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Mi marido me ayudaba

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Todo cambio en mi casa, yo me vestía como siempre lo había deseado y mi esposo me alentaba a ello, incluso el mismo iba conmigo a comprar ropa de lo más reveladora y cambié por completo mi guardarropa, con vestiditos y minifaldas que no dejaban mucho a la imaginación, lencería muy sugestiva, zapatillas y sandalias descubiertas, perfumes y maquillajes, todo ello con la complacencia de mi marido, que me insistía en mostrar mis bien torneadas piernas, lo nalgona que estoy, mis senos duros y erguidos y desde luego mi lindo rostro muy coquetamente.

Así mismamente tres veces a la semana yo le daba las nalgas a mi actuales amantes con el consentimiento de él, desde luego el sabía de Julio por lo que yo le había confesado y de Juan Arturo por lo que había visto en mi casa cuando lo llevé y me cogió allí, convirtiéndose en un espectador oculto, pero ignoraba la cogida que me habían dado Luis y Juan Emilio a los cuales vería nuevamente en alguna otra ocasión.

Las siguientes visitas de mis "novios" como él les decía a mis amantes, fueron también presenciadas por él, en especial la cogida que me dio Julio, el chofer de la constructora. Como mi marido ya sabía de él, me insistió en que le llamara para que me visitara y fingiendo una salida más por motivo de trabajo, salió de casa para dejarme a solas con Julio; desde luego su viaje fue fingido y miró claramente como ese bruto me hizo suya y cómo me cogía a su antojo. Había observado ya como dos tipos se cogían a su esposa, sin embargo, deseaba ver más todavía y desde luego yo estaba con todas las ganas de complacerlo.

Por esa época yo no trabajaba, y como me casé a los 18 años, había tenido que abandonar mis estudios, pero con el apoyo de mi esposo reinicié para terminar mi carrera, así que iba a la escuela y empezaron a salirme algunos pretendientes, pero ninguno de ellos me hacia temblar las nalgas que era el síntoma que me indicaba que un tipo me gustaba. Cierta tarde en que salía del colegio escuché que me llamaban por mi nombre y al voltear grata fue mi sorpresa al ver a Edgar, uno de mis antiguos novios de la Secundaria. Lo saludé y charlamos animadamente, desde luego ambos habíamos cambiado muchísimo, él se veía muy guapo y con un cuerpo fornido y yo aunque ya casada me veía muy juvenil y mi estilo era entre ingenua y coqueta logrando que me viera como una colegiala.

Desde luego no podía ocultar a la mirada de los demás, en especial de los hombres, las formas cachondas de mi cuerpo, razón por la cual constantemente me chuleaban, tanto en la calle como en la escuela. Así que al verme Edgar quedo muy complacido, como ya había salido de clases, me invitó a tomar un café que desde luego yo acepté. Platicamos mucho, él tenía ya 23 años y yo 22, así que estábamos en la misma edad prácticamente. Sus visitas desde entonces se hicieron frecuentes a la escuela y claro que el motivo era yo...

En una de esas ocasiones me invitó a tomar una cerveza en el automóvil de su padre, lo acepté y nos fuimos a un lugar algo apartado y discreto. Estuvimos allí en el interior del coche y vino lo que yo tanto esperaba; me empezó a besar…

Al principio me hice que me resistía y le dije que eso no era correcto ya que estaba casada, pero me seguía besando tanto que acabó por "convencerme" y permití que fuera algo más allá. Así, en ese lugar, con la caída de la tarde, me liberó los senos del sostén y empezó a mamármelos… Yo lo dejé hacer, su mano se dirigió a mi rajita y lo dejé entrar, sus dedos se dieron gusto entrando y saliendo en mi mojada panocha, pero cuando me pidió irnos a un lugar más íntimo, me hice la señora modosita y le dije que no, pero le deje entrever que tal vez en otra ocasión me atrevería... Claro que la oportunidad se presentó muy pronto.

Como ni Julio ni Juan Arturo me habían llamado, ya hacía más de quince días que yo no salía, así que le comenté a mi marido acerca de Edgar y mintiéndole le dije que me había invitado a salir la noche del viernes, desde luego le encantó la idea de que me hiciera suya, pues prácticamente su libido se incrementaba al saberme bien cogida por otros, así que en ese fin de semana mi exnovio me haría suya también.

