Episodio I.
Sala de espera de la notaría. Jonás tiene cita a las 12 y media. Ha llegado con tiempo. Por enésima vez piensa en su último borrador, que le tiene algo obsesionado.
En ello estaba cuando Jana se sentó a su lado. Al sentarse la raja de su vestido mostró más pierna de lo estrictamente razonable.
Jonás es un jubilata de 63 años. Abandonó anticipadamente su puesto de alto funcionario harto de politiqueo y de no encontrar satisfacción alguna en su trabajo. Su única ilusión es escribir, su verdadera pasión. Publica sus relatos en diferentes páginas en internet, y se estaba planteando seriamente hacerlo en serio. Su último borrador empezó muy bien pero como solía ocurrir perdía fuelle cuando se aproximaba el desenlace.
Jana acababa de cumplir 39 años. Hacía tres meses que le habían diagnosticado una grave enfermedad degenerativa. El mejor pronóstico era que empezaría a afectarle en un año si se medicaba. El peor, en cualquier momento si dejaba de hacerlo. Soltera y sin compromiso, Jana padecía desde su niñez un defecto físico que la tuvo acomplejada hasta más allá de su adolescencia. Poco a poco fue desembarazándose de esa lacra y había aprendido a quererse a sí misma a medida que dejaba de importarle la gente.
Aun así, su espalda deforme estaba siempre presente y sabía que era objeto de compasión. “Tan guapa y mírala, pobre…” Eso pensaba que decía la gente al verla. Y no le faltaba razón. Acababa de heredar una impresionante cantidad de dinero, y dada su situación decidió dejar la ciudad, donde nada la ataba, y se fue a la costa, donde compró una casa frente al mar en una playa todavía a salvo de la masacre inmobiliaria a esperar su hora. No tenía intención alguna de prolongar su vida más allá de lo razonable.
Las mujeres encontraban atractivo a Jonás. Alto y enjuto, su sonrisa levantaba pasiones. Le gustaban las hembras, claro, pero para él eran solo un objeto intelectual, en consonancia con su idea del sexo. Felizmente divorciado desde hacía muchos años, tuvo la suerte de que su ex era tan inteligente y con tanto sentido común como él, así que su separación fue irreprochable. Y al no tener hijos las cosas fueron muy fáciles. Quedaban de vez en cuando, y esos encuentros eran gratos para ambos.
Su primer y único novio lo tuvo a los 20. Todavía arrastraba mucho del “qué dirán, o pobrecita” por su espalda deforme. Quizás por eso no fue demasiado exigente. La había desvirgado al segundo día de conocerse. Fue su primera decepción. Las siguientes ocasiones en que practicó el coito le confirmaron que esa clase de sexo no iba con ella. Unas imágenes en un cuento cuando tenía 10 años le turbaron de tal forma que desde entonces supo que era muy rara. Eso, y la verdad objetiva de que su espalda constituía un hándicap como atractivo sexual, la hicieron renunciar a buscar relaciones.
…
Me gusta esta chica. ¿Estará casada, divorciada… tendrá mucha vida interior como decía mi amigo El Fiera? me gusta su piel y su tipo redondito y de carnes generosas y acogedoras, como la Jana de mi relato. Y es guapa a rabiar. Tendrá seguramente barriguita. Y da igual la joroba, casi mejor. Sin duda, es mi Jana.
…
Me está mirando. Estoy segura. Me recuerda a Sean Connery. ¿Se habrá dado cuenta de mi chepa? Seguro. ¿Le importará? Joder, por supuesto. ¿Qué hago yo elucubrando con este tío? Con lo bueno que está se puede ligar a cualquiera. Y yo, la figa de mí, enseñando muslo. Ay Jana… qué tonta eres…
…
Se ha dado cuenta de que le he mirado el muslo. Y no se la tapado. Bueno, es igual. Total, no me la voy a llevar al catre. Hacer un poquito de teatro para ponerme en forma no estaría mal. Colgadita de la barra con su cuerpo retorcido, mmm. Puñetas, voy a concentrarme en el maldito borrador en lugar de pensar tonterías de adolescente.
…
Se ha sonreído. ¿Será por mí? Ojalá. ¿En qué estará pensando? Probablemente en alguien muy lejos de aquí. Me recuerda aquel señor mayor sentado a mi lado en la sala de espera del médico. Me miraba sin parar. Mi madre ni se enteraba. Yo acojonada. ¿Qué elucubraría el rijoso aquel? Y aquella noche soñé con él. Yo corriendo por el bosque y él persiguiéndome. Hasta que me cazó, me desnudó y me ató a un árbol. Cogió una rama muy recta y me pinchaba en mi ombligo, una y otra vez, cada vez más fuerte. Uff, me desperté sudando y jadeando. Vaya orgasmo tuve ¿y si quisiera hacerme eso? Ay… Qué tonterías piensas Jana.
