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El abuso de Cristina

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«Continuación de "El abuso de María", esta vez con un nuevo matrimonio»

 

Hacía pocas semanas que habíamos abusado de María. Desde aquel momento, creo que algo cambió en mi. El ver a una mujer sometida, delante de cinco hombres, con su marido mirando, consintiendo obligadamente, contemplando como su mujer era tomada por nosotros.Tengo que reconocer, que de vez en cuando, me excitaba pensar todo lo que vi aquel día. Como se despojaba de sus ropas, como fue sometida por los chicos y el jefe, como su marido la enculó. En fin, era un placer recordarlo.

Don Tomás, el dueño del pueblo, se portaba realmente bien con nosotros. Las cosas marchaban estupendamente, no había muchas  deudas pendientes, no había guerra entre bandas con otras localides, es decir, todo iba bien.

Una noche, el capo, nos invitó a cenar a los cuatro hombres de confianza. Despues , con las copas, sacó a relucir el tema de María, de lo que pasó, de lo que le excitó, y nos comentó que cuando hubiera una nueva chica con una deuda, volveríamos a hacer lo mismo. En ese momento, me miró y me dijo, espero que esta vez, no te eches para atrás cuando yo te pida que hagas algo. Francisco, tú eres uno de mis mejores hombres, y quiero seguir manteniendo la confianza en ti. Asentí con la cabeza, y seguimos comentando los detalles entre comentarios jocosos. Es probable, que en los próximos días, volvamos a hacer una fiestecita, con alguna novedad sobre la anterior.

A los pocos días, nuestro jefe, nos volvió a reunir de nuevo. Llevaba unas fotos en la mano. Mirad, estas son dos zapaterías que están en el centro, y esta es Cristina y él su marido. Ella lleva la gerencia, mientras que él se dedica al reparto y a la atención al público.

Al mirar la foto, la reconocí. Cristina............ Fue compañera mía en el instituto.

Ah si?, preguntó don Tomás. Si, la conocía. Se casó hace unos años con su novio de toda la vida. Tiene dos hijos, un niño y una niña, según creo. Va todos los domingos a misa, es muy católica. Debe tener unos 38 años, pero se conserva estupéndamente, según puede verse.

Que sucede con ellos, don Tomás? Todavía nada, me respondió, aunque supuse que debían dinero.

Una tarde, nos hicieron ir al negocio donde se encontraba el matrimonio. Le transmitimos las órdenes del capo. Debían presentarse allí por la tarde, para renegociar las cantidades que tenían pendientes.

Cristina me reconoció, aunque su mirada haci mi, era recelosa. Me saludó de una forma escueta, como si no me hubiera visto en su vida. Me parecía una mujer preciosa.

Aunque no sabía con certeza los planes de nuestro jefe, podía presuponerlos. Cris, era la mujer con quien cualquier hombre querría estar. Su madurez, su elegancia, su radical catolicismo, le hacían parecer inexpugnable.

Serían las 8 de la tarde, cuando sonó el timbre de la casa de don Tomás. Eran Cris y su marido que acudían a la cita.

Ambos pasaron al enorme salón de la casa. Una vez más, nos encontrábamos los 5 hombres y un matrimonio asustado. La pareja, al igual que don Tomás, tomaron asiento, mientras nosotros permanecíamos de pie, rodeándolos.

Don Tomás, habló. Muchachos, me debeis bastante dinero, lo sabeis? Cristina se puso colorada. El marido habló. Señor, hemos realizado mejoras en nuestros negocios, y aún no hemos podido amortizarlo.

Bueno, dime, y como pensais pagar? La mujer habló entonces. En unas semanas, empezaremos a liquidar gran parte de la mercancía que tenemos invertida, y
entonces recibirá su dinero.

Don Tomás sonrió. Chicos, esto es un negocio. Se da y se recibe, cuando se pacta y así, todo tiene su precio y todos vamos ganando.

Mi pregunta es, teneis el dinero ahora?

La pareja no contestó. Sabían que no era posible conseguir esa suma en esos momentos. Finalmente, ella fue quien respondió.

No, ahora mismo no podemos pagar. El problema era realmente grave. Don Tomás podría hacer que nadie entrase a comprar a su tienda. Eso supondría una caída en cascada de toda la familia. Perderían sus tiendas, su casa, la de sus padres las viviendas de estos, con las cuales habían avalado la operación,

Os ofrezco la posibilidad de cancelar todas vuestras deudas conmigo. Una señal de alivio se vio en la cara de ambos, aunque al oír el trato, el rostro era una mezcla de odio, asombro e incredulidad.

