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Obligado a mirar

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Habían pasado ya unas semanas desde la última fiesta que nos ofreció don Tomás.

En el pueblo, todo iba bien, los comerciantes pagaban religiosamente, salvo algún pequeño retraso poco importante, y que sólo era objeto de un pequeño rapapolvo hacia el dueño.

Todos los viernes, despachábamos con él las incidencias y asuntos habidos durante la semana. Despues nos invitaba a tomar un aperitivo que preparaba en su gran salón. En ese mismo, donde habíamos visto hasta entonces, a dos mujeres hacer todo lo que le pedimos, en presencia de sus maridos. En todas las veladas que teníamos, terminábamos siempre hablando del morbo de las situaciones que se habían provocado. (Ver los relatos El abuso de Cristina y El abuso de María).

Un día, uno de mis compañeros vino con una solicitud de una persona del pueblo. Necesitaba dinero. El motivo era poder realizar una operación importante a su hija, en Estados Unidos. En este caso, no era un comerciante, sino un trabajador de una de las empresas, propiedad de don Tomás, tan sólo un operario.

Don Tomás, pidió toda la información del individuo, su trabajo, su familia, la veracidad de la historia, antes de tomar una decisión al respecto.

Al día siguiente, apareció con toda la documentación solicitada por nuestro jefe. Fotografías de los tres miembros de la familia, la pareja y su pequeña hija de tres años.

Sus edades, apenas superaban la treintena. Eran una pareja clásica. Despues de varios años de noviazgo, se habían casado y a los dos años había nacido su única hija. Cualquier persona los habría calificado como una pareja guapa. Él Jose Carlos, era delgado, de aspecto fibroso, producto del gimnasio, un afamado donjuan, en sus tiempos de estudiante, mientras que ella, Rosa, una auténtica preciosidad, rubia, delgada, poco pecho y un brillo especial en sus ojos.

Cuando don Tomás, vio las fotos quedó perplejo por la belleza de la chica. Enseguida, todos pensamos en una nueva fiestecita, aprovechando la necesidad económica de la pareja, pero en mi caso, enseguida deseché la posibilidad, cuando pensé en los motivos por los que necesitaban el dinero. No pensé que nuestro jefe aprovechase una situación así para disfrutar de la mujer.

Don Tomás, citó a la pareja, el viernes por la noche, despues del trabajo, para tener una reunión con ellos. Pidió que fueran ambos, y que se hiciera en su casa. De nuevo, volví a pensar en la idea de la fiestecita. Uno de los chicos le preguntó directamente sobre la posibilidad de jugar, como en las otras dos ocasiones.

El jefe le indicó que no adelantasemos acontecimientos, en este caso, las circunstancias eran otras, pero que todo era posible. En ese momento, tuve claro que disfrutaríamos de Rosa el viernes por la noche.

Se les hizo llegar las órdenes de don Tomás. El viernes, a las 9 de la noche, se verían en el lugar de siempre, en su casa.

Un coche les recogió para llevarlos al lugar de destino. Esta era una variedad. En anteriores ocasiones, la pareja había llegado por sus medios, pero esta vez, eran llevados por el chofer particular de nuestro jefe.

Don Tomás, los invitó a cenar, otra novedad que tambien nos sorprendió. En este caso, lo hicieron los tres solos. Rosa era muy guapa, más joven que las otras dos mujeres con las que nos había obsequiado nuestro jefe. Con una camisa blanca y una falda roja, era una auténtica monada de niña.


La pareja, explicó los pormenores de la enfermedad de su hija, y los motivos por los que había que tratarla en Estados Unidos. El jefe sólo preguntaba, y los jóvenes respondían. La cantidad que le solicitaban era importante, y no había demasiadas garantías de poder hacer frente a la devolución de la misma. No obstante, su semblante no desvelaba la solución final al problema. En ningún momento accedió a aportar el dinero, ni por supuesto, a no hacerlo. Tan sólo conversaba con ellos.

Os voy a proponer algo. Yo os daré el dinero, pero a cambio quiero que vosotros hagais algo por mi.

Lo que usted quiera, replicó el joven, prácticamente sin dar tiempo al capo a terminar de hablar.