…
¿Tendrá el pubis con vello como mi Jana? Lo más probable es que siga la mierda de moda de depilarse. Y las axilas por supuesto. ¿Por qué no seré un descarado y le pregunto? Sería divertido: ¿oiga señora, Ud. se depila la chichi?
Salió por la puerta la administrativa: Sr. Rius?
— Vaya, me toca. Hasta luego.
Jonás esta vez tuvo tiempo de verla. Y sí, redondita como la Jana del relato. Su sonrisa devuelta… le pareció algo más que protocolaria?
…
Vaya… se va. Qué pena. Qué sonrisa tiene el tío. Mortal de necesidad. Adiós Connery.
Cuando terminó el trámite, Jonás salió a la sala de espera. Allí estaba ella esperando su turno. No se lo pensó dos veces y volvió a sentarse a su lado dedicándole otra sonrisa, a la que ella de nuevo contestó. Para disimular volvió a sacar el Smartphone, pensando qué haría cuando le tocara el turno a ella y desapareciera definitivamente. Francamente, no tenía ni idea.
…
Connery ha vuelto. Qué alegría. Voy a provocarlo un poco.
Y obligó a la falda a mostrar más carne.
…
Ay Jana ¿qué esperas con esta exhibición? Ay Jana… te estás oxidando. Ni te acuerdas como se liga.
…
Je je je, lo ha hecho a propósito. Me encanta esta mujer. Qué ingenuidad.
Se giró hacia ella y volvió a sonreír. Ella se puso roja como un tomate.
…
Joder, me ha pillado… mierda. Y ahora qué?
Se tapó inmediatamente pero el daño estaba hecho. Se puso seria echando vista al teléfono, disimulando. La estaría mirando todavía? Estaría casado? La gustaría hacerle esas cosas que le gustaban a ella, que ningún hombre le había hecho, y que en tantas ocasiones le quitaban el sueño?
…
Bah, qué tonterías estoy pensando. Vaya, mi turno. Menos mal.
Episodio II.
La decepción oscureció el rostro de Jonás.
…
Qué pena. Si hubiera estado unos minutos más… me van sus piernas, algo gorditas y proporcionadas. Y su culo… una 44 sin duda. Si no tuviera la espalda así, arrasaría. ¿Qué hago? ¿La espero y la invito a un café. Quién sabe?
…
Pero qué tontería joder, ni que fuera la oportunidad de mi vida… un vejestorio preocupado por si la viagra le da dolor de cabeza, como mi último ligue hace ya… uff, dos años? Se acabó.
Me largo. Ay, que sale.
Jana terminó rápido. Salió sin decir adiós. Estaba tan avergonzada…
Entonces él lo vio: se había dejado el móvil en la mesita de al lado.
Jonás salió raudo en su busca. Cuando pisó la calle ella estaba al otro lado. Cruzó siguiéndola. La llamó.
— perdone, se dejó el móvil.
— ah… gracias.
— me permite invitarla a un café. Aquí al lado hacen un magnífico cappuccino.
Fue sin casi proponérselo. Total, unos minutos de conversación serían suficientes para saber si valía la pena. Ella contestó inmediatamente.
— a estas horas mejor una caña! No?
Caminaron en silencio un par de manzanas hasta una terraza. Esperaron la llegada de las consumiciones sin pronunciar palabra, atentos a sus móviles, como si no lo creyeran. Dieron el primer sorbo.
— mmm… qué buena — exclamó ella.
— no hemos sido presentados, así que… me llamo Jonás.
— y yo Jana.
Jonás no pudo evitar un gesto de asombro.
— ¿qué le ocurre, nunca ha oído ese nombre?
— no es eso… es que el personaje de un relato corto que estoy escribiendo se llama como Ud.
— es Ud. escritor?
— nooo, solo un juntaletras aficionado. Soy arquitecto, pero ahora estoy jubilado. ¿Y Ud… a qué se dedica?
— también estoy jubilada ja ja ja. No; heredé no hace mucho lo suficiente para vivir de renta. Dejé el trabajo y me vine buscando el mar.
— Ud. no es de aquí, verdad?
