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Analista analizada (3ª parte)

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La hizo ponerse en pie al tiempo que le daba un ligero azote. Jack le puso la mano en la nuca y con una ligera presión la acompañó en su descenso, mientras Lucy se arrodillaba a los pies de Lou.

—Ahora vamos a repetir algunas cosas que ya hemos hecho, pero esta vez lo haremos de un modo más agradable para Jack y para mí. Desde este momento tu placer y tu conveniencia han pasado a segundo plano. Tú estás aquí para complacernos a nosotros y hacernos pasar un buen rato, y aunque todos nos alegraremos si lo que hacemos te gusta a ti también, lo principal es que nosotros lo pasemos bien. ¿Estás conforme?

En silencio, Lucy afirmó con la cabeza.

—No hace falta que le digas eso, Lou—intervino Jack, riendo—. Lucy es de esas personas que disfruta con su trabajo, como nos ha dicho durante la cena, y ya ha comprendido que esta noche su trabajo es ser una puta de primera clase. Así que disfrutará haciéndolo, ¿verdad, zorra?

—Mmmmm, ¿tú qué dices, Lucy? ¿Jack tiene razón? ¿Realmente disfrutarás portándote como un putón?—al decir esto, Lou se reía también—. ¡Contesta!

Con un hilo de voz, Lucy dijo «Sí», lo cual aumentó la algazara de los dos hombres.

—¿Qué te parece? No puedo creerlo. ¿Cómo se puede ser tan arrastrada como para disfrutar trabajando de puta? Venga, zorrón —dijo Lou, reclinándose confortablemente en su sillón—, quiero que me hagas una buena mamada para

ponerme la polla a pleno rendimiento. Después te ocuparás de la herramienta de Jack. Vamos, encanto, demuéstrame lo guarra que eres.

Lucy abrió la boca y se metió en ella la punta del miembro de Lou. Con un seco tirón de pelo, él le echó la cabeza hacia atrás.

—No, no, putilla, quiero un trabajo fino. Empieza lamiéndome los cojones muy delicadamente, y pon mucha atención en hacerme disfrutar de verdad. Esmérate.

La joven comprendió que tenía que hacer las cosas como aquellos dos querían. No había posibilidad de cumplir a medias, había aceptado la propuesta y ahora estaba, como dijera Lou, a sus órdenes. Se agachó hasta que su boca quedó a la altura de los grandes testículos negros, y sacando la lengua la deslizó con suavidad por el izquierdo. Procuraba rozarlos apenas, su lengua aleteaba sobre ellos como un suspiro. Después de unos minutos juntó saliva para humedecerse la lengua, y lamió delicada pero firmemente el escroto, siguiendo la costura central de arriba abajo, una y otra vez.

—¡Ahhhhhh!—suspiró Lou.

Lucy sintió que Jack se arrodillaba detrás de ella y al momento sus brazos la rodearon. Jack tomó las puntas de sus pechos entre los dedos índice y pulgar y comenzó a pellizcarlos suavemente, pero a medida que se endurecían, sus pellizcos eran cada vez más firmes. La joven intentó concentrarse en lo que hacía y olvidarse de las oleadas de placer que sus tiesos pezones enviaban a su cerebro.

Inclinándose aún más, buscó con la lengua la zona más suave, allí donde los testículos de Lou se unían a las nalgas. Lucy sabía cuánta era la sensibilidad de esa parte. Con la boca abierta, dejó que Lou sintiera su calor y humedad, mientras ella le lamía una y otra vez el perineo y los testículos, multiplicando las caricias por todo el paquete hasta que él empezó a gemir.

—Diossss… Métetela ya en la boca de una vez…

A su espalda, Jack estaba retorciéndole los pezones, completamente de punta y duros como piedras, dejándolos de vez en cuando para agarrarle ambos pechos y estrujárselos con vehemencia. Lucy no soportaba que hiciera esto mientras ella tenía que prestar toda su atención a la polla de Lou, pero sabía que no podía quejarse.

Se enderezó sobre las rodillas y sintió que Jack le ponía una mano en el culo y se lo amasaba. Cuando ella agachó la cabeza sobre la tiesa verga de Lou, notó que aquella mano le entreabría las nalgas y un dedo empezaba a hurgar otra vez en el agujero de su culo. Se contuvo y sujetando con una mano el tronco de la polla, lamió la gruesa cabeza de color rojo oscuro.

—Así, zorrita… Veo que te gusta el helado de rabo, ¿eh?

—Vamos, métetela en la boca—indicó Jack desde atrás, manteniendo un buen primer plano de la boca de Lucy sobre la verga de Lou, al tiempo que tenía un dedo dentro de su culo—. Primero la punta.

Lucy obedeció. Era obvio que Jack disfrutaba dirigiendo la jugada mediante órdenes humillantes.

