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Memorias inolvidables (Capítulo 3): mi hermana Angustias

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Angustias Sampedro Fernández es la chica de la casa, la única chica, la mejor. ¿Qué? La mejor de las chicas que tiene la casa. Ah, sí, claro, siendo única, si es la mejor, igual es la peor. Hombre, pero… Bueno, bueno, yo me inclino por lo segundo, allá vosotros. Eso es lo que discutían siempre mis hermanos. Pero ella creía que en realidad era lo mejor de lo mejor. Siempre se lo han dicho así desde pequeña y ella, además, se lo cree, se lo incorpora, lo publica y se lo presume. De mi hermana a mi madre va lo que un raíl a otro en la vía del tren. Son las dos iguales. Siempre tienen la razón, son lo mejor del mundo mundial y todo lo hacen bien. ¿Discutirlo? Qué inutilidad.

Mi hermana Angustias es de una soberbia total. Si quiero adivinar su mente, podría asegurar que nadie le supera, ella lo es todo, es manipuladora, mentirosa, engañosa, presumida, beata, beata y beata. ¿Por qué es tres veces beata? Porque es beata en la Iglesia, no se estila mantilla, pero ella la usa. Rezar supongo que reza pero busca que la vean, porque cuando no la ven no reza ni «Santa María». Es beata laica, todo lo critica, en todos los fregados está y han de hacerse las cosas como ella quiere. Y es beata entre las supuestas amigas, porque las engaña y enreda a unas contra otras en base a mentiras, trampas, manipulaciones, difamaciones y calumnias que luego dice que se confiesa porque es buena. ¡Anda ya!

Pero es mi hermana, mi pobre hermana Angustias, que nadie la comprende, que no le hacen caso, ella que todo lo hace por un buen fin. ¡Joder!, mira, nena, deja de mangonear en todo y quizá comenzamos a hacerte un poco de caso.

Angustias es la buena, se alía con mi madre, si sale bien, lo ha hecho ella, si sale mal, ya se lo decía ella a su madre, pero como nunca le hacen caso… Ni a mi peor enemigo le deseo que tenga una hermana como mi hermana Angustias. Ningún chico de nuestro entorno la quiere, ellos dicen que es muy mandona, pero en el fondo están diciendo que no quieren una mujer de semejante calibre. Así que, como mis hermanos tampoco la quieren, se me quedaba hermana para mí, es decir, para aguantarla yo. Prefiero que me follen el culo tres tíos a lo bestia antes que volver a soportar a Angustias. Esa fue otra razón para irme de esa casa de locos.

Mi hermanita Angustias tuvo cinco novios, al menos cuando yo vivía en la casa de mis padres. El primero fue Juanito López, un vecino, un chico de una familia humilde pero buena y muy querida, se le murió o lo mató a disgustos. Él se había enamorado de ella. Nunca pude comprender cómo alguien se podía enamorar de mi hermana Angustias, pues no tenía nada bonito que llamara la atención, pero es cierto que mi padre era rico y la hija de un hombre rico es una buena prenda de quien enamorarse. Nunca pude saber si era por ella o por el dinero de mi padre, pero Juanito López se enamoro locamente de ella y era un buen chico.

Un día me encontré con Juanito, ya salía con su novia Angustias. Estábamos en las aceras opuestas él y yo. Me grita:

— ¡Ismael, Ismael!

Como no hay tantos Ismaeles en el mundo, me paré y miré a ver quién y de dónde me llamaban. Lo vi en la acera de enfrente, bueno yo estaba en la acera de enfrente, porque me toca a mí estar en la acera de enfrente, pero él me hacía señales con el brazo para indicarme que me esperara. Me esperé, cruzó la calle y se vino a la acera de enfrente, creí que era un punto favorable a mi posición, y me dijo:

— Hola, cuñadito.

— Hola, Juanito, ¿qué te trae?

— Hacia casa voy y, al verte, me he dicho «Voy a saludar a mi cuñado», me salía de dentro este deseo.

— ¿De qué parte de dentro?

— De lo más profundo de mi corazón. Deseo saludarte, somos familia.

— Ojo, Juanito, tú no eres mi cuñado, quieres serlo: no somos familia, quieres serlo. Tú y yo no somos más que conocidos y tú pretendes salir con mi hermana Angustias, ¿es cierto esto?

