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Memorias inolvidables (capítulo 1): Ismael es Ferénikos

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Según contaban en mi casa, a mi padre le tenía sin cuidado tener uno, cinco que veinte hijos. Mi madre, con los tres mayores: Andrés, Timoteo y Santiago, tenía suficientes chicos, le nació luego mi hermana Angustias y ya no quería más hijos. Pero mi padre la volvió a preñar. Estuvo a punto de morir cuando me parió, sobrevivió de puro milagro y porque era una hembra muy echada para adelante. Después del parto le dijo a mi padre que, si quería follar, para eso estaban las prostitutas, que si se acercaba a ella, mi madre, se la cortaría de cuajo y sin remordimientos. Mi padre ya no volvió a dormir con mi madre, lo hacía con una de las empleadas, Felisa, que, al parecer, era estéril, pero daba gusto a mi padre. Este era rumor conocido por todos los de casa y lo que sabíamos de la tal Felisa es que salió de casa y sigue en paradero desconocido cuando mi padre se la dejó, porque no quiso pagarle las exigencias que Felisa le imponía. Ahora mi padre ya no folla, no se le levanta. Por eso soy el último de la familia, el que les ha salido rana a todos, porque es una familia de machos y mujeres que aceptan el machismo imperante como categoría y todos funcionan con la aneurisma tradicional. Ahora es cuando más me necesita mi padre, porque lo aborrece toda la familia.

Me bautizaron en la Iglesia parroquial del pueblo donde vivían mis abuelos maternos que ya no podían salir de casa y fueron mis padrinos mi tío Anastasio, hermano de mi madre, y mi tía Ceferina, una prima de mi padre, ya que mi padre era hijo único de mis abuelos Valentín y María de los Dolores. Mi padre se llama Timoteo, pero no sé por qué, seguro que alguien había en la familia porque con ese nombre ya se pueden imaginar…

Mis abuelos maternos son Andrés, que le dio el nombre a mi hermano mayor, y Angustias que le dio el nombre a mi madre y de quien pasó a mi hermana. Así que yo soy Ismael Sampedro Fernández, hijo de Timoteo Sampedro Tremedal y de Angustias Fernández Cuenca; el quinto hijo de mis padres, el que sin dar problemas a nadie, porque era muy calladito de pequeño, ha venido a ser el más problemático de todos los hijos y, consiguientemente, el problemático de la familia.

Mi dos hermanos mayores, Andrés y Timoteo, son algo torpes y no quisieron estudiar en la Universidad. Mi hermano Santiago, cuyo nombre lo recibió de un amigo de mi padre que lo apadrinó, mejoró la raza y estudió educación, ejerce de maestro y se ha casado con Lorenza, una maestra que conoció en la primera escuela en la que ejerció como maestro. Jamás me permitieron ir a su casa a conocer a sus hijos ni yo lo intenté —para qué—, por eso no conozco a mis sobrinos, hijos de Santiago. Yo estudié medicina, pronto sabréis por qué, y a los 25 años ya había hecho el doctorado con Suma cum Laude en una Universidad particular. Ahora ejerzo más una supuesta veterinaria que medicina y, además solo supuesta. Al parecer me equivoqué eligiendo carrera. En la actualidad, con Pegaso estoy en vías de concluir una granja de producción de leche y otra de aves domésticas para el alimento, ambas calificadas como ecológicas. Más adelante explicaré todo esto, si viene al caso.

Antes de encontrarme con Pegaso, siempre fui Ismael. A veces yo me quejo de mi madre, pero tengo mis primos hermanos por parte materna que se quejan de los dos, de mi tío Anastasio, su padre y mi padrino y de Consuelo, su madre, esposa de mi tío Anastasio, de la que dicen que no es ningún consuelo y debiera llamarse Desconsuelo.

Mi tía Celia como es estéril, según su esposo, pero que ella dice que el estéril es él, es buena persona y de eso doy constancia, porque conmigo siempre se ha portado muy bien. Mi tía Celia no es mala, no al menos como mi madre, más bien es atrevida y por eso algunos piensan que es mala.

