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Gusano (07) - Gusano Mamón

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Habían pasado algunos meses sin que nada anunciara cambios en mi relación con Jordan y con los otros chicos.  Mi comportamiento para con él era cada vez más servil y más sumiso y nada en el mundo podía quitarme el gusto por sus pies.  Había desarrollado por ese chico una devoción a toda prueba y puedo decir que más que admirarlo, ahora lo idolatraba, lo veneraba como si fuera un verdadero Dios.

Esa veneración por Jordan había convertido mi vida en un espiral de degradación al que jamás había pensado llegar.  Aunque no consideraba todo lo humillante que podría resultar el mantenerme lamiéndole sus pies y aunque en cierta forma me había resignado a hacerle lo mismo a los otros chicos y a soportar sus constantes guarradas y burlas, lo cierto es que no había tocado fondo aún.

Hasta que llegó su cumpleaños y las cosas empezaron a tornarse de verdad amargas para mí.  Para celebrar la ocasión la familia de Jordan le organizó tremenda fiesta.  ¡Una fiesta de envidia!  Muchos de sus primos vinieron de otras ciudades y, por supuesto, los chicos, es decir Wil, Andy y Philip fueron invitados.

A mí en cambio no me invitaron.  En principio creí que se había tratado de un olvido de Jordan y aun a riesgo de parecer impertinente, algunos días antes de la fiesta, estando en el refugio con él, dedicado a mi tarea de lamerle sus hermosos pies, me aventuré a preguntarle tímidamente:

—¿Ta…también…pu…puedo ir yo…a tu…tu fiesta, Jordan?

—¡No!  ¡¿Eres estúpido o qué gusano?! – me respondió a los gritos –.  ¡Mi fiesta es para mis amigos y tú solo eres un gusano hijoputa!

Los chicos se torcieron de risa con su respuesta y yo me sentí tan mal, tan humillado y tan triste, que quise levantarme de ahí para largarme del refugio.  Intenté levantarme de donde estaba arrodillado para irme a llorar a mi casa, sintiendo que las lágrimas se me salían.  Pero Jordan me lo impidió con su habitual autoritarismo y altivez:

—¡¿Qué putas esperas para seguir lamiéndome mis pies, gusano hijoputa?! – me gritó – ¡¿O es que prefieres que primero te muela a golpes para luego seguir lamiéndomelos?!

Con resignación y también con miedo, volví a pegar mi lengua a las plantas de sus pies y me dediqué de nuevo a lamer, mientras él y los chicos comentaban entusiasmados sobre los detalles de la próxima fiesta.  Reflexioné y quise creer que la culpa de aquella humillación había sido sólo mía, pues solo a mí se me había ocurrido pedirle a Jordan que me invitara a su fiesta en semejantes circunstancias.  “A ver si aprendes, estúpido”, me recriminé interiormente.

No obstante, al llegar a casa y ya un poco más calmado, sentí que aquella humillación parecía haber rebasado mis límites y desde ese momento decidí que no volvería a prestarme a los juegos de Jordan ni de los otros chicos.

¡Ya era demasiado!  Yo tenía casi tres años más que Jordan.  ¿Qué me obligaba a aceptar semejante condición de esclavo de aquel chico?  Recordé la vez que fui sometido a ser usado por Philip y empecé a rebelarme.

El revivir en mi memoria todo lo que me hacían los chicos, sus guarradas, sus humillaciones, sus burlas y sus golpes, que yo soportaba sólo porque Jordan me ordenaba aguantar.  Cada segundo me dolía en el alma.  ¡Sí…definitivamente aquello era demasiado!  ¡No iba a soportarlo más!

Y sin embargo, como no tenía valor para plantarle cara a Jordan y exigirle al menos un poco de respeto, sabiendo que su sola presencia me acojonaba demasiado, opté entonces por desaparecer.  Y como un gusano rastrero que se esconde bajo la tierra, me encerré en mi casa pidiéndoles a mamá y a mi hermana que dijeran que no estaba por si alguien iba a preguntar por mí.