Quiero que mis hombres y yo, tengamos a tu mujer durante unas horas, y que tu lo veas. Para evitar problemas, permanecerás atado a una silla, y contemplarás lo que tu mujer nos ofrece. Debeis decidirlo ahora. Si salís de esta casa, el trato quedará roto.

El hombre dijo rotúndamente no. Don Tomás, respondió que no había problema, pero que el plazo ya había expirado, y que daría la orden para que nadie volviese a comprar en sus tiendas.. Cristina suplicó.

Ya, de una forma desesperada, le ofreció estar a solas con él, a lo que el marido, de forma brusca, volvió a decir, no.

Preciosa, te diré algo. Si yo quisiera follarme a una mujer, podría tener en el pueblo a mil mejores que tú, pero lo que quiero es jugar, divertirme.

Cris, marchémonos, dijo el marido. Ella no se movía. Sabía que lo perdían todo si salían de allí sin llegar a un acuerdo.

Don Tomás, déjeme unos minutos con mi marido, por favor. En breve le daremos una respuesta. Ambos se apartaron y estuvieron hablando en voz baja. Parecía que ella quería aceptar y él se negaba. Al final, vi que ambos empezaban a sollozar, por lo que era fácil entender, que iban a aceptar la propuesta.

Su marido, con los ojos llorosos, dijo que eso era una aberración. Que pasaría cuando eso se supiera. Don Tomás respondió que nadie sabría nada de esto, salvo los siete que estábamos allí. Nada de lo que pasara saldría a la luz.

En que consiste exactamente el trato, preguntó ella? Básicamente lo que he dicho antes, respondió el jefe. Estarás a nuestra disposición, totalmente entregada a nosotros, durante unas horas y tu marido verá todo. Si aceptais, él se sentará en esa silla, y quedará amordazado. A ti, por tu parte, te presentaré a mis hombres, y nos vas sirviendo una copa.

Por favor, volvió a suplicar. No he estado jamás con otro hombre que mi marido.

Eso aún me gusta más, respondió nuestro anfitrión. Ella volvió a insistir. Jamás un hombre, desde los 10 años, salvo él, me ha visto desnuda. Incluso mi ginecólogo, es mujer. Por favor. Solucionemos esto de otra forma, por favor.

María, saluda a todos mis hombres o sal con tu marido por esa puerta, tú decides.

Ella dio un beso a todos, un beso casto en la mejilla, mientras don Tomás nos presentaba, incluído yo, y comenzó a servir las copas. Habían aceptado el juego.

Cris, iba vestida con un pantalón y una camisa negra. Me encantaba su pelo, de aspecto trigueño, más bien moreno. Unos ojos negros preciosos, y unos pendientes y un crucifico de oro, la alianza de casada, en la mano derecha, como correspondía a una mujer como ella.

Procedimos a atar a su marido. Esta vez, era todo mucho más calculado. La silla tenía unos grilletes, se le colocaron las manos y los pies, y se le amordazó la boca, metiendole una bola, de tal manera, que le resultase imposible moverse, ni decir palabra.

Hicimos un círculo y la chica quedó en medio. A ver cielo, dijo don Tomás. Quiero que vayas desnudándote muy lentamente. En cualquier momento puedes negarte a hacer lo que te pidamos, o decir no. En ese instante, todo habrá terminado. Esto implica una aceptación total de todo lo que vamos a ir pidiéndote, hasta que terminemos, o tú digas basta.

Ella estaba totalmente colorada. Se iba a desnudar delante de todos nosotros, y lo peor, es que su marido estaba presente.

Comenzó quitándose la blusa. Lo hizo de una forma lenta, como deseando que los segundos se congelasen y no tuviera que desabrochar el siguiente botón. Aún así, no tardó más de un minuto en quedar totalmente abierta la camisa. Muy despacio, procedió a quitarsela, y esta cayó al suelo.

Ella cruzó sus brazos, intentando tapar su sujetador, aunque era negro, muy tupido, no se transparentaba nada.

Cris, es para hoy, continúa, por favor. Creo que nos vas a gustar más sin pantalones, dijo nuestro jefe. El marido, negaba con la cabeza, balbuceando.

Francisco, quítale el botón de su pantalón. Quiero que lo hagas tú, me dijo. Me acerqué a ella y desabroché ese botón, y aproveché además a bajar la cremallera. Ella me empujó la mano, de forma violenta y me miró con odio. Creo que en ese momento, se dio cuenta además, de la humillación que suponía que yo estuviera allí.