— no. Soy del norte. Me compré una casa en la playa. ¿Estás casado? Ay, perdone. Por tutearle y porque soy una curiosa. Y eso que me gusta tratar a la gente de Ud.
…
Jolín Jana, qué atrevida te has vuelto. Igual me envía a la mierda.
—No, no estoy casado —dijo sonriendo— Divorciado y sin compromiso desde hace casi 20 años. Ya ni me acuerdo como era aquello. Sigamos con el Ud. si se encuentra más cómoda. Además, me recuerda a Orgullo y Prejuicio.
…
Qué buen gusto. Me encanta este tío…
— Ok, sigamos con el Vd. Así que no se ha vuelto a casar. ¿Le gusta el personaje de Darcy? Algo misógino, o… bueno. Parece que la Austen da entender… un poco equívoco, no?
— no, por favor ja ja ja. Lo del LGTBI lo llevo muy mal. Soy homófobo hasta la médula. Me encantan las mujeres.
…
Menos mal. Empezaba a preocuparme. Pero… qué desinhibida me estoy volviendo?
— bueno, que un hombre como Ud. permanezca célibe tanto tiempo… debe reconocer que… Oiga, puedo hacerle una pregunta indiscreta?
— hágala, pero si le contesto me deberá una.
— una qué?
— cualquier cosa servirá. Qué dice?
Episodio III
— eso es ponerme en sus manos— contestó sonriendo Jana.
— eso estaría bien, sabe?
Ambos rieron con ganas.
— vale acepto. Me gustan los juegos. A ver, hago la pregunta: ¿qué hace la Jana de su relato?
— no se lo va a creer. Jana coincide con un hombre que no ha visto en su vida en una sala de espera de un hospital. Entablan conversación y descubren que hay dos cosas que les unen: que ambos tienen una esperanza de vida más bien corta, y que sus inclinaciones sexuales digamos… son poco ortodoxas. Entonces ella le plantea disfrutar juntos lo que les quede de vida.
Jonás observa como el rostro de Jana se sorprende, tornándose más serio. Jana intentará disimular la verdadera razón.
— vaya, me ha dejado tocada. Y él ¿qué responde?
— responde que sí.
Jana queda unos segundos pensativa.
— le gusta el cine Jonás?
— mucho Jana. Lo dice por La Grand Bouffe? Me inspiré en ella.
— le gustaría acabar así su vida?
— bueno, comiendo precisamente no. También depende con quien.
— con la Jana de su relato? Con su ex, por ejemplo?
— con Jana, es posible. ¿Con mi ex? no me condene a muerte por aburrimiento, por favor. Oiga, y Vd… Cuál es su estado civil?
— soltera y sin compromiso.
— pues le devuelvo la observación: ¿qué ha hecho que una mujer como Ud. permanezca célibe?
— pues la respuesta es sencilla: nadie ha despertado mi interés lo suficiente, o más probablemente, yo tampoco lo he hecho.
Estaban sentados frente a frente, con la mesilla al lado. Jana cruzó las piernas, enseñando carne esta vez.
— vuelva a hacer eso y caeré rendido a sus pies.
— de veras? No dé ideas. Y no sea tan zalamero conmigo.
— pruebe otra vez a ver qué pasa.
…
Vale Jana. Sé atrevida pero de verdad. Allá vamos…
Jana se quedó mirando fijamente a Jonás, que le aguantó la mirada. Entonces volvió a cruzar sus piernas lentamente, entreabriéndolas lo suficiente como para que se le vieran las bragas y levantando los brazos, pasándolos tras la cabeza.
— no se le da nada mal sabe? pero no la imagino a Ud. ligando de ese modo.
— ¿con una espalda como la mía? No puedo esperar levantar pasiones ni así.
— no se fustigue por favor. Es Ud. Una mujer muy atractiva.
— buen intento. Gracias. Pero no cuela.
— me da la impresión que Ud. tiende a culpabilizar a su defecto físico por sus males. No puedo hablar por el resto del mundo pero créame, a mí me parece Ud. una mujer muy deseable.
— muchas gracias. Le creo.
— eso espero porque voy a hacerle una propuesta que desearía que acepte.
— hágala y le diré si la acepto.
— qué va a hacer este fin de semana?
— seguir poniendo en orden mi nueva casa. Tengo que vivir de la forma que a mí me gusta. Por?
— tengo alquilada una cabaña en Sierra Natura, un camping nudista en medio de un bosque a un par de horas de aquí ¿Le apetece venir conmigo?
Jana pareció dudar unos instantes.
