirándola fijamente a los ojos, serio

-¿Sí? ¿Cuál es mi problema? - le dijo, desafiante.

-Que tienes una idea de ti...falsa, equivocada.

-¿Cómo dices?

-Mira, Alba. Estás...gordita

Alba lo miró enfadada. Eso ya lo sabía ella. No hacía falta que ningún... puto, se lo dijera. Se tensó, intentando levantarse, pero él la retuvo.

-Sí, estás gordita. Y piensas que los demás te ven así, como una gordita. Que no le gustarás a nadie...a ningún hombre. Esta sociedad te ha metido en la cabeza a fuego eso. Que para ser atractivo hay que tener 60-90-60. Y eso es mentira. Casi nadie tiene 60-90-60. Cada uno es como es. Y la mayoría son felices. ¿Sabes lo que yo veo al mirarte?

-¿Qu..qué ves?

-Veo a una mujer. Sí, más rellenita que muchas, pero menos que otras. Veo a una mujer hermosa. Tu cara es muy linda, Alba. Tu pelo rojo es precioso. Y no creas que eso sólo lo veo yo. Muchos hombres lo ven. María me lo ha contado. Cómo has ido rechazando uno a uno a todos los que han intentado acercarse a ti.

Alba se quedó callada. Todo lo que John le decía era cierto. Pero era la primera vez que un hombre se lo decía a la cara. Miró hacia el suelo. John le levantó la cara con una mano y la volvió a besar.

-Eres hermosa, Alba. El día que te lo creas, será feliz.

Y besándola, volvió a acariciarle el coñito, ahora sin bragas. La volvió a excitar. Notó como se empezó de nuevo a mojar, a gemir en su boca

-Agggg, John...

-Siente mis dedos...Alba...Déjate llevar...

Eso hizo. Se dejó llevar. Se olvidó de todo y se concentró en el placer que estaba recibiendo. Sentía aquellos maravillosos dedos frotar su coño sin cesar. Se iba a correr otra vez. Y esta vez quería gritar.

Pero cuando estaba a punto de correrse, él paró. Sacó su mano de debajo de la falda. Ella lo miró, implorándole con la mirada que siguiera.

-Te dije que tenía un método para hacerte perder la vergüenza. Crees que tu cuerpo no es bonito. Temes enseñarlo. Pues tienes que hacerlo. Alba...quiero que abras las piernas. Quiero que me enseñes tu coño.

Ella le miró como si le hubiese pedido que se tirara por la ventana.

-Venga mujer. Ya sé que te cuesta. Que nunca le has enseñado la parte más íntima de tu cuerpo a nadie. Pero te aseguro que si lo logras, te sentirás mejor. Será como liberarte.

Le puso la mano en la rodilla. Ella había cerrado las piernas, ahora con fuerza. Empezó a acariciarlas, con suavidad.

-¿No me enseñas tu tesorito? Seguro que es precioso, Alba. Los que más me gustan son los pelirrojos. Me vuelven loco. Enséñamelo. Abre las piernas y desnuda tu alma para mí.

El corazón de Alba latía desenfrenado. En sus sienes sentía el tumb-tumb de cada latido. En su cabeza había una lucha terrible de ideas, de pensamientos. El deseo de hacerlo. El miedo de hacerlo. Todo junto al mismo tiempo. Y John, mirándola, con aquella encantadora sonrisa, acariciando su piel.

Él sintió que la presión de las piernas disminuía.

-Bien....Bien... sigue Alba. Lucha contra tu vergüenza. Lucha. Estamos solos. Tú y yo. No hay nadie más.

Las piernas se fueron abriendo lentamente, separándose. Llegó un momento que el vestido impidió que se abrieran más, pero John, tirando de éste hacia arriba permitió que siguieran abriéndose. La cara de Alba estaba muy roja. La chica sentía su tremendo calor, en sus mejillas. No lo soportó y tuvo que desviar la mirada hacia otro lado. Se quedó con las piernas medio abiertas. El vestido azul impedía ver.

-Un poco más. Ya casi está. Ultimo esfuerzo.

Alba cerró los ojos, cogió aire y abrió las piernas. Bien abiertas. Continuó con los ojos cerrados. Se hizo el silencio.

John miró el coñito de la chica. Era en verdad un precioso y pelirrojo coño. De labios marcados, vello de aspecto suave. Brillaba, aún mojado de excitación.

-Ummmm Alba. Que preciosidad de coño tienes. Es la cosa más linda que he visto en mi vida.

Ella no podía hablar. Se sentía completamente expuesta. Se sentía desnuda. Y además, se sentía excitada.

-Mírame Alba. Mírame

Abrió los ojos y giró lentamente la cabeza. Sus miradas se encontraron. Él sonreía.

-Me encanta tu coño, Alba. De verdad te lo digo. Es un coño muy bonito. Excitante.

-Eso se lo dirás a todas tus... clientas.

-Jajajaja. Bueno, claro que las piropeo a todas. Les digo cosas lindas, que las hagan sentir bien consigo mismas. Algunas veces es verdad, otras no tanto. Esta vez es verdad. Me gusta tu coño. Me excita tu coño.

Al oír aquellas palabras, los ojos de Alba fueron automáticamente hacia el pantalón de John. No había mirado hacia allí hasta ahora. Allí debajo había algo largo y que abultaba. Él vio hacia donde ella miraba.

-Sí, tengo la.....polla dura. Ya casi lo has logrado. Falta que hagas una cosita más.

-Si abro más las piernas, me descoyunto.

-Jajajaja. No, no tienes que abrirlas más. Están perfectas así. Tienes que... abrir tu coñito. Ábretelo con los dedos. Enséñamelo todo. Y no apartes la vista. Mírame mientras lo haces.

