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Susana, la guarrilla de mi instituto (Parte 4)

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Después de despedirse del encargado y subir a casa, Susana se dio una buena ducha. Su amiga le preguntó qué tal le había ido el día, aunque ella no oía nada con el ruido de la ducha.

El agua caía sobre ella y mojaba sus pechos y sus pezones que empezaron a ponerse erectos. Se acordó de la polla del encargado. Cómo se la había chupado y cómo se había corrido y como ella no había disfrutado, comenzó a masturbarse.

Su amiga pudo oír desde fuera como gemía. Al cabo de un momento ella también se había puesto cachonda de oír a Susana y al final acabaron las dos masturbándose. Susana en la ducha y Mónica, que así se llamaba su amiga, en el sofá.

Lo mejor de todo fue que ambas llegaron casi al orgasmo a la vez, pero cuando Susana salió de la ducha, Mónica ya había terminado y estaba limpiándose su coño, mientras Susana se secaba y tal vez, por cortedad, ninguna dijo a la otra lo que acababan de hacer.

Susana estaba muy cansada, por lo que después de ducharse, se fue casi directamente a la cama.

Mónica se quedó viendo un rato más la televisión y al rato se quedó dormida en el sofá. Ahí se despertó al día siguiente.

Susana se despertó pronto y tras desayunar, se fue a comprar. Después se pasó por la secretaria de la universidad donde quería estudiar economía.

Llamó a la puerta.

—Pase, le dijeron desde dentro.

Entró y vio a un señor de unos 45 años. Era alto y bastante guapo. Cuando empezó a hablar, su deseo se encendió.

—Quería información para poder matricularme.

—¿Cómo te llamas?

—Susana.

—Bien Susana, ¿cuándo terminaste la selectividad?

—Hace un par de meses. Solo que el examen lo hice en otra ciudad.

—No debería haber ningún problema. ¿Cómo se llama el instituto donde terminaste tus estudios?

—Instituto Ramón y Cajal.

—Voy a consultar tu expediente.

Tecleó un rato en el ordenador y finalmente confirmó que todo estaba correcto.

—Bien, ahora que he comprobado tus notas del instituto y selectividad puedo comentarte que carreras podrías estudiar.

Imprimió una hoja y se la mostró.

—Tienes todas estas según tu nota.

Susana echó un vistazo por encima, aunque ella ya sabía que quería estudiar.

—Economía me gusta, le dijo.

—Bien, en este caso la matricula son 200€. Con esto ya podemos empezar.

Miró su cartera, pero vio que solo tenía 50€.

—Mire, lo siento pero solo llevo 50€ y quería matricularme cuanto antes.

—Ya, pero son 200€. La secretaria cierra a las 2 y vuelve a abrir a las 4 y media. Puedes venir luego. No hay ningún problema.

—Pero, ¿no podría hacer una excepción?

—No, no es posible. Tienes tiempo de sobra.

Hizo que se la caía la hoja y dejó ver sus pechos a través del escote. El hombre no se inmutó.

Volvió a poner la hoja sobre la mesa y entonces hizo un movimiento con su pierna que cruzó sobre la otra y su falda se abrió dejando ver su coño. No llevaba bragas.

El hombre tragó saliva, y se sentó mejor en la mesa.

—¿De verdad que no puede hacer nada?

—No sé, tal vez podrías....

Se levantó directamente y se alzó la falda delante de él. Se relamió los labios.

La puerta sonó y Susana volvió a sentarse.

—Pase.

Entró una mujer con una carpeta llena de papeles y le dijo que tendría que revisarlos.

—Ahora lo haré, le contestó.

Cuando desapareció la mujer de la carpeta, el hombre de la secretaria se levantó y echo el pestillo a la puerta. Descolgó el teléfono y se acercó a Susana. Subió su falda y con un dedo empezó a acariciar sus labios.

—Me debes 150€, le dijo.

Este masturbaba a Susana mientras esta le bajó la cremallera del pantalón y sacó su polla que ya empezaba a empalmarse.

Le echo un poco de saliva para lubricarla y comenzó a meneársela.

—Ah, ah, ah, Susana gemía. El tío sabía cómo hacer disfrutar a una mujer con los dedos.

Siguieron un rato así, hasta que Susana tuvo un orgasmo. Tuvo que morderse los dedos para no gritar de placer, el tío era un experto.

Luego le dijo que aún le faltaban 50€ para pagar la matrícula y giró a Susana y la puso de espaldas a la mesa levantando su falda. Joder, cómo les gustaba a los hombres esa postura.

—¿Va a follarme? Le preguntó.

—Sí, no tengo condones, pero me da igual. Se te ve una chica limpia y eso.

—Solo métame la punta, le dijo.

—Está bien, solo el capullo, le contestó.

Le abrió los labios con dos dedos y la penetró. Pero no la hizo caso y se la metió toda. Entonces empezó a bombear.

—Solo la punta, solo la punta, repetía Susana.

—Que sí, que solo la punta.

Sus respiraciones se acompasaron al cabo de un momento y Susana no paraba de gemir en voz baja, mientras el otro se la follaba.

—¡Ah, ah, ah! La punta, la punta, decía.

El hombre no paraba de sudar mientras entraba y salía y veía como su polla toda lubricada por los fluidos de Susana estaba a punto de explotar.

Unas embestidas más y terminó corriéndose. Por supuesto nada de solo la punta. Se quedó un rato dentro de ella terminando de soltar su leche.