Otra cosa es mi tía Consuelo, es decir la mujer de mi padrino y tío Anastasio. De ella se han oído decir muchas cosas, casi ninguna buena, pero «todo son rumores, dimes y diretes, aumentados por la fantasía», son palabras de mi tío Anastasio que, o bien es un perfecto ignorante o bien disimula porque al parecer también él tiene sus amantes, así en plural. Pero dejemos las cosas ahí, que nada de extraordinario hay en eso.

Yo tenía mucha entrada en casa de mi tío Anastasio, quizá porque era mi padrino y me unía una estrecha familiaridad con él y con mi tía Consuelo, que siempre me demostraba interés por mí. La verdad es que todos mis tíos y tías me han querido y me quieren, incluso los mas lejanos, como los primos de mi padre, también estos me tienen un singular aprecio manifestado con cariño. Quizá sea porque yo siempre les hago caso, voy a visitarlos con frecuencia y me relaciono con ellos algo más que mis hermanos que los ven de uvas a peras.

No obstante mi tía Celia es la que más confianza tenía conmigo y yo con ella por razones que no debo contar.

El asunto es que estábamos preparando entre todos la boda de mi hermano mayor Andrés con su novia Eleonora. Yo solo pensaba en la despedida de soltero. Aún no había estado en ninguna despedida de soltero, evidentemente primero porque era menor y luego porque no se había casado alguien próximo o al revés, cualquiera sabe. Pero me ilusionaba ver a mi hermano jodiendo a una puta delante de todos y, si era posible, imitarlo haciendo lo mismo. Se metió mi madre en medio de todos los hermanos y dijo:

— Se casa vuestro primer hermano, el más digno, del que espero lo mejor de lo mejor, por tanto, para nuestra familia es importante la moralidad. No hay despedida de soltero que valga.

La puta que la parió, ahora nos había malogrado el planazo que habíamos obtenido de nuestro padre, el cual se encargaba de pagar a las putas y los putos que necesitáramos para pasarla bien. Yo que me veía a más de un tío partiéndome el culo con rabia y más de una tía follando con los demás sin descartar que me la mamaran, pues mi graciosa y estúpida señora madre malogró nuestro asunto.

Como quiera que las noticias corren rápido, me llamó al móvil mi tía Celia y me dijo:

— Necesito hablar contigo y me cuentas todo lo que ocurrió con lo de la fiesta de la despedida de soltero de Andrés; ven a casa y tomamos algo.

— Vale, tía, estoy de acuerdo, al salir de mis clases voy.

Acudí a la cita con mi tía Celia sin ningún problema y me recibió en el portal de la casa, me besó muy cariñosamente como quien estaba deseando que llegara. Me hizo pasar adentro, nos dirigimos a la cocina, dejé mi mochila sobre el banco de la cocina y le dije:

— Tía, me estoy meando, mientras preparas tu delicioso chocolate, voy, meo y regreso.

— Vale, guapo.

La verdad es que desde que subía por la avenida me estaba meando y tenía ganas de llegar a la casa de mi tía y meterme en el baño. La meada fue de campeonato, suprema, después de abrir mi bragueta, bajar mi pantalón y jocks juntos, el chorro salía directamente al agua. Aquel sonido siempre me pone y me iban entrando ganas. Cuando meo de esta manera doblo mi espalda mirando al techo para que mi polla expulse su orina directamente al inodoro y me imagino que estoy follando a la persona que más deseo; además, me la agarro con lamino y la meneo y eso me da suficiente para sentir placer solo con la meada. Acabé la meada y comencé a sobarme mi polla, me la masturbaba con ganas y me acariciaba mis huevos, como estaba de cuatro días afeitado, me entraban cosquillas que aceleraban mi deseo y pasión y mirando al techo comencé a soltar chorro tras chorro. Es una pena que cueste tanto masturbarse para salir en un instante, con lo grato que resulta. Miré mi polla y le agradecí el rato placentero que me ofrecía, doble placer entre la meada sonora y la eyaculación con mis gemidos. Mi cara me sonreía a mí mismo. Con un trozo de papel higiénico me limpié mi polla y me subí el jocks y el jean. Iba feliz hacia la cocina donde esperaba mi tía.

— Ismael, por favor, sube tu cremallera que se te saldrá el pajarito.

— Oh, perdón, tía, perdón, perdón, entre las prisas…

— Tú ya no debes tener pajarito, seguro que tienes una buena culebra, porque tú eres de buena clase…

— ¡Ay, tía, tienes cada cosa…!