…
Jaque mate. Yo me lo he buscado ¿Qué hago?
— es una propuesta demasiado tentadora para despreciarla.
— pues deme su móvil y mándeme un mensaje con su dirección. ¿Le gusta madrugar?
…
Eran las 8 de la mañana. Jana esperaba de pie frente a su casa. El coche aparcó frente a ella y subió.
— hola ¿dispuesta?
— dispuesta. Vaya, un LeBaron… del 70?
— veo que le gustan los coches. Casi, del 66.
El viaje fue silencioso, como si ambos reservaran la conversación para más adelante, pero en realidad la mente de ambos era una olla a presión.
…
Todavía no me lo creo. Una mujer tan acomplejada y acepta mostrarse tal cual ante todo el mundo.
…
Estoy loca. Como se me ocurrió aceptar, si hasta tengo vergüenza de llevar bañador… Ay Jana, donde te has metido.
…
Quizás esté equivocado y sea una tía con un par. No lo parece, pero… nunca se sabe.
…
Ay Jana… qué mal lo vas a pasar cuando toque desnudarse. Como lo haremos? Seguro que le pareceré horrible. Gorda… y con esta chepa…
…
Qué haré cuando nos desnudemos? No será como la última vez, eso seguro. Bueno, ella no es Clara, que ya sabía a lo que íbamos.
…
Qué tonterías estoy elucubrando. A mí qué coño me importa lo que piense él o el resto del personal. Es una experiencia nueva y tengo que tomármela como tal.
…
Dejemos que las cosas sigan su cauce. Quizás sea la última vez que se presente una oportunidad como esta. Encontrar compañía para hacer nudismo no es fácil, y ya me hago viejo…
…
Es una experiencia excitante, la verdad. Yo sola jamás lo hubiera pensado. Y tampoco es para tanto. Veremos qué pasa.
…
Me muero de ganas de verla desnudarse. Todavía no me lo creo. Esperará que me abalance sobre ella? ¿A qué va un tío con una tía a un camping nudista si no es a eso? pensará.
…
Y si se me abalanza cuando me desnude? Qué haré? Joder, pues dejarme. Vaya bobada. Y después… otro insulso metesaca? otro desengaño?
…
Y si el ambiente nos anima y jugamos a cosas serias? Venga, a santo de qué. Debe ser una reprimida más.
…
Y si resulta ser distinto? Y si fuera… no sé… imaginativo y al menos antes de follarme me ata? Ojalá pero… va a ser que no, seguro.
Por primera vez alguien habló.
— Jana, cual es su actitud ante el naturismo?
— nunca ha pasado por mi cabeza practicarlo, así que… ni positiva ni negativa. Será mi primera experiencia. Dígamelo Vd. que ya es practicante habitual.
— Me gusta ir desnudo y ver a gente desnuda con naturalidad, así que suelo ir a Serra Natura varias veces al año. Es un lugar muy especial en plena naturaleza, con un ambiente muy acogedor y liberal. Las cabaña donde vamos es mi preferida. Cómoda, fresca y muy discreta. Se llama Gea.
— vaya, la diosa Tierra, adorada como la fuente de toda vida, una deidad primordial. Oiga Jonás, cama única verdad?
— pues, creo que sí.
— bueno, ya somos mayorcitos para que eso importe.
Volvió el silencio.
…
Cama única… interesante. Qué haré si me echa mano? Qué risa. Igual me muerde la joroba, una de mis fantasías. No caerá esa breva.
…
Se ha quedado con lo de la cama para dos. Ay Jonás… esperará que le muerdas la jiba? Igual me da morderle cualquier cosa.
Pocos minutos después llegaban a un cartel indicador. Una joven en tanga parecía estar esperando a alguien. Jonás aminoró la marcha para tomar el camino lateral.
— ya hemos llegado
— se nota— comentó Jana viendo la escultural rubia en topless.
Llegaron al que parecía edificio principal. Una vez dentro de la recepción, que a la vez hacía funciones de restaurant, bar y sala común, formalizaron el ingreso.
— Aquí tienen las llaves. Recuerden, en la piscina está prohibido usar bañador o similares. Sam, llévalos a Gea.
— Kim, el Sr. Rius es un viejo cliente. Quiere que les acompañe?
— gracias Samanta. Ya sé el camino.
Poco después terminaron en la coqueta cabaña, muy apartada y de complicado acceso para quien no conociera el lugar.
Aparcaron bajo un cobertizo. Salieron del coche y entraron en la cabaña, mejor por dentro que por fuera.