— Eso, eso, sí, hombre, pero…

— No, no hay un pero; no somos nada en familia. Si quieres yo respeto que quieras salir con mi hermana…

— Oye, oye, yo tampoco he dicho tanto, que yo tengo chavas por ahí que ya quisieran que las mirara con buen ojo…

— Ah, pues llévatelas toda, no seré yo quien te lo impida, pero con respecto a los posibles amores de mi hermana, nada tengo que ver yo.

Nos despedimos. Alguno puede pensar que soy un grosero maleducado, pero a algunos gilipollas de este mundo hay que atarlos en corto como a los caballos cimarrones, que se las saben todas, pero Juanito es un buen chico, solo un buen chico.

Cómo era Juanito López, el vecino, de familia humilde y muy buena, lo diré a continuación. No era nada guapo; ¿era feo?, bastante feo, sí, aunque no tanto como para dar terror, pero su cara estaba medio quemada por el sol, sobre todo los pómulos y la punta de la nariz. Un poco bizco de un ojo y tenía un hueco en la barbilla. Los dientes estaban deformados y no en muy buen estado. No estaba gordo, pero tenía gruesa la barriga y hundido el pecho, las piernas arqueadas y los pies patizambos. Por el pantalón he de decir que debía ser de poco culo porque le sobraba pantalón en la parte de las nalgas. Confieso no haber visto nunca la delantera, por lo que mejor me callo, cualquier cosa que dijera sería falsa.

No era muy inteligente, pero tenía idea de que se trataba de una persona muy dispuesta al trabajo remunerado y cuando alguien lo necesitaba, allí estaba Juanito para hacer lo que fuere con tal de cobrar su soldada. Hombre trabajador, no agraciado por la naturaleza tanto en lo psíquico como en lo físico. Me consta que mi hermana lo encelaba, porque él pensaba ser el único, pero ella salía con otros sin decirle o con falsas excusas de no encontrarse bien. Lo llenó de disgustos. Un día se lo encontraron muerto, parece que se cayó barranco abajo a causa de una borrachera. La causa de la borrachera me la he imaginado yo, era mi hermana Angustias; lo digo así tan fríamente porque, cuando supo de su muerte, no manifestó con palabras su tristeza, ni soltó una lágrima, ni una expresión de pena. Se despeñó, se descalabró Juanito que era un buen chico.

El segundo novio que tuvo era un tal Francisco Oltra. Este era de un pueblo vecino, pero venía al nuestro que era más grande para trabajar en una papelería donde se vendían cosas y útiles de escritorio. Este le duró lo que un caramelo en la boca de un niño, mi hermana acabó con él a los dos meses, porque vino del pueblo para ir al cine con ella y ella no quiso salir cuando llegó. Se fue y no regresó más. Nunca hablé con él, pero todos decían que era buena persona.

El tercer novio fue un chico menor que ella, lo trataba a patadas. Nunca entendí por qué este muchacho esperó seis meses para dejársela, incluso vino a darme explicaciones a mí de que se dejaba a mi hermana, como disculpándose por hacerlo, como si yo necesitara tales explicaciones. Vino para decirme que se fiaba de mí y quería explicarme para que si en la familia se quejaban de él que yo pudiera dar las razones. Me dijo:

— Angustias me trata mal. Sé que soy menor que ella, pero yo la trato siempre bien. He tenido paciencia porque ella me dijo que sus padres no le permitirían tener novio o casarse hasta que no estuviera embarazada. Yo esperaba la ocasión de que me dijera cuándo y cómo. Una vez tenía hotel alquilado, no vino, me quedé solo y tuve que desahogarme con unas cuantas masturbaciones. Me emplazó para otra ocasión y no reservé habitación, le dije que fuéramos al campo, y no quiso. Creo que todo han sido excusas de modo que me cansé. No sé qué te parecerá lo que he hecho dejándola.

— Yo tampoco sé qué podría decirte, es tu libertad.

Me dio la mano muy educadamente y cada vez que me ha visto me ha saludado como si fuera mi deudor y yo un perdona vidas. No sé qué podría decirle o hacerle, si me parecía bien que se la dejara, pero no podía dejar tampoco a mi hermana como totalmente culpable. Cada palo mantenga su vela.