Ya que había llegado hasta ese punto, Alba se dijo que sería tonto no seguir. Mirando a John, acercó sus manos a su coño y tirando de los labios, lo abrió. Los ojos de John quedaron clavados en el coño abierto. Lo de Alba, en los ojos de él. Seguía colorada, menos que antes. Pero ahora era más de excitación que de azoramiento.

-Ummmm te lo repito. Tu coño es una preciosidad.

-Gracias - respondió Alba, sonriendo.

John se sentó más pegado a Alba. Acercó una mano, cogió una de las de ellas y la llevó hasta su polla. La apretó contra ella

-¿Notas lo dura que me la has puesto?

Lo notaba. Claro que lo notaba. Debajo del pantalón había algo duro. Casi sentía que palpitaba. Pero era su mano la que lo hacía. Era su corazón el que bombeaba con fuerza. John quitó su mano. Alba dejó la suya sobre la polla. La primera polla que tocaba. Apretó un poco. Sintió como su coño tenía un espasmo.

John se acercó a ella y le besó las mejillas. Después, lentamente, le fue dando besitos hasta llegar a su cuello. Ella olía suavemente a perfume. Le susurró.

-Alba..¿Alguna vez has tocado una polla?

-No...nunca....

-¿Quieres tocar la mía?

Ella sólo la apretó, mordiéndose el labio. Aún no se atrevía a decirlo.

-Venga. Dilo. Di lo que deseas.

-Sí...lo deseo.

-¿El qué?

-Tocarte... la...polla

John se bajó la cremallera, metió su mano y se sacó la polla. Alba la miró, con los ojos abiertos como platos, casi sin respirar. Le pareció una polla enorme.

-¿Qué te parece? ¿Te gusta mi polla?

-Es...enorme.

-Jajaja. No tanto. Sólo un poco por encima la media. Venga. Acerca tu mano. Agarra tu primera polla.

No tuvo que repetírselo. Alba alargó su mano derecha y agarró la dura polla de John. Casi se hace sangre en el labio de lo fuerte que se mordió.

La polla era caliente. Dura y suave a la vez. Y la sentía latir. Su coño se mojaba más y más. John la miraba, sonriendo. Miraba como los ojos de la chica estaban clavados en su polla. Como brillaban. La miraba casi con adoración. Alargó una mano y la puso alrededor de la mano de Alba que asía su polla. La empezó a mover, lentamente. Arriba...abajo...arriba...abajo..

-Ummmm, eso es Alba. Me estás masturbando. Me estás haciendo una paja. Me encanta tu manita.

Ella enseguida aprendió. John le soltó la mano y ella siguió sola, sin apartar sus ojos de la polla. Lo hacía despacito, apretando. De vez en cuando miraba a John a los ojos, buscando su aprobación. El tenía una expresión de placer. Placer que ella le estaba dado. Eso la excitaba más.

-Bésame Alba. Dame un beso.

Sin soltar la polla, se acercó a él y se empezaron a besar. Al principio tímidamente. Poco a poco, con más pasión. Alba empezó a gemir cuando sintió los dedos de John empezar a frotar su coño. Nunca había estado tan mojada como en ese momento. Cerró los ojos y besó al hombre cuya polla acariciaba.

John encontró su clítoris y lo frotó con las yemas de dos dedos. Sabía que ella se correría pronto. Conocía a las mujeres, y Alba estaba a punto de estallar.

El orgasmo fue arrollador, intenso. Apretó con fuerza la polla al tiempo que todo su cuerpo se tensaba. Su coño se mojó más, expulsado jugos que John esparció, dejando toda la zona pegajosa.

Cuando dejó de correrse, Alba se quedó floja. Su cara cayó

sobre el pecho de John. Se quedó unos segundos así. Las piernas abiertas. Apoyada sobre él. Y la polla, agarrada, como si temiese que se escapase.

-Alba...

-Ummm, dime, John

-Desnúdate.

Ella sintió una punzada de pánico. Eso significaba que él vería su cuerpo. Ese cuerpo que la había avergonzado durante toda su vida. Pero la polla que palpitaba aún en su mano, la convenció. Cerró las piernas, se sentó en la punta del sofá y apartó su bello cabello rojo. John bajó la cremallera y tiró del vestido, que cayó hacia adelante.

John miró la blanca piel de la chica. Sus tetas, aún escondidas tras el sujetador. Ella vio como él la miraba.

-Por favor, no me mires.

-Eres hermosa, Alba.

-No lo soy. Estoy...

No la dejó terminar. Le tapó los labios con un dedo, haciéndola callar.

-Ponte de pie.

Alba se levantó. El vestido cayó al suelo, John la hizo ponerse delante de él. Llevó sus manos a su espalda , diestramente, le desabrochó el sujetador. Se lo quitó y lo tiró al otro sofá. Alba quedó completamente desnuda ante él.

Los ojos de John recorrieron el cuerpo de Alba. Su cara cada un poco por encima de su ombligo. Acercó sus manos a los brazos de ella y los acarició.

-Tu piel es muy suave y fina.

Se acercó y le dio un beso, justo entre el ombligo y las tetas. Fue como si a Alba le dieran un latigazo. Un latigazo de puro placer.

-Ummmmm - gimió

John empezó a darle besitos. Tiernos besitos por su barriga. Fue subiendo hasta llegar a sus grandes tetas. Dos grandes y hermosas tetas blancas, coronadas por dos pezones color canela, que parecían estar muy duros

-Me encantan tus tetas, Alba. Son dos tetas preciosas.

Las empezó a lamer, a besar. Chupó y lamió cada pezón. Alba gemía de placer. Y otra vez su coño rezumaba jugos. Aquel hombre la excitaba hasta límites desconocidos para ella.

Le dio la vuelta. Admiró su gordo culo. Relleno, grande, pero bien formado. Redondito. Le dio besos en cada nalga que hicieron reír a Alba. Sentía cosquillitas con cada beso.

