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La Chica de la playa

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Aquella noche de verano, Arturo acababa de dejar en casa a su ligue de verano. A Raquel la conoció apenas un par de noches antes en una discoteca cercana. Él vivía a 12 Km. de dónde Raquel pasaba las vacaciones de verano junto a sus padres. Para Arturo era una conquista más de verano, Raquel era realmente preciosa, un bomboncito de 18 años que suponía un reto para el. Arturo, tras conducir un par de kilómetros vio el cartel que señalaba a Cala Rasgada, y no lo pensó dos veces antes de dirigirse a aquel lugar. Resulta que aquella noche había bebido un poquito más de la cuenta y decidió pasar la noche aparcado a las puertas de aquella pequeña cala. Era ésta una hendidura en la roca de una montaña alta que se precipitaba hacia el mar, pero los caprichos de la naturaleza hicieron que la cortara lo suficiente para que, a sus faldas, se erigiera una bonita playa de arena muy fina y con unas aguas claras y profundas.

Arturo conocía bastante bien aquel paraje, ya que por la mañana solía llevar a sus conquistas a practicar submarinismo y por la noche a contemplar la Luna que en pleno mes de agosto que brillaba alta tocando levemente el inmenso peñón y depositando el brillo de su luz en la poza de agua. Arturo aparcó el coche en una explanada, salió de él y encendió un cigarro antes de echar un sueñecillo. Hacía calor, por lo que Arturo decidió sacar del maletero del coche una toalla que tenia "de emergencia" y se encaminó hacia la arena donde la extendió. Se tumbó en ella y colocando las manos tras su cabeza se dedicó a contemplar el brillo de la luna que iluminaba la poza de la playa como si de una farola se tratase.

La noche era tranquila, el mar era un plato de cristal, quieto y tranquilo, no se oía un alma. Aquella tranquilidad hacía que los ojos de Arturo fuesen cayendo como empujado por pesas. Hasta que algo le sobresaltó, era un chapoteo en el agua. Se incorporó rápidamente ante lo que le pareció la zambullida de un pez enorme, lo cual le pareció extraño, ya que en aquellas aguas no era común que habitasen especies de tamaño considerable. Como buen conocedor de la cala se levantó para investigar qué había producido aquel sonido. Miró atentamente durante unos segundos sin ver nada que alterase la tranquilidad del mar, hasta que de nuevo volvió a salir a la superficie lo que le pareció una cabeza humana. Aquella silueta se iba acercando a la orilla poco a poco. Pero, ¿quien podría ser? Se preguntó Arturo, era extraño, ningún coche había aparcado cerca del lugar, y la casa más cercana estaba a una hora a pié. Seguramente se podía tratar de algún pescador submarino que hacía incursiones nocturnas pensó. Se sentó a la orilla y esperó a que saliera. Poco a poco se iba acercando por su derecha, a unos treinta metros de Arturo salió lo que le pareció una chica de estatura normal y delgada que miró hacia el muchacho y se tumbó en la arena. Que extraño, dijo para si Arturo,¿de donde había salido aquella chavala?, el había llegado al lugar unos veinte minutos antes y nadie había en la playa, podría haber salido de alguna embarcación pero tampoco se veía ninguna a lo lejos. Preocupado se acercó a la extraña, conforme se iba acercando iba percatándose que aquella mujer estaba desnuda y tumbada coca arriba tenía los brazos extendidos detrás de su cabeza y las piernas separadas.

-¿Estas Bien? Preguntó Arturo con aire preocupado

La chica parecía dormida, su respiración era lenta y profunda y no contestaba.

-Perdona, es que te he visto salir del agua y...

No terminó su frase y la chica se reincorporó flexionando las rodillas y apoyando los codos sobre estas.

-Hola, me llamo Arturo, estaba durmiendo en la playa y bueno, me extrañó que estuvieras en el agua. Dijo el muchacho presentándose ante aquella preciosa chica.

-Y que ves de extraño? Dijo como adormecida.

-Pues que no se, creía que no había nadie en la cala.

-Me llamo Marcela, y me gusta darme baños de Luna. Dijo la chica mientras se levantaba

-¿Y como se hace eso?

-Pues bañándose en el reflejo de la luna y ahora estaba haciéndome el amor antes de que nos interrumpieras.

Arturo miró a la Luna y extrañado volvió la cara hacia Marcela que le devolvía una sonrisa.

-Está bien, como quieras sigue a lo tuyo, si necesitas ayuda estoy un poco más allá. Dijo Arturo señalando hacia la toalla extendida que había dejado poco antes.

Arturo se dio media vuelta pensando que se trataba de alguna chalada .

-Lo has probado alguna vez? Dijo por detrás de Arturo la muchacha

-¿Cómo?

-Un baño de luna... es muy relajante y saludable.

-Bueno, si claro bañarme de noche si

-Ven que te enseñaré. Dijo Marcela cogiendo de la muñeca a Arturo.

Arturo se dejó llevar, aquella muchacha le había engatusado con sus lindos ojos azules que brillaban en contraste con el moreno de su piel y el negro de sus descuidados cabellos.

-Desnúdate. Dijo Marcela alejándose un metro de Arturo y esperando expectante.