— A lo que vamos —me dijo mi tía poniéndose seria mientras me ponía el chocolate delante de mí y soplaba para enfriarlo un poco—, qué pasó con tu mamá que me he enterado de su interferencia con los machos de la familia…

— Nos ha prohibido organizar fiesta de despedida de soltero.

— ¿Cómo cuatro machos bien puestos y bien armados, que eso me lo sé, no han dado el stop a semejante arrogancia materna?

— ¿Qué podíamos hacer…? Si ella dice que no, mi padre no nos da el dinero y ¿qué podíamos hacer nosotros?

— Vais a hacer la fiesta de despedida de soltero de mi sobrino Andrés, pero en mi casa del campo. No se ha de enterar tu madre, ¡esta hermana mía, es que no se entera de la vida!, allí estaremos vosotros, vuestros invitados y yo pongo el resto; mejor para el próximo sábado. Coméntalo con tus hermanos, a Angustias no le digas nada, chicas no van a ir más que las mías…

— Si tú no tienes hijas…

— Eso a ti no te incumbe, que yo tengo los huevos bien puestos en su sitio y tengo lo que necesito para eso: si quiero chicas, tengo chicas.

Entonces me enteré que regentaba el burdel o casa de citas o como quiera que se llamara entonces, el bar «La Góndola Veneciana». Sabía de su existencia, pero no sabía que mi tía era la dueña. Esa tarde entre chocolate y magdalenas me lo fue explicando.

— Tía, ¿y no tendrás algún puto para mí?

— Todo es posible y todo se puede encontrar.

— Gracias, tía, y ¿no preguntas nada?

— ¿Preguntar de qué, Ismael?

— Por lo del puto, no te he pedido putas.

— Ismael, Ismael, a tu tía no puedes esconderle tu inclinación sexual o como se dice ahora, tu orientación sexual, tu tía te conoce desde siempre; si yo estuve en tu parto.

— Gracias, tía, por no hostigarme nunca, otros lo han hecho y me sienta mal.

— Ni saben lo que es la libertad ni entienden del amor. Mírame, ¿qué harías conmigo?

— Pero tía, por favor.

— No harías nada, mi querido Ismael, si se te ofreciera tu tío ni responderías, te engancharías de inmediato.

Me puse rojo solo de saber que era verdad. Es que mi tío Alfonso, el médico, el que me pagó mis estudios, es guapo, bien guapo, bien formado, bien cuidado, mucho gimnasio y mi tía se encargaba de pulirlo física y personalmente. Mi tío para mí era el objetivo. Nunca fue posible, no es que no lo intenté, lo que quería era tenerlo para mí, lo cual siempre fue imposible. Mi tía lo cultivaba para tener en casa un macho muy macho y a la vez muy refinado.

Se encargó mi tía de organizar la fiesta de la despedida de soltero. Yo hablé con mis hermanos, se pusieron de acuerdo, invitaron a varios amigos y mi tía llevó a tres chicas despampanantes, guapas, con poca ropa y atrevidas. Pensé «ha traído chicas para mis hermanos, pero ya se ha olvidado de mí».

Durante toda aquella noche, las tres chicas se comieron las 15 pollas que había allí a excepción de la mía, esperando que hubiera alguien que quisiera que nos las mamáramos mutuamente, pero no se presentó esta ocasión. Que yo me percatara, aunque mi tía llevaba la cuenta, se hicieron follar por catorce de ellos, los que pagaron a mi tía. Mi tía les cobró a mis hermanos, excepto a Andrés que le dijo que esperara. Después de follárselos a todos, iniciaron entre las tres un baile erótico muy sensual y sexual, quedaron solo con su tanga, estaban varios masturbándose, después de haber follado. Las chicas invitaron a mi hermano Andrés al baile. Se levantó de su silla, se le notaba el paquete y su polla dura. Las chicas le besaban y él correspondía pero cada vez le iban quitando algo del cuerpo hasta dejarlo desnudo y bailando con su polla dura. Somos todos los hermanos de buena raza en cuanto a polla se refiere, pero curiosamente la raza poco a poco se ha mejorado. Andrés, con ser el mayor es el que menos grande la tiene, lo compensa su grosor. Timoteo y Santiago tienen las pollas casi iguales, varía la inclinación hacia la derecha de la polla de Santiago, ambas son un poco más largas que la de Andrés y similar en grosor. Yo, con ser maricón, la tengo más larga y más gorda. Pero a mí me estaba vedado gozarla como los demás. Después del baile, las tres se la mamaron a Andrés y las tres se pasaron la polla del novio por su coño y por su culo. Andrés eyaculó encima de Santiago que se metió en medio. Descubrí que estas chicas son listas, se la saben toda y lo pagó Santiago por travieso y avieso.