Después, la hizo tumbar en el sofá. Con delicadeza le hizo abrir las piernas. Esa vez ella no sintió vergüenza. Le gustó como él la miraba. Como le miraba el coño. John se tumbó a su lado - el sofá era bastante amplio - y la besó. Lentamente, besando cada centímetro de piel, fue bajando.

Su cuello...su clavícula. Su pecho...Sus tetas. Se entretuvo un poco en los pezones, para seguidamente, seguir bajando. Besó de nuevo su barriga. Llegó incluso a meter la lengua en el ombligo, lo que hizo que Alba se encogiera, riendo.

Y siguió bajando. A medida que se acercaba al coño, los gemidos de Alba iban en aumento. Se estremeció de pies a cabeza cuando él le besó el pubis.

-¿Sabes cuál es mi especialidad, Alba?

-Ummmm no...

-Comer coñitos. Todas se derriten en mi boca. Y el tuyo me encanta. Ardo en deseos de comértelo...si tú quieres, claro.

-Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii - gritó Alba- siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

John sonrió, bajó su boca, lamió la raja de abajo a arriba y Alba se corrió. Se arqueó sobre el sofá, cerró los puños con fuerza y apretó los dientes. La boca de John se llenó de jugos, sabrosos jugos que degustó. No dejó de lamer y de chupar durante los largos segundos que duró el orgasmo de Alba.

Cuando ella se relajó, empezó de verdad a comerle el coño. Su lengua recorrió cada pliegue, cada rincón de aquel rico coñito. El clítoris sufrió constantes ataques. Unos cortos. Otros rápidos. A veces apenes rozándolo. Otros chupándolo y atrapándolo entre los labios.

Con los ojos cerrados, Alba no dejaba de gemir. Se corría una y otra vez gracias a la endiablada boca de John. Su lengua parecía tener vida propia. Lamía justo donde más placer le daba. Los labios chupaban justo en donde más sensible era.

Perdió la cuenta de los orgasmos que tubo. John no se cansaba. Seguía chupando, lamiendo, buscando hacerla correr una y otra vez. Hasta que ella ya no pudo más. Su cuerpo estaba agotado de tanto placer y tirando de su cabeza, lo apartó.

Él sabía bien que ella había llegado al límite...por ahora. Se apartó y se tumbó junto a ella. La miró. Alba tenía los ojos cerrados. Una expresión de paz en su rostro.

John se dijo que era una lástima que ella fuese tan tímida. Le pareció un chica atractiva. Su rostro era bello. Sólo necesitaba quererse un poco a sí misma y sería feliz.

La estuvo mirando más de un minuto, hasta que ella abrió los ojos.

-Creí que me iba a matar de placer.

-jeje, de eso no se muere.

La besó. Alba notó el sabor salado de su propio coño en la boca de John. No le importó y buscó su lengua con la suya. Contra uno de sus muslo notó la dura polla.

John se apoyó en un codo. Sonriendo, con una mano se fue desabrochando los botones de su camisa. Se la quitó. Alba se quedó maravillada con su cuerpo. Cuerpo de adonis. Musculado, sin apenas grasa. Lo miró embelesada.

-Puedes tocarme, si quieres.

Claro que quería. Recorrió sus pectorales, sus abdominales.

-Eres hermoso.

-Gracias. Mi trabajo me cuesta. Horas de gimnasio.

-Pues te cunden mucho esas horas.

La mano de Alba fue bajando. Llegó al pantalón y bajó más. Hasta agarrar la polla.

-Desabróchame el pantalón.

Siendo la primera vez que lo hacía, le costó, pero al final lo logró. John se los quitó y los dejó en una esquina del sofá. Ahora los dos estaban desnudos. La mano de Alba volvió rápidamente a coger la dura polla. El llevó una de las suya al coño. Buscó la entrada de la vagina y la penetró con un dedo. Enseguida notó el himen. Y notó como Alba se tensaba. La miró.

-Para muchas mujeres, la primera vez quieren que sea algo especial. Con el hombre a que aman.

-Yo no amo a ningún hombre.

Sacó el dedo y frotó su clítoris. Alba gimió.

-¿Quieres que sea yo, Alba? ¿Quieres que sea el primero?

-Tengo miedo.

-No tienes por qué. Seré muy delicado.

-¿Tú lo deseas? Si no te hubiesen pagada... si yo no fuese una clienta...¿Querrías hacerlo conmigo?

-Alba... te aseguro que en estos momentos lo que más deseo es... follarte.

-¿De verdad?

-De verdad. Deseo follarte, Alba. Lo deseo. Te deseo.

Aquellas palabras y la polla palpitante en su mano convencieron a Alba, derrumbando sus últimas murallas.

-Y yo... te deseo, John...Deseo que me folles. Deseo que me desvirgues de una jodida vez.

John buscó algo en su pantalón, que había dejado . Sacó un preservativo envuelto en su plateado y cuadrado envoltorio. Lo abrió y sacó la gomita.

-Me imagino que nunca has puesto un condón.

-Nunca.

-Pónmelo tú.

John se arrodilló y le dio el preservativo. Le indicó como tenía que ponerlo. Alba, un poco nerviosa, no pudo al principio. Él la ayudó a meter la punta y después ella lo fue desenrollando a lo largo de la polla. Mientras lo hacía, pensaba que esa polla iba a estar en pocos instantes dentro de ella. Seguía el miedo, pero el coño le palpitaba de deseo.

John sabía lo que se hacía. Sabía como tenía que tratar a aquella chica. Sería delicado. Haría que su primera vez fuese algo para recordar toda la vida. Se colocó entre sus piernas. Y empezó a pasarle la punta de la polla a lo largo de la rajita de su coño, mirándola a los ojos. Llevó una mano hasta una de las tetas y la acarició. Alba gemía de placer.

-¿Estás lista? ¿Estás lista para que te folle, Alba?