— no está mal… nada mal.
— bueno Señor, qué hacemos?
— pues desnudarnos Señora… y a la piscina, no?
Jana estaba muy cortada. No se movía.
— Jana, me desnudo primero?
— sí por favor
Jonás se quitó las ropas. Ella intentaba disimular y mirar hacia otro lado pero finalmente se fijó en él cuando se desprendió del slip
…
No está mal. Bien dotado, pero… qué pasará por su cabeza al verme, así, al natural, con mi vello tal cual y con mi joroba. Seguro que le parezco repulsiva.
— su turno señorita.
Jana tragó saliva, se levantó y se desnudó.
…
Esto no lo esperaba. Una chica hairy como mi Jana. Sorpresas te da la vida. Y su chepa… un aliciente más.
— vamos a la piscina?
— vamos.
Salieron con sus cosas hacia la piscina. Se cruzaron con varias personas. Nadie les hizo el menor caso. Aun así…
…
Me miran todos. ¿Qué hace aquí esta chepiruda en porreta? Dirán… Ay, por favor…
— ¿va bien aquí?
— OK.
Han llegado a un lugar entre dos rocas y con visibilidad parcialmente reducida. Extienden la toalla y Jana se sienta. Al hacer lo mismo Jonás se trastabilla, da un traspiés y cae, apoyando bruscamente la mano izquierda entre los muslos de ella. Ha sido un movimiento involuntario, pero ambos se alegran del contacto.
— perdone, ya no tengo la flexibilidad de un joven— se disculpó
— no pasa nada.
…
Uff… cuánto tiempo sin sentir otra piel en mi cosita. Me voy a excitar… sin duda.
…
Ni que fuera a propósito. Demasiado tiempo sin la agradable experiencia de tocar a una mujer.
Jonás se giró mirando hacia ella, con sumo cuidado de no tener contacto físico.
— cual es su primera impresión?
…
Cual va a ser. Me pone estar desnuda a tu lado cabronazo. Me enerva el sol y la brisa acariciando mi piel. Este ambiente me pone mala. Ay… hasta meterme en la cama contigo me apetece.
— es agradable esta sensación, de verdad. Y el sitio… me encanta. Me permite una pregunta indiscreta? Ya, ya lo sé. Le deberé otra.
…
Veremos por donde sale esta ricura.
— con esa condición hágala.
.
— suele venir acompañado, verdad?
— cuando puedo sí
— o sea… siempre que puede se trae a sus novias aquí
Jonás sonrió.
— no todas aceptan, sabe? Bueno, muy pocas lo hacen. A qué mentirle.
— la última?
— hace dos años. El pasado vine solo. Jana, tenga cuidado con el sol, debería ponerse crema.
— Vd. cree?
— este sol de las montañas puede hacer estragos en su piel tan clara… quiere que la ayude?
— sí fuera tan amable, podría extender un poco por… donde crea conveniente?
— déjelo en mis manos
Y Jana se inclinó. Jonás puso crema por sus hombros.
— ¿y si se tumba boca abajo?
— qué bien, gracias.
Jonás se inclinó a su lado extendiendo la crema por sus hombros y espalda, muy despacio. Jana ronroneaba…
…
Me encantaría bajar hasta sus nalgas. Venga Jonás, a ver qué pasa…
…
Uff… este hombre… me está poniendo mala. Voy a tener que parar.
Jana se incorporó de golpe sin avisar, delatándose a Jonás.
— gracias.
Y volvieron a aposentarse. Jana se apoyó de espaldas en la piedra.
…
Qué daño… así se me pasará el sofoco.
— no me ha contestado. Qué hizo con su última novia?
— es Vd. muy curiosa, sabe?
— sí, es verdad. Lo siento.
— no, por favor. Bueno, pasamos algún que otro buen rato.
— en la cama, claro.
— sí. Le propuse hacerlo fuera en el bosque pero no le hizo mucha gracia repetir.
— ya había venido con ella antes? Lo digo por lo del bosque.
— sí. Eso fue el año anterior. Quedó escarmentada. Oiga, sabe que la Jana de mi relato no se depila.
…
Ha cambiado de conversación? Qué pasaría en el bosque?
— ¿le gustan las chicas al natural?
— pues sí, me parece muy sexy el vello arregladito, pero en el pubis me gusta de todas formas.
— sabe que una vez pensé dejarlo al cero. A un medionovio que tuve le gustaba.
— y no lo hizo.
— ya tenía hora para el láser cuando me dejó. Así que lo dejé correr.
