Nuevos relatos publicados: 9

Violada frente a mis padres

  • 12
  • 35.700
  • 9,04 (28 Val.)
  • 2

Estaba aterrada, apenas escuché los gritos y golpes del primer piso me escondí lo más rápido que pude en el closet de mi pieza, me arrodillé bajo la ropa que estaba colgada y arañando la madera de la puerta logré cerrarla. Luego de un silencio eterno sentí los pasos de alguien que subía las escalas, mi corazón latía con tal fuerza que podía sentir como se me salía del pecho, mi cuerpo entero estaba descontroladamente tembloroso y sin poder evitarlo sollozaba en la oscuridad del armario.

La alfombra que existía en todo el segundo piso ahogó los pasos de la persona que había subido, no sabía que estaba pasando pero no tenía ninguna intención de abrir la puerta hasta escuchar alguna voz conocida, me quedé en el mayor silencio que pude y esperé.

Sentí que pasó una eternidad hasta que un fuerte movimiento abrió la puerta del closet, alcancé a divisar a un tipo que no conocía, que gritaba y que claramente estaba enfurecido por algo. No pude ver más porque me tomó del pelo y me sacó de mi escondite tirandome la cabellera, con la cabeza hacia abajo me llevó a tirones hacia fuera y luego hacia abajo de las escaleras. Caminé a tropiezos y hubiese rodado por la escala si no fuese porque la mano de ese sujeto me tenía agarrada de los pelos, en un momento prácticamente quedé colgada de él.

Al llegar al living vi a mis padres amarrados, estaban tirados de costado en el piso, con los tobillos atados, las manos detrás de la espalda y una cinta gris cubriéndoles la boca, cuando traté de mirar hacia atrás para ver al tipo que me tenía tomada recibí un tremendo golpe en la cara que me tumbó al piso y sin atinar a nada más sentí como me ataban y amordazaban igual que a mis padres.

Nos quedamos los tres ahí, en el suelo, mi mamá y yo llorábamos sin control, en cambio mi papá estaba enojado y luchaba por quitarse las amarras. En ese momento pude ver que no era sólo un sujeto, había otros tres que le ayudaban a buscar algo, tiraban todo al suelo produciendo un desorden total, mientras le gritaban a mi papá preguntándole donde estaba el dinero.

Por unos minutos tres de los sujetos desaparecieron, habían ido al segundo piso a revolver lo que encontraran en su camino. Cuando volvieron estaban aún más furiosos, se acercaron a mi papá y de un tirón le sacaron la cinta de la boca. Lo tomaron del cabello y le preguntaron mirándolo directamente a los ojos nuevamente por el dinero. Le dijeron que era su última oportunidad de hablar o en caso contrario se iba a arrepentir.

Mi padre les dijo que en la casa no había dinero y que no sabía que estaban buscando. Los cuatros tipos se pusieron de pie, más tranquilos, pensé resignados. Uno de ellos con sumo cuidado le colocó la cinta en la boca pero al terminar le dio un feroz golpe en la cara que le rompió un pómulo y lo dejó sangrando. Sentí un profundo dolor al ver a mi papá humillado así, siempre había tenido una imagen del superhombre que era, pero esa imagen que estando a su lado jamás me pasaría algo malo se había esfumado con ese puñetazo.

Mi pensamiento fue interrumpido por otro de los sujetos, que le dijo a mi padre que ya no tenía tiempo para negociar, que ya le había dado una oportunidad y que aunque se fueran sin dinero no pensaban irse con las manos vacías.

Uno de ellos me jaló del pelo hasta ponerme de pie, me hizo caminar a saltitos hasta que me dejó con el torso sobre la mesa del comedor dándole la espalda a mis padres. El miedo que sentía se me escapaba por la piel y un sudor helado me tenía congelada. Con una navaja cortaron la cinta de los tobillos y me abrieron las piernas para atar cada una de ellas a las patas de la mesa, intenté levantarme pero otro fuerte golpe en la nuca me hizo rebotar en la mesa y una voz al oído me dijo que si me volvía a mover el próximo golpe me iba a quedar marcado para toda la vida.

Yo les suplicaba que no me hicieran daño, pero por la cinta que me tapaba la boca no podía hacerme entender, trataba de buscar una explicación pero no lograba entender de qué dinero hablaban esos tipos y no sabía como habían logrado entrar en mi casa a esas horas de la mañana. Tiempo después pude recordar que deben haber sido algo así como las siete cuando escuché los primeros gritos, a esa hora todavía estaba acostada, faltaba más de una hora para tener que levantarme para ir a la universidad, y tal como dormía me metí en el closet para esconderme.