-No...sí..sí...no...uf.

Presionó con la polla sobre el clítoris. Ella se contorsionó de gusto. Más cuando la polla empezó a frotarse una y otra vez sobre su botoncito del placer.

-Cuando estés lista, pídemelo y lo haré. Cuando me lo pidas, te follaré.

-Agggggg dios...

Siguió frotándola, acariciando sus tetas, esperando el momento que sabía que llegaría. Alba, con los ojos cerrados, con las palabras en su mente pero sin salir de su garganta, se retorcía sobre el sofá, hasta que mirándole a los ojos, le gritó.

-Fóllame. Fóllame yaaaaaaaaaa

John bajó  un poco su polla, la puso en la entrada de la vagina, y de una sola estocada se la clavó hasta el fondo, rompiendo el himen. El cuerpo de Alba se tensó, al sentir la punzada de dolor al romperse su virginidad. Él se echó sobre ella, la besó.

-Tranquila. Es dolor se pasará. Ahora sólo siénteme dentro de ti.

Siguió besándola con ternura. Acariciándola. La tensión del cuerpo de Alba fue cediendo. Poco a poco fue respondiendo a los besos. El dolor fue desapareciendo, y pudo empezar a sentir. Y lo que sintió fue plenitud. Sintió su coño lleno de la dura polla de John. Sus besos, sus caricias. Empezó a gemir suavemente de placer. John, lentamente, comenzó a moverse.

-Agggggggg

¿Me sientes, Alba? ¿Sientes mi polla llenando tu coño?

-Sí....es...maravilloso.

La polla entraba y salía, despacito. Entrando hasta el fondo, quedándose allí un par de segundos, y volviendo a salir. Cada vez un poco más rápido. Y cada vez, ella gemía. John comenzó entonces a follarla en serio.

-Agggggg que...ricooo...sigue..sigue follándome así....ummmmmm

Besó y lamió su cuello, sin dejar de follarla. Sentía su cuerpo caliente debajo del suyo. Sentía su polla abrazada con fuerza por su apretado coño. Le gustaba follarse a aquella chica.

Aceleró sus embestidas. Buscaba hacerla estallar. Sólo así podría él después tener su parte. Sólo así su trabajo estaría hecho. Por eso se concentró sólo en el placer de ella. Clavándole la polla y buscando el máximo roce con su clítoris, con las paredes de su vagina. Lamiendo y chupando sus pezones.

Alba, con los ojos cerrados, gozaba de todo ello. Su cuerpo hervía de placer. Un placer que aumentaba y aumentaba hasta que llegó al punto límite. Ese punto al que llega un globo al hincharse. Al punto en que un sólo soplido de aire más lo haría estallar. Para Alba, el soplido fue la polla de John golpeando el fondo de su coño. Se arqueó sobre el sofá, sus músculos se tensaron y se corrió. Con el orgasmo más intenso de toda su vida. Poderoso, arrollador, impidiéndole respirar, moverse. Sólo había placer. Sólo estaban ella y la dura polla que la había llevado hasta allí.

John la miró durante el orgasmo. Le gustaba mirar a las mujeres cuando se estaban corriendo mientras las follaba. Señal de un trabajo bien hecho. Y la señal que esperaba para poder dejarse ir. Para poder gozar él también. Aceleró aún más sus embestidas y justo en el momento en que Alba abría los ojos tras su orgasmo, él se corrió.

Su polla lanzó dentro del preservativo varios chorros calientes. Alba, sorprendida, los sintió. Notó el cuerpo de John tensarse y el calor del semen en el fondo de su coño. John se estaba corriendo dentro de ella. Fue feliz.

John, agotado tras el esfuerzo, quedó inerte sobre Alba.

-¿Te..te has corrido? - preguntó ella.

-Claro que me he corrido. ¿No lo has notado?

-Uf...sí. Pero creí que...ya sabes. Los... chicos como tú no lo hacían.

-Estás equivocada. Nosotros no podemos fingirlo como lo hacen las prostitutas. Además, generalmente mis clientas lo desean: Desean que yo me corra. Y qué quieres que te diga. A mí me encanta correrme. jajaja

-¿Y si la cliente no te gusta? ¿Cómo consigues... excitarte?

-Bueno, tengo mis técnicas. Pero casi nunca me hacen falta. Tengo la suerte de poder elegir. Creo que hasta ahora he rechazado sólo a dos. El resto han sido todas clientes que me atraían como de una u otra forma.

-¿Yo te atraje?

-Claro. María ya me había contado más o menos como eras. Y cuando te vi me dije que lo podríamos pasar bien los dos. Como así ha sido, ¿No?

Seguía encima de ella. Con su polla aún bastante dura dentro de su coño.

-Sí. Ha sido...ummmm, maravilloso.

-Me alegro, Alba. Ah...Feliz cumpleaños

Le dio un último beso y se levantó. Se quitó el preservativo, lo anudó y lo tiró. Alba miraba su polla. Se sorprendió de que todo eso hubiese estado dentro de ella. Y del inmenso placer que daba.

Se quedó, desnuda, mirando como John se vestía. Ya no le daba vergüenza exhibir su cuerpo delante de él.

Una vez que se hubo vestido, se acercó a la mujer.

-Bueno, Alba. Tengo que irme ya. Me ha encantado conocerte.

-Uf, y a mí conocerte a ti.

-No te levantes. Conozco la salida. Chao.

Se quedó mirando como el guapo chico se daba la vuelta y se marchaba. Se quedó tumbada en el sofá muchos minutos, pensando en todo lo que había pasado. En lo maravilloso que había sido su primera vez. Recordó cuando hacía ya años María le contó su primera vez. Que no había sido gran cosa. Sin embargo, la suya la iba a recordar toda su vida.

Tenía que contárselo todo a María. Por primera vez era ella la que tenía algo que contar. Cogió el teléfono y marcó el número de su amiga.