A mi siempre me había gustado Cris. Ella era una mujer inaccesible. Elegante, bella, con estilo. Ahora la tenía ante mis ojos, en breve, sólo en ropa interior.

A don Tomás le molestó ese gesto hacia mi y le recordó que estaba allí para nosotros y que podía marcharse cuando quisiera. Si no se iba, quería que se quitara sus pantalones. Ella agachó la cabeza y comenzó léntamente a bajarlos hasta que cayeron al suelo.

Llevaba unas bragas pequeñas, negras, tambien muy tupidas. No obstante, se podía comprobar la forma de sus labios vaginales con la arruga del triángulo invertido que formaba su braguita.

Todos los presentes, salvo su marido, babeábamos al ver su cuerpo. Gírate, pidió don Tomás. Queremos verte por todos los lados. Ella comenzó a girar lentamente para que todos pudieramos ver su cuerpo.

Bien, Cris. Nos enseñas tus tetitas? En ese momento, ella empezó a insultarnos, de una forma muy violenta. Es esto lo que quereis? y rápidamente, como poseída, se quitó su sujetador y lo tiró al suelo.

Todos nos quedamos callados, al momento ella se derrumbó y cayó al suelo llorando desconsoladamente. Sus pechos eran preciosos, con la peculiaridad, que la punta de los pezones estaban metidos hacia dentro, dejando al final de las tetitas, dos pequeños agujeritos.

Podeis marcharos. Aquí estás por propia decisión, le indicó don Tomás Ella hizo un ademán con la cabeza, ya más tranquila y afirmando que continuaría con el show.

Volvió a ponerse de pie. No se cubría los pechos, supongo que se sentía totalmente humillada y empezaba a darle todo igual.

A ver, tesoro. Quiero preguntarte algo. Que es lo que hay debajo de la braga?

Mi sexo, respondió con voz baja. Y como se llama el sexo de una mujercita tan linda como tú? Vagina, señor, volvió a decir con palabras apenas con un hilo de voz.

Una sonora risa salió de la boca de don Tomás. En realidad, a mi me gusta llamarlo coñito o chochito, viniendo de una preciosidad como tú y quiero......... queremos verlo.

Cris sabía que ese momento tenía que llegar, y tambien suponía, que despues comenzaría algo aún más desagradable.

Por favor, dejen que se vaya mi marido, suplicó ella con los ojos llorosos. Su esposo, estaba con la mirada perdida, como si la locura hubiera llegado a su cabeza.

Que se vaya? E impedirle que vea este espectáculo irrepetible? Por supuesto que no. Cuando salgais de esta habitación, antes o despues, será juntos.

Ella bajó de nuevo su cabeza. No se atrevía a bajar las braguitas.

Cris, tienes un marido, dos hijos, padres, suegros, dos negocios, tu casa, sus casas. Quieres perder todo?

Ella cerró los ojos, miró hacia arriba, se tomó unos segundos, que me parecieron eternos y comenzó léntamente a bajar su braguita mientras sus lágrimas rodaban por su mejilla. Lo hacía muy despacio, lo que hacía que aumentase nuestra excitación. Su braga, iba rodando por sus muslos, poco a poco, de forma contínua.

Quedó totalmente desnuda. Su coñito tambien era peculiar. Totalmente negro, con bastante pelo, pero muy recortado, con forma rectángular. Era curioso contemplar, que tambien su sexo era peculiar, puesto que uno de los labios sobresalía del otro.

Don Tomás, le dio una cachetada en la parte interior del muslo, y ella separó ligeramente las piernas. Estaba de pie y él le acarició su labio mayor. Su cara hacía pucheros, por lo que estaba sufriendo, pero no se derrumbó. Aguantaba estoicamente, sabiendo que estaba realizando un trabajo, y pagando una deuda contraída.De repente, de forma brusca, metió el dedo dentro de su orificio. Dio un grito, pero permaneció firme, de la forma más digna que podía.

Francisco, ven. Ya que os conoceis, hagamos que te haga una buena mamada.

Cris, ya que tienes experiencia en quitar ropa en público, bájale en pantalón y comienza a chupársela.

Me miró a los ojos, sabía que los habría sacado si hubiese podido. Ella respondió como una autómata. De una forma rápida, sacó mi polla del pantalón que por la excitación estaba a tope. Comenzó a meterla en la boca. Era muy torpe y al momento le dio una arcada.