Esa misma noche le hablé a Edgar y le pedí me invitara a salir el viernes, pues mi marido estaría fuera el fin de semana. Captó muy bien la intención de mi mensaje y quedamos de acuerdo para salir. El viernes por la tarde mi esposo estuvo de lo más cachondo, me estuvo fajando muy rico, me cogió un poco como para calentarme pero ni él ni yo terminamos, así que yo estaba que pedí a gritos una buena verga. Yo le decía que de tanto andar de cama en cama, hasta preñada podía resultar, cosa que lo encendía y se le ponía la verga hasta amoratada de tanta excitación, y me decía que donde comían dos, podían comer tres; dándome a entender que no había problema si me dejaban panzona.

Y fue él mismo quien eligió mi ropa para la cita; después de ducharme me hizo vestir de forma muy sensual, me puse un liguero negro y medias del mismo color, un juego de brasier y tanga negro con encaje morado cubrieron mis atributos, un vestidito muy corto de color morado suave y mis sandalias constituyeron todo mi ajuar; estaba lista para entregarme a mi nuevo novio. Al terminar los últimos toques de maquillaje y perfume quedé lista, muy linda y sexy; esperé a que mi esposo me llevara a donde quedé de verme con exnovio, ya que el plan era que mi marido fuera un cliente más del bar, y así observaría lo que Edgar y yo haríamos allí mismo; ¡mi propio esposo me llevaría a entregarme a otro hombre como ya había sucedido antes con Juan Arturo!...

Llegamos al bar, mi marido entró antes y se ubicó en una mesa desde donde podía observar perfectamente todo, yo entré después. No tengo qué decir de cómo me vieron los tipos allí, sentí delicioso sus miradas, pero más me calentó la forma en que Edgar me recibió. Se levantó y fue hacía mí sin saber que mi marido nos observaba, intentó besarme en la mejilla pero yo bien puta le di mis labios, creo que con eso él se dio cuenta de mis intenciones de ir con él a la cama; sin embargo no sé apresuró. Pedimos algo de tomar y su mano entró en acción sobando muy rico mis piernas cubiertas por las medias; y al cabo de tres copas ya su atrevimiento no tenía límite, me besaba apasionadamente metiendo su lengua en mi boca con descaro, valiéndole madres la gente que nos rodeaba; y mientras sus dedos ya me frotaban mi bizcochito mojándome de una manera muy rica, en especial porque mi esposo nos veía desde su lugar, yo palpaba la gruesa reta que me iba a comer.

Bajé una de mis manos y le sobé la verga por encima de su pantalón, se la sentí dura y de muy buen tamaño, esto provoco mis anisas de probarla en vivo; así que le susurré al oído a mi acompañante:

-Edgar mi vida, acompáñame... -, nos pusimos de pie y nos fuimos al sanitario.

Primero entré yo y él me espero, al menos eso creí, pero era tanta su calentura que se dedicó a revisar el baño de caballeros, y al salir yo del mío, me tomó de la mano y me metió casi arrastrándome al baño de hombres. Allí mismo en uno de los excusados me hizo quitarme los calzones, me colocó frente a él y se sacó la verga bien parada y muy rica, y aunque no era fuera de lo común si se le veía bastante gorda y cabezona. Tomándome de un muslo me abrió y levantando mi pierna me hundió su fierro de un empujón, yo solo gemí, era muy comprometedor coger allí pero eso no nos importó.

Me tomó de las nalgas y empezó a bombearme, allí mismo, de pie; mientras el falo entraba y salía muy rápido de mis entrañas, tanto que me hizo venir en un instante, y él al poco tiempo, se derramó en mi interior. Fue uno de los palos más calientes que he experimentado. Me sacó la verga y su leche me escurrió por las piernas, así que traté con mi tanga de limpiarme mi enlechado bollo, y desde luego ya no me la puse así que salimos del baño; yo sin calzones y recién cogida y él contento; yo más caliente que antes y Edgar esperando darme más de su verga.

Al entrar al bar le hice una seña a mi esposo, y sin que se percatara Edgar, regresé a los sanitarios mientras mi amante se dirigía a la mesa. Mi esposo me alcanzo y le dije:

-Mi vida lo hicimos en el baño y estuvo formidable… -, él me sonrió y me dijo.

-¡Que puta eres, Daniela!... –

-¡Así me querías, ¿no?!... –

-Pues ahora ya sabes que hacer, ¡llévalo a casa!... -, ya no había más que decir, así que me regresé a la mesa donde estaba mi exnovio.