María vio el número de Alba en su móvil. Pensó en no contestar. No quería otra retahíla de reproches, Se había marchado de la casa de Alba muy enfadada. Pero contestó, aunque secamente.

-¿Qué quieres, Alba?

-Sólo quería... darte las gracias por tu regalo. Ha sido el mejor regalo que me han hecho en la vida.

La actitud de María cambió en el acto.

-!No me digas que tú...!

-Sip. Te hice caso y me dejé follar por John.

-Coño! Pues ya me lo estás contando todo, con pelos y señales.

Eso hizo durante los siguientes minutos. Contarle a María lo maravilloso que había sido John. Lo bien que sabía besar. El placer que le dio con los dedos. Con la boca. Y con su polla. Le dijo que perdió la cuenta de las veces que se corrió.

-Uf, María. Todavía estoy agotada.

-Joder, Alba. Qué envidia me das. Mi primera vez fue una mierda.

-Jajajaja. Es que..¿Con quién fue? ¿Iván?

-Sí, Ivancito el rápido.

-Jajajaja. Pues John de rápido nada.

-Me estoy pensando en alquilarlo para mí.

-Uf, María. Hazlo. Folla como los ángeles.

-Pero que sabrás tú, si ha sido tu primera vez.

-María, eso no puede ser normal. Si todos los hombres lo hacen así, no habría ni una lesbiana.

-Jajajajaja. Parece que te ha gustado.

-Me ha... encantado.

-Me alegro, de verdad, Alba. Ya era hora.

-Sí, ya era hora. Y ya es hora de que me vaya a dormir. Estoy agotadita.

 -Vale. Hasta mañana.

Desnuda como estaba, se levantó. María le había prometido que al día siguiente vendría a ayudarla con la limpieza, así que lo dejó todo como estaba y fue al baño a hacer pis.

Se miró al espejo. La chica de siempre. La gordita de siempre. Pero esa vez no se vio tan fea. ¿Y si María tenía razón y había hombres a los que podría gustar? Con una ligera sonrisa, se fue a la cama. En pocos minutos, dormía.

+++++

Días después, María le presentó a un chico. Y por primera vez, Alba aceptó en salir con él. Fueron al cine, a cenar, y después, Alba lo llevó a su casa.

 Se besaron. Se acariciaron. Él no era muy experto. Ella menos. Al final, la cosa fue un desastre. El chico no aguantó y se corrió nada más metérsela. Y la dejó a ella excitada, y con ganas.

-Bueno...Alba - dijo el chico vistiéndose - me ha gustado mucho conocerte. ¿Salimos mañana?

-Mañana me voy de viaje.

-¿Y cuándo vuelves?

-No vuelvo. Adiós.

Lo despachó y se fue a la cama. Mientras se masturbaba, se decía.

"Pues si todos los hombres son como este, me extraña que no haya más lesbianas".

+++++

Lo intentó unas cuantas veces más. Salió con chicos que le presentó María. Con algunos no pasó nada. Ella seguía siendo tímida y no les daba pie a nada. Y si ellos también eran cortados, la cosa quedaba sólo en salir y hablar. Pero hablar poco.

Con los más lanzados llegaba a más. Unos pocos la hicieron gozar. Pero ninguno se acercó jamás a lo que John le hizo sentir aquella noche.

Alba soñaba con esa noche. Quería volver a sentirlo. Necesitaba volver a sentirlo. Así que un día, llamó a María.

-Hola María.

-Hola Alba. ¿Qué tal anoche con Federico?

-Creo que es el hermano de Iván el rápido.

-Jajajaja. ¿Tan mal?

-Sí. Oye María....Esto...¿Tienes aún el teléfono de John?

-! Alba! ¿Le vas a llamar?

-Me lo estoy pensando. ¿Lo tienes?

-Creo que sí.

-Dámelo, por favor.

-Alba, no tienes que pagar por sexo.

-Ya pagué una vez. Bueno, tú pagaste por mí.

-Sí, pero aquello fue por un motivo especial.

-Tú dámelo.

María buscó y se lo dio.

-Piénsatelo bien, Alba.

-Sí, me lo pensaré. Adiós

 Colgó. Y en cuanto colgó, marcó el número de John.

-Hola, soy John. ¿En qué puedo servirte?

-Hola John. Soy Alba.

-¿Alba? Ummm...Alba... ahora no caigo...Sí, espera. Claro, Alba. La chica del cumpleaños. ¿Cómo estás?

-Bien, gracias.

-¿Qué puedo hacer por ti, Alba?

La cara de Alba estaba roja y el corazón le latía con fuerza. No le latía así desde que había estado con John.

-Quiero volver a verte, John.

-Ah, perfecto, Alba. ¿Cuándo?

-Hoy.

-Uf, lo siento. Hoy no puedo. Ya tengo el día ocupado.

-Mañana.

-Vale. Mañana. ¿En tu casa? Creo que aún recuerdo la dirección.

-Sí, en mi casa.

-Esto..Alba...¿Te dijo tu amiga mi tarifa?

John era lo que era. Y Alba era una cliente más.

-No. ¿Cuánto es?

No era barato, pero John lo valía. Alba tenía bastante dinero ahorrado. No era derrochadora y sus padres le mandaban todos los meses una buena cantidad.

-Vale. De acuerdo, John. Quedamos mañana, pues.

-Perfecto, preciosa. Hasta mañana.

Colgó el teléfono. No se sentía muy bien, pero de verdad necesitaba volver a sentir lo que sintió aquella noche.

Al día siguiente, estaba abrazada a John. Acababan de terminar de follar. Fue una sesión larga y agotadora. Pero maravillosa. Mucho mejor incluso que la primera vez. Alba tenía más experiencia. No sintió vergüenza de mostrarse desnuda ante él. Y como la primera vez, no pudo contar las veces que aquel maravilloso amante la hizo correr.