Pero pasaron los días y era como si el resto del mundo se hubiese olvidado de mí, pues nadie en absoluto se preocupó por mi ausencia, ni se tomó la molestia de ir a buscarme, ni menos fueron a convidarme para ningún lado.

Y a pesar de mi determinación inicial de sustraerme al yugo de Jordan, la ansiedad me carcomía y me preguntaba si no me extrañarían, si el chico no necesitaría que yo fuera a comerle sus hermosos pies, si estaría aburrido sin que yo estuviera para reírse a mi costa.  Me invadía la duda y pensaba si no había hecho mal en ausentarme.

El día de la fiesta no pude evitarme la tentación de espiar por la ventana y más desazón y tristeza me causó todo el alegre bullicio que había y lo guapos que iban los chicos y lo mucho que coqueteaban las chicas.  Lloré hasta que me quedé dormido.

Sin embargo, algunos días después sucedió algo que parecía increíble.  Oí que en la puerta de mi casa tocaba alguien y cuando me asomé por la ventana, allí estaba Jordan en compañía de otro chico hablando con mamá.

A las volandas me calcé unas viejas zapatillas y salí corriendo comido de la emoción, justo para ver a Jordan y al otro chico cuando ya estaban por irse.

—Hola Jordan… – atiné a decirle con un hilo de voz.

—Hola… – me respondió él –…pues había venido para convidarte a mi casa con mi primo, pero pues dice tu mamá que estás indispuesto…así que…

—Pues ya no tanto… – le dije yo sonriéndole.

—Entonces vámonos… – me ordenó con seguridad.

—Si me esperas me pongo algo mejor y salgo ¿vale?

—Así estás bien – me dijo Jordan viéndome de arriba abajo con aquella mirada de desprecio que yo le conocía tan bien…

Y me fui con él y con el otro chico, alegre como no lo había estado en mucho tiempo, suponiendo que Jordan quería arreglar las cosas conmigo y que tal vez iba a compensarme por no haberme invitado a su fiesta de cumpleaños.

Por lo que les oí comentar, Steve, que así se llamaba su primo, luego de la fiesta había decidido quedarse por algunos días.  Esa tarde estaban los dos solos en casa porque la familia había ido de paseo y ellos habían decidido quedarse para jugar un poco.  Supuse que me harían parte del juego y así fue.  Y de qué forma.

—¿Y dices que hace todo lo que tú le ordenas? – le preguntó Steve a Jordan, sin importarle hablar de mí estando yo ahí.

Estábamos en el living de su casa.  Acabábamos de entrar y Jordan y su primo se habían acomodado en el sofá dejándome a mí de pie ante ellos, sin importarles un sieso que yo fuera su invitado.  Aunque claro que yo no era un invitado cualquiera, simplemente era el gusano de Jordan y así lo dejó claro él.

—¡Venga gusano, arrodíllate que me apetece darte una hostia!

Aquello me avergonzó demasiado por la presencia del otro chico.  Pero no tuve el valor de negarme a obedecer y de inmediato caí de rodillas a los pies de Jordan, justo en el lugar del suelo que él me señalaba con total altivez al tiempo que sonreía de satisfacción al ver mi sumisión.

Y no me hizo esperar ni un segundo para estamparme un bofetón bien fuerte en pleno rostro.  Y aún no empezaba Steve a carcajearse cuando Jordan me asentó un segundo golpe en mi cara con su mano abierta, haciéndome sentir que las mejillas se me enrojecían al instante.

—¡Agradéceme gusano! – me ordenó el chico luego de castigarme y señalando a sus pies con su dedo índice.

Sabiendo muy bien a qué se refería Jordan, en el colmo de la vergüenza y oyendo la explosión de risa de su primo, me incliné hasta el suelo y le besé sus zapatillas a mi Dueño al tiempo que musitaba algunas palabras para darle las gracias por haberme castigado.

—¡Joder que será estúpido tu gusano! – comentó Steve entre carcajadas – ¡Mira que besarte los pies y agradecerte que lo castigues!

—¡Y eso que aún no ves nada, primo! – le respondió Jordan – ¡Te digo que a este gusano lo tengo de esclavo!