Mi esposo ya no entró al bar, se fue directo a la casa para estar en su escondite y ver como mi nuevo amante se cogía a su vieja. Edgar y yo nos fuimos poco después, y aunque él al principio no quería, por temor a que mi marido nos fuera encontrar cogiendo, pero sobándole la tranca en el auto lo convencí de inmediato. Tomándole de la mano lo llevé a mi recámara, al llegar me restregué a su cuerpo frotándome como una gata en celo, lo besé y sacando su verga del pantalón me hinque ante él, se la empecé a mamar con fuerza, esto le agradó y me dejó mamársela a mi antojo…

-¿Así te la maman la putas con la que andas?... -, dije elevando la voz para que mi marido se enterar -de lo que su mujercita estaba haciendo; - o te la mamo mejor yo… -

-Tú, chiquita… Tienes una boca y una lengüita deliciosa-

-Pues cada vez que quieras una hembra súper caliente y generosa contigo, búscame papito… Ya te he dicho que mi esposo casi ni me toca y necesito siempre de un macho bien vergudo como tú, que me haga lo que quiera… -

-¡Nena, me vas hacer derramar!... –

-¡Pues vente, échamela en la boca!... –

-No mi reina, quiero probar cada rinconcito de tu delicioso cuerpo-

Casi sin aliento me puse de pie me quité el vestido y me miró preso de lujuria y deseo, su verga parada me indicó que le gustaba lo que vio, y recostándome me le abrí de piernas:

-¡Ven mi rey, métemela!... La quiero sentir muy dentro de mi panochita, ¡mira como la tengo de empapada!... -, y le mostré con mis dedos mi vulva y me abrí los pétalos de mi vagina con mis dedos para mostrarle mis labios palpitantes...

Ya nada fue necesario, Edgar se desnudó rápidamente y subiéndose a la cama me la metió, y empezó a cogerme deliciosamente mientras mi marido nos espiaba y veía como me la encajaba hasta el tronco. Yo empecé a moverme, como él estaba encima de mí, lo moví y le di vuelta, quedando yo encima de él; me acomodé y empecé a cogérmelo yo, muy rico. Primero me movía suavecito para que sintiera el calor de mi vagina y muy pronto aumenté el ritmo de mis movimientos, buscando frotarme el clítoris al moverme y eso me provoco casi de inmediato mi orgasmo…

Me escurrí con su verga adentro, me hizo venir, pero yo no paraba, pues me dejaba subir y caer sobre su reata, comiéndola toda con mi panocha chupándola con mis contracciones. Me la saqué y le ofrecí mi buen par de nalgas. Edgar me tomó de perrito y me encantó, me la metía fuerte y delicioso, así me tuvo un buen tiempo, haciéndome sollozar de gusto. Me tomaba de las nalgas, me las acariciaba y me jalaba de la cadera dándome unas metidas y sacadas maravillosas. De repente me metió un dedo en el culo, fue delicioso, yo deseaba que me enculara también, pero no quería que eso lo viera mi esposo, así que moviéndome le dije:

-Ven papito, vamos al baño y cógeme como en el bar… -

Me fui al baño, contoneando mi culo para enloquecerlo, si eso fuera posible, pues se derretía por encularme. Escogí el baño porque desde allí mi esposo no podía ver según supuse, quería que hasta me sacara los pedos con su enorme verga. Allí mismo y gracias al amplio baño de mi recámara y a la alfombra junto al lavabo, me acomodé; me senté en el lavamanos y me abrí, él se me acercó y me la metió de un empujón delicioso. Me bombeó y le pedí al oído, mientras lo abrazaba y besaba que me pusiera de perrito; me hinqué sobre la alfombra del baño y esta vez me abrí de nalgas con ambas manos mostrándole mi culito, él entendió lo que yo quería y sin tardanza me acomodó su gruesa verga en mi ano, me la empujó y aunque me dolió, yo misma lo insté:

-Clávame por el culo mi rey, mi marido nunca me la ha metido allí… -

Edgar escupió en su mano y me untó su saliva en mis nalguitas apretadas y ensalivando también su verga se acomodó de nuevo, esta vez fue más decidido y de un empujón me caló con la gruesa cabeza de su verga; me distendió el esfínter muy rico y casi sin darme tiempo me la empujó de nuevo, una y otra vez me la metió hasta que la sentí llegar al fondo, entonces empezó el mete y saca que me volvía loca; ¡me tenía bien clavada por el culo y me disfrutaba al tiempo que yo temblaba y sudaba de la culeada que me estaba dando!...