Don Tomás le dijo que si volvía a atragantárse, dejaría de haber trato. Ella comenzó a succionar de forma rápida. A los pocos minutos, me corrí en su boca. Ella intentaba escupir mi semen, pero le volvió a ordenar, esta vez, que lo tragase.

Seré yo quien te estrene en tu debut como show girl, o debo decir, prostituta?  Colocamos la mesa grande, en el centro, y la tumbamos en ella. Comenzó de nuevo a acariciarla, por todo el cuerpo, centrándose principalmente en su coñito, que lo manoseaba, le metía el dedo. En esos momentos, me excitaron dos cosas. Una su anillo de casada, y otra el crucifijo, señal de su profunda religiosidad.

Está un poco seca. Ordenó a otro de mis compañeros que comenzara a lamerle el coño. Ella sólo decía en voz baja no, no, no, pero no hacía nada físicamente para evitarlo, no podía. Estaba en nuestras manos. Estuvo varios minutos moviendo su lengua, entrando en su rajita, pasándola por sus labios, por su clítolis, por todos sitios. Ella movía de forma lenta las manos, que las tenía sobre las manos, y de vez en cuando, se tapaba la cara, en señal de vergüenza. De vez en cuando, su mirada se iba hacia el padre de sus hijos, y las lágrimas brotaban con más fuerza.

El jefe, que estaba totalmente empalmado, comenzó a penetrarla. No se arrimaba mucho a ella. Se la metía léntamente. Ella giraba la cabeza sin parar, en señal de negación. No estaba siendo violada, pero tal vez, de esa forma, le habría costado menos. En realidad, le habría resultado mucho más sencillo hacerlo a la fuerza. No habría sido tan humillante. Mientras tanto, don Tomás continuaba penetrándola, lo hacía muy lento, recreándose en su vergüenza, en como mancillaba ese cuerpo. De vez en cuando, le chupaba los pezones, y los tocaba, intentado sacarlos hacia afuera. Cuando ya estaba totalmente caliente, comenzó a decirle que se correría dentro de ella, y le gritó a su marido, ves como se folla a una mujer?

Este continuaba con la mirada perdida. Don Tomás se corrió dando gritos.

Bueno chicos, quedais tres por trajinársela, y además, me gustaría que Francisco, vuelva a repetir.

Me gustó oír eso, puesto que volvía a estar excitado.

Francisco, fóllatela ahora. Tú, Cris, quiero que mientras él te la mete, vayas chupando dos pollas.

No dudé un segundo, y comencé a penetrarla. Volví a ver como me miraba de nuevo con cierto odio, algo que no había hecho con nuestro jefe. Estaba tumbada en la mesa, y apartaron sus ojos de mi, mis compañeros, para llevar su boca hacia sus pollas. La movían bruscamente la cabeza, metiéndoles las pollas en su boca.

Yo continuaba metiéndola. Me encantaba contemplar su desnudez, sus piernas abiertas, y porque no decirlo, su entrega forzada. No obstante, para mi era igual de excitante, ver su anillo de casada, saber que no había conocido hasta hoy a más hombre que su marido.

Me aparté una vez que me corrí, y le tocó el turno al primer compañero, quien comenzó lubricándola. Tambien estaba muy empalmado y en esta ocasión, nada más meterla, con unos movimientos bruscos, se corrió enseguida. Todos sonreímos e hicimos bromas sobre su prontitud.

Les tocaba el turno, a los dos hombres que les habían chupado las pollas. Como sincronizados, uno de ellos comenzó a follarla, mientras que el otro, subió encima de ella, y se la volvió a meter en la boca. A los cinco minutos, como ensayado, los dos cambiaron de posición. Ella tenía lágrimas en los ojos, pero no podía soltar un llanto, puesto que su boca estaba ocupada. Finalmente, uno de ellos se corrió sobre su coño. El otro, terminó masturbándose, mientras miraba su desnudez, se corrió sobre su cara.

Uno de los hombres advirtió a don Tomás. Señor, hemos dejado sin tocar su culito.

Y así será, respondió. No quiero consumirla totalmente. Tengo la sensación que vamos a volver a vernos.

Podeis desatar al marido, y tú, Cris, puedes vestirte. Con esto, queda pagada la deuda hasta el día de hoy. Dentro de un mes, quiero que volvais a mi casa, con el dinero y sino es así, volveremos a jugar, pero con nuevos incredientes.

El hombre casi no podía mantenerse en pie, y ella a duras penas, desaliñada, le ayudó. Salieron a la calle y se marcharon hacia la casa que tanto les había costado conservar.

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