—Pero hombre…que no te entretengas… – dijo Steve sobándose el paquete de su entrepierna –…a lo que vinimos que ya estoy que no aguanto…

En ese instante Jordan se puso en pie quedando a un palmo de mi cara.  Levanté la mirada para observarlo por un instante y sería tal vez por los días que había dejado de estar con él, pero el chico me pareció más alto de lo habitual.

Su estampa era imponente y me pareció que se veía aún más poderoso que cuando me encontré con él por primera vez en el parque.  Arrodillado a sus pies como estaba, me sentí insignificante y acojonado y supuse que enseguida se dedicaría a apalearme, por lo cual no pude evitar soltar un gemido y traté de encogerme lo que más pude.

—¡Ahora gusano, vas a cerrar los ojos y no los abres si no te lo mando! – me ordenó Jordan con su imponente tono de voz resonando en mis oídos.

—Si Jordan…como tú ordenes, Jordan… – me atreví a musitar con mi cabeza gacha al tiempo que cerraba los ojos apretando los párpados como él me lo había indicado.

—¡Ahora abre tu hocico, gusano estúpido! – volvió a ordenarme Jordan al tiempo que me asentaba tremenda bofetada.

Steve volvió a descojonarse de risa mientras yo abría mi boca como me lo ordenaba Jordan, suponiendo que sería sometido a alguna de las infinitas guarradas que ya tantas veces había tenido que sufrir en presencia de los otros chicos en el refugio.

Sentí entonces que Jordan me introducía algo casi hasta la garganta.  Traté de palpar con la lengua y por la forma supuse que me estaba metiendo un dedo, que además de cilíndrico me pareció un poco grueso y por añadidura muy caliente y con un sabor extraño, como entre salado y dulce.  Un ligero y extraño aroma llegaba hasta mi nariz, pero no atinaba a adivinar su procedencia.

—¡Chupa, gusano! – me ordenó Jordan mientras me afirmaba la cabeza por los pelos.

¡Qué guarrada tan rara!  Pensé yo sin atreverme a abrir mis ojos y siguiendo las indicaciones de Jordan de chupar aquel extraño dedo que me había metido en la boca hasta el fondo.  Steve por su parte se descojonaba de risa hasta hacerme imaginar que se ahogaría en medio de sus carcajadas.

Por encima de las carcajadas de Steve alcancé a oír que Jordan estaba jadeando y enseguida sentí que, afirmándome aún más por los pelos, se dedicaba a mover mi cabeza de atrás hacia adelante y de adelante hacia atrás, mientras yo seguía chupando suavemente su extraño dedo y lo sentía resbalarse por mi lengua que iba siendo empapada por una especie de baba espesa y que tenía aquel raro sabor entre dulce y salado.

Empecé a sentir que el dedo con el que Jordan me estaba taladrando la boca se le ponía cada vez más tieso y rebotaba entre mi lengua y mi paladar vibrando de una extraña manera.  Me mantenía con mis ojos bien cerrados como él me lo había ordenado y no atinaba a adivinar qué guarrada sería la que me estaba haciendo.

Caí en cuenta que no podía estarme metiendo ninguno de sus dedos por cuanto sus dos manos estaban ocupadas agarrándome los pelos con tanta firmeza que creí que me los arrancaría.  Empecé entonces a mover mi lengua para tratar de identificar aquello con lo que Jordan me penetraba la boca y por la forma cilíndrica que tenía y por el extraño sabor que soltaba, supuse que tal vez sería una salchicha que él habría dejado fuera de la nevera para que tomara aquel extraño sabor y así guarrearme más a gusto.

Algo había allí que no cuadraba muy bien y era la rigidez que iba tomando esa salchicha entre mi boca al tiempo que mi lengua la recorría y mientras Jordan arreciaba con el movimiento de mi cabeza de atrás hacia adelante y de adelante hacia atrás.

—¡Joder…joder…uffffff…! – empezó a gritar Jordan – ¡Me corro…joder…me corro!