No vayas tan deprisa. Escuchad mi propuesta y despues decidís lo que querais hacer. El jefe, comenzó a hablar....

A veces, alguna pareja de la ciudad, ha tenido una deuda, y la forma de pagarla ha sido participando en un juego.

Los chicos escuchaban sin pestañear. Pues bien, continuó hablando el jefe. El juego consiste en que la chica esté a disposición de mis cuatro hombres, y de mi mismo. Ella tendrá que hacer todo lo que le pidamos y dejarse hacer lo que deseemos.

Los jóvenes quedaron perplejos. Estamos hablando de sexo? preguntó el joven. Hablamos de todo, replicó el padrino.

No estais obligados a aceptar, por supuesto. Las normas, serían las siguientes:

Tú, señalando al hombre, te sentarás en una silla que hay en el salón, donde jugaremos. Estarás inmovilizado y amordazado, sólo viendo lo que hacemos.

Ella hará todo lo que le pidamos. En cualquier momento puede parar o negarse a hacer lo que se le pida, os podreis marchar, pero no habrá dinero. Sólo ella podrá parar, tú no podras hablar.

Por último, la decisión debeis tomarla ahora, os doy unos minutos, y me decís si aceptais.

Don Tomás, salió de la pequeña sala donde se encontraban y dejó solos a la pareja. No tardaron más de cinco minutos en salir.

Díganos lo que tenemos que hacer, señor, no nos queda más remedio que aceptar su propuesta.

Haceis bien, la salud de una hija no tiene precio. Tú te sentarás allí, en esa silla. Era la de siempre, sólo se le había añadido un artilugio, que le impedía girar la cabeza, con lo que al estar amordazado, atado, y en esa postura, ni podría dejar de mirar a su mujer, salvo que cerrase los ojos, ni podría hacerle ninguna indicación. Por tu parte, Rosa, allí están mis hombres, ponnos algo de beber a todos, y enseguida te los presento.

Antes de partir, la chica abrazó a su hombre, y le recalcó lo mucho que le quería, manteniendo la dignidad que pronto perdería.

Uno a uno, nos fue besando a todos en la mejilla, según nos iba presentando nuestro jefe. Cuando llegó mi turno, me di cuenta de lo bonita que era, mucho más que cuando la había visto de lejos al entrar en la casa, y con un olor a perfume muy dulce y sensual.

Colocamos al marido en la silla, como era la tradición, y tal y como sucedía habitualmente, ella subió a la mesa sin zapatos. La música era rítmica y suave, para que Rosa pudiera bailar.

Como era normal, los movimientos eran muy lentos pero acompasados. Nosotros, no parábamos de movernos, para ver a la mujer por todos lados.

Bueno, esto es muy aburrido, exclamó don Tomás. A ver preciosa, vamos a darle alegría a nuestros ojos. Rosa, te vas a ir desnudando muy despacio, poco a poco, para que podamos disfrutar del espectáculo.

La mujer no dijo nada, pero la orden cayó en ella como una auténtica bofetada, su cara enrojeció y sus ojos se mojaron.

Paró de bailar para ir desabrochando su camisa. Don Tomás le recriminó para que continuase con el movimiento. Esto es un strep tease, y no se hace parada. Quiero que te vayas desnudando a la vez que sigues bailando.

La chica continuó muy despacio, lo que exasperó a nuestro jefe. Niña, obedeces y haces todo lo que te pedimos, o ya te puedes ir con tu marido.

El tono aspero y aterrador de don Tomás, hizo que la joven comenzara a bailar más deprisa, igual que también aumentaba la velocidad de sus lágrimas, mientras terminaba de desabrochar su blusa. Cuando terminó, abrió la prenda y pudimos observar su tupido sujetador blanco que no dejaba transparentar nada. La mujer siguió bailando, pero le exigió que entregase la camisa. Se la quitó, y como siempre, fuí yo quien la recogí.

Me gusta mucho más que las mujeres lleven falda, exclamó don Tomás. Es mucho más femenino que el pantalón.

La falda era roja, no excesivamente ancha y le llegaba un palmo por debajo de las rodillas. Aunque le sentaba fenomenal, no dejaba de ser una prenda muy recatada. Sin duda, la había elegido a conciencia, a sabiendas de con quien iba a cenar, y la imagen que debía mostrar.

