Nuevos relatos publicados: 12

En la consulta de Urología (Parte 2)

  • 8
  • 11.571
  • 9,86 (14 Val.)
  • 0

Había pasado ya un mes desde que me follé a mi doctora de urología. Desde entonces no he vuelto a tener ninguna erección. Sí que he tenido algún sueño húmedo que me ha ayudado a aliviar mi situación, porque la verdad es que correrse con el pene flácido es algo frustrante. La sensación de pajearse con el erecto es lo mejor del mundo si no vas a follar.

Ahora estoy en el trabajo intentando ver algo de porno, pero nada, que no consigo empalmarme. Después de un rato me aburro y me voy a comer. Cuando vuelvo decido probar otra cosa.

Miro páginas de señoritas de compañía, vamos de prostitutas, a ver si así consigo aliviarme hasta que vuelva a ver a mi doctora.

Espero que con una profesional pueda volver a tener una erección.

Navego arriba y abajo por una página de scorts, pero son demasiado caras para mi presupuesto. Me paro en una página normalita de chicas monas, y escojo una española con un buen par de tetas. Las tiene más grandes que mi doctora y eso me gusta.

He quedado a las 6 de la tarde. Me ha dado su dirección por whatsapp. En mis 50 años, solo he estado con una par de prostitutas. La primera a mis 18, con la que perdí la virginidad. Estaba gorda y las tetas se le movían como dos flanes mientras me cabalgaba.

La segunda con 28 en mi despedida de soltero. Era una chica delgada, pero con curvas, todo lo contrario de la mujer con la que me estrené.

Con estos pensamientos he llegado a su calle. Tengo que atravesar un callejón oscuro que no me da mucha confianza, pero acelero el paso y enseguida llego al portal.

Toco al portero y me abre enseguida. Subo 3 pisos y llego agotado, no tiene ascensor en el bloque. Ya no soy un niño.

Cuando llamo al timbre, me abre la chica de la foto. Es más o menos cómo se veía en la página, aunque parece un poco más rellenita. Lleva puesta una bata blanca, como de médico, con lo que me hace brotar una sonrisa.

Me lleva al salón y me invita a tomar una copa. Le digo que no bebo nada, no solo porque realmente no beba, sino porque no me fio de beber nada que me ofrezca una desconocida antes de echar un polvo, no vaya a ser que me drogue y me robe.

Después de charlar un rato de cosas triviales, me lleva a su habitación. Se quita la bata y veo que no lleva nada debajo.

Está un poco rellenita cómo había supuesto, pero sus carnes son muy apetecibles. Se sienta a mi lado en la cama y me ayuda a quitarme la ropa. Me quedo desnudo y acaricia mi barriga. Lo que habría hecho que me empalmara enseguida, en este momento no consigue nada. Mi polla no se endereza.

Sara, así se llama la chica, empieza a tocarme y a masturbarme, pero no consigue su objetivo.

-Pues tú me dirás cómo vamos a follar con esto.

-Pensaba que contigo podría, pero nada. ¿No tendrás una viagra?

-Claro, y un jamón de bellota también, no te digo.

-Bueno, no pasa nada, te voy a pagar igualmente. Aquí tienes tu dinero.

-Dámelo luego, voy a sacarte la leche igual.

-No, déjalo. Es frustrante correrse con la polla así.

Le di mi dinero y me vestí, ni siquiera ver su reflejo en el espejo con esas tetas y esas caderas hizo que reaccionara.

Crucé el callejón a toda prisa, ya había anochecido y no quería que pudieran darme un susto.

Llegué a casa y taché los días que quedaban hasta mi cita. Esperaba que entonces se obrará el milagro.

Quedan 10 días todavía para la cita y no paro de ver porno en internet. Me hago fotos desnudo frente al espejo, me toco el culo, (el mío es el único cuerpo de hombre que me gusta) pero da igual, no consigo nada.

Estoy desesperado porque llegue el día.

Por fin llega el tan ansiado día de la cita. Llego como una hora antes y la consulta está abarrotada de gente, todos hombres, que esperan su turno.

Me pongo a mirar los mensajes del móvil y así me entretengo un rato.

Mi número sale en pantalla y entro en la consulta. Como siempre soy el último.

-Siéntate Manuel.

-Gracias.

-¿Cómo vas? ¿Qué tal las erecciones?

-Mal, doctora. No he vuelto a tener.

-¿Te has masturbado?

-No, doctora.

-Entonces, estarás muy mal. Deseando eyacular.

-Si. Así es.

La doctora se levanta y me indica que me siente en la camilla. Yo obedezco mientras ella se quita la bata y la blusa. Deja caer el sujetador y sus pechos salen proyectados. Me quedo mirándolos embobado y enseguida estoy empalmado. Se ha realizado el milagro.