Y vamos al cuarto novio. El más simpático de todos. Es de color ébano. Guapo, buena pinta, pectorales tan marcados que se podían observar a través de la camisa. Las tetillas de los pezones estaban permanentemente remarcados en la tela de la camisa. Sus brazos son fuertes y su estatura es de la misma altura que Angustias. Hablaba francés, castellano mal hablado aunque inteligible y olía a sudor. Cuando se abría la camisa se podía observar mucho pelo. Mi imaginación se fue a sus sobacos y comenzó a gustarme más. Pero cuando iba a imaginarme su pubis y sus genitales, no tuve necesidad, porque tanto estaba yo fijamente mirándolo que se le puso una erección y noté como se le desplazó al lateral y se remarcaba la polla por la pernera del jean. Lo miré a la cara, viendo que en ese momento estábamos solos, le dije susurrando:

— Qué pena que no seas gay, mi culo aguanta esa polla, pero no creo que la concha de mi hermana la soporte…

— Si querer tú, no problema, yo ser bi.

— Oh, la, la. Quelle chance!

En eso que llegaba Angustias con mi padre para presentárselo. Miré el rostro de mi padre y enseguida adiviné que se le cayó el mundo a los pies. Saludó a René, que es como se llama, y le dijo a mi hermana en catalán, que es como hablaba cuando se enfadaba:

— Digues-li que es renti, que fa pudor, i després ja veurem, aquí no vull veure-ho de moment.

Angustias se puso a llorar, esperaba dar la gran sorpresa y le dije:

— No te preocupes, Angustias, yo te lo entreno y entonces papá lo aceptará.

Me lo llevé a mi habitación. Una vez allí me pregunta:

— Ton père a dit quelque chose de pas très bon, qu'est-ce que c’était?

Le hice desnudarse. No tuvo problemas. Yo quería ver la polla y me gustó, es algo así como de mi muñeca al codo de larga, gruesa como las cinco yemas de las manos juntas o algo más, nervuda y apetitosa. Le dije en mi pobre francés:

— Mon père a dit de bien raser ton corps, d'essayer de me donner le feu vert, alors on verra …

— Oh, mon dieu, c'est bon.

Me desnudé. Le senté en una giratoria de mi baño y comencé a afeitarle el pecho. Eso fue coser y cantar, mientras él miraba mi polla totalmente rasurada y acariciaba la textura suave y sedosa de la piel de mi pene. Descubrí que era un adicto al sexo por cómo me acariciaba el escroto, distinguiendo y separando las bolas, no me hacía daño con tocarlos tan suavemente, pero electrizaba los testículos. Luego le hice ponerse en pie y me puse a afeitarle el pubis tras haberlo embadurnado de espuma de afeitar. Cuando estaban limpios con todo el cuidado le afeité las bolas, el entorno al pene y el mismo pene que tenía unos pelos ensortijados encima de su base. Le dije que se pusiera de espaldas y se agachara. Solo así pude dejarle un culo más fino que el culo del David de Miguel Ángel en Florencia. Y a continuación vino la mía. Pasé la cuchilla por sus piernas y por su espalda. Nos pusimos de pie y levantó los brazos, le afeité las axilas y los brazos, algo de la espalda y le besé el cuello. Tomé un Body Milk y fui esparciendo por todo su cuerpo. Toqué su cuerpo centímetro a centímetro. Y le masajeé con crema del body milk los huevos y le puse su polla a punto, me puse mucho lubricante dilatador, también en su pene, me di media vuelta y le dije:

— Baise-moi, mets-moi ta bite dans le cul, putain.

Me folló como una bestia. Me dolió mucho, muchísimo, pero lo probé antes que mi hermana. A pesar del dolor que me gustó, porque una vez atravesado, ya todo me venía cuesta abajo. Fue el primer negro que me folló en mi vida. Lo peor de todo es que él se fue pensando que era normal en mi casa que todos nos probáramos a los que pretendían a alguien de la familia o me lo hizo creer que pensaba eso. Pero me preguntaba cuando iban a follarlo mis hermanos y mi padre. Y me preguntó si tendría que follarse a mi madre. Le respondí:

— Todo eso es asunto mío, déjame hacer a mí y como tú eres bi, si mi hermana te pone problemas, mi culo está disponible. Nos duchamos, le presté un jean y una camiseta de tirantes que le quedaba bien y lo perfumé. Salió a pasear con mi hermana.