En ese instante, ante aquella expresión que nunca le había escuchado, sintiendo cómo aquella salchicha se ponía más tiesa que nunca antes, al tiempo que iba largando una especie de leche espesa y con un sabor más intenso que la baba del principio, con aquello metido hasta mi garganta y vibrando como con vida propia, aún a riesgo de que Jordan me apaleara, abrí mis ojos y me encontré con mi rostro pegado a milímetros de la bragueta de sus vaqueros.

Caí en cuenta entonces de que Jordan me había hecho comerle la polla, de que el muy cabrón me había estado follando la boca sin siquiera anunciármelo y que para colmo de mis desgracias, había terminado corriéndose en mi garganta y yo me había tragado toda su lefa.

¡Maldita suerte la mía!  Los ojos se me llenaron de lágrimas y un conato de rebelión empezó a florecer en mi alma y no me importó soltarme a llorar del coraje que me invadía en ese momento.  Jamás se me había pasado por la cabeza que Jordan pudiera hacerme aquello.  Nunca había imaginado que tuviera que mamar ninguna verga.

Yo no era homosexual.  Lo mío eran los pies y, bueno, también la sumisión.  ¡No las pollas!  Esta vez Jordan se había pasado conmigo y me había humillado de la peor manera que se le había podido ocurrir.  Y lo que más me dolía era que ¡no estábamos solos!  Me reventaban las carcajadas de su primo, que se ponía con su cara roja de las risotadas que pegaba.  Me sentí demasiado sucio y por un instante odié a aquel cabrón por haber tenido la osadía de violarme por la boca.

Me sacudí intentando liberar mi cabeza de sus manos para sacarme de entre la boca su verga que empezaba a perder rigidez y parecía llena de baba y semen.  No me fue difícil por cuanto Jordan parecía estar en éxtasis y ni siquiera se inmutó cuando me aparté asqueado, viendo cómo un hilo de baba unía mis labios con su rojo glande, lo que me indujo a escupir en el suelo lo que no había alcanzado a tragarme de su corrida.

Como si hubiera perdido cualquier rastro de fuerza, el chico se dejó caer en el sofá, con los ojos entornados y una gran sonrisa dibujada en su rostro.  Al tiempo que yo trataba de limpiar mi lengua con mis manos, acometido de la terrible humillación que aquella follada me había provocado, mientras Steve se torcía de risa y hacía comentarios sobre lo cerdo y mariconazo que me había visto comiéndole la verga a su primo.

—¡Jajajaja! – se reía Steve - ¡Mira no más cómo se la trago!  ¡Jajajaja!  ¡Se la tragó todita hasta el fondo! – repetía una y otra vez -¡Qué cerdo y que mariconazo es ese gusano!  ¡Jajajaja…ahora solo falta que te de las gracias! – remató casi poniéndose morado de la risa.

Me levanté del suelo en donde había permanecido arrodillado a los pies de Jordan y salí casi corriendo hacia la puerta para buscar la salida.  Pero me encontré con que los muy cabrones habían cerrado con llave, seguramente para evitarse alguna sorpresa mientras me jodían.

Trate de abrir la puerta.  ¡Estaba enfurecido!  Como un estúpido halaba el picaporte con todas mis fuerzas y casi me lastime los dedos tratando de forzar la cerradura intentando vanamente abrir para largarme.  Y como no lo lograba, entonces me di vuelta y acercándome a Jordan le exigí casi a los gritos que me entregara la llave.  Al ver mi actitud pareció sorprenderse y dedicándome una mirada inquisitiva me preguntó:

—¡AH SÍ?¡  ¡¿Y qué se supone que harás gusano mamón?!

—Me largo de aquí…esta vez te has pasado…

Steve soltó una nueva carcajada y Jordan se levantó despacio de su sofá y se me acercó con aquella absoluta determinación que siempre le veía cuando se encaraba conmigo.  Creí estúpidamente que iba a darme la llave y hasta estiré la mano para recibírsela, pero en cambio lo que hizo fue asentarme un bofetón bien plantado en mi mejilla, que me sacudió la cabeza y me dijo con una sonrisa de burla que me heló la sangre:

—¡Aún no te puedes ir, gusano comevergas…mira que aún no le comes la verga a mi primo!

—¡Joder! – le grité – ¡Que no soy maricón!