La mujer seguía bailando, ante nuestras atentas miradas, con su torso desnudo, tapado únicamente por el sujetador.

Uno de mis compañeros le pidió con tono déspota que nos enseñase sus muslos. El tono era jocoso, y la chica hizo caso omiso. Don Tomás, le volvió a increpar. Estos son mis hombres, y en lo que a ti respecta, sus órdenes son tan válidas como las mías. Si quieren ver tus muslos, se los enseñas, entendido? Espero que no tenga que seguir advirtiendote.

De nuevo, el tono áspero de nuestro jefe, volvió a caer como una losa en la mujer. Miró brevemente a su marido, que la observaba con ojos tristes, y muy despacio, comenzó a subir su prenda hasta la altura de las rodillas.

Un poco más, Rosa, súbela más. Ella continuó subiéndola mientras el color rojo se adueñadaba de su cara.

Súbela hasta la altura de las bragas. La chica siguió subiendo con dificultada hasta que contemplampos sus blancas bragas.

Ahora te la vas a quitar poco a poco, pero sin dejar de bailar, entendido? Como una autómata, comenzó a obedecer y desabrochó el botón y cremallera de su falda, para que esta cayera lentamente encima de la mesa. Retiré la prenda de la mesa, para permitir que ella siguiera trabajando en el espectáculo.

Llevaba unas bragas blancas, con florecitas. Nada erótico como tal, pero si por la situación. Estaba a dos prendas de estar totalmente desnuda, y a todos nos empezaba a excitar.

Sus piernas eran perfectas, ni una arruga, largas y bonitas. Le pedimos que fuese girando, a lo que ella obedeció.

Tienes unas tetas pequeñas, pero estoy seguro que serán preciosas, al igual que el resto de tu cuerpo. Me das ese sujetador tan beato que llevas? Entre amigos, no hace falta llevar esas prendas tan feas.

La mujer rompió a llorar en ese momento. Lo siento, señor, no puedo seguir.

Está bien, no pasa nada. Ya sabes que esto era un trato. Te daré un minuto para pensar si quieres seguir o no, pero recuerda, necesitas el dinero para salvar a tu hija, y saldreis de aquí sin nada. Si es tu última decisión, puedes vestirte.

La mujer recapacitó, viendo la necesidad que tenía de ese dinero, y accedió a continuar.

De nuevo la música comenzó a sonar y muy despacio, estiró sus brazos hacia atrás, para desabrochar el sujetador.

Un segundo, dijo uno de mis compañeros. Quiero desabrocharlo yo, me da muchísimo morbo hacerlo.

La mujer se puso en cuclillas para acercar la hebilla del sostén a las manos del hombre. Por el movimiento, se le bajaron un poco las bragas, por lo que nos permitió ver la rabadilla y el comienzo de su culo.

Se levantó y se quitó el sujetador. Esta vez no lo tiró a la mesa, sino que me lo entregó directamente.

Muy bien, continúa bailando. Me gustas más en top less, dijo don Tomás.

Rosa sabía que le restaba poco tiempo para estar totalmente desnuda. Eso sucedería en breve.

Don Tomás pidió a la mujer que se pusiese a cuatro patas en la mesa. El objetivo no era otro que poderla tocar el culo con mayor facilidad.

No duró mucho, puesto que enseguida, el jefe, nos pidió que abrieramos uno de los sofás que tenía en el salón. Al hacerlo, este se convirtió en una cama enorme. Nos limitamos a poner una manta encima para dejarlo de la forma más acorde con la situación.

Mientras colocábamos la cama, don Tomás, pidió a Rosa que nos pusiera otra copa. La mujer acudió al mueble bar, y nos sirvió a todos. Me encanta que me sirva una camarera en top less, dijo el jefe. Todos reímos ante el comentario jocoso.

A la vez que la mujer servía el vaso del jefe, por detrás la agarró los pechos. La mujer, que no sonreía ni un ápice, volvió a ponerse colorada, saturada por la situación. Intentaba moverse, y zafarse, pero era inútil. Tampoco debía hacerlo, tenía que llegar hasta el final y cumplir con todos nuestros deseos.