La última, al sentir como él se corría dentro de ella, dentro del condón, besándola.

-Y bien, Alba. ¿Qué ha sido de tu vida desde tu cumple?

-Bien...más o menos.

-¿Cómo que más o menos?

-Me he acostado con algunos chicos.

-Bien. Muy bien. ¿Ves? Eres una chica que atrae a los chicos. Sigue así.

-Pero ninguno es como tú. Ninguno me sabe hacer gozar como tú.

-Jajaja. Bueno, Alba. Es mi trabajo. Vivo de esto. Pero no compares a los chicos conmigo. Cada uno es como es.

-Será...

Esa segunda vez John no se fue tan rápido. Se quedó con Alba un ratito y después se despidió. Ella lo acompaño a la puerta. Se dieron un último beso.

-A ver si encuentras a tu príncipe azul, Alba.

-Jajajaja. Eso espero. Gracias por todo, John.

-Gracias a ti, preciosa.

+++++

La tercera vez que lo llamó, John reconoció su voz.

-Hola Alba. ¿Cómo estás?

-Hola John. Con ganas de estar contigo. ¿Estás libre hoy?

-No, lo siento. Y mañana tampoco.

-Joder.

-Pero espera. La cita de mañana la verdad que no me apetece mucho. Llámame en cinco minutos, ¿Vale?

-Vale

Esperó los cinco minutos y le volvió a llamar.

-Arreglado. La llamé y le dije que me había surgido algo. Cambié el día. Mañana estoy libre para ti.

-Oh, gracias John.

-De nada, preciosa. Nos vemos mañana.

La clienta a la que John había llamado era un mujer sobre los 45. Clienta habitual. Pero que últimamente se había vuelto un poco pesada. Prefería estar con Alba. Era simpática y se lo pasaba bien en la cama con ella. Le encantaba su frescura, su inocencia, su inexperiencia. Además. desde siempre, sentía predilección por las pelirrojas.

A la hora acordada, John fue a la casa de Alba. Ella lo esperaba y lo recibió con un beso. Se abrazaron y John le restregó la polla, ya dura, por la barriga. Ella llevó una mano hacia la dureza y la agarró.

-Ummm, cómo me gusta tu polla, John.

-A ella le gustas mucho, Alba.

Fueron a la cama. Allí él la desnudó y le lamió todo el cuerpo. Le comió el coño maravillosamente, arrancándole varios orgasmos. Le gustaba comerse aquel coñito. Reaccionaba a su lengua y no dejaba ni un momento de manar jugos.

Después la besó, haciéndola probar su propio sabor de sus labios. Alba llevó una mano a la polla. Aún se sorprendía de lo dura que la tenía.

-Qué dura tienes la polla, John. ¿Te la pongo yo así?

-Claro que me la pones así. No veas las ganas que tengo de follarte.

-Ummmm y yo...pero...antes... ¿Me enseñas a chupártela?

-Así que quieres chuparme la polla.

-Ujum...

-Bien, te enseñaré.

La hizo poner de rodillas junto a la cama. Le puso debajo un cojín debajo para que estuviera cómoda. Él se sentó al borde de la cama, con ella entre sus piernas. Ante Alba quedó la linda polla, apuntando al techo.

-Bien, Alba. Chupar un polla no es sólo metérsela en la boca y ya está. Los hombres somos muy visuales. Nos gusta mirar. Nos gusta que la mujer que nos está comiendo la polla nos mire.

-Entiendo.

-Úsalo todo. Usa tu cara. Acaricia tu cara con la polla. Dale besitos. Dale lamiditas. Chupa el tronco. Y cuando te la metas en la boca, sobre, aspira. Con la lengua acaricia. Ayúdate de la mano. Y mira las reacciones del hombre. Sabrás lo que más le gusta por como gime.

-Uf, cuantas cosas. Lo intentaré.

-Jajaja. Bueno, hacer mamadas es algo que se aprende con la práctica.

-Pues entonces, empecemos.

No hizo falta que John le hiciese más indicaciones. Alba hizo todo lo que él le había dicho. Se pasó la polla por la cara, mirándole a los ojos. Le dio besos por todas partes. La lamió y la chupó. Cuando se la metió en la boca, enroscó su lengua alrededor antes de empezar a subir y bajar su cabeza. La agarraba con las dos manos por la base.

John gemía. De placer. No era la mejor mamada que había recibido, pero era una mamada muy placentera. Le encantaba ver su polla sobre la linda cara de Alba. Y como ella lo miraba. Como se esmeraba en hacerlo bien. Le uso una mano sobre su cabello de fuego y lo acarició.

-Ummmm, Alba. Lo haces muy bien. Que gustito me da tu boca.

Ella, callada, seguía mamando. Le gustaba. Sentir la polla en su mano, en su boca. Tan dura y suave. Pero lo que más le gustaba era ver la expresión de placer que él tenía. El saber que era ella, que era su boca, la que le daba ese placer.

Cuando más gemía John, más rápido iba ella.

-Aggggg Alba....que boquita tienes.

Animada, más intensidad ponía en la mamada. Subía y bajaba la mano, masturbándole al tiempo que lo chupaba. John, sorprendido, gratamente sorprendido, la dejó seguir un poco más. Hasta que supo que si la dejaba, se correría sin remedio.

La sujetó por la cabeza y la hizo parar.

-Uf, Alba. Para...o me harás correr.

-Quiero probar tu leche.

-¿Estás segura?

-Sí. Lo estoy.

Le soltó la cabeza y Alba retomó la mamada. Era la primera clienta que le pedía eso. Sí, muchas se la chupaban, pero sólo un poco, un ratito. Él estaba allí para darles placer a ellas, y no el revés. Se recostó en la cama, apoyándose en los codos, para poder seguir mirando como su polla entraba y salía de la boca de Alba.