Ahora atada y con un intenso dolor en la cabeza por los golpes que me habían dado apenas percaté algo helado que me empezó a subir por la pierna al mismo tiempo que sentía como me tiraba para atrás el pantalón del pijama, cuando el tirón llegó hasta arriba, a la cintura, sentí como se cortaba el elástico que sostenía el pantalón a las caderas. Luego se repitió la misma sensación en la otra pierna.

Pude escuchar como mis padres gritaban con sus voces ahogadas por las cintas que tapaban sus bocas, mientras, el frío de la mañana se apoderó de mi cuerpo despojado de ropa y unas manos comenzaron a tocar mis piernas desnudas desde las pantorrillas hasta los muslos. Por miedo a que volvieran a golpearme no traté de moverme, luego me tocaron el trasero, masajeaban mis carnes blancas y balbuceaban cosas que no lograba entender, lágrimas de impotencia me nublaron los ojos mientras varias manos disfrutaban con la piel de mi culo. Poco a poco los manos se convirtieron en dedos y el contacto se fue acercando hasta llegar a la vagina donde se detuvieron.

Cuando llegaron a mi sexo, viví el momento de mayor miedo, fue el momento en que confirmé que me iban a violar y no pude controlar mi esfínter y me oriné. El líquido tibio bajó por las piernas de improviso y alcanzó la posición de mis pies descalzos que mantenía abiertos y atados a la mesa. El sujeto que me hurgaba la vagina también se debe haber mojado por que se echó para atrás y me insultó, aún así continúo con juego. Me agarró fuerte el trasero con sus dos manos y me apretó y soltó formando círculos con cada glúteo, abriéndolos y juntándolos con cada movimiento, exponiendo y ocultando mi cuevita.

Lentamente, casi para que no lo notaran giré la cabeza hacia un lado tratando de ver a mis padres, buscando su protección. Con dificultad vi que mi papá estaba en la misma posición en el suelo y que cada ciertos momentos uno de los tipos le daba una patada en la espalda. Al lado de él estaba mi mamá, estaba de rodillas con el torso desnudo, mirándome, llorando. Detrás de ella había otro tipo sentado en el apoya brazos del sofá, la tenía abrazada con las piernas mientras masajeaba sus tetas, hacía mucho tiempo que no la veía desnuda, casi había olvidado como era.

Los dedos que me hurgaban mi sexo parecían lijas cada vez que trataban de internarse en mi, además instintivamente tenía mis músculos vaginales tensos, tan tensos que habían cerrado completamente la entrada a esos dedos intrusos. Por unos segundos se produjo una calma, por unos segundos pensé había una posibilidad, pero la realidad me cayó de golpe como un líquido frío y espeso que me corrió desde la espalda, entre mis nalgas y bajó por las piernas hasta el piso.

Otra vez los dedos se apropiaron de mi vagina, pero ahora ya no me hacían daño y ahora por más esfuerzo que hice no pude impedir que ellos entraran en mi interior, el liquido que me habían echado había lubricado mi agujerito permitiendo de a poco que los dedos de esos hombres se internaran en mi.

No sé cuantos eran, pero sé que fueron aumentando cada vez la cantidad de dedos que me introducían, así como fueron incrementando la fuerza y la velocidad con que me los metían y sacaban. Luego, una pausa y un extremo grito de mi madre. A esa altura sabía claramente lo que venía y el tiempo que se tomaron en jugar con mi concha sirvió para resignarme a sufrir una humillante violación. No sé de donde saqué claridad pero preferí entregarme a que me dejaran daños imborrables en el interior de mi vagina.

Aflojé mis músculos y esperé. No hubo más preparación, ese tipo colocó la punta de su verga a la entrada de mi agujero y presionó hasta que toda su carne entro en mi cueva. La penetración me cortó la respiración y por unos segundo el corazón me dejó de latir, grité todo lo fuerte que pude a mi papá para que me dijera de que dinero hablaban esos tipos, mientras el sujeto disfrutó su momento de gloria gozando con toda su verga clavada en mi vagina.

La dejó al fondo, por un rato, mientras se dio tiempo para tocarme el cuerpo y tomarme fuerte de la cintura, al parecer se preparó para comenzar una terrible embestida de meter y sacar su pija de mi concha. A pesar de querer preparar mi cuerpo para el forcejeo, el tipo me hizo daño, me quemaba su piel al rozar con la mía, me ardía el trasero cada vez que su pelvis y sus pelos me tocaban, me dolía la cintura cada vez que me tiraba hacia él para enterrarme todo lo que podía su verga.

