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Mi profesora de química

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Mi primer año de universidad resultó dentro de lo esperado, sufriendo con matemáticas; pero disfrutando con la química. Es que me gustó desde los años de escuela.

Recuerdo con mucha calentura, a mi profesora de esa materia, con la cual, entre pizarras y matraces nos encontró la pasión. Inicialmente, de mi por el curso y de ella por mi aplicada dedicación por la química.

Ella una mujer de unos 30 y algo, con una cabellera negra, que caía sobre sus hombros. Unas manos ni tan suaves ni tan toscas, no eran de una niña delicada, más bien, parecía que había trabajo sobre ellas; siempre perfumada y portaba su maletín, con el tirante que cruzaba entre sus pechos, dejando ver sus pezones erectos. Siempre con su traje escotado y una falda que dejaba al descubierto, sus blancas y torneadas piernas, con las que fantaseaba sobre mis hombros y yo recitando la tabla periódica entera sobre sus labios. Un culo suculento y la conversación de un ángel político.

Yo, ni tan tan, ni muy muy, pero algo hay. Eso si de loco si hay mucho.

Los días pasaban y no podía ocultar mi fascinación por la química y por esa mujer, así, que me decidí conquistarla y ver si pasábamos de la Química a la Física.

Me apliqué más de lo debido al curso y le solicité algunas clases particulares, ella aceptó y un día, por la mañana (ya que acudía a la escuela por las tardes) fui, según lo acordado, con mis libros y mi mente puerca.

Comenzamos a ver algo de Halogenuros y alcoholes, pero no podía dejar de mirar las pecas que tenía sobre sus pechos (fue allí donde me empezó a gustar el café, el de sus pecas) a ratos alternaba y vigilaba sus piernas, parecía que iba al gimnasio, pues se veían trabajadas y eso me la ponía muy dura.

Ella, se daba cuenta y a veces lo hacía a propósito, cruzando sus piernas y acercándose cada vez más a mi cuerpo.

Yo le daba halagos sobre su manera de enseñar y ella me decía que era un buen alumno. Entonces le dije que me enseñe a besar, que no era muy bueno; sorprendida ella, se rehusó en un primer momento levantándose de su asiento, molesta empezaba a recriminarme, pero yo no oía nada, la miraba gestualizar. Me paré y me acerqué a ella, entonces le dije que nunca había dado un beso y que me gustaría que sea mi maestra "del beso", ella perpleja, calló por un momento, luego sonrió y acomodó los sillones, luego me invitó un refresco y se puso en el papel de maestra y yo del alumno.

Fueron los besos más ardientes que me hayan enseñado, a ella también le excitaron, pues veían sus pezones duros y firmes a través de su blusa.

Más atrevido, rozaba mis manos con su cuerpo, se contorneaba al rozar mis manos sobre sus nalgas.

Estaba con el pene muy duro, le dije al oído que era ella la que me lo ponía así. Ella me miro y me besó. Besé y mordí sus lóbulos de la oreja y su cuello, devorándola con mis manos y la desnudé completamente. Ante mí, quedó mi profesora de Química como siempre la había deseado.

Mi verga estaba que quería reventar el pantalón, la miré y le pregunté si la quería dentro de ella.

Me miró con una cara de poseída y me dijo que sí, ¡Sí, por favor! -me dijo-

Entonces la puse de rodillas y le puse mi correa en su cuello y me la llevé como mi perrita a su cama. No conocía su ubicación, así que nos paseamos por varias habitaciones antes de llegar a su cuarto. Yo miraba sus nalgas subir y bajar al gatear.

Llegamos y le dije que era mi puta, ella asintió.

Le dije que se ponga delante del espejo, mirando a él, mientras yo me la comía a besos y mordiscos. Yo quería que viera lo puta que se pone cuando goza.

La voltee y le susurré que yo sería su maestro ahora, ella me miró agradecida. La puse de rodillas y le ordené que me quite la ropa suavemente.

Luego le ordené que me lo acaricie suavemente y coloque su cara junto a mi verga dura y venosa y me abrace las nalgas y se quede en silencio e imagine que la tiene adentro. Ella lo hizo y suspiró temblorosa.

Luego de estar un rato así frente al espejo, con mi verga le golpeaba su boca y su cara.

-Quiero que me chupes las bolas -le dije.

Ella se apresuró obediente, me la ponía más y más dura;

-lo haces muy rico -le dije- te pondré nota resaltante. Ella sonrió y me dio las gracias.

La llevé a su cama, siempre con la correa al cuello cual perrita en celo.

La coloqué sobre la cama, nos pusimos en un delicioso 69, Yo ya estaba goteando, la tenía muy dura y ella me apretaba los muslos y se mojaba todita.

La levanté y el 69 lo hicimos en vertical. ¡Delicioso!

Nos veíamos en el espejo.

La tumbé a la cama y la penetré con fuerza, mi pelvis chocaba con su sexo una y otra vez, me arañaba las nalgas cada vez que podía, estaba mojadita y eso me la ponía muy dura, alternamos en posturas impresentables con frases cerdas y oscilando entre caricias y golpes, me vine dentro de ella y en sus pechos; creo que la violé con su permiso, eso pensé en ese entonces.

Nos bañamos juntos y me vine en su boca. Tenía una magia en sus ojos cuando me miraba hacerlo. Planchó mi camisa mientras yo se la mandaba por el culo me encantaba su mirada entre poseída y agradecida, siempre me la ponía dura. Hicimos el amor como si fuese nuestra única vez.

Y así fue.

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