No pasaron ni dos minutos cuando su cuerpo se empezó a tensar. Alba notó como la polla se ponía más dura aún. El cuerpo de John fue recorrido por un espasmo de placer y la polla lanzó un potente chorro de espeso y caliente semen contra la lengua de Alba. Fue seguido de más, que fueron llenando la boca de la chica, hasta que ya no cabía más. Y la polla seguía corriéndose.

Alba solo podía hacer dos cosas. Tragar o dejar escapar el semen que llenaba su boca. Optó por la primera opción. Aún no estaba preparada para la segunda. Abrió la boca y  un torrente blanco cayó de su boca, bajando por la polla y sobre sus manos. John, sin aliento, miraba la sensual escena. Un último espasmo de su polla anunció el fin de su orgasmo.

Lentamente, Alba se sacó la polla de la boca. Dejó salir el semen que aún le quedaba dentro y sonrió.

-¿Lo hice bien?

-Wow, Alba. Te aseguro que ha sido una de las mejores mamadas que me han hecho.

-Seguiré practicando hasta llegar a hacerte la mejor de tu vida.

-Jajajaja. Por mí, encantado.

Se echó hacia adelante y la besó. Ahora fue él el que saboreó su sabor en la boca de ella.

Descansaron un rato, tumbados sobre la cama.

-¿De dónde eres, John?

-De un pueblito de Madrid.

-¿Te llamas John de verdad?

-Jeje, no, claro. Me llamo Juan, pero John es más, ya sabes, adecuado para lo que hago.

-Sí, suena más.... in.

-Ajá.

-¿Cómo te metiste en esto, John?

-Puedas llamarme Juan, si quieres.

-Me gusta más John.

-Pues por casualidad. Allá en el pueblo me acosté con la mujer del alcalde. Nos pillaron y fue un escándalo: Tuve que irme del pueblo. Me vine aquí. El primer día que llegué estaba tomando una cerveza en una terraza. Se me acercó una mujer, madura. Se sentó en mi mesa y me dijo que le gustaba y que quería que me la follara.

-Joder.

-Sí. Pero no tenía nada más que hacer y acepté. No es por fardar pero desde siempre se me dio bien el sexo.

-Ya lo creo.

-Estuvimos toda la tarde follando. Y cuando se fue, me dejó dinero sobre la mesita de noche. Me sentí raro, pero necesitaba el dinero y lo acepté.

-Qué historia.

-La vi varias veces más. Siempre me pagaba. Me dijo una vez que si quería, me presentaría a unas amigas suyas. Y así empecé. Me fui labrando una reputación y ahora, la verdad, vivo como quiero, con un trabajo que me gusta, sin problemas.

Alba lo miraba. No le extrañaba que las mujeres lo buscasen. Era guapo y follaba como nadie. Alargó una mano y la llevó hasta la polla. Estaba floja, pero con sus caricias la fue poniendo dura.

-John... fóllame.

-Fóllame tú, preciosa.

Alba le puso un condón y se montó sobre él, clavándose la polla hasta el fondo de su coño. Lo cabalgó, gozando al sentirse clavada sobre la dura estaca. Él acariciaba sus tetas, las amasaba entra sus manos.

John consiguió que la chica gozara de varios orgasmos antes de llenar el condón con su corrida.

+++++

Alba se convirtió en clienta habitual de John. Dejó de salir con otros hombres, al menos en busca de sexo. Sólo con John obtenía lo que deseaba.

John empezó a alegrarse cuando el teléfono sonaba y el nombre de Alba salía en la pantalla. Ahora siempre estaba para ella. Si tenía una cita previa, la cancelaba. Con Alba era con la que mejor se lo pasaba. Siempre dispuesta a aprender.

La fue moldeando a su gusto. Le enseñó todo sobre el sexo. Ella estaba ávida de conocimientos, y estaba siempre dispuesta a practicarlo todo con él.

Una de las veces en que ella le chupó la polla hasta hacerlo correr, Alba se bebió el semen. Se lo tragó despacito mientras él la miraba, maravillado. A partir de esa vez, siempre se tragó su leche. A John le fascinaba que ella lo hiciera. Un día le preguntó.

-¿Te gusta el sabor del semen? Siempre me han dicho que sabe raro. Salado y algo amargo.

-Jejeje. La verdad es que no me gusta mucho.

-¿Y por qué te lo tragas?

-Porque me encanta como me miras cuando lo hago.

John le dio un besazo.

+++++

Meses después, un día John estaba sólo, en su casa. No tenía ninguna cita prevista. No tenía nada que hacer. Se sorprendió pensando en Alba.

Repasó su relación con la chica. Cómo ella había cambiado desde que la conoció. De cómo había pasado de ser la tímida e inexperta chica de aquel cumpleaños a la maravillosa mujer que era ahora. Con ninguna otra gozaba del sexo como con ella. Con su ayuda se había convertido en una mujer maravillosa.

Se dio una ducha, se vistió y salió a la calle. Cogió su coche y se dirigió a casa de Alba.

Tocó el timbre. Ella abrió.

-John...Hola...

Estaba sorprendida. No lo había llamado.

-¿Puedo pasar?

-Claro. Pasa.

Fueron al salón. Se sentaron. Se miraron.

-Te invito a cenar - le soltó, de repente.

-¿Qué?

-Que te invito a cenar, Alba. No tenía nada que hacer hoy, y me apetece salir a cenar. Y me apetece salir a cenar contigo.

-Oh, valla...pues...uf...no sé

-Venga mujer. Vayamos a cenar. Después nos tomamos unas copas.

-Vale.

Lo dejó allí y se fue a preparar. Se duchó, se puso su mejor vestido y volvió al salón.

-Ummm, estás preciosa, Alba.