Cada vez que venía a casa, yo le pasaba revista y a veces lo retocaba, siempre acabábamos follándome con su tranca. Qué tranca me he metido en mi culo gracias a René. Pero una de esas veces que vino, me lo llevé a mi habitación como es habitual. Mi hermana parecía tener prisa y preguntó si había llegado René. El cabrón de mi hermano Santiago le dijo:

— Ve a la habitación de Ismael, creo que lo entretiene hasta que te pongas a punto.

Se acercó a la puerta y escuchaba voces ininteligibles y gemidos. No llamó a la puerta, entró y nos sorprendió en plena faena. René tenía su polla en mi culo estando boca arriba en la cama y yo balanceándome sobre la polla de René. René se sonreía al ver a mi hermana y yo no dejé de ejercitarme sobre la polla, estaba en lo mejor y sintiendo ya espasmos de René. Se quedó mirándonos hasta que René eyaculó dentro de mí y yo dejé escapar mis restos sobre el pecho y abdomen de René. Me tumbe de cara a René y lo besé hasta aliviarme y salí de la cama sacando su pollón.

Angustias vio el pollón y creo que se asustó. Me echó la culpa a mí, diciendo que yo lo había tentado y todas esas cosas que dicen las mujeres y que yo suelo pasarme por el culo. La cuestión es que después de ducharnos, salió para ver a mi hermana y ella ya no quiso hablar con él. Seguía viniendo a casa para verme y follar, porque me decía que nadie quería follar al ver su nabo. Le dije que eso le había pasado a mi hermana y pasaría con muchos. Todo esto duró unas cuatro o cinco semanas. Mi hermana se lo dijo muy enfadada a mi padre. La cagó bien cagada. Desde entonces René desapareció de mi casa y Angustias a este paso se quedará para vestir santos. Ahora tenía una ocasión de compartir el marido conmigo, que algo es algo, al menos tendría marido; hasta yo mismo podría haber sido con mucho gusto el padrino de su boda. Ya no lo vi nunca más, pero fue un tiempo muy grato para mí. ¡Menuda polla!

Angustias ya no busca novio. Se ha conformado con ser la eterna soltera de una familia, se ha convertido en una perfecta beata en todo, pues pertenece a no sé cuántas cofradías, hace no sé cuántos retiros, y es presidenta de la cámara de solidaridad que ha inventado el ayuntamiento. Perdió la gran oportunidad de su vida, quizá yo estaría en casa y no me hubiera ido. Angustias decidió no hablarse conmigo de por vida, como si a mí me hiciera falta que me hablara o hablar con ella. Pasé olímpicamente hasta hoy día. Mi padre, en una de las veces que vino a hablar conmigo, me dijo:

— Angustias me manda decirte que ya te ha perdonado y quisiera verte.

Le contesté:

— Dile a esa puta beata que no necesito ni su perdón ni su visión; que se vaya a la mierda, pues no sirve para nada.

Mi padre se sonrió, porque le gustan este tipo de respuestas mías. Es así, porque son clavadas a las suyas, él es un macho al que le van las putas, yo un maricón hambriento de hombres. En definitiva es lo mismo, es decir, nos gustan los pasteles, pero diferentes a cada uno, a mí me encantan los de cabello de ángel y a él la crema catalana, a él los de nata y a mí el Lemon Champ(1). Es que de gustos diferentes el mundo está lleno. En definitiva, mi padre se vuelve loco por un coño, y yo aprecio infinitamente más una polla. Pero estoy seguro que si yo tentara a mi padre con mi culo me follaría, soy irresistible; solo que no puedo calcular las consecuencias.

De todas formas, fui a ver a Angustias y le dije:

— Encontrarás un novio mejor, pero vas a necesitar mi visto bueno, porque tienes mal ojo para escogerlos. Sabes que te quiero y te ayudaré, a ver si dejas todos esos beaterías que llevas entre manos.

Mi hermana encontrará un quinto novio y un sexto y no sé cuantos más, pero no se casará con ninguno porque se ha casado con ella misma. Creo que en la actualidad mi hermana Angustias y mi hermano Timoteo se entienden incluso amorosamente. Pero de momento solo es un murmullo familiar que no llega ni a rumor.

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(1) Sorbete de limón y champaña.

(10,00)