— tiene Vd. Un pubis precioso. Seguramente fue para bien.
— ha dicho que le gustaban de todas las maneras.
— sí, lo dije, pero no le parece que así le da la oportunidad a su pareja y a Vd. misma de pasar un buen rato afeitándolo?
— las parejas que he tenido no se han preocupado de esos detalles.
— ellos se lo pierden. Oiga… y ese medionovio… ¿porqué la dejó? Y no me diga que fue por su defecto físico.
— no, qué va. Al menos nunca se quejó de mi joroba. Se asustó, y se fue.
— Y qué le hizo para asustarlo tanto?
— ¿si le contesto, me contará lo de su novia en el bosque?
— venga
Jana se giró hacia él, como buscando intimidad. Se acercó al oído de Jonás.
— estábamos en la cama. Él había tenido su orgasmo dejándome tirada y muy caliente. Estonces le pedí que me arrancara este lunar de un mordisco.
Y se señaló la peca situada junto al ombligo.
— me dijo que estaba loca. Se levantó, se vistió y se fue.
Jonás se rió con ganas.
— acostumbra Vd. a pedir esas cosas cuando se pone cachonda?
— solo cuando me excitan mucho mucho.
— vamos a darnos un chapuzón?
Y sin darle tiempo a contestar, Jonás se levantó.
Jana le siguió. Bajaron a la piscina, nadaron unos largos y quedaron frente a frente en el agua. El buen clima entre ambos siguió su camino.
— se ha metido en el agua por gusto o necesidad, Jonás?
— es Vd. muy observadora sabe?
— perdone pero era muy evidente.
— perdonada. Hay cosas que a mi edad todavía me emocionan, ¿sabe?.
— ¿Y qué edad tiene Jonás?
— cumplí en diciembre 63.
— yo cumpliré 40 en junio que viene.
Ante la reacción de Jonás, Jana barruntaba que ambos quizás compartían ciertos gustos y aficiones poco usuales. También él pensó lo mismo, y empezaba a ver en ella algo más que una chica acomplejada. Ambos tenían el fin de semana para comprobarlo.
— creo recordar que me dijo que le gustaban los juegos.
— a excepción de los deportes y del ajedrez sí.
— ¿nos ponemos cómodos? le propondré uno.
Salieron del agua sentándose en el borde de la piscina
— Vd. escoge cinco palabras. Cuando las diga yo le contesto con la primera que me venga a la cabeza. Con ese juego de palabras Vd. deduce lo que piensa de mí.
— ¿y luego al revés, no? Vale, déjeme pensar…
— venga, la primera: “amor”
— vanidad.
— segunda: “sexo”
— poesía.
— tercera: “placer”
— intelectual.
— la cuarta: “deseo”
— sexo.
— y la última: “mujer”
— Jana.
Ella sonrió. Él la siguió.
— la verdad, no sé si Vd. es un libro abierto o un cabrón retorcido.
Jonás volvió a sonreír.
— probablemente tengo algo de cada cosa. Venga, espero su análisis.
— mire Jonás, jamás he visitado un sicólogo ni creo en ellos, así que no espere elucubraciones trasnochadas…
— Lo que yo veo, eh?… Vd. detesta el amor romántico y creo que tiene una idea del sexo poco común. Vd. escribe, lo que parece indicar que la imaginación de una forma u otra forma parte de él.
— siga. Va bien.
— lo que no sé es la importancia que tiene para Vd. Creo que las Janas, sus protagonistas, son sus modelos, su… ¿esperanza, su ideal todavía no encontrado?
Jonás se mesó la barbilla, un acto reflejo que solía repetir a menudo, observó ella.
— bueno, más o menos estoy de acuerdo con Vd. Y sí, toda mi vida he buscado a una Jana. Quien sabe, quizás la he encontrado.
— no me diga. Venga, su turno; diga las palabras.
…
La ha encontrado dice? Esto se pone interesante.
— empiezo: “joroba”
— daño.
— “placer”
— soñar
— “castigo”
— deseo
— “sangre”
— enigma
— “Jana”
— sola
Jonás se mesó la barbilla de nuevo.
— ha contestado muy rápido. Sobretodo a esta última.
— es lo que hay. Qué… qué me dice?
— Jana, no descubro nada nuevo si le digo que de una forma u otra su espalda ha pesado como una losa en su vida, pero no estoy muy seguro de que Vd. la haga responsable de todos sus males. Como su falta de amor o… ¿su insatisfacción sexual?…
Jana sonrió
— siga…
— creo que nadie la ha sabido entender.