-¿Por completo? Preguntó el muchacho haciendo gestos de desaprobación.

-Claro, el baño tiene que ser completo.

Entonces Arturo se desnudó totalmente, total, la muchacha ya estaba en pelotas y aquello podía ser divertido. Marcela se puso a su lado y cogió la mano de Arturo, bajó la cabeza y cerró los ojo.- Ahora relájate y concéntrate en el calor que desprende la luna-. Dijo suavemente la chica. Arturo obedeció aunque no estaba para muchos misticismos. Momentos después Marcela añadió - ¿puedes sentir el calor? - y respiró profundamente. – Si, lo siento- Dijo Arturo mintiendo ya que no quería romper la meditación de Marcela. – Bien pues retén el calor en tu interior, no lo sueltes ¿correcto?. El caso es que si Arturo había recibido aquel "calor" por seguro que no lo soltaría, empezaba a sentir una misteriosa atracción por Marcela.

Tras esto, Marcela y Arturo se metieron poco a poco en el agua cogidos de la mano, según la chica, era importante acumular el calor lunar, tanto por dentro como por fuera.

En el agua Marcela se sumergió invitando a Arturo a que hiciera lo mismo. Debajo del agua estaban cogidos de la mano, estuvieron como treinta segundos y Arturo quiso salir a la superficie. Marcela se lo impidió y Arturo se dejó llevar, el caso es que seguramente él, como buen submarinista aguantaría debajo más que ella. Cuando pasó un minuto debajo del agua, Marcela comenzó a ascender y Arturo la siguió. Ambos se miraron en la superficie. - Ahora Arturo me gustaría que me dieras algo. Dijo Marcela sonriente. Arturo sin decir nada siguió a la chica hasta la orilla. Mientras ella salía del agua, Arturo se recreaba en sus maravillosas curvas y en el brillo de su piel morena. Como un obediente alumno siguió a Marcela hasta la arena, ella se dio la vuelta y acostándose en la arena extendió sus brazos hacia Arturo y dijo:

-Ahora suelta tu calor dentro de mí.

Arturo no podía dar crédito a aquellas palabras, aunque al pronunciarlas, Marcela provocó una estupenda erección en Arturo. Éste se dispuso encima de Marcela y comenzó rozar su polla en la vulva de Marcela, el roce con el cuerpo empapado en agua marina producía un escozor maravilloso. Arturo penetró a Marcela entonces, la chica no pudo contener un gemido que retumbó en la pared de la montaña. Arturo manoseaba los pechos de Marcela y ésta culebreaba bajo Arturo en una danza ritual, excitada y expulsando gemidos orgásmicos de placer.

-¡¡Ahora, dame tu calor ahora!! Gritó Marcela extasiada en exceso según le parecía a Arturo, quien comprendiendo a que se refería, aumentó los movimientos de su pelvis. Así lo hizo hasta que empezó a depositar su semen dentro de Marcela, que ahora luchaba apretando las nalgas de Arturo para que éste no consiguiera derramar ni una sola gota de su "calor" fuera de ella.

Marcela quedó totalmente agotada y relajada, parecía como si estuviese totalmente sedada. No era de extrañar, durante aquel polvo ella no había parado de mover cada uno de los músculos de su cuerpo. Se quedó dormida y Arturo se precipitó a recoger su toalla que estaba a unos metros de ella y la tapó. Arturo se quedó al lado, encendió un cigarro y meditó sobre aquella extraña situación que le había proporcionado un placer enorme. Arturo no pudo evitar masturbarse al lado de aquella Diosa mística y enseguida se durmió al lado de su maestra en el arte del baño lunar.

Los primeros rayos de Sol no tardaron en asomar en Cala Rasgada, que amanecía con el mar más agitado que la noche anterior. Arturo abrió torpemente los ojos y enseguida miró a su lado. Marcela había desaparecido, no había nadie en toda la cala. ¿Seria un sueño? Se preguntó Arturo, aunque por el escozor de su polla sabía que había sido real. Arturo se bañó de nuevo en el mar disfrutando del agua fría, salió y se secó al Sol, se vistió y se marchó en el coche mirando a todos lados buscando alguna señal de Marcela, pero se la había tragado la Tierra.

Durante días Arturo se fijaba en las chicas de las urbanizaciones donde él trabajaba limpiando piscinas por si alguna fuera su amante nocturna pero sin dar resultado. La última vez que supo de Marcela fue en un cartel pegado a una farola de la urbanización VistaMare:

DESAPARECIDA

Ángela Márquez, se la vio por última vez paseando en bicicleta en la Playa del Norte. Sufre problemas psicológicos graves y necesita medicación. Se ruega comuniquen cualquier dato sobre ella en el Cuartel de la Guardia Civil más cercano.

Debajo había una foto de Marcela o Ángela mucho más desmejorada y en sus ojos se percibía una tristeza estremecedora.

Arturo corrió a informar al cuartelillo enseguida, por lo que supo después, quien el conoció como Marcela, sufría esquizofrenia aunque no era peligrosa. Días después se la encontraron con un grupo de Punkies en una famosa playa de la Costa del Sol....Arturo quiso volver a verla, a lo que los familiares de Ángela pusieron una fuerte oposición.

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