Quiero creer que producto del líquido que me echaron su cogida sonaba dentro de mi, tal como si yo estuviera caliente y mojada por la penetración, ese sonido enardeció más a los tipos que le gritaban a mi papá que además de ser un ladrón tenía una hija puta que gozaba con su verga. La realidad era todo lo contrario, violentada y humillada como estaba no cabía en mi un pensamiento de placer.

Cada golpe de su cuerpo contra el mío sonaba como una bofetada y hacía retumbar la casa que en silencio era testigo de lo que estaba sucediendo, la potencia de la cogida había dilatado totalmente mi vagina que se había acostumbrado poco a poco a soportar el tamaño de verga que recibía. La sensación de ardor bajó de intensidad, sin embargo la velocidad se incrementó junto con los alaridos del tipo hasta que se descargó en mi interior. Volví a llorar al sentir su semen caliente inundar mi cavidad y a medida que sacaba su verga sentir como bajaba por mis piernas el fluido viscoso y blanquecino que debió expulsar mi violador.

Me sentí asquerosa y completamente sucia. Odié a mi papá por no defenderme, odié al tipo que me había forzado, odié a mi madre por verme ultrajada y odié mi futuro marcado por este acontecimiento. Los odié a todos y juré que aunque me tomará una vida me iba vengar de todos ellos

El tipo, el líder de la banda, se limpio su verga en mi trasero y luego en mi pijama, me tomó del pelo y me lo tiró hacia atrás levantando mi cabeza con ello. Me preguntó si me había gustado, si quería más, si quería más de su verga. Ya casi no podía ver con tantas lagrimas que había llorado, si lo pudiese haber matado lo habría hecho y quizás si pudiera haberme suicidado lo hubiera hecho también.

Un balde de agua fría me hizo cambiar de pensamiento. Alguien me había echado agua en el trasero y había comenzado a lavarme el culo y mi conchita, una mano se aseguró de dejar todo limpio y de calmar un poco el ardor que tenía. Pero duro poco, otra vez sentí la presión de una verga en mis labios vaginales y otra vez no tuve tiempo para resistir la penetración que llegó hasta el fondo.

Otra vez me estaban violando, otra vez el sonido de los cuerpos inundaron la sala y otra vez un semen extraño llenaba mis entrañas. Mi rabia, mi llanto y mi desconcierto habían dado paso a la resignación, al cansancio y a la entrega.

El segundo tipo dio paso al tercero y este repitiendo la misma ceremonia dio paso a un cuarto. Este último antes de consumar su penetración se apoyó sobre mi, aplastándome con todo su peso y me murmuro al oído que él no quería hacerlo, pero que no tenía alternativa. Sus palabras no sirvieron de consuelo, quizás sólo sirvieron para diferenciarlo del resto. Luego sentí algo como una pelota que quería abrirse paso entre mis piernas y no lo logró, una pausa, alguien volvió a verter un líquido en mi espalda que inundó mi sexo, una pausa, y nuevamente algo grande y redondo quería forzar mi cueva.

Lo que pensé que era una pelota no era otra cosa que una descomunal verga que se movía desde abajo hacia arriba buscando abrirse paso, buscando un punto débil o más abierto de mi vagina para iniciar su arremetida, lo intentó varias veces hasta que logró su objetivo y lentamente se fue deslizando hacia el fondo desgarró mi carne con cada centímetro que avanzaba. Mi cuerpo a esa altura totalmente irritado con tres forzadas violaciones pereció no resistir ante la acometida de una verga de un tamaño fuera de lo normal, creí desvanecerme, pero para mi martirio no lo hice y presencie con toda conciencia como me cogía ese cuarto maleante frente a mi familia.

Con menos violencia que los anteriores, pero con una sensación de dolor 10 veces peor me dejé violar otra vez, no pude evitar el esfuerzo de aguantar semejante verga y en cada arremetida se me arrancaba del alma un cansado jadeo, que para mi era una súplica para que me dejaran, sin embargo para ellos eran jadeos que demostraban mi calentura y lo bien que me lo estaba pasando.

Al acercarse la eyaculación comenzó a golpearme con su vientre, me tomó de las caderas y con tres o cuatro espasmos desparramó su semen dentro y fuera de mi, imagino que no cabía más en mi desgarrado cuerpo.

Antes de marcharse me cortaron las ataduras de mis manos y para no caerme me aferré como pude a la mesa, pero no pude más, poco a poco los sonidos se empezaron a alejar, la luz se empezó a apagar y mis fuerzas terminaron por morir.

(9,04)