— eso es evidente Jonás. Y yo no escribo, como hace Vd. así que no me creo personajes a medida. Y con esto creo haberle contestado.
Jonás sonrió asintiendo.
— Creo que quedamos que me contaría lo de su novia en el bosque.
— se lo cuento pero vamos fuera. Necesito el sombrero o me quemaré la calva. Mire, hay dos hamacas libres.
Salieron a por los sombreros y ocuparon las hamacas.
— Pues le propuse a ella jugar una partida de póker. El que perdiera satisfaría al otro de la forma que eligiera. Ella perdió.
Jonás hizo una intencionada pausa.
— ¿y?
— ¿vamos a la cabaña y se lo muestro?
Jana asumió que la estaba invitando a lo desconocido. En realidad lo estaba esperando. Más bien deseando.
…
Proposiciones deshonestas? Vaya, ya era hora.
— ¿asume Vd. que voy a dejar que me folle?
— si prefiere que le muerda, estoy abierto a todas las posibilidades.
…
Interesante. Venga Jana, atrévete.
— prefiere follarme o morderme?
…
Jonás, toca confesarse.
— mis preferencias irían en este orden: morderla primero y follarla después, pero…
— pero qué?
— Jana, soy impotente. Si espera que la satisfaga sexualmente con mi pene pierde el tiempo. No quiero decepcionarla.
…
Este hombre me encanta, pero…
— no se contradice eso con lo que han visto mis ojos?
— desgraciadamente no. Mis erecciones duran muy poco. Solo soy capaz de contentar a una mujer normal con sexo oral.
— pero yo…
— lo sé, no es una mujer normal.
— sabe Jonás, nunca he practicado sexo oral.
— qué novios más raros ha tenido Vd.
— pocos y malos
Y estallaron en una carcajada.
— pues yo puedo llegar a ser muy malo, sabe?
— ¿me castigará si me porto mal?
— probablemente lo haga aunque sea buena.
— eso me pondría muy contenta. Oiga Jonás…
— dígame
— y a Vd.? como se le contenta?
Jonás sonrió.
— me creerá si le digo que todavía no he encontrado a ninguna que realmente lo haya logrado?
— las Janas de sus relatos sí, ¿no?
Ambos rieron con ganas.
— preferiría que lo hiciera otra Jana.
— inténtelo. Quien sabe.
— ¿está dispuesta a correr ese riesgo sabiendo lo que hay?
— no estoy acostumbrada a correr riesgos pero… deme pistas, sea bueno. Ah… lo que no le gustó a su novia, por ejemplo.
— verá, detrás de la cabaña hay un árbol seco. Yo la besé en la nuca mientras la aplastaba sin piedad contra el tronco.
…
Ya lo ha conseguido. Me ha puesto a cien.
— ¿y eso no le gustó?
— ¿y a Vd.?
— a mí me parece bien. Tomo nota para recordárselo, aunque… no creo que se le olvide por lo que estoy viendo.
— sí… no se me olvidará. ¿Alguna sugerencia por su parte?
…
Dios mío, como me está poniendo este hijo de satanás.
— cuando se canse de mi nuca muérdame la jiba. Pero hágalo de verdad.
— le pasaré su sangre besándola en la boca como prueba
— buena idea. ¿Me dará la vuelta estonces?
Jana comenzó a reír.
— Jonás, póngase “ahí” mi pamela o nos echan del camping.
Jonás se tapó apresuradamente.
— gracias. Si, le daré la vuelta. Tomo nota del lunar
— Jonás…
— dígame
— quiero ser la Jana de sus relatos. ¿Me acepta?
Muchas horas más tarde, ya noche cerrada, se besaban y acariciaban tiernamente en la cabaña. Jana llevaba el cuerpo lleno de señales, arañazos y manchas de sangre. Estaba feliz. Con su brazo derecho estirado dejaba visible una buena rascada desde la axila al pecho. Jonás pasaba su lengua por la herida donde antes había una peca mientras ella reía.
— te has divertido, eh?
Jonás la besó.
— menos que tú, creo.
— crees bien. Oye, tengo curiosidad, ¿como mueren los protas de tu relato?
— todavia no tengo la inspiración suficiente para describirlo y decírtelo con certeza, pero tengo una obsesión sexual para la muerte de ella.
— para la mía.
— sí lo dices así.
— cual.
— seguramente morirá crucificada, pero sí te digo la verdad no sé cómo cuadrarlo. Tengo cierta manía por la verosimilitud de lo que escribo, y no estoy muy fino últimamente.