La fiesta acabó. Los chicos se fueron. Mi tía me hizo quedar con la falsa excusa de que le ayudaría a limpiar. Cuando todos se fueron, intenté recoger papeles y mi tía me lo impidió, me dijo que ya vendrán de la limpieza y que mientras iba a preparar un chocolate para antes de acostarse, que fuera a descansar un rato a su habitación.

Siempre le he hecho caso a mi tía, porque siempre me ha tratado bien. Fui a su habitación, entré, estaba la luz encendida y mi tío sentado en un sofá viendo la televisión. Yo había pensado que mi tío estaría en su casa y no en el chalet. No se asomó para nada. Saludé a mi tío, le pregunté por qué no había salido a pasarla bien con todos y me contestó:

— Porque yo soy tu premio y tú mi amante, si lo deseas.

Me quedé petrificado sin saber cómo contestar. No me salían las palabras. Mi tío estaba mirándome con una muy buena sonrisa y me hacía signos con las manos para que dijera algo. Por fin exclamé:

— Toda la vida deseándolo y por fin, ¡joder, tío, me das lo que quiero! Mándame, ordena, soy tu esclavo, tío.

—Desnúdate delante de mí.

Acababa de ver el baile de las putas y como se quitaban sus ropas y las imité, quizá no tan bien como ellas lo hicieron, pero mi tío estaba con los ojos abiertos mirándome y sorprendido. Saqué mi camisa, la volé por encima de mi cabeza en círculos y la solté para que se fuera al suelo lejos. Mi tío iba mirando la camisa y mi torso alternativamente. Tiré las zapatillas una a una a ambos lados y babeó mi tío. Me abrí despacio el botón de mi jean y bailé en círculos para que él mismo se fuera bajando a las rodillas. Como era muy skinny costó bajarse y me acercaba a mi tío para que viera el bulto que marcaba mi polla. El hacía ademán de abrir la boca para metérselo y agarrarlo con las manos, pero yo escapaba hacia atrás contorneando mi cuerpo como hacían las chicas. Me quité mis jeans, sentándome en el suelo y abriendo mis piernas, quedando al descubierto mi cuerpo con solo mi tanga cuerda. Seguía bailando y dando vueltas para que apreciara mis glúteos redondeados y duros, aun no tenía huecos muy marcados a ambos lados y sé que estaban apetitosos para cualquier macho deseoso. Mi tío lo era.

Me acerqué a él para que me tocara y aumentara su lujuria. Puso su mano sobre mi paquete y se la orienté a mis piernas. Le di la vuelta y por detrás le quité la camisa, sacando lentamente cada botón de su ojal y aprovechaba para meter mano a su pecho lleno de pelos. Eché la camisa al suelo y di la vuelta. Me puse de rodillas delante de él mirándole fijo a su cara y se puso lujuriosamente a mirarme la mía y como le sacaba la punta de la lengua y la paseaba por los labios. Mi tío sacó la lengua y babeó como un perro bulldog inglés. Tanteé con mis manos sin dejar de mirarle y abrí el botón y la cremallera de su pantalón. Metí la mano tocando sus genitales por encima de su bóxer de tela. Por la bragueta del bóxer metí la mano y le acaricié su gorda polla no tan larga, me pareció buena al tacto y mucho pelo. Exclamó mi tío Alfonso:

— ¡Aaaahh! ¡Eso ha estado bueno!

— Déjate hacer, tío, que te quiero mucho.