—¡Pues maricón o no, le vas a comer la verga a Steve! – me dijo con altivez - ¡Y harás lo que yo te mande que para eso eres mi esclavo, gusano hijoputa!

Inexplicablemente sus palabras empezaron a diluir mi determinación de largarme de allí.  Me sentí exactamente como un cubo de hielo que arrimándose al fuego se derrite sin remedio.  Al recordarme con esa arrogancia y esa altivez suyas, que yo era su esclavo y que nada más tenía ante él la condición de “gusano”, Jordan tocó la fibra más sensible en mí, la de mi carácter sumiso.

No tuve ya ningún valor y agaché la cabeza ante él.  Con la misma determinación que segundos antes había utilizado para gritarle y exigirle que me diera la llave, empecé a gimotear y a implorarle que no me obligara a mamarle la verga a su primo.  No me hizo el menor caso.  Se dio media vuelta y volvió hacia el sofá para sentarse allí y tronar los dedos indicándome que me acercara.

Fui hacia él con paso vacilante.  Sollozando y lentamente caí de rodillas a sus pies para enseguida inclinarme hasta el suelo y pegar mis labios a sus zapatillas, besándoselas e implorándole que me librara de tener que hacerle la mamada a su primo, argumentándole que yo no era maricón ni mucho menos.

—¡Sácame las zapatillas, gusano! – me ordenó con inusitada calma.

—Si, Jordan…como tú ordenes… – le respondí con un sollozo.

Lo descalcé con cuidado y aquel excitante y fuerte aroma de sus pies me llenó los pulmones.  Jordan parecía tener un talento natural para someterme.  Hasta sentí que si me portaba más sumiso y servil que lo habitual, tal vez él fuera a decidir librarme de ir a mamarle la verga a Steve.

Así que allí me tenía, puesto en cuatro patas ante él, anhelando como nada en el mundo poder lamer sus plantas.  Por un lado habiendo olvidado ya la terrible humillación que me había infligido.  Por otra parte, deseoso de obedecerle y dispuesto a hacer lo que fuera por seguir bajo su poder.

—¡Lámeme, gusano! – me ordenó asentándome la planta de su pie derecho en mi cara.

—Si, Jordan…como tú ordenes… – le respondí con un sollozo.

Las lágrimas corrían como río por mis mejillas que me ardían por los bofetones que me había obsequiado Jordan.  Y sin embargo, sosteniéndole su pie por el tobillo me dediqué a lamérselo y a besuqueárselo con increíble devoción.  Era como si me fueran a faltar labios para besárselo o se me quedara corta la lengua para lamérselo.  Él sonrió satisfecho y entonces me dejó claro que yo no tenía más opción que seguir obedeciéndole ciegamente, como lo había hecho hasta ese día.

—¡Mira gusano! – me dijo con calma mientras yo no paraba de lamerle su pie – ¡Tú eres mi esclavo y le vas a comer el rabo a mi primo…SÓLO PORQUE YO TE LO ORDENO! – remató con ese tono altivo que me era ya tan familiar.

—Po…por…favor…po…por favor…Jordan… – le imploré con mis labios pegados a su pie.

—¡Claro que si no me obedeces…pues quiere decir que ya no eres mi esclavo y no me puedes seguir chupando mis pies! – me dijo empujándome la cara despectivamente con la planta de su pie.

—¿No se lo contarás a los chicos? – le pregunté con un sollozo – ¿…no les contarás que te la he chupado…?  Por favor…

—Vamos, gusano – me dijo con calma y remató con un grito: ¡Anda a chuparle la polla a mi primo!  ¡Obedéceme, gusano!

Eso acabó de derribar mi voluntad.  No tuve más remedio que rendirme por completo ante su altivo poder.  Con desgano abandoné los pies de Jordan para arrastrarme en cuatro patas hacia Steve y entregarme a atender su verga como mejor podía.  Y sin ser para nada maricón, a punto de cumplir mis 16 años, aquel día, con diferencia de minutos, sin desearlo para nada, tuve que comerme dos rabos de dos chiquillos casi tres años más jóvenes que yo.

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