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Despedida para el trabajo

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Mi nombres es Cristian y mi esposa se llama Adriana, tenemos 4 años de casados, tenemos 28 y 26 años respectiva mente. Nuestra vida de casados es muy buena en todos los aspectos, como el sexual, el amoroso, en lo comprensivo, etc. En fin una vida de matrimonio normal. Les voy a contar un día antes de ir al trabajo, me desperté como a las 7 y media de la mañana, me giro al lado de mi esposa, la beso en la mejilla dándole los buenos días y luego la cubro su cuerpo con el edredón. Me levanto hacia al baño, me desnudo en la pieza y me dirijo hacia al baño para darse una ducha antes de ir al trabajo.

Apenas había abierto la ducha cuando sintió la mano de mi esposa en mi espalda Un escalofrío recorrió en mi espina dorsal y bajo la intensidad del agua de la regadera antes de darme la media vuelta para verla.

-¿Pensabas irte sin que te de mi beso de la buena suerte? -me pregunta Adriana pasando sus manos por mi pecho. Ella estaba desnuda frente a mí.

-Pensaba robarte uno ahorita –le dije yo.

-Ha sí mi rey -me contesto ella deslizando su dedo más abajo- Anoche no pudimos hacer una previa como se debe hacer.

Ella me dice mi rey y lo digo mi esclava cuanto estamos teniendo relaciones.

Era verdad. Porque los últimos días mi esposa y yo tenemos trabajos de gran responsabilidad y por ende podemos darnos los lujos que queremos. Y había llegado con un montón de trabajo que terminar y no habían pasado de los besos fogosos en el desayuno y antes de dormir.

-Todo es culpa de los pendientes trabajo -digo yo mirando el hermoso cuerpo de mi mujer.

-mmm -tarareo Adriana agachándose sin apartar su mirada de sus ojos- Tal vez debería usar mi boca y así te relajas completamente. -De inmediato mi esposa cogió mi miembro que está parado y se lo metió a la boca y empezó a saborearlo como si fuera el mejor aperitivo del mundo. Desde abajo podía me podía ver como yo me sujetaba de la pared de baldosas mientras mi rostro era un poema lleno excitación.

-Mierda amor -maldije sin ser capaz de abrir los ojos.

Mi esposa aplico más succión e intento abarcar toda la longitud de mi miembro, apretó la garganta e hizo su mayor esfuerzo por darle placer. Por su parte yo disfrutaba de las caricias mi esposa como cada vez lo hacíamos y amanecían juntas. Cuando siento que ya va a venir y estallaría empujo la cabeza mi esposa, porque no deseaba acabar en su boca la levanto del suelo para estrellar su espalda contra las baldosas.

-¿Te gusto cariño? -Me pregunto mi esposa orgullosa de ser capaz de darme tanto placer.

-Más de lo que imaginas -por eso mismo respondí dejando besos esparcidos por sus pechos, mordiendo sus pezones, bajando poco a poco por su abdomen hasta llegar a su centro- me gustaría devolverte el favor.

Antes de que ella se diera cuenta, yo levanto su pierna derecha y la pongo sobre mi hombro izquierdo mientras dejaba besos húmedos en la cara interna de sus muslos. Adriana soltó un jadeo ahogado mordiéndose los labios al sentir como mi lengua entraba en contacto con su parte más íntima.

-¡Oh! ¡Oh! ¡Oh amor! -Jadeo ella cuando sintió mis dedos retorcían su pequeña protuberancia sin misericordia. Instintivamente sus manos se enredaron en mi cabello pelirrojo, por mi parte se sorprendía de aun no quedar calvo con todas las veces que Adriana jalado su cabello con fuerza- Eres… ahí magnifico.

Después de seguir con mi trabajo chupe con cuidado su clítoris en la cantidad suficiente para hacerla retorcer de placer, mientras dos de sus dedos la penetraban sin parar. Escucho a mi mujer murmurar cosas sin sentido y como todo se contraía dentro de ella cuando grito mi nombre.

Yo satisfecho con su obra después de ver el rostro de mi esposa se levantó del suelo pegando mi cuerpo con el de ella, no hubo tiempo de decir nada, ya que inmediatamente Adriana coloco sus piernas alrededor de mi cintura y yo reacciono penetrándola en el acto al mismo tiempo que estampaba un beso ardiente en sus labios.

-Eres -empuje- mía -empuje- solo -empuje- mía.

-Solo… tuya Cristian.

-Te amo Adriana -dije yo mordisqueando el lóbulo de la oreja haciéndola gritar.

Adriana escondió su rostro en mi hombro, sintiéndose maravillosa cada vez yo la envestía con fuerza, jadeando sin vergüenza después de cada estocada.

Yo decido sacar su mano derecha de la cadera de mi mujer y la traslado hasta su seno para masajearlo. Sabía que a ella le gustaba que la tocara ahí mientras hacían el amor.

-¿Te gusta? -le pregunte en el oído mientras empujaba más fuerte.

Ella asintió con la cabeza, incapaz de decir algo. Las penetraciones continuaron y ella rasguñaba mi espalda liberando el fuego que sentía en su interior.

-Mírame bebé -me pidió cuando sintió que ya le faltaba poco para terminar, sin dejar de jugar con su pezón.

Adriana se levantó su cara para mirar directamente a mis ojos azul profundo que tanto le gustaban, yo estaba allí mirándola casi sin pestañear intentando grabar el rostro de Ella. Era sexo, era pasión, era amor y confianza lo que yo le transmitía en ese momento y abrumada por las sensaciones cerro los ojos al sentir como su interior se contraía apretando mi miembro.

-Cristiannnn.

Yo sonrió al verla en ese estado y continuo con su vaivén de caderas hasta encontrar mi propia liberación.

-Adriana, Adriana, Adrianaaa -grito llenando con su semen el cuerpo mi esposa.

Después de llegar al orgasmo yo la sujeto con fuerza a Adriana que se sentía como una muñeca de trapo, plantando dulces besos por su rostro mientras la sostenía con ímpetu de la cintura. Poco a poco ella bajo las piernas que mantenía aferrada mi trasero y las deslizo hasta tocar el suelo de la ducha.

-Gracias amor -dije yo abriendo más la ducha mientras la sujetaba de la cintura.

Ella aferró mis brazos al cuello con una sonrisa tonta en los labios para no separarse. Se sentía llena de felicidad en ese minuto y no tenía ganas ni fuerza suficiente para mantenerse de pie sola después de llegar al orgasmo dos veces.

Nos báñanos los dos juntos, nos jabonamos mutuamente y nos enjuagamos para quitarnos el jabón de encima de nuestro cuerpo. Salimos del baño y me puse a vestirme ya que tenía que ir al trabajo. Mi esposa provocándome solo se puso una bata corta que le llegaba hasta los glúteos, sin ropa interior que ese día no tenía que a trabajar. Bajamos a la cocina Adriana, hizo un rico desayuno y desayunamos los dos. Al terminar de desayunar yo le digo “nos vemos más tarde bruja traviesa” al pasar por su lado, acariciando uno de sus muslos, “deséame suerte”. Adriana se giró y me planto un gran beso en los labios transmitiéndole toda la seguridad que sentía. Y así yo salí de la casa al trabajo y ella quedo mirando mientras yo me iba.

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