Se sienta junto a mi, y esta vez sin ponerse un guante, empieza a masturbarme. La mueve a un lado y a otro, mientras yo estoy en el cielo. Gimo bajito, pero me encantaría gritar de placer.

No duro mucho porque en pocas subidas y bajadas eyaculo como un loco. Varios chorros de semen manchan mi tripa y la mano de la doctora que pese a ello, cuando termino de correrme, limpia mi pene amorosamente y su mano y mi tripa.

Se lava las manos bien y vuelve a sentarse a mi lado con las tetas fuera.

-¿Te has quedado a gusto?

-Sí, doctora, mucho. Ha sido increíble.

-Pues tendrás que recuperarte porque yo también quiero lo mío. ¿Me darás tu leche a mi también?

-Si me deja unos minutos para volver a empalmarme....

-Tranquilo, les he dicho a mis compañeros que hoy comería aquí porque tengo que revisar unos informes.

-Pues menudos informes...

-Ya ves.

Cómo diez minutos después, vuelvo a estar a punto. Se lo digo a Elena y se quita enseguida la falda y las bragas y se queda desnuda como aquel día.

Esta vez se ha depilado del todo el chocho. Me pone el condón y me masturba un poco y mientras tanto me dice que esta vez quiere ponerse ella encima. Sabe que ahora duraré más que la otra vez y quiere disfrutarme a tope.

Se sube a la camilla cuando yo estoy tumbado boca arriba y se mete mi polla despacio, con cuidado. Cuando ya la tiene toda dentro se queda quieta un rato. Me mira picara y me coge las manos para que le agarre las tetas y entonces empieza con la cabalgada.

Es lo más ver subir y bajar sus tetas mientras me folla y yo le cojo primero un pecho y luego el otro.

-Doctora, le pregunto mientras lo hacemos. ¿Tiene novio o pareja?

-¿Qué? que si tengo, ah, ah, ah, que si tengo novio. No, no tengo, tengo, tengo, ah, ah, ah, sigue dándome, no preguntes, tu solo sigue.

Mi doctora se moría de gusto y en pocos minutos tuvo un orgasmo muy fuerte.

-¡Aaaah, Manuel! ¡Qué bien me follas!

Se sale de mi y yo todavía no he terminado.

Me dice que tuvo un novio joven, de su edad, pero que lo tíos a esa edad no saben follar y que prefiere a un adulto como yo, que sabe cómo llevar a una mujer al éxtasis.

Entonces yo la tumbo y me pongo encima y la vuelvo a penetrar bien fuerte.

-¡Aaaah! Qué gusto. Sigue Manuel, sigue.

Me olvido de todo mientras la penetro. Es como si el tiempo se hubiera detenido. Mi polla entra y sale con fuerza de ella. Es una pena que no pueda hacérselo sin condón porque sería maravilloso. Espero convencerla la próxima vez.

Para tener 50 años mi polla está más dura de lo que estuvo nunca cuando era joven. Parece que con la doctora no tengo problemas de erección.

No duro mucho más y después de unos minutos me corro dentro.

-¡Aaaahgggh!

Sigo empujando hasta que termino de eyacular y entonces me quedo parado encima de ella recuperando la respiración.

-¿Cuántas veces se ha corrido?

-Tres, han sido tres. Puedes llamarme de tu, Manuel.

Nos quedamos tumbados acariciándonos y ella soba mi tripa, dice que le encanta.

Se levanta y se queda de espaldas a mi con lo que tengo su culo a la vista. Vuelvo a excitarme enseguida.

-Elena. Quédate así, le digo. Aún me queda amor que darte.

Ella no se lo espera, pero vuelvo a penetrarla, esta vez sin condón. Se agarra la mesa y la bombeo fuerte.

-¡Ah, Manuel! Me dice. Sé mi amante, sé mi amante. Fóllame, fóllame, córrete dentro. Córrete.

Agarro sus tetas mientras sigo con el bombeo y ella se muere de gusto. Oigo como experimenta un cuarto orgasmo y yo no puedo más, voy a caerme al suelo, pero aguanto y me vuelvo a correr otra vez, eyaculando el poco semen que me queda.

Quedamos los dos sentados en el suelo extasiados. Cuando me recupero y me levanto, la ayudo a levantarse y le digo que no me importaría ser su amante, que gracias a ella he vuelto a ser un hombre.

Me dice que ya no hace falta que nos veamos aquí y después de vestirse, me da la dirección de su casa. Está segura de que la iré a ver y la haré feliz.

Me despido de ella con un beso en la boca y le digo que no lo dude, que pronto estaré allí.

 

(9,86)