Cuando terminó se salió de ella y se quedó apoyado en la mesa recuperando la respiración.

—Joder, esto ha valido los 50€ y más. ¿Te has corrido?

—Sí, sí, decía Susana casi sin resuello.

Pensó que le había dicho que solo la punta, pero se la había metido entera. Qué más daba, había disfrutado como una perra.

—Siéntate, te haré la matricula.

Le pagó los 50€ que llevaba y tras hacer el papeleo, se despidieron.

Susana pensó que estaría bien volverle a ver.

Pasó un mes y medio y el encargado la hizo su secretaria tal y como habían quedado.

Susana iba a la universidad por la mañana y por la tarde trabajaba en el Burger.

Cuando tenía un rato libre, se iba a secretaría, llamaba a la puerta y el hombre salía. Cerraba la secretaría y se iban a un sitio distinto cada vez, donde follaban como locos, estas veces sí, con condón. Susana no quería quedarse preñada ni menos aún, que le pegara cualquier enfermedad.

Un día estaban follando sobre la escalera que subía a la biblioteca. Susana estaba de espaldas a él, con su culo subiendo y bajando, mientras el hombre sobaba sus tetas.

—Este finde no podré verte, le dijo gimiendo. Me voy con mi jefe a un viaje de negocios.

—Sí, menudos negocios me imagino que harás. Le contestó mientras bajaba a su clítoris y lo masturbaba.

—Qué si, que no puedo, aaahh, me corro, para, para un poco.

—Para que te acuerdes de mi este finde. Terminó de masturbarla y Susana se corrió como una loca aguantando los gemidos. El hombre la levantó y terminó de follársela apoyada contra la pared.

Se despidieron después de vestirse y limpiarse sus partes íntimas.

El viernes por la noche había quedado con su jefe del Burger para irse con él en un viaje de negocios.

Salieron sobre las 12 de la noche y en unas horas estaban en el hotel.

Su jefe había reservado habitaciones distintas para que nadie sospechara nada.

Al día siguiente por la mañana la llamó a su habitación.

—Dúchate y sube a verme. Tienes una bolsa con lencería en la mesilla.

Susana obedeció y se vistió con la lencería. Se puso una bata del hotel y subió a verle. Estaba un piso por debajo de él.

Tocó la puerta y una voz desde dentro le dijo:

—Pasa.

Cuando Susana abrió, se encontró a su jefe desnudo y empalmado. Su polla apuntaba a ella. Sonrió por dentro pensando que habría pasado si, en lugar de ella, hubiera sido otra persona.

Acto seguido, se agachó y comenzó a chupar la polla de su jefe, como una sumisa secretaria.

Su jefe disfrutaba como un loco, hasta que la separó de su polla y la cogió en brazos y la tumbó en la cama.

Le quitó las bragas y después de ponerse un condón, la penetró, pero cosa rara, la dejo el sujetador puesto.

Comenzaron a follar y Susana estaba disfrutando, aunque él no gemía, no hacia ningún sonido. No sabía si era para que no les oyeran o porque disfrutaba en silencio en el coito.

Aguantaba bastante su jefe, y ella iba ya por el segundo orgasmo que tampoco quiso descubrir, ya que Susana pensó en otra cosa cuando tuvo sus orgasmos, aunque se moría de placer.

Su jefe terminó. Ella lo notó porque sintió como su polla se contraía y relajaba mientras eyaculaba, no por su cara ni sus gestos.

Se salió de ella y como si nada, sin ni siquiera decirle nada, se fue al baño y se duchó.

Susana pasó después y tras acabar, se puso la bata.

Su jefe pidió algo al servicio de habitaciones, no pudo oir que era. Al poco se lo subieron.

Después de comer los sándwiches que había pedido su jefe, este descolgó el teléfono y llamó de nuevo.

—Sí, estamos en la 530, puedes subir ya.

Susana se quedó pensativa y mirando a su jefe, pero este no dijo nada más.

Al poco sonó la puerta. Su jefe se levantó y abrió. Era un hombre más mayor, de unos 60, 62 años o así.

—Este es el encargado general de nuestra cadena de hamburgueserías. Le he hablado bien de ti. Le dijo a Susana.

Sin duda quería que también lo hiciera con él. Susana no se negó y se puso a ello.

Los dos se desnudaron y Susana comenzó a chupar sus pollas alternativamente. Pasaba de uno a otro.

Al final el encargado se corrió antes que su jefe y derramó su leche por su cara y sus tetas. Susana se la restregaba y luego se corrió su jefe. Con la leche de ambos sobre sus tetas y cara se disponía a ducharse, pero este último la sujetó por la muñeca y le dijo que no importaba cómo estaba y que se tumbara en la cama.

El encargado no quería usar condón y Susana tuvo que aguantar su polla a pelo.

Estuvo un rato follándosela, mientras el otro miraba.

Después de una media hora, el encargado le indicó a su jefe con el dedo y Susana ya sabía que iban a hacer.

Iban a hacerla una doble penetración. Mientras el otro seguía follándosela por el coño, su jefe se la metió por el culo.

Cuando los dos terminaron, cambiaron la postura. Su jefe se la folló por el coño y el otro por el culo.

Al acabar, Susana estaba exhausta y los dos hombres también. El encargado le propuso a su jefe que ascendiera a Susana y este aceptó.

Ahora se había convertido en una esclava sexual, o casi.

Para Lara, mi más fiel lectora.

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