Tuve que morderme los labios para no gritar como una golfa cuando me entraba de golpe, ¡definitivamente fue maravilloso!, uno de los hombres que saben cómo gozar un buen par de nalgas. Mi culo se adaptó a su tamaño y el dolor desapareció dejándome solo placer; muy mimosa yo le susurraba que me cogiera más duro, y él lo hacia con ímpetu tremendo de alcanzar mis intestinos… Hasta que no aguantó ya la estrechez de mi culito y me inundó con su leche caliente y abundante sin dejar de meter y sacar su leño. Ahora bien enlechada su verga se deslizaba francamente hondo y su semen me lubricaba. Me estremecí y mi amante seguía bombeando mi culo, creo que esto provocó que su erección se mantuviera y me diera más verga en el culo, claro que yo pensaba en mi marido, así que le pedí que me cogiera de nuevo.

Mis pliegues anales se enrojecieron de la fricción. Me acomodó de tal forma que puso su chile entre el túnel de mis senos duros, cuando la tuvo súper parada, me la metió en mi hinchada puchita, y así me tuvo mientras sus manos me apretaban las nalgas muy fuerte, tanto que pensé que me dejaría moretones y sus boca me chupaba las tetas con furia. Yo lo acariciaba por la espalda provocando que me cogiera mucho mejor… ¡Qué delicia de chico, cómo aguantaba!... Me tenía súper ensartada en su rico garrote, al tiempo que me seguía apretando las nalgas y me besaba con muchísima pasión…

Me le entregué en otro orgasmo y él seguía bombeándome, estábamos sudorosos y resoplábamos y gemía diciéndome lo rica que estaba, me encantaba la forma de coger de este muchacho que antes había sido mi novio y ahora era mi amante, así me siguió bombeando incansable. Lo besaba y lo acariciaba como la más puta de las amantes, mis piernas lo atrapaban por la cadera para no dejarlo desmontarse de mí, hasta que me escurrí de nuevo. Le di mis contracciones vaginales y mis grititos entrecortados le hacían saber que me estaba viniendo una vez más, creo que esto esperaba ya que el decírselo intensifico sus metidas y se vino así conmigo, llenándome más de su leche viscosa y caliente…

Jadeante se dejó caer sobre mí, estábamos los dos empapados en sudor… Se quedó un rico momento, se salió y su leche me escurrió muy rico, sentí lo caliente llegar hasta mi culo, él me quiso decir algo pero no se lo permití, lo invité a vestirse y que se fuera de casa para que mi marido no nos descubriera... Se despidió de mí y regresé a la recámara, mi esposo había salido de su escondite, sin decirme nada me tumbó en la cama y se puso a chuparme la panocha, succionando la leche de mi amante y mis jugos al mismo tiempo que su lengua me entraba delicioso. Así me estuvo mamando la vagina batida con leche de mi amante, con su boca me comía y me hacia gritar de gusto:

-¡Cógeme ya cabrón!... ¡Méteme la verga con fuerza, cógete a tu puta!... ¡Estoy afiebrada, encájamela toda, por favor!... –

Cuando me mamó el culo, se dio cuenta que lo tenía encharcado de leche, se dio cuenta que me la habían metido por atrás y eso lo enloqueció. Me abría mis nalgotas y me metía los dedos tratando de extraer el semen anidado en mi recto, extasiándose con los pliegues de mi ano completamente enrojecidos y abocardados, pues a pesar de mis intentos de cerrarlo, quedaba mi ano como boca destentada formando una excitante «o»…

Cuando se cansó de lengüetearme, y antes mis ruegos de que me usara de la forma más vil y salvaje, se enderezó, me abrió más de piernas y me la metió de un golpe; su verga se deslizó deliciosa en mi cuevita, sin embargo yo me sentía muy estrecha.

-Se ve que tu amigo calza grande-, me dijo al ver que su pene se deslizaba con facilidad por mi túnel sexual.

-Tiene la verga bastante larga y gruesa, me costó un pexx recibirla por completo-, dije.

-Pero te encantan los vergudos, cabrona-

Me siguió diciendo lo rico que se sentía mi panocha, así recién cogida y muy caliente, me dijo que tenía un horno vicioso, me batía la leche de mi amante hasta que ya no aguantando más, se vino también. Chorros de su semen me inundaron una vez más, yo estaba extasiada de su cogida así que también me vine; casi fue como quedar vacía, pues mientras Edgar me cogía, me hizo venir varias veces y ahora con mi esposo me sentía desfallecer. Me sentía plena y lo seguiría sintiendo durante mucho tiempo pues nuestro acuerdo empezaba a darnos las mayores satisfacciones. Para mí como la puta que soy y en mi esposo al saber que a su mujercita le entraban las vergas de varios hombres...

Abrazados nos fuimos quedando dormidos, no sin antes decirme cuanto me quería y lo mucho que le gustaba verme de puta, y desde luego que lo era y trataría de serlo más, mucho más, ya que mi esposo me ayudaba a ser la mejor de las putas…

Daniela

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