Como el pantalón era de tela, le levanté las piernas para asirlo por la parte baja y di un tirón. Mi tío, apoyándose con las manos en el asiento del sofá, levantó su culo y pude tirar y sacar de inmediato el pantalón. Acerqué luego la cara a sus genitales por encima del bóxer y entre la nariz y la boca acariciaba su polla suavemente. Abrí el botón del bóxer y apareció todo su conjunto sexual envuelto en una buena mata de pelos. Di un tirón al bóxer, hizo mi tío lo mismo al ver mi intención y salió el bóxer de su cuerpo. Ahí tenía, delante de mí, el macho que hacía tiempo yo apetecía más que cualquier otro que me había ofrecido su polla.

Me fui a la pared de enfrente tapando el televisor, lo apagué y centré la atención de mi tío en mi cuerpo. Me di la vuelta, me agaché doblando la cintura, abrí las nalgas con mis manos y le mostré el agujero del culo. Exclamó:

— ¡Uy, qué ricura!

Me enderecé caminé hacia él, me arrodillé, le guiñé el ojo y puse mi cara sobre sus genitales para disponerme a mamar la polla por mí más deseada. La metí en mi boca. Mi nariz sobre la mata de vellos púbicos, mejor eran pelos gruesos que olían a macho, una mezcla de olores a orina y sudor de puro macho y comencé a mamársela, pasando lengua por el frenillo y el anillo de su cipote. Con los labios le bajaba el pellejo, lamía, lo electrizaba y volvía a cerrarlos, mis manos se dedicaban a acariciar el escroto, separar los huevos y acariciar ingles y muslo. Mi tío se iba repantigando para darme capacidad de mamar su polla y lo incliné para que quedara acostado en el sofá.

Mi tío comenzó a actuar, ya le había entrado la electricidad sexual dentro de su cuerpo y sus nervios estaban tan deseosos como su propia alma. Me puso sus manos sobre mi cabeza y apretaba para que su polla entrara dentro de mi boca. Quiso follarme la boca con su polla y me dejé follar. No alcanzaba a atravesar la garganta pero tocaba fondo y él gemía y yo ansioso de hallar el fruto de mi trabajo. Mi tío siguió follándome más deprisa y llegó lo que tenía que llegar. Su polla se desbordó del semen que le propiciaban sus huevos y cerré bien mi boca para que nada escapara. Tragué los primeros chorros que fueron dos y otros dos que pude contener en mi boca para paladearlos y tragarlos con calma. Me gustó el semen de mi tío Alfonso. No era tan salado como otros y estaba bueno. Le limpié la polla con mi lengua y labios y la dejé como si no hubiera pasado nada. Me puse tumbado encima de mi tío y le besé, le besé en sus labios, le obligué a abrir la boca, le metí lengua y probó por primera vez en su vida su propio semen cual polluelo de águila comiendo de la boca de su madre. Me abrazó y me apretó, susurrándome al oído:

— En tanto tiempo que lo he deseado, jamás esperaba que fuera tan bueno.

— Espera, tío, te recuperas un poco y me la vas a meter. Antes has de comerme el culo como si fuera una vagina y luego me la vas a meter como si follaras a una hembra.

— ¿Cómo lo vamos a hacer?

— Comenzamos con un 69 para que yo te resucite tu polla y tu me comas el culo y metas dedos para dilatarlo, luego escupes mucho, no quiero dilatadores ni nada de eso, eso lo haces con tus putas, conmigo a pelo, te aseguro que te gustará más.

— Como quieras, Ismael, me has hecho gozar y sé que como me dices me harás gozar de nuevo.

— No perdamos tiempo, tío.

Me acomodé en el sofá al revés y le comía la polla mientras mi tío me amansaba el culo. Notaba que lo hacía bien, no era novato, ya había probado con mi tía o con algunas putas, porque mi tía era muy liberal, ella misma le llevaba a su burdel para que se follara a las chicas, pero estoy seguro que la mamada que le había hecho yo a mi tío fue más larga y lujuriosa que aquello que hubiera tenido con ellas. No las tenía envidia. Ahora lo poseía yo para que me poseyera. Yo era el activo porque yo mandaba en la situación y a la vez pasivo porque me iba a dejar atravesar por la polla que más había deseado hasta el momento. La lascivia de mi tío estaba muy oculta pero yo se la estaba sacando a flote. Me puse impúdicamente obsceno moviendo mi cuerpo para hacerlo deseable y picó, comenzó a manosear cada parte de mi cuerpo que movía y exaltaba su lascivia y le mostraba mi parte más lujuriosa.