Jana besó a Jonás.
— sabes que tienes una mente enferma?
— lo sé. Y te gusta verdad?
Volvió a besarlo con intensidad y avaricia.
— me encanta. Puedo ayudarte?
— claro. Dime.
— ella es monja. Se entrega a él sin límites, permitiéndole todo tipo de obscenidades y perversiones, con la condición de que la clave en la cruz. Cree que así le serán perdonados sus pecados.
— oye, genial. Nunca se me habría ocurrido.
— conocí el caso de una chica, una novicia, en la India. Pasó casi un dia atada a una cruz como penitencia por acostarse con un médico. Estaba en coma cuando la bajaron.
— lndia? Qué hacías allí?
— soy médico. Pasé una larga temporada con la Fundación Vte Ferrer.
— y quien la crucificó?
— pagó a unos trabajadores de la fundación para que lo hicieran. Oye Jonás…
— dime tesoro.
— me crucificarías?
— no, no lo haría.
— porqué… y si yo te lo pidiera?
Jonás se incorporó con semblante serio.
— aparte de que sería un desperdicio, porque sería un sufrimiento innecesario, tú tienes una vida por delante. Una larga y espléndida vida. A qué ponerle fin de esa forma tan horrible?
La que se incorpora ahora es Jana. Muy enfadada.
— porqué dices tienes y no tenemos. Ya te has cansado de mi? Yo…
Jonás puso su mano tapándole la boca.
— sss… Eres la mujer de mi vida, pero te he encontrado demasiado tarde.
— ¿tarde?.. qué quieres decir?
— Jana… hace unos meses me diagnosticaron cancer de colon. No quiero más quimio. Pronto entraré en fase terminal y me convertiré en una piltrafa. No voy a llegar ahí. Me encontraste en la notaría firmando mis últimas voluntades.
Jana se puso muy seria.
— Jonás, padezco esclerosis lateral amiotrófica, también conocida como ELA. Los síntomas serán evidentes en…no sé, un mes. No quiero llegar a eso, sabes? Soy la Jana de tu relato y quiero darte ese último placer. Morir crucificada mientras te veo es ahora mismo la mayor ilusión de mi vida. Te lo pido como una última voluntad. Por favor.
Ambos se miraron cara a cara muy serios, pero sin rastro de tristeza.
— quiero que me crucifiques.
— quiero morir contigo, y quiero hacerlo sintiendo tu piel en la mía. ¿Lo entiendes? Si lo hago no tendré ese último placer.
Ambos se abrazaron durante una eternidad.
Fue Jana quien rompió ese momento.
— Jonás, yo también quiero morir contigo. No sé qué habrá al otro lado pero despedirme de esta vida abrazada a ti también es una buena opción. Porqué no lo hacemos aquí, donde hemos sido tan felices? Para qué volver?
— tienes razón. Nada me ata fuera de este sitio donde estamos juntos. Yo tampoco quiero esperar. Vamos a bajar al pueblo a buscar una ferretería.
Jana sonrió.
— otra de mis fantasías.
— ya me la contarás.
Lo que iba a ser un fin de semana en las postrimerías de junio se prolongó hasta bien entrado septiembre, largas jornadas disfrutadas hasta la saciedad, pero el frío, y las primeras señales de la enfermedad aparecieron en Jana. Era el final anunciado, un final aceptado. El día señalado amaneció lluvioso…
— ha llegado el otoño
— es el día Jonás. Me tendrás que ayudar a caminar hasta allí.
Salieron del brazo hasta el lugar donde se descubrieron el uno del otro. Se sentaron sobre el suelo mojado pasando ella sus piernas sobre las de él y apoyando su espalda en el tronco que había sido cómplice de su extravagante felicidad.
Agarrados el uno del otro se miraban, se besaban… de repente Jonás dijo:
— “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser…”
Jonás calló mientras Jana lo miraba arrobada.
— sigue…
— “Todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia…”
Puso punto y final Jana.
— “es hora de morir”
Cada uno cogió su afilado cuchillo y lo apuntó al vientre del otro.
— te quiero Jana.
— te quiero Jonás.
Hundieron las hojas en la profundidad de sus entrañas. Un ligero jadeo y un apretar de dientes. La sangre de ambos brotó inundando sus unidos regazos. Un respirar forzado. Los cuerpos se abrazaron y las bocas sellaban un último beso mientras la vida se les escapaba entre estertores de felicidad.
FIN