La noche fue maravillosa. Alba estaba encantada de salir con John. Un hombre tan guapo. Sentía las miradas de las demás mujeres. Y las miradas de los hombres. Pensó que se preguntarían que tendría para que un hombre como John saliese con ella.

Le importó un bledo todo. Sólo le importaba que estaba con John. Su corazón no dejó de latir en toda la noche.

Después de la estupenda cena fueron a un pub a tomar una copa. Alba no recordaba ser tan feliz en toda su vida. Sabía lo que era John. Sabía que para él ella sólo era una clienta. Pero en ese momento, no le importaba. Estaba con él y eso era lo único importante.

La sacó a bailar. Un baile lento. Se abrazaron y giraron despacito en la penumbra de la pista. Él acercó su boca a su oreja.

-Alba... te deseo.

-Ummm John. Y yo a ti.

-Vamos a tu casa.

Cogidos de la mano, salieron del local. Se subieron al coche y se dirigieron a la casa de Alba.

En el ascensor la besó con pasión. Allí mismo la masturbó y la hizo correr entes de llegar a su piso. La ropa de los dos fue cayendo por el pasillo, y cuando se tiraron sobre la cama, ya estaban desnudos.

Fue la mejor noche de sexo entre los dos hasta ese día. Cado uno hizo gozar al otro. Algo que a los dos le encantaba era cuando John se acostaba boca arriba. Ella se ponía de lado, a la altura de su polla. Y empezaba a hacerle una lenta y sensual mamada. Él, mientras tanto, la masturbaba, pasando sus dedos a lo largo de la raja de su empapado coño. Le metía uno o dos dedos, follándola con ellos, gozando de la cada vez más experta boca de la chica.

Muchas veces ella se corría más de una vez, sintiendo los dedos frotar, sintiendo la polla entrar y salir de su boca. Viéndolo a él gozar. Pero siempre, siempre, su último y más intenso orgasmo era cuando él se corría y le llenaba la boca con su leche. Alba se corría sintiendo como el caliente líquido bajaba por su garganta hasta su barriguita.

Terminaron follando a la manera tradicional. Ella debajo. Él, encima. Mirándose, besándose, acariciándose. Despacito, sintiéndose el uno al otro. Hasta que en pleno orgasmo Alba sintió en su coño el calor del orgasmo de John.

Después, se abrazaron y descansaron. Y por primera vez, se durmieron juntos.

John se despertó de madrigada. Sintió el calor del cuerpo de Alba junto al suyo. Sin despertarla, se separó de ella y se levantó.

La miró. La encontró hermosa. Sin hacer ruido, salió de la habitación, recogió su ropa y se marchó. Regresó a su propia casa.

Y entonces, se dio cuenta de una cosa. Era la primera vez, desde que llegó del pueblo, que salía con una mujer. No como salía con una clienta. Que salía con una mujer.

+++++

Alba se despertó por la mañana. Buscó a John, pero ya no estaba. Recordó la maravillosa noche que habían pasado juntos. Entonces se percató de que no le había pagado.

Miró la hora. Cogió el teléfono y le llamó.

-Hola John.

-Hola Alba. ¿Cómo estás?

-Bien. Anoche lo pasé muy bien.

-Y yo.

-Oye...este... No me acordé de...ya sabes. Darte lo tuyo.

John entendió a qué se refería. Y se sintió mal.  No quería su dinero. No por lo de anoche.

-No quiero que me pagues por lo de ayer. No fue...trabajo.

La voz se le entrecortó a Alba. Si no fue trabajo, ¿Qué fue?

-¿Estás seguro?

-Sí, lo estoy.

-Vale. Pues...nos vemos, John.

-Nos vemos, Alba.

Colgó.

No fue trabajo. Fueron sus palabras. Alba empezó a comerse el coco. ¿Cómo que no fue trabajo? ¿Fue solo por estar con ella? ¿Significaba eso, quizás, que ella le gustaba hasta el punto de querer salir con ella como mujer y no como clienta?

En su casa, John también se preguntaba cosas. Lo tenía todo. Mujeres que lo buscaban para que las hiciera sentir especiales. Que pagaban por sus servicios. Y él pensaba sólo en una de ellas.

Pensaba en Alba.

Recordó algo que había leído de pequeño. Algo sobre la mitología griega. Recordó la historia de Pigmalión. El escultor que se había enamorado de la estatua que había esculpido, de tan hermosa que era. El escultor que se enamoró de su obra hasta tal punto que los dioses dieron vida a la estatua, Galatea.

Su Galatea era Alba. Él había cogido a una mujer tímida, sin experiencia alguna, y la había convertido en lo que era ahora, una mujer maravillosa, una amante maravillosa.

Él era como Pigmalión. Se había enamorado de su obra. Quería volver a verla, así que salió de su casa y condujo rápido hacia la casa de Alba.

Ella abrió la puerta cuando oyó el timbre. Se miraron. John entró, la abrazó y la besó

-Alba..yo....

-¿Qué John...qué....?

El corazón de la chica latía con fuerza. Esperaba oír las palabras, aunque no creía que él las diría. ¿Cómo iba a decirla? ¿Cómo iba un hombre como él a decirle algo así a una mujer cómo ella?

-Alba...te quiero.

-Oh...John....¿Lo dices de verdad?

-Alba, te quiero. Jamás había sentido por ninguna mujer lo que siento por ti.

Con lágrimas de felicidad en los ojos, Alba lo besó

-John...dios mío. Creo que te amo desde el primer día que te conocí.

Fueron al dormitorio e hicieron el amor. Se pasaron todo el día en la cama, abrazados el uno al otro.

-¿Y ahora, John?

-No lo sé, Alba. No lo sé. Sólo deseo estar contigo.

Alba puso su cabeza sobre el pecho de su amado. Cerró los ojos y se durmió sonriendo.

Cuando se despertó, a su lado, dormido, seguía el amor de su vida.

FIN

(9,86)