Estaba ya con su polla bien a tope y me enderecé para sentarme encima de su polla, alargando los pies hacia su cabeza para irme metiendo su polla en mi culo. Poco a poco entró. Me juré no hacer ni la más mínima mueca de dolor. Y sonreía. Grité cuando tocó fondo. La mata de pelos en mis nalgas ayudaban a darme placer y su polla pasó por la pared de mi próstata y comencé el baile sobre la polla de mi tío. Él se puso a lamer mis pies, ponía los dedos dentro de su boca. Me di cuenta que ya me había convertido en su puta y tenía que superarme, porque yo tenía que ser su super puta. Y comencé a levantar suavemente mi culo y dejarlo caer mientras él me chupaba los pies y cada dedo una y otra vez. Intenté acelerar, pero comenzó él a empujar su pelvis hacia arriba y yo ayudaba suavizando su empuje con mi acción de subir y bajar. Mi tío estaba baboso, como si deseara algo más, pero no pedía, se dejaba hacer y eyaculó en mi interior, no sé cuánto, pero yo lo gocé y su cara me dijo que lo gozaba. Sin sacar su polla, me incliné sobre su pecho y le dije:

— Estoy para correrme, ¿te lo suelto en tu pecho o en el mío?

— En mi boca.

— No se diga más, —se me escapó.

Ya estaba yo que no me aguantaba, levanté mi culo y me di la vuelta para sentarme suave en la cara de mi tío metiéndole la polla en su boca. Su nariz estaba en mi culo, sus labios apretaban mi polla y me desbordé. Sin poder aguantar más, eyaculé todo lo que me estaba reservando y mi culo soltó sobre su cara todo el esperma de mi tío que tenía en mi culo. Mi tío tragó mi esperma aunque se le escaparon unas regatas de su boca que cayeron sobre su pecho cerca de su cara. Me levanté, me tumbé encima de él, polla con polla y le lamí su pecho sacando mi esperma de entre sus negros velos del pecho y le lamía sus pezones que se ponían muy duros. Nos acariciamos, besándonos y dándonos gusto en cualquier parte del cuerpo. Yo con mis labios recorría todo su cuerpo y lo mismo con la lengua, mi tío me imitaba para placer mío. Hicimos todavía un 69 más y recién eyaculando los dos entró mi tía:

— ¿Qué tal os va?

Me senté en el sofá y mi tío me hizo espacio apartando sus pies.

— Triunfarías si te llevaras a Ismael a La Góndola Veneciana. Ninguna de tus chicas es capaz de hacer disfrutar tanto como él me lo ha hecho, —dijo mi tío.

— Yo sabía que os estabais deseando y por eso te traje y le hice esperar, —dijo mi tía.

— El tío es un fenómeno, sabe qué hacer, sí, y está en plena forma, además de que es guapísimo, —dije mientras me tumbaba para llegar a su boca y besarlo.

Mi tía estaba muy complacida y se quitó su ropa, hizo sentarse a mi tío y se sentó a su lado. Pasaríamos la noche los tres, después de descansar y pasar a la cama. Mi tío era el centro, un macho para una hembra y un homosexual. No me sacié. Al día siguiente, al despedirme, les pregunté:

— ¿Esto es una despedida o un comienzo?

— De ti depende, puedes tener tantas noches cuantas desees.

— Vendré.

Por supuesto que fui, muchas veces, porque cuando le daba gusto a mi tío, mi tía se ponía feliz. El sexo entre mi tío y yo fue contemplado a partir de entonces por mi tía. Ella era algo frígida y prefería contemplar a su esposo y su sobrino antes que intervenir, pero nos preparaba el whisky, el chocolate y todos los afrodisíacos que pudiéramos necesitar. Fue una temporada espectacular para mí. Mi tío me dijo, que nunca se olvidará de mí, justo me lo dijo el día que me despedí de la familia. Mi tío Alfonso y mi tía Celia saben que pueden venir cuando lo deseen y pasar algunos días conmigo. Mi tío Alfonso ha venido y me da tanto gusto cuanto yo le ofrezco a él. A nuestra manera nos amamos. Mi tía no puede dejarse La Góndola Veneciana en manos de nadie, se juega mucho.

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