Don Tomás apartó la mano derecha del pecho de la chica y la metió por dentro de la parte trasera de su braga. De esta forma le tocó su culo y su rajita trasera.

Mandó a la mujer hacia la improvisada cama. La manta que habíamos colocado encima, hacía que el tacto de esta fuera tremendamente suave.

Rosa, tesoro, ahora queremos verte tu cosita. La mujer sabía que ese momento tenía que llegar, pero no por ello el impacto de las palabras fueron menos duros.

Rosa estaba recostada sobre la cama, con su pelo rubio, sus pechos al aire, y sus bragas blancas. Una visión preciosa, erótica, sensual.............. Todo unido a las lágrimas que le caían, sobre todo cuando miraba hacia su marido.

El jefe pasó suavemente su mano por la braguita, ahora por la parte delantera. Rosa se puso tensa y en ese momento rompió a llorar de una forma sonora.

Por favor señor, soy una mujer casada y mi marido no puede ver esto, por favor.

Don Tomás se sentó a los pies de la cama, junto a la chica, Mientras le secaba las lágrimas con sus manos, Esto es un juego y una diversión para liberar de estres a mis hombres. Os estoy pagando mucho por esto, mucho más que si esto lo hiciera con una prostituta, varias veces más. Nuna habrás ganado tanto dinero por unas cuantas horas de trabajo. Dentro de poco todo habrá terminado, valorarás esta experiencia como un sueño y lo más importante, tendreis el dinero para curar a vuestra hija.

La mujer pareció tranquilizarse un poco con las palabras suaves del capo. No dio tiempo a más y de nuevo comenzó a tocarle los pechos, para despues bajar la mano a la braguita. Como estaba sentada, no podía palpar la entrepierna convenientemente, así que le pidio que se tumbase para meter su mano por dentro de la braga.

Rosa se tumbó en la cama, se sentía totalmente humillada, sabiendo el precio que debía pagar por el bienestar de su hija. Sin que nadie se lo dijera, puso sus manos por encima de su cabeza. El jefe disfrutó durante unos minutos de la parte más íntima de Rosa, pasando sus dedos por su rajita, su clítolis y de vez en cuando metiendo el dedo por su cabidad más erótica. A la vez, pasaba su boca por los pechos y cara de la mujer. Mientras hacía esto don Tomás le decía que no estaba totalmente depilada, y que era algo que debía hacer una mujer de su belleza.

Quiero que muestres tu cosita a mis hombres. En esos instantes le habría gustado estar en cualquier otro lugar. Giró su cabeza para que sus ojos quedaran pegados al colchón mientras que su triángulo delantero quedó desplazado para que su sexo quedase a la vista. Un ummmmmmm salió de la boca de todos nosotros.

Rosa, mejor quédate totalmente desnuda, así podremos contemplarte mejor. La chica se levantó y se quedó quieta. Fue el jefe quien comenzó a tirar de su prenda hacia abajo hasta que pudimos contemplar su total desnudez.

Rosa no estaba totalmente depilada, y gracias a eso, vimos que era rubia natural. Sus pelos rubios no llegaban a tapar del todo su marcada abertura vaginal. Hicieron poner a la chica en pie para poder observar todos los detalles.

Túmbate en la cama. Ahora, tócate. La mujer comenzó a pasar sus manos por los pechos.

Ahora por abajo. Quiero que pases el dedo entre tus piernas y toques tu clítolis. Quiero que te masturbes delante de nosotros.

La mujer iba obedeciendo y cumpliendo con todo lo que iban ordenando.

De todas las fiestas, quizá en esta, era donde nuestro jefe se sentía más excitado. La juventud de la mujer provocaba sus más bajos instintos. De hecho, fue él quien primero se desnudó.

Su pene estaba totalmente erecto, y le pidió a Rosa que le hiciera una felación. La mano fue hacia su cabeza y arrimó el pene a su boca. La chica permanecía sentada, mientras ella, sujetaba los muslos del jefe y este, con su mano movía de forma rítmica la cabeza de la mujer.

Un fuerte alarido del capo dejó claro que había vaciado su leche en la boca de la rubia.