—Ahora empieza a tragártela. Así… Despacio, guarra, no estés tan ansiosa. Trágatela más. Más... ¡Cuidado, no te atragantes con tanta tranca! Ahora

sácatela despacio, pero no del todo. Mantén el capullo dentro. Así… saboreándolo. Te gusta, ¿eh? Vaya zorra estás hecha. Venga, adentro con ella de nuevo. Más, más, más... Y ahora quieta ahí.

Lucy tenía la verga introducida tan adentro como podía, presionando contra su garganta de forma que no podía respirar. Aun así, quedaba fuera un buen trozo que ya no cabía en su boca. Le parecía que se ahogaba y la saliva empezaba a desbordarle, abundante, por las comisuras.

—¿No puedes comértela entera? Qué poco profesional —murmuró Lou con tono de diversión—. Eso habrá que remediarlo también. Nos ocuparemos de ello más adelante, ¿verdad, Jack?

—¿Por qué será que todas estas golfas se creen que saben hacer una mamada en condiciones, cuando chupan las pollas como si fueran piruletas? Menos mal que tú nos has encontrado a nosotros, Lucy. De aquí vas a salir hecha una mamona de primera—dijo Jack—. Tu novio nos lo agradecerá toda la vida.

—Pero antes que tu novio, nosotros disfrutaremos ampliamente de tus habilidades, putilla —dijo Lou con voz cariñosa.

Al recordar a David, Lucy pensó que se iba a echar a llorar. Sabía que Jack la había hecho pensar en él para humillarla. Quería estar seguro de que ella se sentía  suficientemente avergonzada de estar allí, accediendo a chupar de rodillas con la mayor aplicación la verga de aquel tipo cómodamente sentado, mientras otro hombre le magreaba las tetas y el trasero y le hurgaba en el agujero del culo, preparándose para taladrarlo, y los dos le hablaban de forma despectiva todo el  tiempo. Recordó que Jack le había advertido de cuánto iba a disfrutar sometiéndola y perdió la esperanza de salir de aquello con bien.

Estaba casi asfixiada cuando Lou la cogió del pelo y tiró de su cabeza hacia atrás y después de nuevo la llevó hacia delante, hundiendo la verga en su boca una y otra vez, con un vaivén que se la ponía más y más dura. Por fin, la soltó, se la sacó y se levantó del asiento diciendo:

—Ya vale, putona, que me vas a ordeñar antes de tiempo. Toda tuya, Jack.

Con una sonrisa satisfecha, Jack tomó asiento delante de Lucy, que seguía de rodillas, jadeante. Le acarició la cabeza como si fuera un perrito, murmurando:

—Buena chica. Veamos qué tal trabajas, cielo. ¡A chupar!

Aunque tampoco consiguió tragársela entera, realmente Lucy le hizo a Jack un buen trabajo. Su polla no era tan grande como la de Lou y eso le permitió maniobrar mejor. La chupó primero con mucha suavidad, con su boca muy jugosa y caliente por la mamada que le había propinado a Lou, y ahuecando los carrillos alrededor del tronco de la verga, de manera que el contacto fuera muy ligero. Él percibía solamente la humedad caliente que lo envolvía y lo estimulaba. Después, Lucy apretó sus labios firmemente en torno al miembro y lo hizo entrar en su garganta tan lejos como pudo, haciendo que el glande chocara contra su campanilla y produciendo enormes cantidades de saliva que chorreaban por la verga, sobre la cual ella deslizaba la mano con la que la tenía agarrado. De esta forma, se la meneaba y la mamaba a la vez. Jack se puso como loco con este

tratamiento y le pidió que le mordisqueara el capullo. Lou se acercó a ellos mientras Jack rugía cuando Lucy empezó a cumplir esta orden.

—Chupa un poco esto también, cielo—le dijo, acercando a la cara de Lucy su tranca, que sujetaba con su manaza.

Lucy volvió la cabeza, agarró la verga que Lou le ofrecía y se la metió en la boca, mientras con su mano izquierda continuaba sujetando la polla de Jack. Jack se puso de pie.

Durante un par de minutos, Lucy, arrodillada entre los dos hombres y sujetando una verga en cada mano, fue alternando ambas en su boca. No era muy eficaz, pensó, dar aquellas chupadas rápidas a la punta de sus rabos, pero estaba claro que la fuente principal de diversión para ellos era el espectáculo. Jack dijo riendo:

—Me parece que ésta ha visto muchas películas, ¿eh, Lou?

—¿Tú crees? Yo creo que lo hace de puro viciosa.

—Menuda zorra mamona nos has resultado… —completó Jack, dirigiéndose a la atareada joven.

—Bueno, ya basta de esto. ¡Es hora de tener un poco de acción anal!—dijo Lou alegremente.

A Lucy se le encogió el corazón al comprender que se avecinaba un mal momento. Hasta ahora, aunque humillante, lo que había hecho no había sido doloroso, pero temía que alojar en su recto aquel par de vergas duras y ansiosas sí iba a serlo.

[Continuará]

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