Chicos, ahora es vuestro turno. Sabía que la orgía estaba a punto de empezar. Mis ojos se deslizaron y observé al marido que no perdía detalle de todo lo que hacía su mujer. Su rostro estaba desencajado. Jamás podría haber imaginado que sería testigo directo de las relaciones sexuales de su mujer con otros hombres.

Ahora nos tocaba a nosotros. Primero fuí yo. Puse a la mujer a cuatro patas. Con mi dedo, marqué el hueco de su vagina, por detrás y de forma directa la metí. La mujer gritó puesto que no estaba mojada. No obstante, mi excitación tambien era grande. La chica era realmente bonita y su delgadez hacía que sus labios vaginales apretaran mi polla.

A la vez que yo se lo estaba haciendo por atrás, otro de mis compañeros sacó su miembro y lo llevó hacia su cara. La mujer se vio obligada a hacer un dobre trabajo. Además de mover su culo también tenía que mover su cabeza. Mis embestidas por detrás, servían para que mi compero sintiese los bamboleos de su boca. La rubia no paraba de moverse. Parecía una auténtica experta, imagino que era consciente que un buen trabajo era necesario para poder cobrar lo que le habían prometido. Mi compañero se permitía el lujo de poderle tocar sus pequeños pechos mientras ella se movía. A pesar de no ser muy grandes, cubrian la mano del hombre. Yo la agarraba por sus caderas. Notaba que en breve la llenaría de leche y así fue. Mi compañero decidió sacarla y llenarle la cara en lugar de hacer que lo tragara.

Don Tomás, puedo culearla, preguntó otro de mis compañeros que aún no había empezado. No, yo seré el primero. Haced lo mismo que los otros.

Como había tiempo suficiente, no quisieron hacérselo a la vez. La chica comenzó a chupar durante unos minutos la polla del otro protector. Despues, separó sus piernas y se dispuso a recibir las acometidas. Durante varios minutos, la metía y sacaba, la besaba a lo que la mujer se resistía, tocaba sus tetas, las mordía, jugueteaba con ellas. La polla la sacaba casi por completo y la volvía a meter. Rosa lo sentía como una espada, un toro que entraba a matar, una y otra vez. La mujer cerraba los ojos en señal de entrega, aunque no era disfrutada. Con una mujer tan bella, disfrutó mucho, y volvió a llenar de leche su orificio vaginal.

Sólo quedaba otro hombre por disfrutarla. La hizo ponerse de pie, y por detrás fue besándola por todo el cuerpo, mientras pasaba por la raja de su culito su dura polla. Le hizo girarse, ponerse de rodillas y ponrese de nuevo a chupar otro miembro. La chica, aunque joven y casta, había hecho mamadas con anterioridas a juzgar por los movimientos y lo bien que lo hacía. Sabía que era el último y se esforzaba en terminar lo antes posible. No obstante, antes de correrse, volvió a hacer ponerse a la chica tumbada sobre la cama, para volver a penetrarla. Esta vez fue brutal. Ella no paraba de gritar del dolor. Era una polla enorme y sufría con la penetración. Afortunadamente para ella, no tardó demasiado en correrse.

La mujer estaba abatida, tumbada en la cama. Se levantó y fue a dar un beso a su marido. Don Tomás le dijo que volviese a la cama, que no había terminado. Como? No han tenido bastante? Ya han estado todos conmigo.

Vuelve a tu sitio, o no cobrarás, replicó don Tomás. La mujer fue de nuevo a la cama y se tumbó llorando. No podía sentirse más humillada, o tal vez si?

Sabiendo los deseos de don Tomás, la pusimos a cuatro piernas, sujetada por los cuatro. Dos hombres le sujetábamos las manos y otras dos las piernas. El jefe le metió el dedo en el ano, con una crema para facilitar la penetración. De nada servían los ruegos, lágrimas y gritos de la mujer. El marido tambien quería gritar, pero no podía hacerlo. Don Tomás comenzó a meterle su miembro por el ano. Se notaba prieto, muy ajustado. El jefe estaba disfrutando con la rubia como nunca. Por ello no tardó en correrse. La mujer cayó derrotada, humillada y abatida. Ahora si os podeis ir. Tiró un sobre sobre la cama, en el que había la cantidad pactada.

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